Poemas :  Na ampulheta da vida
Agora a minha vida
está sendo medida
por conta-gotas...
Minha ampulheta
já está no fim.

O tempo está
esgotando para mim...
A areia está acabando,
e ainda continuo aqui,
representando...

Para mim o show já terminou.
Mas acontece que o meu Diretor,
quer que eu continue no palco...
Ele acha que ainda estou agradando.

Então vou improvisando,
mas não vejo a hora
dessas cortinas se fecharem.
Espero que seja um "gran finale".

A.J. Cardiais
15.02.2010
Poeta

Cuentos :  M.E.T.Á.S.T.A.S.I.S.
METÁSTASIS

Padece y se detiene la tarde. Es pálida, como
la piel del otoño en las hojas, y duele al verde
del verano: Duele en los huesos, en el cuello,
en la memoria, en todo el aire y todo el suelo.

De repente, entre las ventanas opacas-- de un
vidrio en otros tiempos invisible, inmóvil por
años en la mirada y lento en los latidos-- salta
por la piel y destruye todo; Cuando se podía
amar el pasado, cuando se podía respirar al
oído. Es un cielo sangrante, sangrante como
una catarata, como si todas las puertas se
hubiesen cerrado, con espinas y con cuchillos
hambrientos sobre la cama y las sillas.

Es el ayer, lo que ha pasado, lo que se repite
abriendo heridas más profundas.
Por más que cambie el presente, por más
ropajes fabricados, eso persiste en las paredes,
entre los techos, bajo el suelo.

Se puede ver,
se puede escuchar el humo con párpados y
manos encontrando el abismo sobre el asfalto,
entre las grietas: Se pueden sacar grutas bajo
la piel húmeda, encontrando la sangre coagulada,
seca, negra, amarillenta que es, y sigue tan
completa al cerrar las cortinas, está tan fría, solo entre cada uno y ningún otro, que el recuerdo
mismo es una aguja y duele toda la vida.

++++++


Tenía miedo a morir, este cuerpo, esta voz.
¿Serían los mismos que habían soñado, qué
habían jugado con la lluvia, con la esperanza
en las pestañas?.

El callaba la boca seca. Una lágrima y un sollozo
eran lagos congelados y turbios, tan concretos,
que rememoraban crueles toda la angustia y el
estruendo que puede reptar sobre la tierra.
Aquella mujer tenía gracia. Caminaba lenta y
tierna, sus caderas no eran violentas, tenían solidez cálida, hechas de comprensión, de ágiles curvaturas y suaves movimientos.

Su mirada tenía voz, hablaba con sus pupilas y tejía sus palabras en crípticos diálogos a veces, no era lo común en tiempos espesos como en las esquinas y las casas. Pero ahora, ¡Qué desgarradora era la música, entre el tétrico silencio y el deseo de no haber nacido!. No obstante, estaba ahí, fragmentada,
confusa y ahogada en el interior de cada vena.
Pálida, sudorosa y muda, atrapada bajo la piel de
vidrios y tinieblas, como si apareciese disgregada
en un pozo sin final. Encadenada ahí, inmóvil en
la obscuridad absoluta.

¿Qué atrocidad piadosa se desprendía de las
angelicales alas caídas y anudaba sus pesadillas?.
Estaba disuelta en cada lágrima, vacía dentro del
peor abandono, indefensa, desarmada en la soledad
más dolorosa. Sus vínculos con el cielo y la esperanza estaban rotos, limados, eliminados de raíz.

++++++


Había perdido el aliento, había bebido el sufrimiento más amargo, el tiempo y el espacio perdieron su sentido, cualquier luz era más obscura, más allá del frío; El simple caminar era una desgracia. Ella dejó de ser, de existir bajo la ropa, dentro de cada hueso, gris inerte,
sentada en el piso la mirada sin brillo, mientras él, allá lastimero, se ocupaba en tratar de entender lo imposible, lo incomprensible, el infinito de la noche del alma, la eternidad simple. La sinrazón de todo lo pasado.

