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A noite me assombra e me deslumbra.
Vem com sua sombra pontilhada de estrelas.
E as rimas, ao vê-las, desfazem-se em poesias.
A.J. Cardiais imagem: google
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Poeta
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Busco alejarme del sol, que quema mi blanca piel, casi muero de insolación, casi me quedo sin agua.
Busco una sombra, apacible y quieta, busco la brisa de tus labios, busco la gelidez de tus caricias, para calmar mi alma atormentada.
Espero la lluvia, lagrimas del cielo que caen, busco la brisa de tus besos, el jugo de tu amor, para estar contigo mi amada mujer.
Sombra acogedora, pacifica y confortante, sana estas quemaduras del sol, sana estas heridas, mi querida niña.
Erick R. R. Torres (Ángel Negro)
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Poeta
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No tienes tú la culpa si en tus manos mi amor se deshojó como una rosa: Vendrá la primavera y habrá flores... El tronco seco dará nuevas hojas.
Las lágrimas vertidas se harán perlas de un collar nuevo; romperá la sombra un sol precioso que dará a las venas la savia fresca, loca y bullidora.
Tú seguirás tu ruta; yo la mía y ambos, libertos, como mariposas perderemos el polen de las alas y hallaremos más polen en la flora.
Las palabras se secan como ríos y los besos se secan como rosas, pero por cada muerte siete vidas buscan los labios demandando aurora.
Mas... ¿lo que fue? ¡Jamás se recupera! ¡Y toda primavera que se esboza es un cadáver más que adquiere vida y es un capullo más que se deshoja!
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Poeta
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Cuando tu broche apenas se entreabría para aspirar la dicha y el contento ¿te doblas ya y cansada y sin aliento, te entregas al dolor y a la agonía?
¿No ves, acaso, que esa sombra impía que ennegrece el azul del firmamento nube es tan sólo que al soplar el viento, te dejará de nuevo ver el día?...
¡Resucita y levántate!... Aún no llega la hora de que en el fondo de tu broche des cabida al pesar que te doblega.
Injusto para el sol es tu reproche, que esa sombra que pasa y que te ciega, es una sombra, pero aún no es la noche.
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Poeta
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Éste que ves, engaño colorido, que, del arte ostentando los primores, con falsos silogismos de colores es cauteloso engaño del sentido;
éste, en quien la lisonja ha pretendido excusar de los años los horrores, y venciendo del tiempo los rigores triunfar de la vejez y del olvido,
es un vano artificio del cuidado, es una flor al viento delicada, es un resguardo inútil para el hado:
es una necia diligencia errada, es un afán caduco y, bien mirado, es cadáver, es polvo, es sombra, es nada.
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Poeta
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Detente, sombra de mi bien esquivo, imagen del hechizo que más quiero, bella ilusión por quien alegre muero, dulce ficción por quien penosa vivo.
Si al imán de tus gracias, atractivo, sirve mi pecho de obediente acero, ¿para qué me enamoras lisonjero si has de burlarme luego fugitivo?
Mas blasonar no puedes, satisfecho, de que triunfa de mí tu tiranía: que aunque dejas burlado el lazo estrecho
que tu forma fantástica ceñía, poco importa burlar brazos y pecho si te labra prisión mi fantasía.
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Poeta
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¡Ni una palabra de dolor blasfemo! Sé altivo, sé gallardo en la caída, y ve, poeta, con desdén supremo todas las injusticias de la vida.
No busques la constancia en los amores, no pidas nada eterno a los mortales, y haz, artista, con todos tus dolores, excelsos monumentos sepulcrales.
En mármol blanco tus estatuas labra, castas en la actitud aunque desnudas, y que duerma en sus labios la palabra y se muestren muy tristes... ¡pero mudas!
¡El nombre!... Débil vibración sonora que dura apenas un instante. ¡El nombre!... ¡Idolo torpe que el iluso adora, última y triste vanidad del hombre!
¿A qué pedir justicia ni clemencia -si las niegan los propios compañeros a la glacial y muda indiferencia de los desconocidos venideros? ¿A qué pedir la compasión. tardía de los extraños que la sombra esconde? Duermen los ecos en la selva umbría y nadie, nadie a nuestra voz responde.
En esta vida el único consuelo es acordarse de las horas bellas y alzar los ojos para ver el cielo... cuando el cielo está azul o tiene estrellas.
