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A fase mais importante para a vida da gente, é a infância... Nela estão contidas todas as essências, que nos acompanharão durante nossa existência.
Já na adolescência, a coisa muda de figura: é uma tortura, ter que mudar os ideais... O que antes acreditávamos, não podemos acreditar mais.
Depois temos que nos preparar para a vida “madura”... Assim estão nos anais. Mas se a vida “madura” for o que eu estou vendo, jamais serei maduro... Jamais!
Quem disse isso foi eu: A.J. Cardiais
20.09.2009
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Poeta
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¿Mitómana? (Cuento experimental) Dejar de ser en la tierra cuando las cosas suceden desgajándose; desgastando ánimo y memoria, fuerza y esperanza, colgando plegarias al viento, pagando tributos al cielo. Vivimos siendo hojas, laberintos y volcanes en el pecho y alas y nubes y acantilados en la frente en el sueño. El espejo se traga nuestro reflejo, nos abandona en el fondo. De pronto se deja la existencia, se muere sin aviso, sin sentirlo. Los labios no se mueven, el tiempo se detiene, y el espacio se encoge y desaparece la mirada. El cuarto está frío. ¿ Dónde se ha ido?, se preguntan las paredes silencias, solemnes, rugosas. Ella siente una soledad espantosa. Una soledad pegajosa, se le abre un enorme hueco en el pecho, solo respira dolor, bebe recuerdos. Son unos cuervos blancos, rojos, murciélagos plateados, burbujas sanguinolentas, pulpos amarillos, con toda la ira enredada en esos momentos. Pensó eliminarlos, ahogarlos, desmembrarlos, convertirlos en piedra, con un firme alarido, pero antes de poder moverse quedó petrificada... ___ ¡Qué bella, qué tierna, qué real!. Comentaba la gente___ El escultor debió de inspirarse en el alma de la cantera. ___ ¡Juntos materia y artista infunden espíritu a la obra!. Increada, en potencia, hasta ese instante...
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Tiene sabor y textura el tiempo vivido, el existir. Un sabor a frescura de agua tierna en la infancia; una textura agradable, blanda en las cosas, ordinariamente fantásticas. Cuando hablaba, sus palabras eran de arena, cálidas a veces, otras con la lentitud monótona de un reloj que se cansaba tanto y tan bien que quedaban unidos; voz, arena, reloj, tiempo... ¿Cuándo había penetrado a la inexistencia? ___ No lo sabía, no lo recordaba, o tal vez solo lo imaginaba. ¿Dónde estuvo ella, en qué mundo, sin hoy estaba aquí, en la calle, y a su lado todo era vida y movimiento?. Aquellos hilos que la unían al cincel la intrigaban, cielo y tierra, esencia y forma, tiempo y espacio... Aquella inmensa soledad había sido su realidad, su ser en el mundo, la existencia eterna del instante. La materia había tomado forma, su vida, su apariencia, su reflejo más allá de su muerte. Detrás del acto estaban la piedra el actor la inexistencia en esencia, antes que todo. Usted pensaría en términos de luz y obscuridad, abierto a juzgar, pronto tendrá mucho para hacerlo. Sin ha llegado hasta aquí sin más iluminación ni ventilación es que tiene una abertura, un espacio para lo increíble. Un vacío voluntario, una área de creatividad receptora, una zona re-creativa en la intimidad inefable...
