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Me enamoré de tu voz. Quizá fue por estar hostigado de gritos, de bocinas y de preguntas. Quizás porque al verte rompiste la plana rutina de las urbes .Te buscaba tan sólo para escucharte, pero sé que a todos les decías las mismas frases. Tu presencia se me hizo habitual porque te encontraba recurrentemente en el mismo sitio. Saludabas, me dabas tus orientaciones, me sonreías, como lo hacías con todos, con una fría gentileza que me excitaba. Te deseé por mucho tiempo, eras el prototipo de la belleza casual, funcional a tu uniforme celeste y a tu corporativa imagen.
Pero nunca pude conocer más que tu tono de voz y tu sonrisa. Un mal día te esfumaste.
Eras el holograma de un cajero automático y el banco aquél reseteó tu imagen cuando terminó la campaña de lanzamiento. Nunca pude olvidarte, amada virtual.
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Poeta
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Déjame recopilar besos antiguos
Ordenar esos carruajes de novios que nunca tuvimos
Retomar las mañanas festivas de cada domingo
Repasar chocolates con naranjas de inviernos
Déjame de nuevo
esperar madrugadas en el Tatio
para sortear fumarolas de espuma
Declararte mi amor en la calle del gato que danza
Energizarnos en la pirámide del Louvre
Crecer en tu impronta egipcia
Regalarte arcoíris en Saint Michel
Caminar la Feria del Libro en Madrid
Declamar a dúo en la Puerta de Alcalá
Coleccionar eclipses para decorar
nuestros apocalipsis musicales
Tirar las cartas para inventar amaneceres
Mojarnos los pies en las termas altiplánicas
Caminar cementerios extraños
en innovadora tertulia social
Recuperar los humedales
a punta de protestas
Déjame hurgar mis cajas de archivos
Diseñar con nostalgia un avión de papel cuadriculado
y embarcarme paseandero
en un planeador constelado
hacia tu regazo y tu pecho,
percibiendo latidos,
en pasión renovada,
envuelto para siempre
en la locura del amor.
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Caligrafías de Amor 2011, Valparaíso, 3 de abril.
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Poeta
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Me dirijo a usted, desconocida transeúnte urbana y primaveral de la clásica ciudad de Tucumán, para representarle mi desazón por sus caderas insinuantes, que atiborraron mi mañana de ritmos dormidos, traspapelados entre mis carreras administrativas.
Quiero presentarle una queja formal por la incitación a la lujuria que ha provocado con su pecho asomado a los besos del sol y sus ojos, cautos para detectar las miradas, pero recatados para responderlas.
Usted cruzó por la plaza, quizás hacia un cajero automático, quizás venia de dejar a su pequeño hijo en el jardín, un viaje casual pero irreverente, lleno de sensualidad, que desplegaba por el parque un murmullo de violetas.
Agresiva en su indudable belleza, usando con displicencia y relajo esa piel canela encandilante, usted transgredió intencionadamente los limites y me dejo sintonizado a las fantasías que vino sembrando, cimbrante y lúdica por mi vereda, dejando esa estela inocente e incendiaria, que me ha hecho olvidar mis cabildeos sobre el big bang o las especulaciones sobre los destinos de Wall Street, anulando mi concentración necesaria, destapando aromas del Caribe, en la liviana cobertura del algodón blanco ajustado a sus piernas, empinadas en esos tacones rojos como el fuego de sus ojos almendrados.
Incitación a la lujuria que ha trastornado mi mesura y que me obliga a representarle mi profunda molestia por su belleza, desbocada como gacela sobre mis frágiles convicciones. Lo cual me obliga a demandarla por el perjuicio irreparable de no saber ni su nombre ni su historia, con lo que queda marcada a fuego como un símbolo ardiente del eterno femenino, que hace temblar mis sueños en un deseo trunco que no tendrá destino.
Tucumán, primavera/2008.
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Estás solo, tiritando Has venido a mi portal Declamados tus derechos ¿quién los vuelve a proclamar?
Son, mi niño, tus derechos convicción universal Tus mayores se persignan Los editan sin parar Es hermoso su empastado Son epístola papal Son poema nerudiano Se conmueve el más truhán
Son discurso recurrido Infalible de apelar Hay consenso, es increíble Saca aplausos, ¡colosal!
Tu derecho, ¡formidable! Tu derecho y otro más…
Pero estás frente a mi puerta -¡si te viera la Mistral!– No te leo tus derechos No se trata de imitar
Simplemente, te convido de mi duro, algo de pan -quizás logres indulgencia consecuente intelectual–
Ay, mi niño, tus derechos ¿quién los vuelve a proclamar?
