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No tienes tú la culpa si en tus manos mi amor se deshojó como una rosa: Vendrá la primavera y habrá flores... El tronco seco dará nuevas hojas.
Las lágrimas vertidas se harán perlas de un collar nuevo; romperá la sombra un sol precioso que dará a las venas la savia fresca, loca y bullidora.
Tú seguirás tu ruta; yo la mía y ambos, libertos, como mariposas perderemos el polen de las alas y hallaremos más polen en la flora.
Las palabras se secan como ríos y los besos se secan como rosas, pero por cada muerte siete vidas buscan los labios demandando aurora.
Mas... ¿lo que fue? ¡Jamás se recupera! ¡Y toda primavera que se esboza es un cadáver más que adquiere vida y es un capullo más que se deshoja!
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Poeta
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En el fondo del mar hay una casa de cristal.
A una avenida de madréporas da.
Un gran pez de oro, a las cinco, me viene a saludar.
Me trae un rojo ramo de flores de coral.
Duermo en una cama un poco más azul que el mar.
Un pulpo me hace guiños a través del cristal. En el bosque verde que me circunda —din don... din dan— se balancean y cantan las sirenas de nácar verdemar.
Y sobre mi cabeza arden, en el crepúsculo, las erizadas puntas del mar.
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Poeta
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Dientes de flores, cofia de rocío, manos de hierbas, tú, nodriza fina, tenme prestas las sábanas terrosas y el edredón de musgos escardados.
Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame. Ponme una lámpara a la cabecera; una constelación; la que te guste; todas son buenas; bájala un poquito.
Déjame sola: oyes romper los brotes... te acuna un pie celeste desde arriba y un pájaro te traza unos compases
para que olvides... Gracias. Ah, un encargo: si él llama nuevamente por teléfono le dices que no insista, que he salido...
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Poeta
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Porqué dejaste el mundo de dolores buscando en otro cielo la alegría que aquí, si nace, sólo dura un día y eso entre sombras, dudas y temores.
Porqué en pos de otro mundo y de otras flores abandonaste esta región sombría, donde tu alma gigante se sentía condenada a continuos sinsabores.
Yo vengo a decir mi enhorabuena al mandarte la eterna despedida que de dolor el corazón me llena;
Que aunque cruel y muy triste tu partida, si la vida a los goces es ajena, mejor es el sepulcro que la vida.
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Poeta
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Si tu alma pura es un broche que para abrirse a la vida quiere la calma adormecida de las sombras de la noche;
Si buscas como un abrigo lo más tranquilo y espeso, para que tu alma y tu beso se encuentren sólo conmigo;
Y si temiendo en tus huellas testigos de tus amores, no quieres ver más que flores, más que montañas y estrellas;
Yo sé muchas grutas, y una donde podrás en tu anhelo, ver un pedazo de cielo cuando aparezca la luna.
Donde a tu tímido oído no llegarán otros sones que las tranquilas canciones de algún ruiseñor perdido.
Donde a tu mágico acento y estremecido y de hinojos, veré abrirse ante mis ojos los mundos del sentimiento.
Y donde tu alma y la mía, como una sola estrechadas, se adormirán embriagdas de amor y melancolía.
Ven a esta gruta y en ella yo te daré mis desvelos, hasta que se hunda en los cielos la luz de la última estrella.
Y antes que el ave temprana su alegre vuelo levante y entre los álamos cante la vuelta de la mañana.
Yo te volveré al abrigo de tu estancia encantadora, donde el recuerdo de esa hora vendrás a soñar conmigo...
Mientras que yo en el exceso de la pasión que me inspiras iré a soñar que me miras, e iré a soñar que te beso.
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Poeta
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(A Ángela Peralta)
Hubo una selva y un nido y en ese nido un jilguero que alegre y estremecido, tras de un ensueño querido cruzó por el mundo entero.
Que de su paso en las huellas sembró sus notas mejores, y que recogió con ellas al ir por el cielo, estrellas, y al ir por el mundo; flores.
Del nido y de la enramada ninguno la historia sabe; porque la tierra admirada dejó esa historia olvidada por escribir la del ave.
La historia de la que un día al remontarse en su vuelo, fue para la patria mía la estrella de mas valía de todas las de su cielo.
La de aquella a quien el hombre robara el nombre galano que no hay a quien no le asombre para cambiarlo en el nombre de Ruiseñor Mexicano.
Y de la que al ver perdido su nido de flores hecho, halló en su suelo querido en vez de las de su nido las flores de nuestro pecho.
Su historia... que el pueblo ardiente en su homenaje mas justo viene a adorar reverente con el laurel esplendente que hoy ciñe sobre su busto.
Sobre esa piedra bendita que grande entre las primeras es la página en que escrita leerán tu gloria infinita las edades venideras.
Y que unida a la memoria de tus hechos soberanos, se alzará como una historia hablándoles de tu gloria a todos los mexicanos.
Hoy al mirar tus destellos resplandecer de ese modo bien puede decirse de ellos que el nombre tuyo es de aquellos, que nunca muere del todo.
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Poeta
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INSOSLAYABLE
Alado desvelo al barco velado. ¡Qué naufragó!. ¡Con la raíz de cera!. ¿Será?. Y se subió, cambiando argumentos. ¡Mínimos momentos de general absurdo!. Con la sabiduría del zapato. Y la profundidad de picos redondos. ¡Encañonados alfabetos!. Disecados, búhos y bufones. ¡Con la muchedumbre de cada tema!. Un vocabulario plano. Pleno de planes emplomados. En Carnando Los Derrumbes.
