El espejo y el tiempo
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He perdido mucho de mi reflejo
en las claraboyas del tiempo.
En todos los cristales,
los dedos ferrosos de los años
le han ido robando el brillo a mi preciado traje.
La opacidad de dos lustros se denomina década.
Y así es que las ventanas ahora se divierten
escondiéndome aquella silueta familiar,
y me lanzan a los ojos otra que no reconozco.
Pero esos seres de vapor que veo,
que parecen dormidos cuando amanece
y que respiran al lado de mi cama…
ellos me distienden.
Los objetos que otrora no reconocía en la casa
aprendo que son de ellos.
Se despiertan conmigo y establecen temprano
el nuevo sentido de mis emparchados atuendos.
Ellos, mis ancestros,
ya desgranaron completamente su imagen
frente a los espejos,
pero no se los ve atribulados por ello.
Yo solo los veo un poco más corpóreos cada día.
©Gustavo Larsen, 17/10/2013
El tren
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Vuelve hacia mí el tren.
Descarga sus objetos para el trueque
y algunos aceptan el costo del pasaje.
Dormido yo, a veces me regresa
como comparsas en febrero.
Y pienso en el anciano que nos dice
coros de brumas y retratos marrones,
el día tan presente para ambos por igual
pero él aportando las risas más pasajeras
entre palomas y niños en un parque.
Es el temor a oler sus vías nuevamente,
a pasar por estaciones donde dejé alguna llaga,
o un porte de mendigo o conquistador,
ver mi reflejo sobre el verde que surca,
o el fuego en la pradera reafirmando
los ciclos de todo lo dantesco.
El tren igual me venderá un asiento algún día,
seguro reduciendo mi bagaje a algo portable.
Podré ver velozmente sembradíos y páramos
a lo largo de lo que otros dejaron.
Y pienso que a diario el tren, en toda su negrura,
nos prepara para volver otra vez al polvo.
©Gustavo Larsen, 27/03/2014
Ochentosa
[img align=right width=450]http://www.argentour.com/images/puerto_mar_del_plata_2.jpg[/img]
Vio mi hija la luz
en la década del ocaso de la pluma.
“Mejor que en la paz
que forzaron los neutrones”, me alentaba.
El silicio sentenciaba con calma a las bibliotecas.
Ajusticiaba lo lentamente olvidado
con la memoria volátil.
Ataviada de naciente venía ella
y yo arrumbando finalmente mi mocedad
en algún teorema de Laplace o de Schrödinger.
Ella adoraba
la orografía de la plaza, los columpios
y un tobogán escarpado,
los jilgueros suplicantes en el sauce.
Era la pampa el cuerpo firme de su Atlántico.
Todo verde, ¡verdeciendo! dentro de dos pupilas.
La democracia también era ingenua, coetánea.
Las dos descubrían las multitudes cantando,
las guitarras en las escolleras de Marpla
arrancando de sus sueños una desnuda causa,
coreando como reguero de gaviotas.
Vieron ellas los lanchones sin prisa en la tarde,
afirmando el armisticio con su vientre repleto.
Eso fue entonces.
Todo ha pasado como olvidados códigos del viento.
Los años fueron una hiedra herrumbrosa,
la reminiscencia una roseta desesperada en el espino.
En el piano yacen varias canciones que aún no resuscitan.
Pampa y Atlántico infinitos, otrora verdes de faunos,
moho de sátiros.
©Gustavo Larsen, 02/09/2014
Viaje estático
[img align=center width=480]http://www.calderondelabruja.com/wp-content/uploads/2013/04/gde_maquina_tiempo2.jpg[/img]
Ha sido el viaje más largo de la historia.
¿De qué sirve viajar tan intenso cuando detenido?
Duele cada ligamento por alguna sobrecarga,
el tiempo les ha pesado perspectivas,
vínculos que viajaron conmigo
sin alejarse nunca del centro de este atuendo
que creí extrañamente apto para todo clima.
