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Lo que escribo esta noche, se los dedico a las nobles mujeres, inocentes y puras, ninfas encatadoras.
Musas de mi corazón, amantes de la belleza misma, mis mas fieles musas, mis queridas niñas.
Noche tras noche, sigo inspirándome en ellas, en las sirenas que me atraen, que me tienen hechizado.
A las ninfas, fieles doncellas, pureza elemental, mis queridas princesas.
Son mi vida, mi inspiración, son lo que valoro en mi vida, las venus de mis versos, profundos y románticos.
Erick R. R. Torres (Angel Negro)
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Poeta
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(Leida en la sesión que el Liceo Hidalgo celebró en honor de Doña Gertrudis Gómez de Avellaneda.)
De los tres cielos que recorre el hombre de la existencia en la medida impía, cuando la gloria me enseñó tu nombre yo estaba en el primero todavía. La pena que del pecho hasta el abismo lóbrego desciende, y del cadáver de un amor deshecho finge flotando en derredor del lecho la aparición bellísima de un duende; la sombra a cuyo peso aborrecido muere el placer y el alma se acobarda, tratando de evocar en el olvido el recuerdo dulcísimo y querido de los besos del ángel de la guarda; todo eso que en la frente deja un sello de luto y desconsuelo, cuando en el alma pálida y doliente no queda ni la fe que es del creyente la última golondrina que alza el vuelo todo eso que de noche baja hasta el corazón como una sombra, y que terrible y sin piedad ninguna sus ilusiones todas despedaza, aún no era sobre el cielo de mi cuna. Ni la pálida nube que importuna se levanta enseñando la amenaza. Dichoso con la dulce indiferencia del que al amor de su callado asilo ha vivido a la luz de la inocencia, acostumbrado a ver en la existencia la imagen de un azul siempre tranquilo, yo entonces ignoraba que, más alla de aquel humilde techo que sus caricias y su amor me daba, clamando al cielo y suspirando en vano desde el rincón sin luz de la vigilia, hubiera en otro hogar una familia de la que yo también era un hermano... Mi amor no sospechaba que existiera más ilusion ni cariñoso exceso que la mirada dulce y hechicera de la santa mujer que la primera nos anuncia a la vida con un beso... Y hasta que al ducle y mágico sonido del arpa que temblaba entre tus manos, dejé mi rama, abandoné mi nido y te segué hasta ese árbol bendecido donde todos los nidos son hermanos, fue cuando despertando de la calma en que flotaba la existencia mía, sentí asomar en lo íntimo de mi alma algo como la luz de un nuevo día.
Tu voz fue la primera que me habló en la dulzura de ese idioma que canta como canta la paloma y gime como gime la palmera... las cuerdas de tu lira, como la voz de la primera alondra que llama a las demás y las despierta, fueron las que al arrullo de tu acento sonaron sobre mi alma estremecida, como si siendo un pájaro la vida quisieran despertarlo al sentimiento...
Tu nombre va ligado en mi cariño con los recuerdos santos y amorosos de mis tiempos de niño, con los placeres dulces y sabrosos de esa época sonriente en la que es cada instante una promesa y en la que el ángel de la fe aún no besa las primeras arrugas de la frente; tu nombre es la memoria del pueblo y del hogar adonde un día fue a estremecerse el eco de tu gloria y el trino arrullador de tu poesía; la evocación de todo lo más santo en medio de mis noches desmayadas, que aún tiemblan a las dulces campanadas, de aquellas horas en que amaba tanto...
Y así, cuando yo supe que abandonada a tu dolor morías, y que en tu muda y lánguida tristeza renunciabas a ver junto a tu lecho, quien, al rodar sin vida tu cabeza, recogiera el laurel de tu grandeza y el último sollozo de tu pecho; cuando yo supe que en la huesa insana te inclinabas por fin pálida y sola, sin que el adiós de tu alma soberana se enlutara la cítara cubana ni gimiera la cítara española; al darte mis adioses, los adioses de la eterna y postrera despedida, sentí que algo de triste sollozaba de mi dolor en el oscuro abismo, y que tu sombra que flotaba arriba, al extinguirse y al borrarse iba llevándose un pedazo de sí mismo, y entonces al poder de los recuerdos borrando la distancia tendí mis alas hacia el nido blando de los primeros sueños de la infancia; llegué al rincón modesto donde tus dulces páginas leía a la fe y al amor siempre dispuesto y allí de pie frente a la blanca cuna donde en sus flores me envolvió el destino, busqué en su fondo alguna que aún no cerrara su oloroso broche, y en él hallé dormida, ésta con la que el alma agradecida viene a aromar las sombras de la noche.
