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Poco después de la medianoche
el Benny Moré rompe la penumbra de la discoteca
con un bolero antillano que arrulla a los enamorados
y aquieta el recuerdo del que acaricia una copa
mientras las caderas entablan un diálogo de vaivén y goce
“¿Cómo fue?
No sé decirte cómo fue…”
El golpe del bongó
impone el ritmo a los corazones
lento
acompasado
como el parpadeo del soñador
que alienta la esperanza de anudar la noche
mientras las caderas no cesan el dialogo de vaivén y goce
y una trompeta
repentina como la mano que desciende por la espalda
libera una nota entrecortada por el lamento del enamorado
que ahora es solo uno con su amada
porque el Benny Moré así lo quiere.
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Poeta
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Empecé a escribir estas cosas a las 2:30 de la mañana, hora en que me hallaba despierto por estar prestando un turno en una Unidad de Reacción Inmediata de la Fiscalía, encargada de atender principalmente los casos de homicidios. La verdad es que este mundo no tiene nada que ver con la literatura. Trato de encontrarle algo que me sirva de referencia, pero por ningún lado veo esos elementos que nutren, por ejemplo, a la novela policiaca. Ahora entiendo por qué los escritores de ciencia ficción (¿Es la ficción una ciencia?) son tan prolíficos… Es que hablar de lo que simplemente cabe en la imaginación es más fácil que hablar de la realidad misma. Creo que todos los que estamos en este sitio escribimos sustentados en una realidad particular y por eso –al menos ese es mi caso- nos cuesta tanto recrearla, darle un cariz poético. Pero más allá de esas circunstancias que edifican nuestro día a día, en el mundo de las Unidades de Reacción Inmediata hay una meta-realidad que sólo conocemos quienes por razón de un oficio nada envidiable hemos acudido ciento de veces a una escena del crimen, ya sea como investigadores o como parientes de la víctima. Aquí no es deleitándonos con la exuberancia del “realismo mágico”. Aquí la cosa es cargando con el “realismo trágico” de la muerte. Pero no de la muerte que se esconde tras el maquillaje literario sino de la que cae por sorpresa y pone fin a una historia en proceso.
Llevo 19 horas trabajando sin parar. Sin embargo, a riesgo de ser inoportuno, quiero compartirles un poema que escribí hace varias semanas, muy al propósito de lo que he dicho. Nada a cambio. Sólo quiero compartirlo.
Al doblar la esquina la muerte aguarda sin afanes al transeúnte que aúpa las pisadas como tratando de alcanzar los linderos de su sueño. Nada presagia que al doblar la esquina la sombra del que espera resguardado en el miedo se recorta en un juego de fatales decisiones. Nada hace pensar que a sólo cinco pasos -como cinco fracciones de lo eterno- Una Pietro Beretta será el solo argumento que acecha a quien empuja su afán y su designio sin siquiera imaginar que inevitablemente la vida se le escapará en un abrir y cerrar de ojos.
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Poeta
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golpeteos de nocturnos visitantes inventan temores en cada espacio de mi cuerpo
superficies de silencio van midiendo la distancia que hay de la madera a mis ojos
sobre mi pecho un galope de potros desbocados y un peso como de brujas sobre las paredes sobre la luna del espejo que dibuja otra luna sobre el retrato de primera comunión en donde sostengo una vela hace veinte años encendida
¿quién se atreve a arrastrar los pies en el tablado y a separar la niebla la repentina y a golpear en la puerta con sus nudillos de cal?
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Poeta
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Casi al mediodía empecé a recordarte como a esos recuerdos lejanos, como a esos nombres que a veces se nos van con avisos de NUNCA VOLVER aferrados al cuello. No eras, entonces, la que hoy me recorre con los dedos ni la que toda se oculta sin ocultarse bajo la tinta de las noticias de los periódicos del domingo.
Eras mucho de Blancanieve en la guarida de los enanos.
Eras Mucho de la Bella Durimiente en los bosques de concreto.
Decía, pues, que casi al mediodía empecé a recordarte. No sé por qué pero tuve la leve sensación de que tú a esa hora no pensabas en mí. Tal vez –me dije- pensarías en las imaginarias albebraicas en las hipóteis de los teoremas de las lección de mañana o en esos héroes de bronce que llenan de fábulas tus cuadernos de historia.
¿Y si hubieras estado pensando en nada?
Así sucede a veces.