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De no ser así... ¿Cómo podría haberlo sabido? ¿Qué clase de arte podría sobrevivir?... ¿Qué era... Acaso ...? Era una sombra de incendio, con la esperanza en un globo nadando en el río que bajaba por la calle y dictaba conferencias. Esta sombra es diferente, es nueva, como la que sale al final de una vieja película suspendida de una libreta. De libros antiguos, de bibliotecas perdidas, quemadas... Aunque para ser justo, es un poco inquieta, a veces sale por la escalera de humo, y duerme en los tejados sorprendidos. Como en esta ocasión, camino hacia la barda, evitando la noche al huir entre la luna y el espejo que la refleja, como un lago tranquilo, y trato de repetir lo que entonces hizo y pensó: Algún día dejaré de ser simple sombra como interesante cantera; mejor es que yo muera de la mejor manera. ¡Siendo otra cosa!. Y en efecto, así sucedió. Y aún ahora se pregunta... ¿Cómo fue que sucedió?... Pero no hay quien responda. ¡Y ella... Nada recordaba de Medusa y el espejo!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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Pregunten qué aromatiza todavía mi memoria y diré del pan de gloria de mi abuela campesina. Del humo, que en despedida me dejaba, como broma, con las pupilas llorosas en cuanto abuela encendía su económica cocina de astillas estrepitosas. . Pregunten qué reverdea mi memoria todavía y la fronda evocaría de dos higueras inmensas; sombra del patio de tierra. Y tunas y cina-cinas, perales y la sufrida pasión que el sauce profesa cuando al deshojarse besa la laguna distraída.
Pregunten qué melodías mi memoria oye sonando y yo diré que, trinando, discorde es la algarabía de aves que despierta el día. Diré vibración que es canto del viento en los alambrados con “tijeretas” prendidas como notas peregrinas en pentagrama acerado.
Pregunten de qué portentos mi memoria se extasía, diré de liebres furtivas y el furor de aquellos perros escarbando cual mineros si un “peludo” descubrían, de nutrias que zambullían o la astucia de los teros defendiendo nido y huevos a maniobras que despistan.
Pregunten a cuál hazaña da mi memoria resguardo y en cabriolas un "tostado" a influjo de mis andanzas diré que me acercó al aula, potro heroico imaginario, crines él, yo jopo chato por la brisa que zumbaba en mis oídos y mi alma, 'por el cielo mi Pegaso'.
Pregunten qué paradigmas en mi memoria son sellos y les diré de mis credos de un tiempo de fantasía de aquella niñez vivida que todavía guarezco, que me nutre por momentos y refresca y gratifica con la esencia campesina que gracias a Dios, conservo.
Pregunten qué invocaría mi memoria, de esos años y diré que lo nombrado más albas y atardecidas. Diré lluvia que repica sobre el lomo resignado del techo aquel de mi cuarto y diré “Las Tres Marías” guardando a la patria mía su firmamento Uruguayo.
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Glosario: Cocina económica: Cocina de hierro a leña. Tijeretas: Ave de cola como tijeras. Peludo: Armadillo, Tatú. Tostado: Color de pelo de un caballo. Teros: Aves.
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Poeta
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PANEGÍRICO ESTEREOTIPADO
Por El Sueño Peregrino Las almohadas Cambian De piel Entre las noches Entre las piernas Entre las nieblas Tibias Soledades Con esperanza Porque La Brisa Besa y...
Por la mirada del espejo respira esa sonrisa del piano bailando con los colores que suenan con los sabores que cantan con los suelos que vuelan en las nubes más frágiles e inocentes resplandores al fondo del pasado en el grito parpadeante del instante con el mundo en las pupilas del viento y el corazón del árbol hecho rama entre las sombras incrustadas saladas las manos susurran al bosque al sembrar sueños al desierto al húmedo lago al gastarse el zapato de infancia perdida el sombrero de viejas sonrisas el campo de múltiples semillas.
Panegírico Del humo Encorsetado Laudatorio Al encarcavinar tibio Al abribonarse ligero En la farsa avispado En el desánimo implantado Desnudan al desfalco Demuelen al alud Hasta el delirio Del espasmo ardiente Defensor Del placer repetitivo.
¡Monótono fracaso del clamor insano!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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Pestañas rojas
Las pestañas de la sangre. ¡Lloran, lloran, lloran!. Abismos y vidrio. ¡Luz del miedo!. Luz de los cobardes. Arena. Muerte. ¡Luz de la infancia!. Enemigos del mundo. Un reloj. Estrellas enrejadas. Duermen sus alientos. Un día de mil cobardes, entre las infinitas nubes y polvo. Un noche asesina de tinieblas. ¡Estrellas que devoran luces!. Una burbuja de tinieblas. En la eternidad cercana. ¡Qué huyó!.