Deuda en mi cariño contraje desde niño con tu nombre, esa flor es el cántico del niño mezclada con las lágrimas del hombre; esta flor es el fruto de aquel germen que derramaste en mi niñez dichosa, y que al rodar sobre la humilde fosa donde tus restos duermen entre sus piedras ásperas se arraiga recogiendo su jugo en tus cenizas, y esperando en su cáliz a que caiga la gota de los cielos que le traiga la esencia y el amor de tus sonrisas.
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Poeta
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En una noche oscura, con ansias en amores inflamada, (¡oh dichosa ventura!) salí sin ser notada, estando ya mi casa sosegada. 5
A oscuras y segura, por la secreta escala disfrazada, (¡oh dichosa ventura!) a oscuras y en celada, estando ya mi casa sosegada.
En la noche dichosa, en secreto, que nadie me veía, ni yo miraba cosa, sin otra luz ni guía sino la que en el corazón ardía.
Aquesta me guiava más cierta que la luz del mediodía, adonde me esperaba quien yo bien me sabía, en parte donde nadie parecía.
¡Oh noche que me guiaste!, ¡oh noche amable más que el alborada!, ¡oh noche que juntaste amado con amada, amada en el amado transformada!
En mi pecho florido, que entero para él solo se guardaba, allí quedó dormido, y yo le regalaba, y el ventalle de cedros aire daba.
El aire de la almena, cuando yo sus cabellos esparcía, con su mano serena en mi cuello hería, y todos mis sentidos suspendía.
Quedéme y olvidéme, el rostro recliné sobre el amado, cesó todo, y dejéme, dejando mi cuidado entre las azucenas olvidado.
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Poeta
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Anoche, mientras fijos tus ojos me miraban y tus convulsas manos mis manos estrechaban, tu tez palideció. ¿Qué hicieras -me dijiste- si en esta noche misma tu luz se disipara, si se rompiera el prisma, si me muriera yo?
¡Ah! deja las tristezas al nido abandonado, las sombras a la noche, los dardos al soldado, los cuervos al ciprés. No pienses en lo triste que sigiloso llega; los mirtos te coronan, y el arroyuelo juega con tus desnudos pies.
La juventud nos canta, nos ciñe, nos rodea; es grana en tus mejillas; en tu cerebro, idea, y entre tus rizos, flor; tenemos en nosotros dos fuerzas poderosas, que triunfan de los hombres y triunfan de las cosas: ¡la vida y el amor!
Comparte con mi alma tus penas y dolores, te doy mis sueños de oro, mis versos y mis flores a cambio de tu cruz. ¿Por qué temer los años, si tienes la hermosura; la noche, si eres blanca; la muerte, si eres pura; la sombra, si eres luz?
Seré, si tú lo quieres, el resistente escudo que del dolor defienda tu corazón desnudo; y si eres girasol, seré la pare oscura que en hondo desconsuelo sin ver jamás los astros se inclina siempre al suelo; ¡Tú, la que mira al sol!
La muerte está muy lejos; anciana y errabunda, evita los senderos que el rubio sol fecunda, y por la sombra va; camina sobre nieve, por rutas silenciosas, huyendo de los astros y huyendo de las rosas; ¡la muerte no vendrá!
La vida, sonriendo nos deja sus tesoros: ¡abre tus negros ojos, tus labios y tus poros al aire del amor! Como la madre monda las frutas para el niño, ¡Dios quita de tu vida, cercada de cariño, las penas y el dolor!