De Miedo al Miedo, 1983
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¿Por qué me sobreprotegiste, madre? ¿Por qué anudaste mis zapatos y me entraste antes que el sol con tanto abrigo?
¿Acaso me temiste encandilado por las flores de organza? ¿Por las trenzas azabaches? ¿O me creíste bendito?
¿Acaso me temiste callejero, enredado en las pandillas, o pelotero? ¿Por eso me impediste gozar la trifulca genial de las pichangas?
¡De cuántas acequias me privaste! ¡De qué magulladuras de luna y río libraste mis rodillas escarchadas!
Absurdo, pues, madre, si me enviaste como un jilguero a la campiña para entender a diario, en mis costillas, que la vida es calle del medio, simulada.
Quisiste resguardarme de los Zurita, el cité, su bullicio y sus bravatas. soñaste para mí ser clase media, conviviente carnal de las corbatas.
Quisiste protegerme de esas sueltas que enseñaban la piel y que tuteaban. No entendiste que mis desvelos niños intuían sus pechos inflamados. No supiste que andaba atormentado intentando imaginar ninfa completa y que al medio siempre algo me faltaba.
Afortunadamente, madre, te confieso, mientras casto y ordenado me guardabas, el Kama Sutra, flameante de enseñanza, empañaba mis ojos demudados.
Compartiendo tan sabia geografía con primas y vecinas voluntarias, tras los sombreados aromos de la quinta, desentrañé mis dudas escoláticas.
El sortilegio libró mis ataduras. Kamasutré cama adentro, querubín desorientado. descubrí el anatema de la suave lujuria y tuve por harem, vecinas respingadas.
Así, practiqué mis artilugios con excusas de estudios esforzados y la única aritmética comprensible que los muslos de seda me inspiraron.
Y con tan mortal pecado a cuestas, me persigné con temor, con insistencia. Negocié con oraciones muy contritas un ingreso al Edén, con indulgencias. En las Novenas exploré junto a Patricia, Rosa, Carmen, Margarita, la alegría de vivir desorbitado.
Como ves, madre, no sirvieron tus recaudos, tus temores ni tus celos, Nada se saca con cerrar cada postigo, si la vida brinca igual como un tiovivo.
Y, tal vez, jamás sea caballero que procura aprobación contemporánea. Persistiendo, río arriba, torpemente, he ensayado ser persona relajada.
Eroscidio, amática contra el Desamor, 1988
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Declaro esta instancia del amor mi fundamento, rescato el amor de los canastos y aplaudo las vetas sensuales del amarte.
Cuando voy contigo a la feria, temiendo los ajíes, pero deseándolos, eligiendo el perejil y el cilantro, oxigenándonos el alma con los llantos de las valencianas nuevas, probando, pellizcando, colocando aretes de guindas en tu pelo anárquico, besándonos con el disimulo de jugosos duraznos, por sandías caladas el vientre clamando, descubriendo en la semilla de los melones caribeño espacio, regateando, por gusto, el racimo anhelado, ¡le vamos poniendo aromas a la vida autodidacta!
Cuando trémulo presencio la preparación de los mariscales, o practico mi gimnasia única en pesados bolsones de la papa chilota indispensable, estoy en la antesala cotidiana del amor no teorizado, del deber prehistórico de vivir y reproducirnos…
Por eso aplaudo las vetas sensuales del amarte. Por eso cocino contigo, sin quejarme, cebollas, tomates y mis infaltables ajos. En aromas de albahaca, los pasteles de choclo me gritan que existo como hombre americano, que florece en lo propio cuando llega el verano.
Amarte es por eso, una mesa dispuesta, la ensalada, el vinagre, es el pan que nos une con su mágica estera. ¡Vivan, amor, la gracia que prodigas en la mesa modesta! ¡el aroma, el aliño y el vino, antejardines de todo mi espíritu!
Algún día ese espíritu, ya sin dientes ni muelas, extrañará el embrujo terreno de almorzar charquicán en enero.
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Mi adicción es al cepaje agridulce de tus besos que saben a licor de selva y burundanga.
Toda mi voluntad se desvanece en la liturgia del embrujo, desnuda te me vienes al pecho y te recibo con mis manos como timbales, recorriéndote, apretando tus hombros, tu espalda y tus misterios.
En tu ombligo, el centro de la galaxia, me detengo, soplo tu piel y siento la proyección de mis caminos madrugados, crezco hasta la gloria, ciego, me revuelco en ti con embeleso.