Dancé alrededor de mi reflejo con varios ritmos.
Los años y las décadas,
sus estribillos de temporales y albas de abril.
Vi pasar procesiones. Algunas fueron piquetes,
otras caravanas de opulencia que no vencían a la noche.
¿De qué sirve?
Si lo pondero, es el grano de cada punto adyacente,
el que no me pertenece y a la vez me recompensa,
el de periplo y traje ajeno.
.
Pero nunca he visto nada de valor
en los bolsillos de estas ropas ni en las de ellos,
porten estas indumentarias de organza o remiendos.
Una risa franca, un llanto decente,
un gesto de entendimiento para otros.
Lo que aliviana el peso del cielo compartido.
©Gustavo Larsen, 13/03/2014
Pensaba al escribirlo, que uno "viaja" por la vida encapsulado en este traje apodado "cuerpo", punto de referencia propio y móvil para un observador, pero no para uno mismo.
HACE UN TIEMPO ...
Cuántas veces te lloré
cuántas veces saliste por la puerta
despidiéndote para no volver
diciendo que no me querías
y que tenías a otra mujer...
Cuántas veces volviste y te perdoné
porque tu amor afloraba en mi alma
haciéndome creer que cambiarías
que yo era lo único en tu mundo
y que recuperándome volvía tu calma
Vaya...
fueron interminables las mentiras que creí
infinitas las heridas que marcaste
en un corazón fibrilado y casi muerto
por el insoportable dolor
que poco a poco acrecentaste
No se lo pedí a nadie
pero así como te perdoné tantas veces
el cadáver de nuestro amor se hizo presente
y te hizo ver como el culpable...
logró lo que ambos creíamos imposible
que pasara un borrador sobre tu nombre
y te hicieras invisible para mi mente
No me alegra saberte triste
y ver que ahora eres tu quien llora
pero la vida se encargó de cobrarte lo que me hiciste
y ese sufrimiento que llevas a cuestas
será tu cruz hasta que me dejes libre
Sácame de tu corazón
así como yo lo hice
para que recuerdes que hace un tiempo
yo también te quise
sin que se deforme tu sonrisa
porque estas al lado de una bella dama
que te cuida y te sustenta
pero no cometas el mismo error dos veces
porque ya te pudiste dar cuenta
que el que la hace la paga siempre
"auris"
de "PARA TI MÍ COLOBRÍ"
enero 2011
Una vuelta por el foro que ya estoy terminado de publicar los poemas de auris, se lo prometí.
Muchas gracias por sus amables lecturas y comentarios.
Poema de Amor XXXV (Hora)
[img align=center width=410]http://hospitalidad.files.wordpress.com/2010/09/reloj.jpg[/img]
No me arrastres al mar del olvido
donde nadan los peces de la muerte,
donde nace el vientre infinito de la nada.
Ofréceme si puedes, más horas que valgan años.
Y si acaso ya tu carne me lleva
como un recuerdo entre otros tantos,
déjame esta hora para que yo me quede en ella.
Se vislumbra en sus adentros el pulso de la vida,
y no es vida salir a ver las piedras fuera de ella.
©Gustavo Larsen, 10/01/2013
Poemas Curvos III (Ese joven)
[img align=center width=430]http://img.readitlater.com/i/cdn.petapixel.com/assets/uploads/2013/08/274-620x443/RS/w680.jpg[/img]
Un joven se percata en el espejo
de una piel lisa, la barba tupida y blanda,
una mandíbula trituradora de escollos,
el licor que anoche lo embriagó
y que poco ahora le duele,
algún músculo que parece ser feliz siempre tensado,
el apetito voraz de su ignorancia buena,
y lo nítido a sus ojos de un poema en la penumbra.
En definitiva, nada relevante
porque eso no paga ni el gas y ni la luz.
Pavonea una firme figura
y un discurso de amante experto
que ella sabia alimenta con complicidad piadosa.
Un joven que por sincero, conversa mal.
