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OPACIDAD PROCAZ
Cortada anudada luego la sombra vuelve a encontrarse la luz apagada en la noche, desnuda en la luna una vez en la marea morena del mundo alborotado en calma que brota del huracán airado con la inminencia del temblor de la mirada impasible y fría...
Opacidad rapaz enfangada procaz emborricarse procaz.
Y luego el lago fulgura su fragancia de los taciturnos rumores dispersos recatados, tiernos, modestos, sinceros, ondeantes, los hielos derriten ligeros los vuelos de las brisas que se arrojan que se escapan, que se anidan, en el ser, amalgamadas, enroscadas, azuladas de congojas traicioneras y almendradas...
Opacidad incapaz enhiesta premiosa procaz premiosa.
Con el instante distante inconstante en el hoy longevo del baño de aceite donde queda poco tiempo en la prisa mineral de apariencia dispersa el agua confusa en el desempleo paralizada laguna escondida en una esquina potable arrugada, demacrada, desesperada...
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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La intimidad (Dadaísta)
Atrás de aquella nube he dibujado, alegre, la voz en la tarde voluptuosa del invierno, al estremecer la hierba con una sonrisa, que deja la mesa bajo el jardín anhelante.
Aunque las letras son de cera virgen rosa, los cabellos ya no traen pañuelos verdes, donde las frambuesas están llorando sal en la procesión de las caderas ligeras.
He encontrado la tristeza, danzando arrugada, en el atardecer de un clavo dormido con fiebre, acariciando los sueños con las palabras de una hoja con el rostro de un insecto distraído.
Todos deseando traspasar la luna con miel en la lentitud ondulando lubricada dulce anudando anillos al suspiro azul erecto con la frescura del clavel satisfecho.
Aquí ha llegado la calle, inquieta obligada, hablando de los troncos, secos al caerse, en la ventana que duele al techo indiscreto por las dudas en traje de baño muy corto.
Ya ni el sueño del sombrero quiere más que al miedo de las flores en camiseta ni los muslos del fuego en una caja abierta donde una oreja ladra a la luna por minutos.
Aún cuando los ojos están tejiendo al hambre los sentimientos mascados en la orilla dura cuando se fuma una naranja con las rodillas al filo de una cama bajo el árbol temeroso.
Piensa cuando nada de esto sucede, un poco, como al verlo, sufre la leche al secarse roja, por oír llover los caballos con arena blandos en la noche desnuda sabor a miel varias veces.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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RESBALADIZO ESPEJISMO (Neosurrealista)
El vidrio ha roto su rostro, en la neblina que ha vivido, áspera indiferente, que grita por un segundo.
¡Qué parece el primero!. ¡Qué solo es el último minuto!.
Este importante descubrimiento necesita, uno o dos años de análisis por el aumento, de los latidos del baño, que usa la voluntad, para someter los llamados deseos bajos, que no se evaden, y juegan a las escondidas.
Al hacer ésto, la historia se pierde y se acorta, en el futuro más alejado del mañana, en la curva, de la frente, donde los palos y piedras son las armas nucleares, con puntiagudas estacas de bambú, encargadas de extender las líneas del tren, reuniendo las ropas, y las pertenencias, de los que fueron tiernamente asesinados, con la mirada de los labios difuntos, entre los muslos.
¡Oh, resbaladizo espejismo!. Allá donde naufraga la exótica candela del sol en camiseta, y la luna no permanece insepulta, como la blanca vela triangular de un bote que dice adiós, con la mirada en las olas. Parece ser, que la omnipotencia de los zapatos, sigue siendo la lealtad de los caminos empedrados, donde las pinturas de cocodrilos y avestruces decoran los cuadernos, que fueron multados con unos cuantos renglones, y los lápices trazan su descendencia.
Con este anhelo, del que feliz es quién, junto a ti suspira por ti, tosco, punzante y sin razón, es la voz de la miel arrepentida de las avispas.
Con ello, empero, no se logran éxitos duraderos. Y la piedra angular resulta ser una esfera de humo. De hecho, el que ambos impulsos solo por excepción se presenten separados, simultáneamente testifica que la ballena desciende de un antepasado de cuatro patas, aunque alguno que otro pato no lo sepa, al igual que la mano humana tiene adicción por la pelvis, los billetes y las monedas, al verse sorprendida con el mismo diseño corporal de los sueños, como la rima frágil de una carabela.