Las mareas de tu cuerpo desafían mi impronta de corsario, llevo el ritmo cadencioso, me cuelgo a las garcias de tu pelo, respiro profundo las fantasías de tu boca, increpo tu pasado, ardientemente peco.
El éxtasis de tus muslos golpea mis orejas, sucumbo en tus volcanes, mi represa se rompe en tus gemidos, como un monstruo prehistórico, fluyo.
El sudor nos empapa y en el agua nos desvanecemos para salir juntos en un sueño a revolotear el no tiempo, en el relajo profundo, de placer satisfechos.
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Caligrafías de amor, 02 Marzo 2011.
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Absorto en el penúltimo crepúsculo, voy aspirando el aire marino, pensando en la sal pegada a tu piel canela, la que aprendí de memoria cuando te seguía como un perro faldero por los cabarets del muelle,
juntando mendrugos para comprarte una caricia, para tener derecho a un remezón de tus caderas de artista, olerte sudorosa, con lociones violetas, para llegar como un adolescente a la plaza de juegos, a las sillas voladoras, al éxtasis del vértigo.
En medio de un suspiro profundo descendía de tus pechos aureolados y quedaba desvencijado con una mano en tu vientre, deslizándome como en un tobogán hacia el sueño relajado.
Al abrir los ojos ya no estabas, como tampoco está hoy el sol en el horizonte y apenas una línea azul rosa traza despedidas y aplaude a la noche que se asoma con sus tules de juerga.
Así, como un soplo, desapareciste de mi vista y nunca más supe de ti, errante ninfa de los campamentos, laboriosa trabajadora sexual de Pueblo Hundido.
En cada puesta de sol, te buscan mis manos rasgadas por la tierra cobriza y es un fantasma tu cuerpo oloroso a arenas y concheperlas.
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En fugaz e inocente micropausa mis hilos de audacia te incautaron. Un café nos excusó con piel de trópico hasta quebrar los hielos inventados.
Recreando sensaciones de novatos, un “me gustás” deslicé en la servilleta y como encaje amistoso lo guardaste entre eruditos textos de Política.
Esas Ciencias Políticas constantes se tiñeron de soplo celestino, orientando tras largos aspavientos los mástiles atrevidos del romance.
Cochabamba tuvo dejos de guerrilla. El Pacífico auguró cooperaciones. Lima nos cantó del mestizaje. Palermo nos guiñó su alojamiento.
Mientras de Morgenthau la moral del poder memorizábamos, nuestro poder la moral iba flanqueando en conquista de clandestino espacio.
Desplegamos la piel como un teorema, planisferio sensual, descubrimiento, plagios de entregas, dos insensatos, con dos silencios marcando el paso.
Lúdica tregua, qué gran examen el que rendimos entrelazados. Diálogo franco que atesoramos en cada beso que nos brindamos.
Hasta que pronto, disimulados, cautos cientistas de grueso marco, fuimos pañuelos que se estamparon desde Retiro hasta mis patios.
Pétreas mejillas del Aconcagua fueron vasijas de confidencia y la misma nieve, escrupulosa, tendió amnistías a mi conciencia.
Así, extraviado, quedó el secreto. Ni puritanos ni desalmados, sólo un maduro trepar de vides en reincidencias adolescentes.
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Hurguemos en tu historia la savia literaria Ya basta de abstenernos en torpe autocensura Rompamos etiquetas busquemos la cordura
Si fue civilizado ser acero del hambre, Políglota del genocidio, master del absurdo, saltimbanquis del odio o marionetas…
¿Por qué, entonces, no remontar los Andes y vociferar hastiados?
¡Dennos un siglo solo de mayas resurrectos. de incas persistentes, de fuerza mapuche irreverente¡
!Dennos apenas un minuto¡ para libar en greda de Atacama aquella ancestral promesa indiana…
Congreso de Panamá: Bolívar elocuente, pero era madrugada
Matriarcado adolescente de niña americana, intentando ingenua y flaca sentarse a la mesa veterana
Congreso de Panamá: Bolívar y su llama, Pero era madrugada
Y fue el viento del norte El que rasgó esperanzas
Mandaron emisarios A sofocar su fragua - peligroso emblema eso de aunar las chacras -
Quisieron sepultarla: usaron fratricidio los traficantes de armas Tras tórridas alianzas corrió sangre mestiza por desiertos, sierra y pampa
La moral del poder fue crema utilitaria que justificó doctrinas y almas derramadas
Hubo de aprenderlo en fuego la niña americana, tras muchos avatares la intuyo cabizbaja
América temprana, hoy bebo de tu historia que es fuerza renovada
¡Ya es tiempo de campanas! ¡Bolívar vive y clama por sacudir tus llagas!
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