Con solo cerrar los ojos aparecía sonriendo, y su voz mecía el sabor del aire, del aroma en la cocina, en la recámara y el patio sus pasos escuchaba.
Ahora el silencio helaba, ¿A dónde lleva la fe perdida,lo celeste desconocido, lo sagrado yerto, ingrato y perforado?... ¿Qué fuerzas tenebrosas y que laberintos se tejen bajo la cabellera de la existencia?.

¡Todo aquéllo había estallado, un mundo amable, un
suelo más firme, más fértil, un sueño posible, respirable,
armonioso!. Con la paz en los zapatos y el pecho.
Inesperado, intempestivo. El aire era fresco, la brisa clara. Las sonrisas puras y el palpitar alegre.

¿Cuándo dejó de ser, y cómo?. Aunque... ¿Quién se puede atrever a decirlo, a expresar el profundo
desconsuelo, y que en algún sitio la esperanza esté
viva, segura, sin mancha, más allá de la soledad, del otro lado del llanto.

++++++


El hielo comienza a elevarse, el humo es pesado y espeso,
los techos arden, las ventanas son puertas al abismo, y
usted se ahoga, oye los disparos, tiembla, el vacío se
apodera del vientre. La cabeza da vueltas, duele.
Paredes, sillas, mesa, vasos, platos, ropa, juguetes, todo
huele a muerte, la calle es un inmenso túnel, todo obscurece.

Usted es un manojo de nervios, se enreda, tropieza, no sabe
que hacer. Luego el asco la cubre las ideas, los cuerpos
deshechos, la sangre gotea, corre, se seca, huele a olvido
impotente, sus manos perdieron el aplomo, está desarmado.
Pasan los meses y los recuerdos son inevitables, el olvido
se compra, se fuerza, se le ignora en mil formas distintas,
pero de cualquier modo, no produce mayores cambios en
la intimidad genuina, verdaderamente consciente, con la
sensibilidad en el alma y la memoria.

Los vestigios de un mundo aniquilado flotan en el tiempo,
en el aire, en el agua de cada lágrima seca, en las sonrisas
perdidas. Inopinadamente surgen las ausencias sin nombre,
y los huecos petrifican el aliento, las imágenes sangran de
nuevo. La represión se disimula aberrante, se insiste en las
apariencias de fiesta, de espectáculos distractores, de
negar el desastre. ¡La consciencia podrida!. Es la metástasis.


Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
Poeta

Poemas :  Oda al dolor
ODA AL DOLOR

Fuera de ti la soledad
camina,
dentro de ellos aquéllos
recordando.
La flama es temblorosa,
no vuela su sueño,
se detiene, desgarrando,
el fondo del aliento,
desenreda
como la nieve pesada
en la memoria.

Y junto a la cama
arden las pestañas
una huella, un olor
de un alfiler, lejano,
un lago, una fuente,
secos ascendiendo
en el duelo ahogado.
Sube el día
las cortinas
a las sombras,
pero en la calle
es más lento
el tiempo
el fuego
que sufre viviendo
la madreselva perdida.

Es inefable
como lo sentimos
como lo decimos
como lo vivimos.
Cada día
como un viejo
relámpago insistente.
El aire
falta
la cabeza
duele en el pecho.

Piedra
En la planta del pié
aguja en el ojo
ardor en el lecho
vacío, frío, distante,
pétalo, huesos, ceniza,
sin resplandor
transparente. Perforando,
desgajando, desangrando.
Cada noche
regresa en llamas
de lunas gastadas
de estrellas frías
de cielos mojados
que el tiempo
espina
o los desgrana
en racimos
de manantiales
que punzan
que oprimen
que hieren.

¡Oh, dolor!.
Inmóvil germinas
en las hojas secas
un rumor
bajo
la tierra
de la memoria
su compañía
alegre
remota
de apariencia
a veces como rayo
desfilas
bajo la piel
de los huesos
penetrando
de los huecos
al alma
que perforas.

¡Oh, dolor!.
¿Qué sería de ti?.
Sin nosotros.
¿Qué sería?.
Entre los otros.
Si no fueras,
lo que eres.


Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
Poeta

Poemas :  Lentejuelo veloz
LENTEJUELO VELOZ

Ya viene
del suelo, la memoria
sepultada
en el olvido
de la esperanza
ingenua fiebre de nuez
prurito de arroyo
con alas de armario
espejos de abismo...
Con el alivio efectivo, de la farmacocinética predecible,
en cuatro meta-análisis independientes del plomo dulce,
como un tratamiento alternativo del suspiro convincente,
que se niega a que le suban la dosis, del plumaje de cisne,
con la rítmica espiral de ave de presa, de testa moribunda,
que surge en la tempestad de verdades inmoladas, en la lírica mandíbula, donde palpitan los ánimos risueños, y a lo lejos muchos enhebran las culebras incombustas, en varios lustros opacos, bajo el ciprés y del acanto estremecido,
por la suerte infiel del consuelo que da risa, flaca, paupérrima, al macilento sauce, que murmura al viento de seda tribunicia.
Con la premura pelma premiosa
en las esquinas
del crepúsculo
arquitecto
de
las
últimas
cavernas
en racimos
repletos de amenazas
del susurro con ganchos
del saludo con agujas
del dedo
con dados cargados
por la furiosa
cortina
saliendo de la noche, naranja, novia nublada novata.
Por supuesto, a la hora de la comida indispensable del silbato,
con la ayuda desinteresada de los minerales y las hierbas secas,
educadas por el collar de perlas para fumar en el salón de lectura,
que no arriesgan la garganta de las vacas, en el clima tropical de la malaria, de mayor éxito en la calle, con el diseño de los menús
bilingües del placer más ancho, original y exclusivo, en la mesa del silencio en turno. En la protesta decapitada del recurso, del
sabor de temporada, fusiones de camarón con salmón, cacahuates, cocos tímidos y pistaches inquietos, bañados con el apio cálido.
Cosas solo de cocina en bolsas de plástico, para los momentos más especiales, del arte culinario con hojitas de parra, pierna y bebida.
Y mañana
siguen igual
asesinando al aire
junto al mar
indiferente
temeroso de las bolsas
encarceladas en la tarde
de insectos indefensos
paludismos riendo
a las ballenas
hasta morirse
los hilos desangrados de fe
de metal y billete fanático
con vestido
nuevo
cíclope
minúsculo gris
de escalera
envenenada, y un buen saldo,
de sonrisas baratas.
¡Más allá del viejo cristal!.



Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
Poeta

Poemas :  Plausible parvedad
PLAUSIBLE PARVEDAD
(Neosurrealista)

Por ese amarillo que, inventa un sol,
azul pinta en el bosque un relámpago,
de la ebria muerte,
separando el alba de una estatua,
equivocada, hambrienta y sanguinaria.

Calculando las medidas de longitud estándar, asistidos
con cadenas o con cuerdas, donde la culpa se apodera
de un beso, con la tecnología más avanzada, ofreciendo
al tórax desnudo una protección invisible, e innovadora,
sobreestimando en gran medida la cantidad, de los labios
de aplicación microsuave a la pupila, que tiembla riendo,
con la firme incrustación de vocales, diseñadas y alegres,
preocupadas en formar un pequeño nido entre los muslos,
con las hebras perfumadas, de los hechizos y sus gracias...

Por esa mirada que camina un puente,
de luz estremecida por sus ramas,
blandas siembras de cortinas,
en la piel desesperada,
de la calle, muñeca sin cabeza.

En la primera visita, de la caja de seguridad a los huesos,
en la base del árbol genealógico, además de dibujar ojos,
a los diminutos fragmentos de los años, que indican una
atmósfera nociva, que teme causar pánico, y sufrir muchas
vergüenzas, que desde los edificios altos repiten el proceso
una y otra vez, llevando consigo las máscaras protectoras,
contra los mensajes escritos, de los especímenes homínidos,
desenterrando las pasiones ensombrecidas, por el cielo más
simiesco, con el fuerte oleaje de los cándidos cariños ligeros.

Por la manzana pecadora mariposa,
entregando las caderas comestibles,
del sabor secreto,
palpando al almendro entreabierto,
de los féretros, sin freno, ni refugio.

