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ESTE AMOROSO TORMENTO
Este amoroso tormento que en mi corazón se ve, se que lo siento y no se la causa porque lo siento
Siento una grave agonía por lograr un devaneo, que empieza como deseo y para en melancolía.
y cuando con mas terneza mi infeliz estado lloro se que estoy triste e ignoro la causa de mi tristeza. "
Siento un anhelo tirano por la ocasión a que aspiro, y cuando cerca la miro yo misma aparto la mano. Porque si acaso se ofrece, después de tanto desvelo la desazona el recelo o el susto la desvanece.
Y si alguna vez sin susto consigo tal posesión (cualquiera) leve ocasión me malogra todo el gusto.
Siento mal del mismo bien con receloso temor y me obliga el mismo amor tal vez a mostrar desdén.
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Poeta
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La inquietud del rosal
El rosal en su inquieto modo de florecer va quemando la savia que alimenta su ser. ¡Fijaos en las rosas que caen del rosal: Tantas son que la planta morirá de este mal! El rosal no es adulto y su vida impaciente se consume al dar flores precipitadamente.
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Poeta
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Indolencia
A pesar de mí misma te amo; eres tan vano como hermoso, y me dice, vigilante, el orgullo: «¿Para esto elegías? Gusto bajo es el tuyo; no te vendas a nada, ni a un perfil de romano»
Y me dicta el deseo, tenebroso y pagano, de abrirte un ancho tajo por donde tu murmullo vital fuera colado... Sólo muerto mi arrullo más dulce te envolviera, buscando boca y mano.
?¿Salomé rediviva? ?Son más pobres mis gestos. Ya para cosas trágicas malos tiempos son éstos. Yo soy la que incompleta vive siempre su vida.
Pues no pierde su línea por una fiesta griega y al acaso indeciso, ondulante, se pliega con los ojos lejanos y el alma distraída.
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Poeta
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Alma desnuda
Soy un alma desnuda en estos versos, Alma desnuda que angustiada y sola Va dejando sus pétalos dispersos.
Alma que puede ser una amapola, Que puede ser un lirio, una violeta, Un peñasco, una selva y una ola.
Alma que como el viento vaga inquieta Y ruge cuando está sobre los mares, Y duerme dulcemente en una grieta.
Alma que adora sobre sus altares, Dioses que no se bajan a cegarla; Alma que no conoce valladares.
Alma que fuera fácil dominarla Con sólo un corazón que se partiera Para en su sangre cálida regarla.
Alma que cuando está en la primavera Dice al invierno que demora: vuelve, Caiga tu nieve sobre la pradera.
Alma que cuando nieva se disuelve En tristezas, clamando por las rosas con que la primavera nos envuelve.
Alma que a ratos suelta mariposas A campo abierto, sin fijar distancia, Y les dice: libad sobre las cosas.
Alma que ha de morir de una fragancia De un suspiro, de un verso en que se ruega, Sin perder, a poderlo, su elegancia.
Alma que nada sabe y todo niega Y negando lo bueno el bien propicia Porque es negando como más se entrega.
Alma que suele haber como delicia Palpar las almas, despreciar la huella, Y sentir en la mano una caricia.
Alma que siempre disconforme de ella, Como los vientos vaga, corre y gira; Alma que sangra y sin cesar delira Por ser el buque en marcha de la estrella.
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Poeta
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RONDA DE LOS COLORES
Azul loco y verde loco del lino en rama y en flor. Mareando de oleadas baila el lindo azuleador.
Cuando el azul se deshoja, sigue el verde danzador: verde-trébol, verde-oliva y el gayo verde-limón.
¡Vaya hermosura! ¡Vaya el Color!
Rojo manso y rojo bravo —rosa y clavel reventón—. Cuando los verdes se rinden, él salta como un campeón.
Bailan uno tras el otro, no se sabe cuál mejor, y los rojos bailan tanto que se queman en su ardor.