Dos grandes ideas, no solo diez, están meditando en las esquinas de rodillas, durante la cual solo una especie se transforma conforme al clima, que describen las aves cuando nadan, alumbrando los misterios de los peces. De tal manera que, respirar adecuadamente evita los indecibles actos de violencia bajo las cobijas, tanto como practicar ejercicio con los dedos en agua tibia, permitiendo tener a un tiburón del otro lado de la piscina, por las pésimas condiciones de las carreteras que las mariposas destruyen, y confirman la transición entre las alturas nevadas del ojo del altiplano, y los cubos de hielo en jugo de limón.
Todos estos elementos, contribuyen a decir mucho, con las noticias más absurdas, que divierten a los vegetales sin oficio ni beneficio. ¡Con los espejismos más reales resbalando !.
Autor: Joel Fortunato Ryes Pérez
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Poeta
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ODA AL ESPEJO (I)
Ahí al frente con tu mirada transparente el tiempo de perfil con la camisa y la sonrisa vistes la ropa nueva el reflejo goteando arrugas estremeciendo hasta el fondo la luz perforando la esperanza que sigue buscando la cabeza el cuello las mejillas con blusa blanca la corbata descifrando el nudo.
¡Oh, lindo espejito!. Muchas veces implacable el cabello cae cantando por el peine invisible haciendo gestos roto y empañado entre la luz labios de cristal espalda intacta a veces buscándome siguiéndome. En los ojos abriendo con agua tibia la espuma entre los dientes. ¡Vagos recuerdos!. Envejeciendo matutinas noches vespertinas nieves en la cabeza. ¡Fogatas!.
¿Qué puedo hacer?. Me seguirás viendo inclemente desnudándome la misma cara herida por el tiempo habitación distinta. ¡Cambiando siempre!. Haciendo lo mismo. ¡Qué yo!. He olvidado de mí pensando. ¡Qué nada cambia!. De la apariencia el fondo con la imagen. ¡Qué nos mira!. y desconoce objetivamente. ¡Solo por fuera!.
Mi reflejo solo un rato en el baño solitario en la sala acompañada sonriendo como sombra con luto ajeno resbalando los dolores. ¡Qué llevamos!. Reflejados en otras lágrimas muchas veces ocultando por los años en ese peinador.
¡Qué cambia!. El tiempo a nuestra imagen y semejanza. ¡Reflejándonos solamente!. Gracias, gracias, gracias.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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EXORDIO CRíPTICO
Era extraño, el día no caminaba, ni corría el techo por el árbol temeroso a escaparse por el baño, y acariciar cada lámpara con lento paso, incluso de pensar en no hacerlo con los quince minutos que flotaban junto al vaso del tigre... ¡Sí!__Era el mismo tigre del acuario con el mínimo esfuerzo del humo frágil al salir de aquellos peces pintados en las paredes. ¡Vaya idea del barco a media noche!. El mar como un exordio, dos ojos, y dos décadas más tarde que de costumbre, y al hacer hoyos e introducir en ellos cascadas de ajos y de sueños explosivos, y todo por llevar cinco toneladas de gatos de todo tipo de terreno, siendo equiparable a la conquista del polo que despidió a la novia del vecino subterráneo, y le encordó un cable telefónico, estando preparado para una larga jornada con más dimensiones que formas diferentes inspiradas por los hongos comestibles desviados por los rayos de luz a medida que pasaban cuatro años por los distintos puntos del cielo, y que alguna vez pareció imposible.
Pues bien, no era ni amor lo que ella me tenía dentro del frasco, era tal vez el humo de tres campanas por el furor de la primavera, y las cuerdas vibrantes casi desteñidas por el parque de las hojas secas. Me preguntaba. ¡Tan críptico!. ¿Quién lo haría así? Es necesario pensarlo, y ser el primero en no hablar con la camisa arrugada, y plantando semillas en los muslos del coche donde se quedaron las maletas que nunca fueron sedentarias, y debieron amortiguar el impacto del choque, puesto que no eran reptiles entre las docenas de destinos para no repetir ninguno de los materiales al cruzar el equipo totalmente amenazado cuando se enfrenta a sus peores enemigos, la mayor parte del tiempo ajeno a ser un simple mueble de la oficina sin sentimientos campestres, y sentados en una cafetería. ¡No, claro que no!.