Para minimizar las molestias, que confirman las corazonadas, al caer la noche que recoge su dispositivo con una red, y un pobre anzuelo, gordo, fresco y listo para freír, la realidad al
mojo de ajo, porque en su cubículo hay un teléfono, que usa los sótanos atados de las manos, por la travesía de los techos cuando entregan las paredes, un puñado de las azules y frescas frutas lustrosas, más o menos una vez cada seis años, con largos
bramidos, y la selva de plásticos dormidos en camiseta, por los obstáculos, que se posaron en la superficie de los sensores.

¡Oh, parvedad a la medida, cuando el agua es redondeada!.
Y es plausible la inundación de los desiertos catastróficos sin entrometerse con el fruto de la paz al respirar libertad los muertos
del amor más puro y viviente.


Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
Poeta

Textos :  Atavío anhelado
Atavío Anhelado
(Texto Neosurrealista)


Lo curioso de ésto, es que sea tan común y corriente,
como la sed elegante, salada, que del mar se desprende,
arrojando al desierto azúcar, con la carne de sol marino,
con la ternura compasiva, y habitual de unas tumbas,
salvajes, envueltas por el camino recorrido en la memoria,
sembrada con ramas, en la multitud de tímidas cortinas, que
llaman a la calle sin escucharla, y despiertan al espejo en la
mañana, por el ruido de la puerta meciendo una ventana, y
sentando al árbol en un viejo vaso de hojas invisibles, por el
más lento relámpago durmiendo.
Helado
Antes
De vestir la desnudez
Atada
Al
Navío bordado, engalanado, al frente.

De los tropeles de los caballos encendidos, por el morral fiel
al perdón, que los placeres brindan, que al alma erizan, y la
nieve hundida se agita enfebrecida, tenaz en plenitud, tierna
enardecida, en el esplendor de los verdores deseados, vistiendo
a la luz afanosa, con la inmensa soledad callada, como un lirio
teje y desteje al destino, de los jardines transparentes, de los
suspiros vestidos de súplicas, por los riscos resignados, y la
sombra voluptuosa en su blancura... Sin embargo, lo más
importante que revelan las crisis sobre nosotros mismos, es
lo que hacemos para encararlas.

Por
El espacio
Tiempo
Pequeño
en el pasado
con el
amor
en un instante
con
gotas
de oceánicos
oleajes
del cielo
prometido
tan azul
y
común
como
curioso.


¡Anhelo desvestido, transparente, invisible e inservible!.


Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
Poeta

Poemas :  Traslumbrarse luctuoso
Traslumbrarse luctuoso

Por esa vez que vamos,
a visitar los recuerdos,
en la vieja memoria,
cuando cierra la puerta,
y el dolor congelado fingen,
las alimañas carcomiendo cortinas,
alguna vez enredaderas al sol.

*En el mar de pan y trigo*

¡Deja para mañana todo,
ese ayer,
que no pasa,
de ser olvido recordado!.
¡Aunque oliere alfileres,
el aire,
del polvo bajo el camino!.

*En las horas ondas hondas ahora*

Porque huele el dolor que olemos,
en la sal de las colmenas.
¡De ceniza que baila,
matemática vendiendo abismos!.
¡Que ya olería adolorido sintiendo!.
¡Quebrando a la tristeza estupefacta!
Por el más allá que oía lo que olía.

*Flores, plásticas, vapores, metálicos*

Multiplicando a los elocuentes sordos,
aquéllo que hubieron olido dolidos.
¡Sí sintieran en el fondo!.
En el gesto de alfileres,
la punta acongojada,
de las noches solitarias,
del mínimo cangrejo con modestia.

*Solo, por traslumbrarse, luctuoso, luctuoso*


Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
Poeta

Cuentos :  Fue un Poema... (Anticuento)
Fue un Poema...
(Anticuento)

Cuentan los que dicen que cuentan cuentos,
de uno en uno, muchas veces cambiando el
mismo día esa tarde antes de tres noches, ya
seguidas sin sol, al fuego jugando unas flamas
entre palabra y sentido, relato seguido ligero,
con la musicalidad corriendo sorpresas en la
risa entrecortada de una lágrima furtiva de la
muerte honda de los ángeles apenas la brasa
vencida en la fina resonancia sin trayectoria,
como esa vez después de cenar un plato de
nuevas letras delgadas, y esquivas, con versos
alegres escondidos en la rima perdida, porque
se arrimó al rincón erecto bajándose las letras
después de las cortinas sigilosas suspirando,
al amor encontrado, en unos minutos olvidados,
en ese poema.