Mar del alma Piel de la consciencia La consciencia humana muere día con día Y muere más la muerte, haciéndola más muerte cada día.
La lengua de las armas, de los reptiles, de las timadoras corbatas Sepultan las tiernas infancias. Con el truhán aplauso barato. ¡Con el más respetable desfalco del pueblo y su sangre!. Haciendo negocios con el miedo, y las almas del hombre. ¡Ya corroen, la esquelética razón perdida, con monedas honorables!. Y cobarde el espíritu del sueño, solo es suelo, cielo infame, dios falso.
Roja es la muerte ahora. Sangre de inocentes, sangre de indefensos, sangre de silencios. ¡Sangre de la humanidad qué deja de serlo poco a poco poco más y más! Con la lengua de las armas, del engaño, del abuso, de injusticia con licencia Sepulta las tierna infancias, y al futuro hace fiesta cultivándoles olvidos... ¡Asesinos de libertades! ( Si alguna vez existieron) Buen negocio es este... No hay palabras que puedan decirlo todo, sus letras serían acribilladas y urnificadas en venerables cenizas ¡Qué sólo corroen los huesos del alma!... (De los que aún la tengan) Por eso ahora son. Ahora son. Las... ¡Pestañas rojas!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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Sueños de un zapato
Caminos gastados por el tiempo Infancia dormida en los cabellos de plata Otoños amarillos... Hojas verdes de noche Un sueño. Una sonrisa. Una lágrima. ¡Niños de esperanza!... Sueños rosas. Un zapato... Sueños nuevos... ¡A veces!.
¡Un día como un siglo de sueños!.¡Sueños del suelo y del cielo!. Noches dormidas bajo la cama. Días de piedras y polvos. A veces. Una dulce bota... Grasa y tinta. Húmedas grietas por la vida... ¡Olor a talco... Otras veces!.
¡Un día como un año de dolores! Algodones dormidos en el suelo. Las noches prolongadas. Días rápidos. Frescos perfumes de flores. Brillantes pieles... Serenos pies... Lentos. Un camino plano. Cielos en cada suela. Un niño feliz. Hombre. Trabajo. Descanso.
Un zapato. Como un hombre libre... (Absoluta fantasía) Sueña caminos ¡Vive gastando tiempos! Una vez si, si, sííí... Otras muy poco, poco muy poco. Vive un pequeño mes, un enorme momento. Un día pesado, perdido, perdurable... ¡Periférico perífono! Un año eterno... ¡Mil muertes diarias, ocultadas, provocadas! ¡Sueños dulces y extraños!... Del olvido increíble. De los labios Por el camino del zapato... ¡Que ahora camina solo! La consciencia del cuerpo que lo habitaba se ha esfumado... ¡Cómo sus sueños!... Como sus... Como... Co... C...
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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POR EL FUEGO DEL CRISTAL (Neosurrealista)
Donde el núbil fuego adorna, su deseo que tiembla, ciego el viento de opaco, nublado borrascoso en él, espejo de los secretos.
Con todos sus inconvenientes, el amor fortalece el latir de los corazones débiles, que dan cuenta de sus labios enrojecidamente peligrosos, con toda su habilidad y sus jugos explosivos, que cultivan con los años, las defensas que terminan en un callejón sin salida, como prueba el mar al peinar la jungla, fabricante de ilusiones entre noches de pomadas sobrevivientes, que abren horizontes alegres armados del crecimiento, que ofrece ventanas de peltre.
Por la música de nácar, el instante ha cesado, en la infancia del otoño, escribiendo al viejo, invierno de núbil nieve.
