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ROMANCE MARINO
Caminaste, sirena, por mi alcoba, con pies de plata, curvilínea y sobria. No había en tus párpados artificios, cubrían tus pechos púdicas gracilarias. frente a mujeres de voluptuoso talle traías la ventaja del silencio.
Posaste para mí tu desnudez exclusiva. Aspiré tu aura de corales, intenté retener tus ojos milenarios. No pude tocarte, apenas si musité cuatro requiebros. La seducción fue mental: por tus pestañas vibraba el clímax de un acuoso hemisferio violentado.
Te deseé sin tapujos. Con escalofríos te pensé a mis anchas, quise fertilizar tu vientre de pez, mutar hacia tus misterios polares, ser concubino de esos senos formales.
Busqué la Atlántida hasta aprender tu idioma. Me habló de espumas y garcias tu blonda imagen. Te quejaste nostálgica del acero, desatino de torpe ribereño.
Posabas para mí tu desnudez exclusiva, me permitías memorizar cada milímetro, pero, al fin y al cabo, humano, busqué de prisa mi cámara fotográfica para archivar en mi vanidoteca la conquista del siglo… Se escurrió en un instante el mito. Volviste presurosa a la musicalidad ahogada de un caracol marino.
Entonces, el mar, celoso, con su bofetada fría y su resaca se llevó mis sueños y mi soberbia machista. Las carcajadas mundanas anunciaron que, disgustada, te habías llevado mi pantalón de baño.
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Poeta
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Fue su desafío entonar los ritmos de una tarde ajena.
Mareado en los cementos, estacionado al sur de sus soñares, cual un reloj de arena, con una confusión ligera,
véanlo, en el diván granate del prostíbulo, repasando sus monedas, cigarrillos.
Véanlo, grumete adolescente, retroceder las risas verdes y escabullirse.
con su soledad concreta, aceitosa como el muelle, el grumete solicitó hacer guardia y no bajar a puerto.
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Poeta
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Noche de samba
Sinuoso tu cuerpo de canela subía y bajaba ante mis ojos Cimbreabas tus caderas Trastornando galaxias Inflamando el cielo
Las luces de cristal giraban… en el centro de la pista dejaste caer tu blusa, asomaron las manzanas maravillosas de tu pechos En la quebrada insinuante de tus muslos se instaló mi deseo sin tapujos
Percibías mis orejas rojas de ti seguía tu ritmo, te cercaban mis brazos, te detenías y reías girabas elíptica y sensual abrazando una imaginaria barra luminosa
El devaneo invadió la piel Te quedaste estampada a fuego en mis primarias ansias
Mujer desenfadada y ondulante danzante carioca de Copacabana dueña de mi admiración forastera Me traje tu voz de terciopelo que en cada esquina de nostalgia me susurra insinuante “Você sabe muito, professor, meu professor”
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Poeta
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Sueles convertirte en un misterio cuando entra en tí, casi en puntillas, el halo voluptuoso de mi beso.
Eres entonces, laberinto rosa, despiadada aurora cegando mi sueño.
Dificulto que pueda sostenerme sin esa energía de tu mirar sonriente.
Dudo poder llenar mis mustias oquedades sin palpitarte y descubrirte. Sin sembrar tus corredores tibios de mi nómade panfleto de caricia.
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Poeta
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Osito peluche, tan tuyo y tan mío, que en medio de penas, podías besar. Amigo de siempre, recostado inquieto en el lecho verde, tiene esas palabras que en la despedida hubo que callar.
Mocoso peluche, recogió el calor de tu cuerpo encinta, y en su cara simple acunó algún llanto que, sola en tu cuarto, nadie más oyó.
Osito peluche, palpitante osezno, hermano del hijo que sientes crecer, tú lo cuidas ¿cierto? con tus ojos dulces de vidrio o carey.
Amigo peluche, en un diez de junio te vi yo nacer: desde una vidriera saltaste a sus brazos mensajero tibio de una gran pasión.
Hoy cumplo con algo que un día de estrellas yo te prometí: viene un hermanito, en alas de junio, viene con su paz. tú, demás lo sabes, lo has visto crecer, dentro de mamita, inquieto y en fe…
cuídalo tú, osito, que el día que nazca no podré allí estar. Cuídame a mamita, dale tu amistad, yo sé que contigo, menos sola está.