Sacrificio de Consciencia.
El velo un volar de olas. En la casta luna. ¡Blancura algodonosa, carne del cielo!. Alado el barco vuela. A otro mar. ¡Mar, paraíso de otros barcos!. Náufragos a los ojos. De nubes. Ciegas olas mudas. ¡Hierro de flores auroras!. En los velos, velas y vuelos. En los desvelos de cera. ¡Entre velas apagadas!. Linternas perdidas y agua tibia. Con El Hilo Negro.¡Descubierto!.
Esqueléticas Consciencias.
Collar encadenado de recuerdos yertos. La muerte destrozada por la lengua. ¡En montones de basuras insignes!. Las tardes, enmudecen, envejecen. ¡Los pañuelos ahogados en pañales!. En esqueletos, de sordos elefantes. La muerte perpetua, transita cada hora. Collar, azulado de garfios, sangrientos. Alado azulado, gris, seco. Eco, eco, eco. El Yeso ¡Con ecos en la espalda!.
¡Mártires del polvo!.
Mucho pasa que se calla sepultado. Por las manos de cinturas y de nieves. En la consciencia de laureles turbiedades. En el establo de tinieblas renacidas. Por los dedos, sin rostro y falsas torres. Mucho se ha perdido, por el solemne miedo. ¡Qué sufraga su este y oeste!.
Del barco un muelle desembarco. Del arco un fuelle. ¡Qué sufraga de aire al fuego!. Marinos sueños angostos. Los agostos de langostas. ¡Alado náufrago de hundido barco!!. In SOS La Yable. ¡Imposible no saberlo, ni dónde!.
¡Adoración Inútil!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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En la sombra debajo de tierra, donde nunca llegó la mirada, se deslizan en curso infinito silenciosas corrientes de agua. Las primeras, al fin, sorprendidas, por el hierro que rocas taladra, en inmenso penacho de espumas hervorosas y límpidas saltan. Mas las otras, en densa tiniebla, retorciéndose siempre resbalan, sin hallar la salida que buscan, a perpetuo correr condenadas.
A la mar se encaminan los ríos, y en su espejo movible de plata, van copiando los astros del cielo o los pálidos tintes del alba: ellos tienen cendales de flores, en su seno las ninfas se bañan, fecundizan los fértiles valles, y sus ondas son de agua que canta.
En la fuente de mármoles níveos, juguetona y traviesa es el agua, como niña que en regio palacio sus collares de perlas desgrana; ya cual flecha bruñida se eleva, ya en abierto abanico se alza, de diamantes salpica las hojas o se duerme cantando en voz baja.
En el mar soberano las olas los peñascos abruptos asaltan; al moverse, la tierra conmueven y en tumulto los cielos escalan. Allí es vida y es fuerza invencible, allí es reina colérica el agua, como igual con los cielos combate y con dioses y monstruos batalla.
¡Cuán distinta la negra corriente a perpetua prisión condenada, la que vive debajo de tierra do ni yertos cadáveres bajan! ¡La que nunca la luz ha sentido, la que nunca solloza ni canta, esa muda que nadie conoce, esa ciega que tienen esclava!
Como ella, de nadie sabidas, como ella, de sombras cercadas, sois vosotras también, las oscuras silenciosas corrientes de mi alma. ¿Quién jamás conoció vuestro curso? ¡Nadie a veros benévolo baja! ¡Y muy hondo, muy hondo se extienden vuestras olas cautivas que callan!
!Y si paso os abrieran, saldríais, como chorro bullente de agua, que en columna rabiosa de espuma sobre pinos y cedros se alza! Pero nunca jamás, prisioneras, sentiréis de la luz la mirada: ¡seguid siempre rodando en la sombra, silenciosas corrientes del alma!
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Poeta
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¿Por qué de amor la barca voladora con ágil mano detener no quieres, y esquivo menosprecias los placeres de Venus, la impasible vencedora?
A no volver los años juveniles, huyen como saetas disparadas por mano de invisible Sagitario; triste vejez, como ladrón nocturno, sorpréndenos sin guarda ni defensa, y con la extremidad de su arma inmensa la copa del placer vuelca Saturno.
¡Aprovecha el minuto y el instante! Hoy te ofrece rendida la hermosura de sus hechizos el gentil tesoro, y llamándote ufana en la espesura, suelta Pomona sus cabellos de oro.
En la popa del barco empavesado que navega veloz rumbo a Citeres, de los amigos del clamor te nombra, mientras tendidas en la egipcia alfombra, sus crótalos agitan las mujeres.
¡Deja, por fin, la solitaria playa, y coronado de fragantes flores descansa en la barquilla de las diosas! ¿Qué importa lo fugaz de los amores? ¡También expiran jóvenes las rosas!
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Poeta
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Idos, dulces ruiseñores. Quedó la selva callada, y a su ventana, entre flores, no sale mi enamorada.
Notas, salid de puntillas; está la niñita enferma... Mientras duerme en mis rodillas, dejad, ¡oh notas!, que duerma.
Luna, que en marco de plata su rostro copiabas antes, si hoy tu cristal lo retrata acas, luna, la espantes.
Al pie de su lecho queda y aguarda a que buena esté, coqueto escarpín de seda que oprimes su blanco pie.
Guarda tu perfume, rosa, guarda tus rayos, lucero, para decir a mi hermosa, cuando sane que la quiero.
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Poeta
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