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¡Ah! escuchar su voz, aunque no llama, bien sé, que su cariño es aquel roble inmortal del cual brota la opima miel, aquella que al libar el espíritu inflama.
Zorzal en su canto une dos continentes ostentas tu belleza más no es ufana, de está tu alma, nace la palabra en filigrana escucha mi ser sabiendo que son vigentes.
Abrazo del alma, la noche de humedad fragante, mientras despierta la aurora exultante, ambos como mares en calma.
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Poeta
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Réprobo el alma descendió al hades, Cerbero hace crueldades, mordiscones a mi cuerpo desalma.
Dos monedas pide Caronte uno de ida, la segunda para el sedal, dejando entre los árboles verdes, el bozal y el canto armonioso del sinsonte. Estigia se muestra aciago almas tristes y desesperadas, manos de polvo y miasmas, un juicio que se hizo estrago.
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Poeta
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Sin mácula piel cristalina y sangre una brizna, de ojos, fácula.
Alma acendrada tú boca melífera cristaliza en versos prolífera, de tus manos aclamada.
Y en lo más arcano una sonrisa que extasía, de pocillos vacíos la vida infundía, tú recuerdo es altano.
Un cuerpo ebúrneo, no hay cerrazón en su corazón, urente deseo.
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Poeta
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Como el diamante del color más intenso la amistad no se compra ni se vende, se siembra, se cosecha se abraza y se siente en un te quiero y más aún en un estoy para siempre.
Como de los montes nevados donde se forma las corrientes recorriendo un largo trecho para llegar al mar así es la amistad; Extenso y profundo que Abarca; el alma, el espíritu y la mente.
Como el sol en el horizonte que se muestra refulgente, así es la amistad; a la vista opimo, alegre y en la palabra, canto, poesía, prosa y vida.
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Poeta
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Llora el árbol, llora el clavel, el ave llora
La yerba mala envuelve el árbol sus raíces mueren, sus hojas secas caen y caen.
La yerba mala ahoga el clavel lo marchita, y sus pétalos desgarrados caen y caen.
La yerba mala crece a lo más alto, y caza al ave que cae y cae.
Caen inexorablemente a la angustia a la nada, los cristales hieren, los barrotes de concreto la arena cubre todo.
Ora perece, ora declina, ora se derrumba.
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Poeta
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Surcando mares calmos y tempestuosos, prados ubérrimos y áridos macilento, cansado ¡ah! pesares.
Surcando noches insomne agujeros negros alma y mente, firmamento de un llanto ahogado, silente, que se ha vuelto perenne.
Surcando tiempo y espacio de un clavel que muere, de una sonrisa cancere y en una amistad solacio.
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Poeta
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Que hay detrás de tú sonrisa, de tus ojos chinitos, que se van volviendo pequeñitos, y vas deprisa, deprisa.
Nada es óbice sigues en la brega no hay tregua, ella siempre dice.
¡Ah! que hay detrás de tú sonrisa, de tus ojos chinitos, nada de ritos, y un Cristo que no se quedó en misa.
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Poeta
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Entre la bruma del alba
las colinas en su cima, verdes,
y en el llano flores; tulipanes,
campanillas, acaso recuerdes
y entre ellas un geranio en panes,
sobresale hermosa y alba.
La única en sus pétalos,
de un rocío mañanero bañada,
que surcan como gotas amada,
lágrimas en un rostro de acero
una mujer hermosa, de fuero,
efluvio que absorbe la tierra
y volver a sus pétalos se aferra,
flor única envuelta en sus dédalos.
Y solo el sol, su astro del día,
solo él, estrella fulgurante de armonía
evapora el rocío que le da vida,
pero otra mañana ella precavida
blanca, la única con rocío
recela su sollozo umbrío,
el rubicundo astro, la contempla
soslayando sus rayos templa,
ya sus pétalos frescos no ardía.
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Poeta
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Al despuntar la aurora el ulular escucho del viento y en mi alma siento, toda ella que se azora.
Entre retratos un espejo cuál clavel marchito me veo envejecer anunciando mi pronto perecer, ¡quita! ¡quita! pensamientos que de mi mente alejo.
Un cuenco arenoso con el ulular del viento se desmorona, la angustia y la tristeza corona su semblante enjuto y mohoso.
Un abismo oscuro, espantoso sudoroso, la boca seca perplejo y veo aún el espejo con risotadas ufano, airoso.
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Poeta
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Silente la aurora, tú beso me supo a amor en mi alma vacía renació el clamor, de esta nueva vida eres autora.
Silente el atardecer un abrazo tuyo me lleno de solazo en mi espíritu entero vibro de albazo el aire libre de mi sonrisa sin perecer.
Silente la noche tú cuerpo y él mío en una amalgama el jazmín y el clavel en alientos frescos rezumaban fue momento de efluvios, fulguraciones y derroches.
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Poeta
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