Ahora todo canta, perfuma o ilumina; ahora todo copia tu faz alabastrina, y se parece a ti; aspiro los perfumes que brotan de tu trenza, y lo que en tu alma apenas como ilusión comienza, es voluntad en mí.
¡Ah! deja las tristezas al nido abandonado, las sombras a la noche, los dardos al soldado; los cuervos al ciprés. No pienses en los triste que sigilos llega; los mirtos te coronan, y el arroyuelo juega con tus desnudos pies.
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Poeta
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I.
Yo soy el ave errante que solitaria llora, y en áridos desiertos -cruzando siempre va; sé tú la verde rama que brinde bienhechora al ave que ya muere dulcísimo solaz.
Yo soy brisa que pasa, yo soy hoja que rueda, arista que arrebata furioso el huracán; no sé por do camino, no sé ni en donde pueda de mi incesante lucha el término encontrar.
Yo soy el sol que se hunde, allá tras la montaña, envuelto en el sudario rojizo de su luz; sé tú la blanca aurora que el horizonte baña y rasga de las sombras el lóbrego capuz.
Yo soy la negra noche, sin luces, sin estrellas: yo soy cielo de sombras, rugiente tempestad; sé tú la casta luna que con su luces bellas disipe de esa noche la horrible obscuridad.
Yo soy la navecilla que el aquilón azota, y que, sin rumbo, en medio del anchuroso mar; juguete de los vientos entre arrecifes flota y sin timón ni brújula se mira zozobrar.
Sé tú la blanca estrella que alumbre mi camino, el faro que me guíe al puerto de salud; no dejes que en los brazos de mi cruel destino me arroje en el abismo y olvide la virtud.
Yo soy la flor humilde sin galas ni belleza, sin plácidos colores ni aroma embriagador; tú, pálida azucena de eólica pureza cuyo perfume casto es hálito de amor.
Mas si la flor humilde amara la azucena, si venturosa viere premiada su pasión, alzara, su corola, tal vez de aroma llena, irguiérase en su tallo al soplo del amor.
II.
Yo vivo entre sollozos, mi canto es el gemido, jamás mi labio entona la estrofa del placer; mi pecho siempre exhala tristísimo alarido, mi rostro siempre abate terrible padecer.
Muy lentas son mis horas; muy tristes son mis días; horribles horizontes limitan mi existir, caverna pavorosa de obscuras lejanías, preséntase á mis ojos el negro porvenir.
La luz que iluminaba mi lóbrego camino y que tranquilos goces en la niñez me dió, dejándome entre sombras, cual raudo torbellino, ante mi vista atónita por el espacio huyó.
Tan triste es lo que siento, tan negro lo que veo, que sólo me consuelan mi llanto y mi gemir; ya no en la dulce dicha, ni en la ventura creo, ya sólo me presenta la muerte el porvenir.
La duda con sus garras destroza mi creencia, marchita con su aliento las flores de mi amor; hay sombras en mi alma, hay luto en mi conciencia, mi vida es una estrofa del himno del dolor!
III
Tu vida ángel hermoso, cual cándido arroyuelo, deslizase entre flores con suave murmurar, tu corazón es puro como el azul del cielo, jamás tu frente empañan las nubes del pesar.
Tú ignoras, niña bella, del mundo los engaños, no sabes cómo muere del alma la ilusión ; no sabes cómo agotan terribles desengaños los sueños más hermosos del triste corazón.
No sabes cual se llora al contemplar perdida aquella fe sublime que guió nuestra niñez; no sabes cómo amarga las horas de la vida la duda que nos cerca de eterna lobreguez.
Es blanca tu conciencia y azul tu pensamiento, rosados horizontes te ofrece el porvenir, ninguna nube empaña de tu alma el firmamento, ninguna pena enluta tu plácido existir.
Cuando del sacro templo en las soberbias naves, murmuras una tierna, purísima oración, suspenden al oírla, sus cánticos las aves, y un ángel la conduce al trono del Señor.
Los cielos te sonríen, la tierra te da flores, las fuentes su murmullo, las aves su cantar; tu corazón es nido de cándidos amores, con tu mirada ahuyentas las nubes del pesar.