¡Sí, ése que fue!. El poema que
nadie había leído con calma, y cuidado, y por
eso sufría atrapado entre las hojas del otoño
lector, que a su vez era amigo de nadie, y creía
según había imaginado al palacio emocionado,
más allá de la botella ocupada, por la mítica
ciudad enamorada, en la creación del mundo
bajo el ombligo, abertura vaporosa, lluvia de
cantos ligados en el transcurso que se fundó
sobre la esperanza, donde el tiempo puede ser
abolido lentamente, y de nuevo instaurado al
fondo de otro sueño en él...

¡Sí, el poema dicho
que inmaculado no es absolutamente necesario
por ahora!...

Así dijeron con ronco acento en
la banda enardecida de amor, muerte, dolor,
anhelos del espejismo al descubierto como una
mágica bebida de papel entintado con esmero,
pintando al pecho su vuelo, cada vez que las
cosechas están comprometidas, consumido el
pasado con desigual relieve, como prueba la
primavera cada verano, la suerte que condenan
los otoños al pensar con los inviernos, el trance
peregrino, de la fiel memoria que fragante humea
tanto los grises como verdes y azulados.

Y contaron según dicen, los que oyeron la hoja,
hablando en las nubes del polvo que lo cubrieron,
un océano de poetas ilusionados en leerse sus
espejos, latiendo sus penas curadas, sus sueños
hilando al viento, que les respira los días bajo los zapatos que desandan los caminos equivocados,
y reparan puentes rotos, labios tiernos dulces jugos en la miel de mariposas rosadas por la tinta que las hace apasionadas, estrofas inquietas esperando ser.

Amadas en aquel momento que lucha por expresar
la flor que arranca el suelo, y siembra nubes en los pétalos de carne espigando de una manera natural.
Y permanente en el espacio sagrado de los versos
que no necesitan ser escritos, por ser más que una
vida inaccesible en la existencia laberíntica del año, de los innúmeros meses del desconsuelo sepultado de las campanas del emblema fecundo de los recuerdos.

Matiz de sangre y de oro centellea plegarias de lenguas, ignotas, eclipsadas al prestar su lumbre, de vivos ojos, y de tersa frente como la veleidad del viento narra.
Los recuerdos que cuentan uno a uno, los que dicen
haberlo oído, al olvidadizo nadie, ese nadie aventurero, que bien puede estar en cualquier parte, y que se sabe bien que sí lo vio, y cuidadosamente leyó, junto al
otoño su amigo, y que también dijo que fue un poema
que palpita infinitos poetas, que derrama palabras
miles, y desconocidas veces inesperadas, pero sobre
todo en cada una de sus letras por escribirse, como
cataratas de poetas y nubes poetisas, amores, dolores, cantos, llantos, zarandeando infinitas veces al olvido por donde se fue poema a poema en su esencia inmortal.



Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
Poeta

Cuentos :  Vuelo nocturno
VUELO NOCTURNO

Pocos segundos huyendo y anhelando y ahora
aquel amigo estaba en el techo. Por la puerta
lo escuché rodar alegre colgado de una nubecilla.
Se balanceaba con un bolígrafo, con un cuaderno
reciclado que sobre sus rodillas no parecía ser
una pelota desinflada, sino más bien una sombra
brillante. Difícil fue ver lo que ignoraba: La desnudez
de una sonrisa triste y agitada. Sin embargo, prefería
esta última situación para ocultarse bajo los zapatos
que pasaban por la calle lentamente pegajosa.
Recordaba, no sin gusto, los pasos, el polvo húmedo
medio verdoso y el viejo libro sobre vampiros, algo
extraño pues no soy hematólogo, menos hematófago.
Un año antes pensaba igual. Incrédulo ante la puerta
de los gritos. Corrí las cortinas y encendí la memoria
en la pequeña lámpara.
La flama casi se desploma entre la penumbra, saltó
un poco inquieta imaginando el incendio del siglo
pasado, y se instaló finalmente tranquila frente al espejo.
Serían las once de la noche.
El calor amarillento había bajado de la tarde lluviosa al
suelo algodonoso del vapor verde junto al jardín.
A las tres, volvió a repetir la pregunta...
¿ Qué estoy haciendo aquí?.
Permanecía con sus patas adherido y quietas las alas
en el rincón. Hablaba sobre el desastre de las carreteras
del insecticida con un rostro escuálido y desierto.
No sabía nada del noticiero de la una ni de las dos.
El ni siquiera revoloteó hacia el lado de dónde salía la voz.
Estaba atrapado en el tiempo al hacer su habitual saludo.
___Moví el cuello para que prestara atención.
Bajo la almohada bullía el silencio, más allá en la distancia,
se borraba la música, el rumor del eclipse, el caos arrugado
y los errores partieron de regreso. Tuvo miedo de caer por
haber hablado estúpidamente de ser insecto, e hizo planes
de escribir sobre helicópteros biomecánicos, y creo que va
a proponer una novela de la fraterna relación de una palomilla
con un anciano solitario que eligió la noche para acompañarse
de amistades íntimas, aún las más extrañas...
Es difícil imaginarlo sin estar durante varios días con él, y en
sus ausencias, escapaba por la ventana más cercana.
En vano era buscarlo escondido en el espejo, ya no lo hacía
desde que tropezó con una botella en el ángulo de una vieja
estampa de desinfectante novedoso.
Y tal vez nunca lo sepa...
En el techo se escucharon fuertes pasos, y en el aire alas
estruendosas.
Fue necesario despertarse porque esa misma mañana iba
a presentar el examen de entomología
.


Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
Poeta

Cuentos :  Desde el anonimato
DESDE EL ANONIMATO

Por el resquicio rugoso de mi rincón
preferido, no sé cuanto tiempo un fantasmal
recuerdo me observa silencioso a través
de seca neblina... Quieto, expectante, se
siente desconcertante brillando. Solo
le interesan los rayos verdosos del tapete
y nada de las violetas cortinas.

Arriba el techo cambia el opaco mañana
apiñando ayeres dispersos; un olor a
luna desciende, y al salir la tarde, él
se inquieta frente al piso y no huye
cuando el rojo ruge agudo y permanece
a pesar de ello.

El tiempo extrañamente se detiene al
doblar la esquina una aurora gentilmente
extendiéndose en la hojarasca parda.

Observando se reclina suavemente y en
sus contornos vibran minúsculos resplandores
del cuello a sus rodillas solo, pues más
allá hay solo unos viejos cojines sedosos
paralelos a su inespecífica estatura.

¡Dime qué temes menos a la materia
del ensueño qué anidas... Toma este
asiento desierto. Habla del atardecer qué
palidece, de la primavera deslizándose
celeste, de la púrpura espuma girando!.

Cuenta como el cuerpo se siente sin ser
esclavo del alma, un estuche libre del polvo.
¿Escuchas la sed del laberinto soñoliento
de un cocodrilo asustado, ves las joyas
vacilantes desprendiéndose de las consciencias
temblorosas de los abismos del hombre,
de los lagartos del metal cultivando brumas?.

¡Dime si lo sabes acaso!.

Encima unas lámparas arrodillaban la noche
atando claroscuros de marfiles colores y
el granito entre sirios antiguos desnudos
en la luz lejana de abanicos moteados.

¡Ven!__Ven, vamos a buscar donde yacen
los alfileres abandonados en los restos
de las tristes piedras y en los himnos
de los lirios que flotan.

Tiéndete en estas últimas claridades
amarillentas de las paredes que gritan
y callan invitando al descanso de
serpientes emplumadas errantes sobre
las gotas del trigo escarlata.

¡Ven, ven!. Ven en fin y toma asiento
si quieres y reposa en este silencio sepultado
hecho trizas y abrumado de vítreas
lágrimas perennes, donde la misma verdad
vigilante duerme y al engaño soborna.

Y mi rincón desde ese día ya no es el mismo.


Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
Poeta