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Señor, mi queja es ésta, Tú me comprenderás; De amor me estoy muriendo, Pero no puedo amar.
Persigo lo perfecto En mí y en los demás, Persigo lo perfecto Para poder amar.
Me consumo en mi fuego, ¡Señor, piedad, piedad! De amor me estoy muriendo, ¡Pero no puedo amar!
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Poeta
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Tal vez mis besos no te hicieron vibrar de emoción, penosamente a mi me llevaron a lo más alto del cielo, tus caricias borraron mis inseguridades físicas, el sentirte dentro de mi hizo que mi cuerpo y mente gozarán de un profundo placer, ese que no es sólo un orgasmo, ya que lo que siento por ti llega a más de eso, No me malinterpretes el sexo a tu lado es descollante, Pero al menos para mi llego a otra fase, era bullicioso, jocoso, potente y enérgico. Al momento de partir creí que mis recuerdos estarían en tu mente viajando por varias horas y días, mientras te preguntabas por que me dejaste ir, por que lo que vivimos fue real, infortunadamente para mi lo fue, aunque tu ahora me aclaras que no significó nada y que regresas a ella como en días pasados, se que le dedicaras tu tiempo y le regalaras mas de una vez tu mirada, esa mirada tierna y dulce de esos ojos tan cafés que hacen caer ante ti, intentaras por mas de una vez llevarla al coqueteo y a la seducción tocando su cuerpo como lo hacías conmigo, haciéndole creer que la amas, que no hay nadie mas que ella y sin dudar en tus noches de alcohol la buscaras para decirle más de una vez que odias tu vida, la mayoría de las personas que te rodean y que te sientes tan vacío, que ese llanto no calmara ni cesará y dirás que bebes para olvidar y al mismo tiempo recordar a esa persona que no esta, a la cual deseas ver por primera vez, que necesitas al menos su aliento o una palabra que te haga sentir bien, que vives atormentado al no tenerlo aún lado, terminaras abatido en sus brazos para después besar su boca con esa forma tan clemente y benévola, llegaras al compás de tus manos deslizando hacia sus pechos y ella no podrá parar así que podrás seducirla y guiarla hasta a ti para llegar a ese encuentro al cual yo anhelo, si anhelo que me maltrates en la cama, que uses mi cuerpo, que me estrujes y me hagas tu sumisa, que intentes lastimar mi torso para saciar tu sed, que te excites mientras me haces gemir de goce, por que se que eso tu lo disfrutas, para después terminar en mis nalgas y yo sentiré como te apoderas de mi y rozas mi coño con tanta fuerza, terminarás dándome de tragar lo que bien disfrute y estaré dispuesta a dormir en tus brazos para consolarte por que te amo y se que necesitas mi serenamiento, aunque solo necesitabas que alguien se compareciera, ya que el alcohol te hizo mostrar tu lado fatídico, yo al día siguiente estaré con una sonrisa, Por lo sucedido, tu despertaras y me dirás que te vas para ya no volverme hablar, hasta que el alcohol te regrese de nuevo a ese penar, pero ya no estoy para ti, ya no puedo, no es por que no quiera si no por que en tu camino no me encuentro, ahora está ella y ella tendrá esa dicha, de que tu recorras cada parte de su ser con tu lengua llevándola a ese éxtasis, se que le dirás que la quieres y tal vez planearas una vida con ella, mientras yo muero de dolor al saber que pude ser yo, me doy cuenta que eres un mal amor que no mereces este corazón y que lo has roto, que mi maldita vida es tan vacía al no tenerte, odio sentirme así, odio saber que despertaste un sentimiento tan puro en mi y lo tiraste con tus crueles palabras, destrozando este corazón, tu mi muso, mi niño, mi buen amor.
MirBM
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Poeta
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Si se aferra el criterio y extrañada
con término oriental de la prudencia
el conocimiento aflora la ausencia
de camisa y destempla en la cesada.
Resuena la razón muda y usada
con el bien integrado en la experiencia
como una mancha blanca en la tendencia
que inclina la balanza imaginada.
Para comprobar trivio unificado
el clásico revive en cristalinos
los sentimientos puros y apoyados…
quizá con tierra breve de nogales,
respetos implicados de argentinos,
y la ética probable de centrales.
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Poeta
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Acantilados de manos abiertas en la hora del encuentro conseguido; cuando todos los globos se escaparon y el vendedor perdió casi el jornal.