Huir del mar y en el dormido lago disfrutar de las ondas el reposo. Dormir... soñar... El sueño, nuestro mago, es un sublime y santo mentiroso.
¡Ay! es verdad que en el honrado pecho pide venganza la reciente herida, pero... perdona el mal que te hayan hecho ¡todos están enfermos de la vida!
Los mismos que de flores se coronan, para el dolor, para la muerte nacen... Si los que tú más amas te traicionan ¡perdónalos, no saben lo que hacen! Acaso esos instintos heredaron y son los inconscientes vengadores de razas o de estirpes que pasaron acumulando todos los rencores. ¿Eres acaso el juez? ¿El impecable? ¿Tú la justicia y la piedad reúnes? ¿Quién no es fugitivo responsable de alguno o muchos crímenes impunes?
¿Quién no ha mentido amor y ha profanado de un alma virgen el sagrario augusto? ¿Quién está cierto de no haber matado? ¿Quién puede ser el justiciero, el justo?
¡Lástimas y perdón para los vivos! Y así, de amor y mansedumbre llenos, seremos cariñosos, compasivos... y alguna vez, acaso, acaso buenos!
¿Padeces? Busca a la gentil amante, a la impasible e inmortal belleza, y ve apoyado, como Lear errante, en tu joven Cordelia: la tristeza.
Mira: se aleja perezoso el día. ¡Qué bueno es descansar! El bosque oscuro nos arrulla con lánguida armonía... El agua es virgen. El ambiente es puro.
La luz cansada, sus pupilas cierra; se escuchan melancólicos rumores, y la noche, al bajar, dice a la tierra: "¡Vamos, ya está... ya duérmete, no llores!"
Recordar... Perdonar... Haber amado... Ser dichoso un instante, haber creído... Y luego... reclinarse fatigado en el hombro de nieve del olvido.
Sentir eternamente la ternura que en nuestros pechos jóvenes palpita, y recibir, si llega, la ventura, como a hermosa que viene de visita. Siempre escondido lo que más amamos, siempre en los labios el perdón risueño; hasta que al fin ¡oh tierra! a ti vayamos con la invencible lasitud del sueño.
Esa ha de ser la vida del que piensa en lo fugaz de todo lo que mira, y se detiene, sabio, ante la inmensa extensión de tus mares ¡oh Mentira!
Corta las flores, mientras haya flores; perdona las espinas a las rosas... ¡También se van y vuelan los dolores como turbas de negras mariposas!
Ama y perdona. Con valor resiste lo injusto, lo villano, lo cobarde... Hermosamente pensativa y triste está al caer la silenciosa tarde.
Cuando el dolor mi espíritu sombrea busco en las cimas claridad y calma, y una infinita compasión albea en las heladas cumbres de mi alma.
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Poeta
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En la sombra debajo de tierra, donde nunca llegó la mirada, se deslizan en curso infinito silenciosas corrientes de agua. Las primeras, al fin, sorprendidas, por el hierro que rocas taladra, en inmenso penacho de espumas hervorosas y límpidas saltan. Mas las otras, en densa tiniebla, retorciéndose siempre resbalan, sin hallar la salida que buscan, a perpetuo correr condenadas.
A la mar se encaminan los ríos, y en su espejo movible de plata, van copiando los astros del cielo o los pálidos tintes del alba: ellos tienen cendales de flores, en su seno las ninfas se bañan, fecundizan los fértiles valles, y sus ondas son de agua que canta.
En la fuente de mármoles níveos, juguetona y traviesa es el agua, como niña que en regio palacio sus collares de perlas desgrana; ya cual flecha bruñida se eleva, ya en abierto abanico se alza, de diamantes salpica las hojas o se duerme cantando en voz baja.
En el mar soberano las olas los peñascos abruptos asaltan; al moverse, la tierra conmueven y en tumulto los cielos escalan. Allí es vida y es fuerza invencible, allí es reina colérica el agua, como igual con los cielos combate y con dioses y monstruos batalla.
¡Cuán distinta la negra corriente a perpetua prisión condenada, la que vive debajo de tierra do ni yertos cadáveres bajan! ¡La que nunca la luz ha sentido, la que nunca solloza ni canta, esa muda que nadie conoce, esa ciega que tienen esclava!