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Poeta
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En este preciso momento escucho una canción que tal vez sea la tuya. Viene de la otra orilla del recuerdo cargando un eco de palabras que me hablan de penumbras y de no sé qué rincones que ocultaron una dejadez de cómplices. Desde donde estoy veo pasar -raudos como cascabeles- los doscientos mil taxis que quieren alcanzarte llevando en alto sus banderolas de LIBRE; pero ninguno me es propicio para llegar a tu sitio, pues me anuncian que sólo responderás a mi presencia cuando sea bien entrada la noche.
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Poeta
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¿ME LLOVERÁ PALOS POR ESTO?
Un poco tarde, pero lo diré de toda forma:
Luego del lamentable alejamiento de un buen amigo poeta (corrijo: un buen poeta amigo), parece que es necesario replantear las reglas de juego que los participantes en este sitio hemos venido siguiendo de manera tácita y que, de alguna manera se han respetado. Si bien es cierto que uno cuelga periódicamente un poema en este sitio con el único propósito de no pasar desapercibido, también es cierto que un comentario adicional no sobra. Nadie sube un poema porque sí. Nadie sube un poema y lo deja a la deriva. La natural vanidad del artista hace que de cuando en cuando se le eche una mirada y se revise qué se ha dicho de él. Quien afirme lo contrario pecaría de falsa modestia. Sin embargo la participación de todos es tan dinámica que no siempre queda la oportunidad de leer absolutamente todo lo que aparece cada día. Si a eso le sumamos que hay autores cuyo trabajo tiene un nivel de calidad literaria que se mantiene alto y hay otros que día a día sorprenden con algo novedoso, resulta difícil encontrar argumentos teóricos para elogiarlos sin gratuidad o al menos para dejar una merecida voz de aliento sin repetir esos argumentos. En mi caso particular, eso es lo que sucede.
Sí, claro está que por ser un sitio abierto se genera la posibilidad de encontrar todos los estilos, todas las tendencias y todos los niveles de calidad, desde el remedo de poema, pasando por el panegírico insulso y lacrimógeno, hasta llegar al trabajo serio que saldría airoso no sólo en este sitio sino en cualquier antología seria. Y es precisamente esa democracia sin límites lo que inevitablemente genera reacciones como la de nuestro buen co-inquilino escritor. Es que a veces, al momento de dejar un comentario, el reconocimiento a un valor se suele confundir con la cortesía hacia el amigo. Por eso no es nada difícil encontrar un palabrerío fútil, carente de sustento significativo y que a pesar de tener menos peso que una lista de mercado, es objeto de los más encarecidos elogios. ¡Válgame Dios! Es ahí cuando el amiguismo se impone ante el comentario sincero, inteligente y serio de quien lo emite. Así mismo, es frecuente la subvaloración de trabajos concienzudos, madurados a golpe de persistencia y verdadera vocación… Eso lo sabemos todos. Por eso, si en su foto de perfil sehmsdorf mira de soslayo, en mi foto de perfil prefiero mirar para otro lado. Por eso, también, cuando algo no es de mi gusto o lo considero de dudable calidad literaria, prefiero guardar silencio, pues si abriera mi boca para hacer valoraciones públicas de lo que para mí no tiene méritos, sin duda alguna mis palabras serían tomadas como un ataque pretensioso y carente de toda consideración hacia el criticado… y ese no es el propósito.
Veo que LATINO POEMAS fue abierto en el 2008 y desconozco si en todo el tiempo transcurrido hasta el día de hoy nadie se había atrevido a romper el encanto sutil pero rutinario de los elogios mutuos. Sólo sé que sehmsdorf –con razón o sin ella, dependiendo de quién lo mire- hizo sentir su voz. Su posición es respetable y debe ser respetada. Sin embargo, particularmente opino que la poesía no debe ser objeto de certámenes galantes y que al buen poeta lo mide el tiempo y no el número de comentarios que reciba en un sitio. Borges es grande entre los grandes no por ser el más popular (que no lo es) sino porque su obra tiene la indiscutible solidez y la evidente perennidad del mármol. Si Borges y Julio Flórez hipotéticamente participaran en un sitio como éste, Flórez batiría todas marcas mundiales de comentarios recibidos y habría sobrepasado toda cifra entre los poetas más leídos. Pero todos sabemos que Flórez no le llega ni a los tobillos a Borges. Y conste que no soy argentino.
Es ahí donde se cumple la norma estética de que no todo lo que le gusta a la gente es bueno ni todo lo que es bueno le gusta a la gente.