Antes que todo, deberíamos estar conversando de la adversa suerte embravecida con el deleite perverso de los lápices y plumas de pescado frito y palomitas. Sobre todo, con el frío del mármol nostálgico más angélico que humano al mezclarse con el eco tibio. No obstante, los rezos fatigados fueron menos fríos y agresivos, incluso por la misma agua sedienta de las dietas que hoy se conocen para tratar el nuevo piso rocoso que había dejado el muro de la cueva.
Bien sabemos que la historia está plagada de malas intenciones deseando informarle de inesperados relatos alzando los riscos de viejas ilusiones, y allí sembrando las tardes en una sola lámpara, nada más en una lámpara... ¡ Qué falta de tacto !.. Como si fuera tan fácil sacarlas después de eso, y sin gastar energía que envenene los pozos en empaques pequeños y de fácil manejo.
Pero aquí no acaba todo, puesto que es insípido el libro, incoloro el cinturón e inodoro el alivio ligero de moda suministrado intencionalmente con el asunto enmarañado que distrae al verlo. Supuestamente, sería todo un éxito con un poco de eléboro negro en la contabilidad de la lluvia, muy distinta a como la vemos nosotros, y dónde la confusión abunda entre las criaturas marinas.
En fin, no deberíamos ni intentar comprender estos acontecimientos sin pensarlo en la grata intimidad de un tapete indignado por el lecho de toscas vestiduras. Extraño pues, es este látigo de letras sin sentido definido, con la memoria inerte, y la fragancia de los ojos asombrados en cada momento que se olvida clandestinamente por la inmersión total en este tipo de escritos.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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ALMANAQUE INCONSCIENTE
Fue por esos lunes sin lunas, que los lunares corrieron al viernes, que de ser tanto martes de piedras, los jueves plantaron ladrillos, en las sábanas que el sábado sabe, del domingo que duerme semana a semana.
Almanaque en el corazón de una bala piadosa. Inconsciente que afeita a las navajas en segundos. Días del baño que pesca con caña. Almanaque inconsciente del microbio que aúlla. Y esclaviza cualquier idea. Con la anónima caricia. ¡Sí, caricia, caricia!.
Del más muerto que dice lo contrario. De pintarle al mes los días. Y limpiarle el baño a las horas. En los minutos golpeados. En las playas del protocolo. Del mar en camiseta.
Almanaque acompañante acorazado. ¡Qué no llueve y camina sobre el aire!. En el verso que no salta. Inconsciente. Donde nadie defiende al polvo. Ahora. En el verso que no leen. Inconsciente. Donde todo queda ardiente. Ahora ya.
Almanaque del metal que sueña tintas. Inconsciente de las palabras redondas. Reptando voces que al pecho encierra. En las plumas las pupilas y los dardos. Desprendiendo al sueño la pesadumbre. ¡Qué teje rojo al ojo, la celeste esfera!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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P.O.L.U.C.I.O.N.E.S.
Caminaban. Cantaban las estrellas. Los ríos tomaban un baño. Un lago sigiloso se aislaba. La cálida luna limpiaba unas ventanas. Ellos tejían caleidoscopios desnudos parpadeando dónde doblan los suspiros el ritmo indócil de las campanas entre cóncavos y convexos, navegando una alcoba sin romper el secreto éxtasis haciéndoles visita latido a latido los minutos miraban pasar los colores caudalosos lentamente decorando el instante unidos entre puntos... fosforescentes con el ímpetu y el alma cultivando enredaderas en las sábanas vertiginosas de una brisa qué acaricia las pulsátiles pupilas, ondulando las paredes unos pálidos silencios al tocar flotando el fondo de los jugos compartidos al bajar las nubes cada rodilla en el cristal hecho de flores trigales y claveles... Recordaban. Las manos a menudo. La tarde cayendo tibia. La serenidad de sobria escarcha. El césped refrescando alegremente la puerta.
Esa vez en la hamaca contemplaron el cielo brillante con las alas de inocentes mariposas ajenas al reposo de la luna sin tiempo para pensar de sólo recordarlo en el vientre del camino con el aura fascinante del pasado hecho de un grato sabor terso durante su recorrido adentro de cada sensación esculpiendo la voz suave de la memoria vislumbrada en la humedad acogedora del clímax ordenado por la música vibrando al liberar el sublime estado de los muslos endulzados con el júbilo espléndido y armónico después de recordarlo.