¡Vaya locura! ¡Vaya el Color!
El amarillo se viene grande y lleno de fervor y le abren paso todos como viendo a Agamenón.
A lo humano y lo divino baila el santo resplandor: aromas gajos dorados y el azafrán volador.
¡Vaya delirio! ¡Vaya el Color!
Y por fin se van siguiendo al pavo-real del sol, que los recoge y los lleva como un padre o un ladrón.
Mano a mano con nosotros todos eran, ya no son: ¡El cuento del mundo muere al morir el Contador!
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Poeta
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AMO AMOR
Anda libre en el surco, bate el ala en el viento, late vivo en el sol y se prende al pinar. No te vale olvidarlo como al mal pensamiento: ¡le tendrás que escuchar!
Habla lengua de bronce y habla lengua de ave, ruegos tímidos, imperativos de mar. No te vale ponerle gesto audaz, ceño grave: ¡lo tendrás que hospedar!
Gasta trazas de dueño; no le ablandan excusas. Rasga vasos de flor, hiende el hondo glaciar. No te vale decirle que albergarlo rehúsas: ¡lo tendrás que hospedar!
Tiene argucias sutiles en la réplica fina, argumentos de sabio, pero en voz de mujer. Ciencia humana te salva, menos ciencia divina: ¡le tendrás que creer!
Te echa venda de lino; tú la venda toleras. Te ofrece el brazo cálido, no le sabes huir. Echa a andar, tú le sigues hechizada aunque vieras ¡que eso para en morir!
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Poeta
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DESPECHO
¡Ah, que estoy cansada! Me he reído tanto, tanto, que a mis ojos ha asomado el llanto; tanto, que este rictus que contrae mi boca es un rastro extraño de mi risa loca.
Tanto, que esta intensa palidez que tengo (como en los retratos de viejo abolengo), es por la fatiga de la loca risa que en todos mis nervios su sopor desliza.
¡Ah, que estoy cansada! Déjame que duerma, pues como la angustia, la alegría enferma. ¡Qué rara ocurrencia decir que estoy triste! ¿Cuándo más alegre que ahora me viste?
¡Mentira! No tengo ni dudas, ni celos, ni inquietud, ni angustias, ni penas, ni anhelos. Si brilla en mis ojos la humedad del llanto, es por el esfuerzo de reírme tanto...
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Poeta
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CUAL LA MUJER DE LOT
Un perfume de amor me acompañaba. Volvía hacia la aldea de la cita, bajo la paz suprema e infinita que el ocaso en el campo destilaba.
En mis labios ardientes aleteaba la caricia final, pura y bendita, y era como una alegre Sulamita que a su lar, entre trigos regresaba.
Y al llegar a un recodo del camino tras el cual queda oculto ya el molino, el puente y la represa bullidora,
volví atrás la cabeza un breve instante, y bajo el tilo en flor, ¡vi a mi amante que besaba en la sien a una pastora!
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Poeta
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ASÍ ES LA ROSA
De la matriz del día se alzó la rosa vertical y blanca mientras todo rugía: la tierra, el aire, el agua.
Tendí la mano para protegerla, criatura de paz y de armonía, completa, virgen, intocable, exacta en la extensión total del mediodía.
Y me llevó el brazo la metralla. Impávida seguía en su serenidad y su victoria, aunque en mi sangre la embebía.
Ni mi alarido hizo temblar sus pétalos ni apagó su fragancia mi agonía. Era la rosa, la perfecta y única. Nada la detenía.
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Poeta
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ve, ve mi niña, es hora de partir. Corre, súbete al vuelo del viento... y llega con él a los pies de la luna. cántale, llévale una estrella, y enamora con tu alma a un lucero, ve, y se lluvia y sol de primavera, se rocío de madrugada, como poeta y brisa, que recorre los caminos...
f.n.h.a.
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Poeta
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