Porqué el sucio camino serpentea hasta la cumbre rosa, que se asoma entre la inusitada pastura, con las astas que apuntan al cielo altamente desarrollado, en la roca en su esfuerzo por ser esponja, con el impulso de una cuadra, patrullando la playa de un kilómetro, que a nivel de la calle no se siente, ni más abajo de él, para mostrar el respeto debido, que derrama su verdad cruenta, dentro de una canasta de seis milímetros de diámetro...
En la memoria, de la mirada silencia, una libélula canta, al último trineo. ¡Qué trina qué truena!.
En cada detalle del nuevo colchón, que reconoce la tarde, por la exquisita extensión del cilindro, en perfecto trance de equilibrio, y sorprendente actuación, al trepar los árboles, y fotografiar los orangutanes cara a cara, muy baratos, y entre un montón de pelambre enmarañado. ¡Por el fuego del cristal!. Dada la baja densidad del incremento de los quesos, en la incesante cornucopia de los suculentos osos, por estar ahí, la bonanza del cristal tropical fuego.
En el alma que suspira, por los bienes fugaces, campanas arcanas, de fúlgido atavío. Por el ardor vidrioso.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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ESCARAPELA DEL EFUGIO
La infancia recorría las calles vestida en sus asfálticas antorchas con el vientre azul dejando huellas purpúreas sobre la alfombra de granito deslizándose por el lago en sangre, esclavo de los bosques sigilosos, y enredados en las lianas del hombre-mono contando la historia de las ovejas.
A las mismas abejas que lucían sus espadas de miel cazando la cera ascética con el desdén hecho un baluarte de suculentas viandas a nombre de los ausentes, soplos helados de las suaves ironías. ¡No lo creerías!. Sí, sí, de seguro ni lo imaginas. Nadie en todo el cosmos conocido tenía la menor idea de la fantasmagórica importancia de su obra y, sólo cuando el tiempo agrietado en una embriaguez encontró la evidencia que lo impuso, le dedicaron una fabulosa caverna. Sangre en la mirada, tirano y burlón, eco que más nadie desea escuchar, febril amenaza para cualquiera en la nueva edad de la vehemencia.
En síntesis, enfermo indecible después de lo pasado, carne campanosa hermana de las tumbas, ceniza de las canteras mientras calla el pozo su sed fiel al rebaño.
A lo lejos, el calor caduco nacía en las orugas, enredadas en el cielo que sepultaba los espejos en la cara de los pétalos secos del cáñamo de penas dónde sólo vive la tristeza, y el amor divino se compra con tarjetas en el alma, de las águilas altivas, de los días que ya no hablan, del nido que fabrica montañas bajo las rosas petrificadas, y vende las cadenas con el tono de esperanza en el subsuelo...
Nubes, nubes. claras transparencias! Eufemismo sin tapujo, desperdigamiento engrescado, con todo lo cetrino taciturno, y la poltronería premiada en la zafiedad acumulada en el engolillado letargo pomposo y embetunado. Esto pasaba. Cuando escuchó el canto rojo, y blando del elefente, que solo acentuó su certeza, hasta que el canto se trocó en una sinfonía ahogada y gelatinosa que lo convenció de que no era algo fruto de una pesadilla, sino un monstruo más que real.
No obstante, nadie supo como, aunque hoy que te lo cuento ya son miles de millones que lo sospechan irremediablemente, y pese a que se tomaron todas las medidas de seguridad, voló como un espectral gusano, y se estremeció al sentir que nacía en su interior un sentimiento blindado de infraculpabilidad semiperdonada, sobre todo, considerando el más mínimo ultramomento apenas imaginado en el desenfreno y la desvergüenza, vergelero de la arrogancia con el escarabajear pulcro, inopinado en la inmundicia pavoneándose de inmune... Pues confiaba que no sería cierto el reproche directo al pedir comida con el alboroto respectivo al cuidado finísimo de los barrotes en la manada satisfecha haciendo un ademán triunfal.