Caminaban. El reloj buscaba el tiempo. La memoria se levantaba para recibirlos. Y... La hamaca se hallaba perfumada por la brisa interminable de los instantes cubiertos de habitaciones en un hechizo tan real como la rutina del cansancio al colgar un reflejo tres espejos en la niebla sin atuendo del camino detrás de las primeras pisadas cuándo se escribe sin letras la historia repetida del futuro. Caminaban... ¡Sí!. Caminaban apasionados mil sueños en un cuerpo.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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L.U.N.Á.T.I.C.O.
Su aliento quedó clavado en el tronco de la luna.Todo había sucedido como nunca, pero su sombra,sabía del último grito del rayo. Lentamente se subió al agujero desde la cumbre dónde había estado descansando, y corrió unos centímetros, luego se vio en el espejo... En la orilla de una sonrisa de avestruz. Invisible el reflejo tembló, luego se levantó por el marco equivocado de los látigos serenos encerrados en el pecho, como movidos por el humo, en el ciervo del cristal de la ventana, pero regresó a la última posición, entonces se arrodilló ante la fuente lejana. De pronto escuchó un lento silencio verdoso entre la madera con la muchedumbre del aguardiente y las playas en una burbuja, con el frenesí de las cucharas. Transpiraba un olor cerrado por la noche que no es llanto, en un pacífico torbellino de manos impías... A lo lejos, durante media hora vino a reclamar la ceniza que no era de ella, porqué había suspendido el fuego por un siglo pegado a la idea de que nada le dolía. ¡Es preciso cruzar la piel del viento con espinas grises y el rumor de las ardillas dialogando con mariposas!. Era el momento de varias horas entre la niebla de largas filas cuando los grillos cazaban elefantes al prestar atención a leves ruidos de pimienta dormida entre caimanes gimiendo como los cantos grises que hubieran disparado gratas luces. Pero era inútil gritar, nadie vendría. Ni siquiera los pulpos con la cera de faisanes y de cuervos. Ni mucho menos se entretendrían en entender la sombra enorme sin esfuerzo. El mundo había hundido sus raíces entre la goma y los marineros cultivaban alfileres con las lupas de las tardes degolladas.
En la ventana estaban las gladiolas. Extraño a las hormigas que silban mansas como cobras con el tallo reclinado ingenuamente pasando por las manos, al tomarlas delicadamente de una vieja nube seca. Indiferente el desierto tejía arena con arena inventando soles fríos en la epidermis del verano y la risa de gorilas angustiados por la tarde. Aquella primera vez la noche calentaba cada estrella con el agua bajo el lago en la desnuda soledad del banquete de una araña desmedida entando entre la corriente, contemplando innumerables veces los vacíos que fumaban el espacio de un tierno hueco, persiguiendo el intenso olor de los metales con el desmesurado baño de las rodillas saliendo a decorar los manuscritos en el hielo guitarrero de unos cuantos escondrijos. Al día siguiente, despertó con los ojos alquilados de una ebria ventana por la esperanza de una puerta alucinada en la cadena de candados inocentes por la brevedad recortada de una falsa eternidad. ¡En la luna, se dijo en voz baja!. Sorprendido por el impacto en las hendiduras del trabajo, con la dulce angustia del saberse abandonado, en la difusa certeza que tocaba los recuerdos con la cama... Decidió no moverse. Aunque empezó por descolgar el cielo atrapado en la manzana de una parra con el sumo placer de la vergüenza decidido por la fuerza, libremente, porqué ya había comenzado la lluvia en los intrincados pasillos de la primavera, desesperada por el mar bravío, en la perspectiva del claroscuro de los trigos calcinados por el misterio desbocado.
Sólo, como pocos, por la multitud acompañado, experimentó el sabor desconocido del semblante cariñoso, y serio del olvido, por los sórdidos murmullos que viven en la mente del crepúsculo silente, que no supo de maldad ni de ambición como una amapola extraída del peldaño de una música de plata en la nevera. Dejó un regio tesoro de muestra, y la puerta custodiada de acertijos que bebían los mares de algodones puntiagudos de la dura hierba hecha de la sombra blanda donde la urbe enmudece por el turbio oleaje de la ígnea metralla que aspira la silla en la máxima razón del absoluto ignorante que ama el peligro de saber que ama algo en la noche, algo en el cielo, algo en el todo que desconoce.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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