Propongo –si es que no me llueve palos por todo lo que he dicho- utilizar de aquí en adelante un recurso de las socialnets que se ha impuesto con éxito indiscutible: Escribir simplemente ME GUSTA o NO ME GUSTA. Facebook lo generalizó en la web y nos ha ahorrado el esfuerzo de decir algo distinto cada vez, pero también nos ha evitado la posibilidad de herir susceptibilidades. Es claro que yo lo he utilizado. Y lo re-utilizaré para evitarme el complemento de las explicaciones. Así sea.
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Poeta
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El abuelo del abuelo de mi abuelo llamaba Manuel Venegas, un español de Andalucía, de muchas lecturas y algunas escrituras, que un día cualquiera lió bártulos y se embarcó rumbo a América del sur, para ejercer la noble profesión de aventurero en Colombia. Aquí contrajo matrimonio con una campesina de la que se nos extravió el nombre pues por estos lados no somos dados a los árboles genealógicos, ya que en el primer intento terminaríamos dibujando una enredadera multigenética. De ese Manuel Venegas viene mi abuelo Uldarico Venegas, un campesino de nulas lecturas y ninguna escritura, a quien le conocí la muerte cuando yo apenas arrancaba para mi cuarto año de vida. Sin embargo lo recuerdo. Vagamente, pero lo recuerdo. Para que no se me perdiera su imagen, hace algún tiempo hice de él este retrato:
Conocí a un hombre que bajó de la montaña como si fuera el profeta de las alas extraviadas. Uldarico Venegas Farján era su nombre y ser labriego a destajo y aventurero a cualquier precio fue su oficio. Condenado a los caminos sin retorno, estuvo en el país de los que nunca callan, estuvo en la frontera jamás vigilada, estuvo en la región del árbol descuajado a hachazos. Allí logró percibir la distancia que hay de la azada al tormento y adivinó la prolongación del surco en la cara. Fue anarquista y no lo supo. Comulgó con los ateos y no lo supo. Militó en la tristeza y no lo supo. Caminó por el filo de la locura y lo supo demasiado tarde. Sin embargo, siempre llevó un aire de presagio en la pupila y la evidencia del día suspendida en los labios. Uldarico Venegas Farján era su nombre y había nacido en el año de los poetas inconsecuentes, aunque sólo pudo escribir con los pulgares y su huella. No conoció el equilibrio de los helicópteros ni la invención de los ruidos mecánicos, pero alcanzó a cantar en coro con las victrolas. Fue un hombre elemental como una fruta, simple como una tarde, sencillo como una campana. Por él tuvo que hablar la golondrina del último verano, pues nunca encontró palabras para llenar sus silencios. Uldarico Venegas Farján era su nombre, como el mío es Anibal Manuel.
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Poeta
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si pudiera ser la salud de tu cuerpo…
si lograra infiltrarme en tu sangre para restaurarla…
si consiguiera adentrarme en la razón de tu extravío como cuando estuve en ese recato inicial que se fue despojando de sus años y sus culpas…
todo es caer en donde antes deambulaban adolescentes frágiles muchachas de tiernas miradas muchachos de boinas rojas y pretensiones ingenuas todos tomados de las manos como en las más insípidas historias de amor
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Poeta
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Teníamos una casa común junto a los prostíbulos del pueblo.
Teníamos un caballo llamado Zepelín y una perra casi ciega.
Teníamos un violín cedido en préstamo y un par de muletas que fueron del abuelo.
Teníamos un retrato del abuelo.
Teníamos un baúl de madera y una bola de billar escondida en el recuerdo.
Teníamos un frasco de agua bendita.
Teníamos un azadón y dos peinillas y mil caminos diarios a los surcos.
Teníamos un anillo de cobre en el meñique.
Teníamos un encendedor de yesca y un almanaque de Bristol.
Teníamos una mata de sábila para ahuyentar la mala suerte.
Teníamos una mentira a flor de labios para engañar la miseria.
Teníamos una miseria que difícilmente se dejaba engañar.
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Poeta
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lluvias tardías han empezado a empapar nuestros cabellos
al cabo de largos años el abuelo paralítico decidió huir sin que nadie lo supiera sin que nadie ayudara a cargar con sus dolencias con sus muletas de palo con su registro de refranes preferidos con su amarillo retrato de soldado en la guerra de los mil días
nada más que una mirada como de niño triste dejó abandonada en el más oscuro rincón de nuestra casa
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Poeta
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