Como ella, de nadie sabidas, como ella, de sombras cercadas, sois vosotras también, las oscuras silenciosas corrientes de mi alma. ¿Quién jamás conoció vuestro curso? ¡Nadie a veros benévolo baja! ¡Y muy hondo, muy hondo se extienden vuestras olas cautivas que callan!
!Y si paso os abrieran, saldríais, como chorro bullente de agua, que en columna rabiosa de espuma sobre pinos y cedros se alza! Pero nunca jamás, prisioneras, sentiréis de la luz la mirada: ¡seguid siempre rodando en la sombra, silenciosas corrientes del alma!
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Poeta
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I.
Yo soy el ave errante que solitaria llora, y en áridos desiertos -cruzando siempre va; sé tú la verde rama que brinde bienhechora al ave que ya muere dulcísimo solaz.
Yo soy brisa que pasa, yo soy hoja que rueda, arista que arrebata furioso el huracán; no sé por do camino, no sé ni en donde pueda de mi incesante lucha el término encontrar.
Yo soy el sol que se hunde, allá tras la montaña, envuelto en el sudario rojizo de su luz; sé tú la blanca aurora que el horizonte baña y rasga de las sombras el lóbrego capuz.
Yo soy la negra noche, sin luces, sin estrellas: yo soy cielo de sombras, rugiente tempestad; sé tú la casta luna que con su luces bellas disipe de esa noche la horrible obscuridad.
Yo soy la navecilla que el aquilón azota, y que, sin rumbo, en medio del anchuroso mar; juguete de los vientos entre arrecifes flota y sin timón ni brújula se mira zozobrar.
Sé tú la blanca estrella que alumbre mi camino, el faro que me guíe al puerto de salud; no dejes que en los brazos de mi cruel destino me arroje en el abismo y olvide la virtud.
Yo soy la flor humilde sin galas ni belleza, sin plácidos colores ni aroma embriagador; tú, pálida azucena de eólica pureza cuyo perfume casto es hálito de amor.
Mas si la flor humilde amara la azucena, si venturosa viere premiada su pasión, alzara, su corola, tal vez de aroma llena, irguiérase en su tallo al soplo del amor.
II.
Yo vivo entre sollozos, mi canto es el gemido, jamás mi labio entona la estrofa del placer; mi pecho siempre exhala tristísimo alarido, mi rostro siempre abate terrible padecer.
Muy lentas son mis horas; muy tristes son mis días; horribles horizontes limitan mi existir, caverna pavorosa de obscuras lejanías, preséntase á mis ojos el negro porvenir.
La luz que iluminaba mi lóbrego camino y que tranquilos goces en la niñez me dió, dejándome entre sombras, cual raudo torbellino, ante mi vista atónita por el espacio huyó.
Tan triste es lo que siento, tan negro lo que veo, que sólo me consuelan mi llanto y mi gemir; ya no en la dulce dicha, ni en la ventura creo, ya sólo me presenta la muerte el porvenir.
La duda con sus garras destroza mi creencia, marchita con su aliento las flores de mi amor; hay sombras en mi alma, hay luto en mi conciencia, mi vida es una estrofa del himno del dolor!
III
Tu vida ángel hermoso, cual cándido arroyuelo, deslizase entre flores con suave murmurar, tu corazón es puro como el azul del cielo, jamás tu frente empañan las nubes del pesar.
Tú ignoras, niña bella, del mundo los engaños, no sabes cómo muere del alma la ilusión ; no sabes cómo agotan terribles desengaños los sueños más hermosos del triste corazón.
No sabes cual se llora al contemplar perdida aquella fe sublime que guió nuestra niñez; no sabes cómo amarga las horas de la vida la duda que nos cerca de eterna lobreguez.
Es blanca tu conciencia y azul tu pensamiento, rosados horizontes te ofrece el porvenir, ninguna nube empaña de tu alma el firmamento, ninguna pena enluta tu plácido existir.
Cuando del sacro templo en las soberbias naves, murmuras una tierna, purísima oración, suspenden al oírla, sus cánticos las aves, y un ángel la conduce al trono del Señor.
Los cielos te sonríen, la tierra te da flores, las fuentes su murmullo, las aves su cantar; tu corazón es nido de cándidos amores, con tu mirada ahuyentas las nubes del pesar.
IV
Mi vida es un suspiro, tu vida una sonrisa; mi alma negra sombra, la tuya blanca luz; eres arroyo y ave, eres perfume y brisa; yo lágrimas y duelo, tristísimo sauz.