Un misterio del bronce adolescente construye con paisaje y con la lengua, una montaña orgullo de torrente, al parir sobre Fuentes esa tierra.
Extendida en pureza con la vida de alumbrado sin sombra desprendido, metal de algarabía en lamparilla.
El lenguaje amoroso precipita y arregla con su chispa y rebeldía, un chirrido en barrote por la cita.
José Pómez http://pomez.net
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Poeta
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BUENOS AIRES es un hombre Que tiene grandes las piernas, Grandes los pies y las manos Y pequeña la cabeza.
(Gigante que está sentado Con un río a su derecha, Los pies monstruosos movibles Y la mirada en pereza.)
En sus dos ojos, mosaicos De colores, se reflejan Las cúpulas y las luces De ciudades europeas.
Bajo sus pies, todavía Están calientes las huellas De los viejos querandíes De boleadoras y flechas.
Por eso cuando los nervios Se le ponen en tormenta Siente que los muertos indios Se le suben por las piernas.
Choca este soplo que sube Por sus pies, desde la tierra, Con el mosaico europeo Que en los grandes ojos lleva.
Entonces sus duras manos Se crispan, vacilan, tiemblan, ¡A igual distancia tendidas De los pies y la cabeza!
Sorda esta lucha por dentro Le está restando sus fuerzas, Por eso sus ojos miran Todavía con pereza.
Pero tras ellos, velados, Rasguña la inteligencia Y ya se le agranda el cráneo Pujando de adentro afuera.
Como de mujer encinta No fíes en la indolencia De este hombre que está sentado Con el Plata a su derecha.
Mira que tiene en la boca Una sonrisa traviesa, Y abarca en dos golpes de ojo Toda la costa de América.
Ponle muy cerca el oído: Golpeando están sus arterias: ¡Ay, si algún día le crece Como los pies, la cabeza!
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Poeta
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Pudiera ser que todo lo que en verso he sentido no fuera más que aquello que nunca pudo ser, no fuera más que algo vedado y reprimido de familia en familia, de mujer en mujer.
Dicen que en los solares de mi gente, medido estaba todo aquello que se debiera hacer... Dicen que silenciosas las mujeres han sido de mi casa materna... Ah, bien pudiera ser...
A veces en mi madre apuntaron antojos de liberarse, pero, se le subió a los ojos una honda amargura, y en la sombra lloró.
Y todo ese mordiente, vencido, mutilado, todo eso que se hallaba en su alma encerrado, pienso que sin quererlo lo he libertado yo.
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Poeta
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Redoble en verde de tambor los sapos y altos los candelabros mortecinos de los cardos me escoltan con el agua que un sol esmerilado carga al hombro.
El sol me dobla en una larga torre que va conmigo por la tarde agreste y el paisaje se cae y se levanta en la falda y el filo de las lomas.
Algo contarme quiere aquel hinojo que me golpea la olvidada pierna, máquina de marchar que el viento empuja.
Y el cielo rompe dique de morados que inundan agua y tierra; y sobrenada la arboladura negra de los pinos.
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Poeta
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Grata flor que te destacas sobre el verde de las hojas, cual la sangre de una herida, roja... roja... Tú parodias esos labios purpurinos, que entreabiertos se dirían de caricias do sedientos han copiado de tus hojas el color de su bandera los campeones avanzados de la idea. Y por eso yo te adoro, bella flor, que de las hojas sobre el verde, te destacas roja... roja...
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Poeta
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Aquí a tus pies lanzada, pecadora, contra tu tierra azul, mi cara oscura, tú, virgen entre ejércitos de palmas que no encanecen como los humanos.
No me atrevo a mirar tus ojos puros ni a tocarte la mano milagrosa; miro hacia atrás y un río de lujurias me ladra contra tí, sin Culpa Alzada.
Una pequeña rama verdecida en tu orla pongo con humilde intento de pecar menos, por tu fina gracia,
ya que vivir cortada de tu sombra posible no me fue, que me cegaste cuando nacida con tus hierros bravos.
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Poeta
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Sí, yo me muevo, vivo, me equivoco; agua que corre y se entremezcla, siento el vértigo feroz del movimiento: huelo las selvas, tierra nueva toco.
Sí, yo me muevo, voy buscando acaso soles, auroras, tempestad y olvido. ¿Qué haces allí misérrimo y pulido? Eres la piedra a cuyo lado paso.
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Poeta
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