IV
Mi vida es un suspiro, tu vida una sonrisa; mi alma negra sombra, la tuya blanca luz; eres arroyo y ave, eres perfume y brisa; yo lágrimas y duelo, tristísimo sauz.
Convierte los abrojos de mi cruel destino con las hermosas flores de tu bendito amor; y entonces, vida mía, al fin de este camino, irán nuestras dos almas al trono del Señor.
Tal vez en mi alma existen en sombra aletargados, los gérmenes sublimes de gloria y majestad: sin ámbito ni norte dormitan cobijados en el sudario lúgubre de horrible obscuridad.
Alumbra con tus ojos mi obscura inteligencia, sé tú, mi vida, el norte que mire mi ambición, y me alzaré gigante y arrancaré á la ciencia el más hermoso lauro que anhela el corazón.
Si de tu amor el hálito mi espíritu alentara, si de tu amor sintiera la llama celestial, yo el vuelo poderoso con majestad alzara, y un rayo alcanzaría del sol de lo inmortal.
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Poeta
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A Nakawé...
La divina gran abuela Hichol. Hoy recuerdo. ¡Gran abuela crecimiento!. Nakawé...Nakawé. Hoy recuerdo.
Con el escribir del ojo. Hilos de plata____Caminos del oído. En el día qué decrece. Hilo qué se rompe. Y Es lo demasiado interiormente. lo qué se transforma interiormente.
A Nakawé...A Nakawé.
En ese día críptico, de la más remota noche, de la visión en ruinas, del rasgo absorto. Abuela crecimiento. Divina grandiosa. En la naturaleza. Con la semilla madre, de la mano, de la cosecha, parpadeando el agua, sobre fuegos de nubes. Y Por el interior abierto del umbral.
De pronto el alma descubre. Al volátil plomo desnuda. ¡Jungla de collares viajeros!. Por aquél día. ¡Qué empieza el final haciendo!. Por aquél día. ¡Inmensa gota con mil océanos dentro!. De la sangre inocente. ¡De lo intangible y de lo invisible!. Sepultado___Con___El___Plomo.
Nakawé. De forma primitiva y pura. Abuela crecimiento. Del interior solemne___Recinto solitario. ¡En el mundo____El mal se extiende!.
Mira. Escucha. Abuela crecimiento.
Mira, escucha, y como hoy, te recuerdo. Al entrar en la leyenda. Y ver. Bajo la sombra dorada, al sol arrodillado. En el techo interior al salir del campo. En el pico de la cólera al galopar del mango. Y ver. Sin poder. (Los soles de las noches solitarios). Luz de obscuridad. Relámpagos grises. Sin poder. ¡Ni salvar los amaneceres del eco!. ¡Ni de los poblados el sufrir!. Sin poder. ¡Ni cambiar todo el dolor fabricado!. ¡Ni el oculto exterminio!.
Nakawé--Nakawé. Hoy te recuerdo. Cómo... (Abuela crecimiento grandiosa Huichol). Cuando el tiempo se perdió entre las noches. Cómo... Cuando quitaron garras y colmillos a los guerreros. Cómo... Cuando los recuerdos solo duelen. En Los hogares desolados. Indefensos ya mueren, lentamente.
Nakawé Muchos hay muertos en vida. Nakawé Mira, escucha. Está Enferma el alma. Y_La consciencia extinta. Solo. Mira, escucha. Ya sólo se ve lo importante. ¡Más allá del cielo!. En otro sitio. ¡Más allá de las plegarias!.
Estamos. En el ahuecado vaho. Estamos. En la plenitud del tiempo, infame, suspendido.
Nakawé___Nakawé.
Abuela___Crecimiento___Nakawé___¡Espéranos!. Con la muerte y el renacimiento_ Simultáneos.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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N.O.C.T.I.L.A.L.I.A.
Estaba en la cama dormida. La noche. En su almohada. Creadora de mundos. En el interior...Más grande. ¡Jamás construido!. Hablando____Duramente. Balando____Algodonoso. Entre Semillas de soles violetas y orugas. Entre Semillas que llaman comienzos apagados. De noche. Cómo hoy puede ser un ayer de mañana, de noche. Como hoy puede ser un acústico gozo.