Hoy esponja el aire acribillado, los buches de pichones en el pañuelo, y llegan de puntitas los recuerdos hechos lágrimas del polvo, en las palabras al claro desengaño con la aurora de la noche y sus pesatañas. ¡Creo que lo creerás... algún día en las cumbres marmóreas del bullicio de la congoja!. En caso contario... Para que seguir contándolo. En otra ocasión será, en otras calles, en otras infancias que vistan con asfalto las ovejas de improviso sin aliento.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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ZAFIO SOPONCIO
Za Fio En la mudanza petrificada del arrullo. Luctuoso. ¡El cántico sucumbe!. Con El Soponcio, del hombre. ¡Hombre con el soponcio, hombre!. ¡Qué la franela fragante bate!. Entre péndulos ignotos. ¡Qué la elegancia embate!. Entre pálidos ingentes. Za Fio ¡Dónde los pardos prados penden! Con El Soponcio, hombre. ¡Con el soponcio!. Del astuto camarón de los arbustos. En la cáscara novicia del recreo. ¡Inusitado!. En el precio populoso del abismo. ¡Ensortijado!. Za Fio Con la prioridad prisionera. Del soponcio... De la excusa presuntuosa. Del empalagar... De la empapirolada. Soponcio, soponcio... ¡Oh, soponcio!. En la imprenta preocupada de una gota. En la ciruela prudente de una rata. En la báscula silvestre del escándalo. En la cándida señal del esqueleto. Za Fio Por morir de más en la madera. ¡Qué ha hecho de ceniza el perfume!. ¡Qué respira la neblina invisible!. Del arrullo, relámpago inmóvil. En la infancia ferroviaria del bosque. ¡Dónde las puertas madrugan!. Por las espumas encrespadas. Cargando. ¡Los golpes de truenos!. Entre las súbitas soledades de las vasijas. Z A F I O ¡Oh, zafio soponcio!. Porqué derribas las mañanas. En un almacén de dudas. ¡Con el ritmo inexorable del agobio!. En la razón sin esperanza. En el llanto que devora. ¡Zafio soponcio zafio!. ¡Dónde la misma ceniza sucumbe!. Olvidada de los ingentes ignotos. En El Cántico petrificado que muda.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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Marcha fúnebre de una Marionnette __José María Eguren Poeta del Perú (1874-1942)
Fué también fotógrafo y acuarelista. Publicó algunos libros como: Simbólicas (1911) Sombras (1929) Canción de Figuras (1916).
Marcha fúnebre de una Marionnette
Suena trompa del infante con aguda melodía... La farándula ha llegado a la reina Fantasía; Y en las luces otoñales se levanta plañidera La carroza plañidera.
Pasan luego, a la sordina, peregrinos y lacayos Y con sus caparazones los acéfalos caballos; Van azul melancolía La muñeca. ¡No hagáis ruido!; Se diría, se diría Que la pobre se ha dormido.
Vienen túmidos y erguidos palaciegos borgoñones Y los siguen arlequines con estrechos pantalones. Ya monótona en litera Va la reina de madera; Y Paquita siente anhelo de reír y de bailar, Flotó breve la cadencia de la murria y la añoranza; Suena el pífano campestre con los aires de la danza.
¡Pobre, pobre marionnette que la van a sepultar! Con silente poesía Va un grotesco Rey de Hungría Y los siguen los alanos; Así toda la jauría Con los viejos cortesanos. Y en tristor a la distancia Vuelan goces de la infancia, Los amores incipientes, los que nunca han de durar.
¡Pobrecita la muñeca que la van a sepultar! Melancólico el zorcico se prolonga en la mañana, La penumbra se difunde por el monte y la llanura, Marionnette deliciosa va a llegar a la temprana sepultura.
En la trocha aúlla el lobo Cuando gime el melodioso paro bobo. Tembló el cuerno de la infancia con aguda melodía Y la dicha tempranera a la tumba llega ahora Con funesta poesía Y Paquita danza y llora.
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Poeta
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