Le cuesta aprobar segundo grado
en la escuela de la calle.
Pero dice ser un joven con experiencia,
la inventa en su cabeza, la lee en un libro.
Dice ser un joven buscado por sus amigos,
deseado por mujeres dispuestas.
En realidad, sabe bien que sabe muy poco.
Busca una fronda humana para abrigar sus alas,
cobijar un corazón tembloroso e impaciente.
Parado junto a uno, parece estar en una tribuna,
sufriendo los miedos de un desenlace incierto,
defendiendo un campeonato con ardor irracional.
Nervioso observa, con el peso de una vacilación
la gracia de un hombre mayor,
una figura endeble ante el viento de su invierno,
pero que demanda respeto y servicios caros.
Y empieza a caer en cuenta, poco a poco,
que las canas y el cinismo son pacientes,
que como otros, empieza a buscar
riquezas de reemplazo, trocar ideales por ideología,
ideas por conocimiento y horizontes por límites.
Un pacto de muy buena postura espera su firma.
©Gustavo Larsen, 10/11/2014
Un muerto normal
Siempre afirmé que el honor viviría
en el marfil de mi incólume frente.
Sello del tiempo, astral energía,
ancla en esencia, flogisto vigía
permaneciendo; la luz del valiente.
Hoy reconfirmo las tumbas ignotas.
Lento se mueren dolor y renombre.
Solo. Un haz de corduras remotas.
Ni las victorias, ni amargas derrotas.
Oye en detalle, resuelto prohombre:
Hombres, mujeres. Figuras inermes
sobre las calles, del mal, sus adagios.
Ven su momento, mas nunca estos vermes,
menos la mueca de horror cuando duermes
en revoltijos de paz y naufragios.
Mientras la vida recoge basuras,
vana en su tranco la muerte pasea.
Sangran las almas, comiéndose a oscuras.
Labios que colman de ardor las texturas
de otro mendrugo de amor que flaquea.
Niños que nacen perdiendo esperanzas,
virgos, monedas, su piel entre harapos.
Pulsos desnudos. Sin rumbo, sus danzas
mueren sin pies y sin alas, sus panzas,
ínfimas, gritan el hambre a los sapos.
Nadie ya escucha. Total descontrol.
Solo tiranos sin hiel se emancipan.
Hurgo y no hallo vestigios del sol.
Sangres de todos lloró el arrebol,
y en un poniente precoz se disipan.
¿Cuáles designios marcaron el curso?
¿Qué letanía huyó a las trincheras?
Este confín es simplezas, transcurso.
Muerto, pervivo. Somero recurso
de humanidad condensada en maderas.
Mucho recuerdo, muy poco sentencio,
nada es mi lastre, y menos, me entrego.
Soy, en resumen, un muerto normal.
Es mi destino un enorme silencio.
Tú, obstinado, persigues el fuego
que carecemos. Y no es terrenal.
Publicado hace unos instantes en mundopoesía.com
No sé que tiene mi pueblo.
Con mis recuerdos voy, de mis recuerdos vengo
Anda conmigo el tiempo, no me bastan los silencios
Son gritos de los Muertos, de donde soy solo lamentos
No sé que tiene mi pueblo que nadie sale con vida
Herida tiene el alma, por no poder escapar
Se parece mucho a un infierno, aunque disimule ser el cielo
No se ve la mano de dios, solamente un cancerbero.
Por Conrado Augusto Sehmsdorf
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Atardecer de otoño en un balcón de San Telmo
En las ilegibles luces
del balcón, hace la hoja
lo que el tiempo arroja
hacia nosotros: de bruces
y amarilla, es las cruces
en los ojos, la congoja
en nuestras vidas, la foja
de sus tangos y entrecruces.
Y vuela sin más reparo
que los pudores del viento,
adonde la noche encalla
sus olvidos, y al descaro
del indecible momento
que su propia muerte calla.
©Gustavo Larsen, 25/12/2015
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