Ahora que un niño tendrás que cuidar, sentirás, osito, ser mayor de edad
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Poeta
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Cúbreme con tu mantón que traigo frío. Invítame un pellizco de tu almohada. Conduce mis ojos hacia el sueño.
Fue larga la jornada y he pensado cuán poco tiempo paso yo a tu lado.
¿Acaso nuestra piel es un paisaje? ¿Enmarcado en las horas, promisorio de soles? ¿Bullicioso de agua?
Agitado en la espera dilapido la vida. Es tan ínfimo el tiempo de tu mundo y el mío que discurro escaparnos a una dimensión lejana.
Cúbreme con tu mantón. Luego, exploremos hasta encontrar la clave muy dentro nuestro.
Forjemos infranqueable, sin puentes levadizos, la alcoba del amor, sus mil jardines. Cerremos las cortinas. Dejemos fuera el frío, las dudas, ansiedades, desatinos.
Vayamos al rescate de la ecuación más íntima: multipliquemos tu paz por mi tormenta, en tu ánfora tibia haz que florezca.
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Poeta
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Desgarré la madrugada rabiando Me atravesaba tu espada de hielo Soporté tu aire azul en mis orejas Corcoveaba mi espíritu rebelde Me sentí acosado y a destiempo No quería yacer contigo No me fuiste atractiva Enjuta te has secado de caricias Irreverente, te dejé a la vera Mi camino resplandecía de flores Jardines de luna me abrazaron Me libre de tus redes y porfiado sigo, Muerte.
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Poeta
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VIVIDOR
Si la Muerte me intima a seguirla algún día, yo la haré concubina con cuatro anclas tendidas.
Esgrimiendo una rosa, un poema y un lirio, he de arar sus desiertos escarbándole vida.
Y tres soles marchitos, distraída en mi risa, la veré derretirse, desvirgada y rendida.
Mas, sabiendo que al cabo ganará la partida, procuraré que me extrañe cuando vague perdida.
En su estero de luna, solterona aterida, de mi tacto insolente quedará poseída.
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Poeta
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La risa me la han robado, La anclaron a dos pirámides de hielo en medio de arenas y cactus. De nada sirve la mueca, mi risa está cautiva a los troncos humeantes de un dolor contiguo.
Mi risa exprime sus últimos cartuchos para reventar el siglo. Mi risa vende sus dientes en remates de marfil de mala clase. Escudriña las arrugas de mis ojos, o busca la comisura de mi boca para instalar su cabecera de playa en el lunar izquierdo. Pero se entrampa, claudica. La carcajada que dispara es fofa tosesilla censurada.
Remiendan los ojos sus miradas. Son diques cautelosos para explorar nuevamente el sol. Al final me río de mis desreíres, de mis disfunciones humorísticas.
La risa engrillada se persigna en el reclinatorio de esta noche larga y fragua escapatorias contagiantes. Usa cilicio masoquista, se ríe de sí misma y, vestida de fábulas y cuentos, asume la farándula diaria de sobrevivir.
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Poeta
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Vengo volando, reptil prehistórico, carnívora hambre de tiempo, alargando la noche, más cerca del cielo que de mi comienzo.
Alas acero, vengo auscultando la luna primavera, coágulo de los días prestados, obstruyendo la sangre de ojos marinos, recorriendo países, vagabundo y curioso, visitante de espejos, dilapidando minutos en los museos.
Hasta volcarme en la pausa, alas acero, despertando los ríos, cantando al inicio, a los sindicatos, a las empedradas muelas del poder, a los escuálidos credos.
Alas acero despertando mis manos, palpando catedrales ignoradas, extendiendo los cuentos cual preámbulo. Voy en ellas, alas nocturnas, al desafío de la sangre, al útero fecundo de la tierra, a los pies cansados de cien patrias remecidas.
Cual pájaro prehistórico, alas acero, asombrado en mi sueño, vuelvo al suelo, tiendo en la luna mis cómodas teorías y sacudo en los ojos mis alas de ternura el pecho se ventila y esparce nuevamente su epopeya diminuta.
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Poeta
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