Convierte los abrojos de mi cruel destino con las hermosas flores de tu bendito amor; y entonces, vida mía, al fin de este camino, irán nuestras dos almas al trono del Señor.
Tal vez en mi alma existen en sombra aletargados, los gérmenes sublimes de gloria y majestad: sin ámbito ni norte dormitan cobijados en el sudario lúgubre de horrible obscuridad.
Alumbra con tus ojos mi obscura inteligencia, sé tú, mi vida, el norte que mire mi ambición, y me alzaré gigante y arrancaré á la ciencia el más hermoso lauro que anhela el corazón.
Si de tu amor el hálito mi espíritu alentara, si de tu amor sintiera la llama celestial, yo el vuelo poderoso con majestad alzara, y un rayo alcanzaría del sol de lo inmortal.
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Poeta
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Sueño electrizante
Era elemental elevación electrizante, bajo el lago, el mar alto.
Un sueño, un sílice, un soportal, por donde resbalaba, una luz, un sol.
Dentro de mi sonochar. De nieblas brillantes. De luz profunda dentro.
¡Sueño!...Traum, sogno, ¡Sueño!...Dream, sonho, ¡Subir!...Einsteigen, get on ¡Montando!...Monter, salire.
Y sobre una gota de cielo, las olas como luna. Tanto en la nieve, como en el olvido, y en la noche en una gota.
Del invierno aquél.
Rodando los tiempos están contentos los árboles pequeños por los otoños deshojados, como en los libros hay siglos de la flor helada... Sin aurora fugitiva los tiempos rodando.
Y con todo el ayer, el ahora y el mañana, sin el azul del cielo, sin el rojo, negro, gris, anaranjado informe, una sola transparencia. ¡Desindividualizado!. Con la sola nada Soledad sola Y con el poder. ¡Qué nadie tendrá nunca!. Cuando haya retornado al pasado, arrastrando todo. El peso del futuro, como soñaría del fuelle del sompopo sonámbulo del día previo.
Bajo el lago el mar saboreaba breve la cintura de otras flores llenas de perlas de rocío de otros siglos Y... Sonríe y sonríe, cantando.
Por la inquietud de la brisa. Por las antiguas batallas. Por los primeros instantes. Tan poco de prisa. Tan poco de marcha. Luz y sombra.
¡Cada vez más puras!. Por las playas, por las playas De Elec Tri Cidad...¡Elektrizität, elettricitá!. ¡Sí, sí, te digo que sí!. De Electricidad...Eletricidade, no más.
Arenas entre manos y pies.
La luz del cielo se refleja. Desde el principal final. En el mínimo comienzo. En el color de desnudez. Azul de los egoísmos. azules padres máculas. fortuitos ornitólogos.
Por el hondo múltiple frontispicio fraudulento eléctrica menudencia hay un mar, donde el sol se baña rojo, y se esconde.
Con el Cartapacio Efervescente En el resquicio. ¡Repugnante!.
Un...¡Caos ordenado!. ¡Donde todo cabe y nada sobra!.
Un...¡Rayo divino!. De Tonatiuh. De Temoctzin al espíritu. De Tonámetl.
Y En éste sueño electrizante. ¡Un porqué!. Electrizante. Sueño.
¡Porqué siempre debe haber un porqué!. incomprensible!. ¡Un porqué absoluto!. ¡Un porqué radical!. Con todo de lo poco. Un poco. Del. ¡Orden caótico de oscilación permanente!.
En el corazón de Tloque Nahuaque. El señor...Del cerca y del junto. El señor...Dios de los nombres infinitos. El señor...Como el mismo siempre. ¡Que lo da todo y nada pide!. Ni aún qué se le adore o se le crea. ¡Con la mínima omnipotencia ó la máxima insignificancia!. Uno, todos, cualquiera, el único ó el ninguno.
¡Más allá de todas las verdades!. ¡Más allá de todas las creencias!. En Sueño electrizante...¡Es el señor del cerca y junto!. Sueño. Electrizante, y al despertarse. Se sabe. ¡Que hay algo más allá de todo!. Se sabe. ¡Que hay algo menos que nada!. En ¡La punta más profunda del sueño electrizante que puedes soñar!. Antes o después. ¡De que otro lo sueñe por ti!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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