“Feneció Galván Rivera, . . . en su tumba delibera.”
La existencia es pasajera, ¿el alma imperecedera?, ¿la vida es una quimera o es la cosa más certera?
José Luis Galván Rivera no fue persona cualquiera, fue simiente de honda huella que brilló con propia estrella.
José Luis Galván Rivera digno sol de fuerza entera, ser muy recto, circunspecto, su fortuna . . . el intelecto.
José Luis Galván Rivera, servir, su pasión primera, funcionario responsable, la razón empleó por sable.
José Luis Galván Rivera, Tlaxcala su primavera, político serio, amable, su pérdida irreparable.
José Luis Galván Rivera, la mar calma en su ribera, fiel ejemplo del esmero, por siempre buen consejero.
José Luis Galván Rivera cumplidor en esta tierra, anecdótico, conversador, poeta, . . . fino bebedor.
José Luis Galván Rivera, intuición amplia, certera, Dios cuidó su trayectoria, escribirá nueva historia.
José Luis Galván Rivera, de vivir, hoy, se libera, suba al cielo en su escalera pues, el Señor, ya lo espera.
Autor: Lic. Gonzalo Ramos Aranda (aún, con lágrimas en los ojos . . .) México, Distrito Federal, a 05 de abril del 2014 Reg. SEP Indautor No. 03-2014-073110472600-14
El Lago de Pátzcuaro llora el deceso del gran Maestro Aurelio, congoja hay por eso las aguas y el viento le rinden tributo, el silencio reina, es triste, absoluto.
El luto ha asolado los alrededores no zarpan las lanchas de los pescadores lágrimas, tragedia, colman la tarraya, la muerte triunfante, pues, jamás desmaya.
Sinfonía de sombras la dirige el llanto, la pena, a las olas, cubre con su manto el vaivén restringen, la aflicción las mece, el pescado blanco bailar no apetece.
Este golpe es duro pa’ la danza, seco, de las mariposas queda solo el eco; tanta inspiración que dio el fiel cerebro del compositor cuidemos su acervo.
La música calla mustia en su “orillita” por la ausencia, sola, se encuentra marchita, sufren un martirio el tul, la chuspata, las aves no graznan por desgracia ingrata.
Al prócer Morelos, magno monumento, llegan desconsuelo y aciago lamento, la efigie del “Siervo” en cantera rosa conoce el trayecto, la historia gloriosa.
Del genial artista, con el puño al cielo le dice: ¡presente! en un vivo anhelo de que sus pirekuas rítmicas virtudes impregnen los aires de otras latitudes.
Falleció Don De La Cruz Campos Aurelio, “Los Hijos de Itzihuapa” están en su sepelio las islas Yunuén, Tecuena, Pacanda, le preparan misas porque Dios lo manda.
Tan huérfana armonía enmudece presta en Janitzio hay duelo no toca la orquesta, quedan en paz la vihuela, el sax, la trompeta, la infausta guitarra desdicha respeta.
El arpa, violines, bajo, el mismo piano, se van con su Tata lejos a lontano, instrumentos varios resguarda un estuche que el músico inerte nuestro rezo escuche.
Autor: Lic. Gonzalo Ramos Aranda. Ciudad de México, a 01 de marzo del 2021 Reg. SEP Indautor No. (en trámite)
Al escribir estas líneas una lágrima brotó espontánea con pesar, gran lástima, por más que intenté no la pude contener, élla fue el triste producto de mi padecer.
Amor, tú eres el principal de mis motivos, sin ti . . . corazón ya no tiene latidos, ahora sé lo que es estar solo a la deriva cual náufrago sin retorno, sin partida.
Aciagamente me perdiste la confianza, propios errores me dejan sin esperanza te he suplicado por Dios que me perdones, que reconozcas que también tengo dones.
Mas, no das una positiva respuesta, así con esta cruz subiré la cuesta; creí que tu querer no se acabaría jamás y hoy, que pena, sin esfuerzo lo dejas sin más.
Siento algo muy raro atorado entre pecho el ser para siempre ha quedado desecho, esta vida, en fin, carece de sentido para mi desgracia . . . ¡ha muerto cupido!
Autor: Lic. Gonzalo Ramos Aranda México, D. F., . . . el día en que, por mi culpa, la perdí. Reg. SEP Indautor No. 03-2011-0909133538000-14
A ratos te lloro, te anhelo, te sueño, Tan solo pensando en que no volverás. Y son tus recuerdos como amargos besos, Fríos, de los labios de mi soledad.
A veces te siento, ¿Cómo no sentirte? Si en mi vida toda eres tú la sal. Labios caramelo, ambrosía tus besos, Tu boca divina es para mí el maná.
De tanto quererte no quiero más nada, Ni aire ni agua, aunque sea mortal Igual moriría si al rayar el día Mis ojos los tuyos no pueden mirar.
Tal es mi quebranto que anoche la Luna, Al verme llorando bajó a mi balcón. Todas las estrellas parpadean al verme, Y de padecerme se apagó hasta el sol.
Las guitarras y arpas Rechinan sus cuerdas, Lúgubres canciones se oyen entonar, Las de un alma triste, que aferrada insiste Que sin tus latidos no va a palpitar.
Severo se cierne, Sobre mi existencia, Cual negra sentencia un próximo final, Y a Dios le he rogado que me torne alado Ángel que te cuide por la eternidad.