*De noche, hablar, de noche*
Dor Mi Do...Con la palabra en la boca.
Hablar. En el fondo deseado sumergido. Siendo. Escultor de contrastes. Siendo. Detector de sonrisas.
Hablar Una Y Otra Vez Es-Tan-Do-Rmido.
Una y otra vez voz del silencio. Una y otra vez___ Atrapado. Por la luz extinta. Del paraje rocoso. Del muerto viviente. Por la vida del sueño. Una y otra vez voz del silencio. Atrapado___Una y otra vez.
Una Y Otra Vez... Voz del silencio parlante. Dor-mi-do... ¡Hablar!. Soñando... Tal vez. ¡Cómo se fusionan las puertas de túneles!. Tal vez. ¡Cuándo un cuento esperaba en la noche!. De Tesoros hundidos en los humanos vestigios Entre Realidades fantásticas y otros mundos.
Hablar con los sueños de las noches. ¡Qué duermen hablando de lunas!. Cometas, meteoros, planetas. Galaxias vivas. Estrellas. ¡Colisión y creación!.
Y en la tierra Entre La realidad hambrienta De imposibles_____Encanto y gracia Con la esperanza donde, se oculta la espera de algún día. ¡Despertar mejor!. Al regresar del final, tormentoso. No obstante, la forja, de lluvia, fructífera, en ese lugar, bajo las ruinas del tiempo. En ese lugar. ¡Qué alguna vez existió! Y el corazón nutre____¡Soñando!. De la ficción reconstruir, realidades, en el extraño relieve de sombras.
*¡Palabras de oníricos vuelos!*
Hablando duerme la noche con la luna. Soñando tal vez. Sea Eco que aletea de pronto. Sea Eco que agoniza absorto. Soñando tal vez. Y... ¡Hablando en la noche dura!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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A SIRA-TATÁPERI
Con La Esperanza Del sol nuevo. ¡Oh!. Deidad Tarasca Raíz Principal. Padre de la humanidad. (Deidad Tarasca). ¡Qué del tronco suyo hace brotar los hombres!. Los Hombres ¡Cómo ramas laterales!.
Hojas del tiempo ramas. Donde. Álamos sueños. Entre alamedas dormidos plumajes.
Álamos como las hojas los vientos. Los amarillos otoños. Álamos con plumas las noches. ¡Qué duermen entre alamedas!.
En el sol viejo, tú, padre. ¡Cupantzieeri!. Sol despojado de los cabellos. Hoy en el corazón de ahora. ¡En el corazón de las tinieblas!. En la obscuridad. Mi cabeza se reclina. Por el día. Tejido de infinitos desconocidos. Por la noche. Destejida de instantes desventurados.
A Sira-Tatáperi. Recuerdo. ¡Cuándo fué, a la casa de la noche!. Y resucitó al abuelo. Jugador de pelota, sol viejo. ¡Al amo sol sin sombra!. Al amo sol nuevo con la esperanza. ¡Dónde la luz se hunde!. Y sale. De los días tristes que vienen de la altura. En los sueños. Álamos desnudos. Vestidos De Tiempo Solo. Vestidos de tiempo, solo.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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Noche
¡Amo la noche! la amo por su silencio, la amo como se ama al cielo.
¡Amo la noche! la amo por sus sueños, Por sus misterios por su realidad oculta
¡Amo la noche! amo la noche por su plasticidad por sus penumbras. por sus recuerdos.
¡Amo la noche! porque me permite crear lo que pudo ser me permite transformar sus sombras.
¡Amo la noche! Para soñar
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Poeta
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Noche
Por la noche vivo. por el día muero. Vivo, cuando tu pelo acaricia mi mano.
Por la noche vivo. Por el día muero. Muero, en la soledad de tu silencio.
Por la noche vivo. Por el día muero. Vivo, en el brillo de tus ojos en el suave clamor de tu boca.
Por la noche vivo. Por el día muero. Muero, entre los cadáveres diurnos y deambulo con ellos.
Nilo
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Poeta
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