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Los pájaros que en sus nidos mueren, ¿a dónde van? ¿Y en que lugar escondidos están, muertos o dormidos, los besos que no se dan?
Nacen, y al punto traviesos hallar la salida quieren; ¡pero como nacen presos, se enferman pronto mis besos y, apenas naces, se mueren!
En vano con raudo giro éste a mis labios llegó. Si lejos los tuyos miro . . . ¿sabes lo que es un suspiro? ¡Un beso que no se dio!
¡Que labios tan carceleros! ¡Con cadenas y cerrojos los aprisionan severos, y apenas los prisioneros se me asoman a los ojos!
¡Pronto rompe la cadena de tan injusta prisión, y no mueran más de pena, que ya está de besos llena la tumba de mi corazón!
¿Qué son las bocas? Son nidos. ¿Y los besos? ¡Aves locas! Por eso, apenas nacidos, de sus nidos aburridos salen buscando otras bocas.
¿Por qué en cárcel sepulcral se trueca el nido del ave? ¿Por qué los tratas tan mal, si tus labios de coral son los que tienen la llave?
-Besos que apenas despiertos, volar del nido queréis a sus labios entreabiertos, en vuestra tumba, mis muertos, dice: ¡Resucitaréis!
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Poeta
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Anoche, mientras fijos tus ojos me miraban y tus convulsas manos mis manos estrechaban, tu tez palideció. ¿Qué hicieras -me dijiste- si en esta noche misma tu luz se disipara, si se rompiera el prisma, si me muriera yo?
¡Ah! deja las tristezas al nido abandonado, las sombras a la noche, los dardos al soldado, los cuervos al ciprés. No pienses en lo triste que sigiloso llega; los mirtos te coronan, y el arroyuelo juega con tus desnudos pies.
La juventud nos canta, nos ciñe, nos rodea; es grana en tus mejillas; en tu cerebro, idea, y entre tus rizos, flor; tenemos en nosotros dos fuerzas poderosas, que triunfan de los hombres y triunfan de las cosas: ¡la vida y el amor!
Comparte con mi alma tus penas y dolores, te doy mis sueños de oro, mis versos y mis flores a cambio de tu cruz. ¿Por qué temer los años, si tienes la hermosura; la noche, si eres blanca; la muerte, si eres pura; la sombra, si eres luz?
Seré, si tú lo quieres, el resistente escudo que del dolor defienda tu corazón desnudo; y si eres girasol, seré la pare oscura que en hondo desconsuelo sin ver jamás los astros se inclina siempre al suelo; ¡Tú, la que mira al sol!
La muerte está muy lejos; anciana y errabunda, evita los senderos que el rubio sol fecunda, y por la sombra va; camina sobre nieve, por rutas silenciosas, huyendo de los astros y huyendo de las rosas; ¡la muerte no vendrá!
La vida, sonriendo nos deja sus tesoros: ¡abre tus negros ojos, tus labios y tus poros al aire del amor! Como la madre monda las frutas para el niño, ¡Dios quita de tu vida, cercada de cariño, las penas y el dolor!
Ahora todo canta, perfuma o ilumina; ahora todo copia tu faz alabastrina, y se parece a ti; aspiro los perfumes que brotan de tu trenza, y lo que en tu alma apenas como ilusión comienza, es voluntad en mí.
¡Ah! deja las tristezas al nido abandonado, las sombras a la noche, los dardos al soldado; los cuervos al ciprés. No pienses en los triste que sigilos llega; los mirtos te coronan, y el arroyuelo juega con tus desnudos pies.
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Poeta
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¡Oh, qué dulce canción! Límpida brota Esparciendo sus blandas armonías, Y parece que lleva en cada nota ¡Muchas tristezas y ternuras mías!
¡Así hablara mi alma... si pudiera! Así dentro del seno, Se quejan, nunca oídos, mis dolores! Así, en mis luchas, de congoja lleno, Digo a la vida: -¡Déjame ser bueno! -Así solllozan todos mis amores!
¿De quién es esa voz? Parece alzarse Junto del lago azul, noche quieta, Subir por el espacio, y desgranarse Al tocar el cristal de la ventana Que entreabre la novia del poeta... ¿No la oís como dice: "hasta mañana"?
¡Hasta mañana, amor! El bosque espeso Cruza, cantando, el venturoso amante, Y el eco vago de su voz distante Decir parece: "hasta mañana, beso!"
¿Por qué es preciso que la dicha acabe? ¿Por qué la novia queda en la ventana. Y a la nota que dice: "¡Hasta mañana!" El corazón responde: "¿quién lo sabe?"
¡Cuántos cisnes jugando en la laguna! ¡Qué azules brincan las traviesas olas! En el sereno ambiente ¡cuánta luna! Mas las almas ¡qué tristes y qué solas!
En las ondas de plata De la atmósfera tibia y transparente, Como una Ofelia náufraga y doliente, ¡Va flotando la tierna serenata...!
Hay ternura y dolor en ese canto, Y tiene esa amorosa despedida La transparencia nítida del llanto, ¡Y la inmensa tristeza de la vida!
¿Qué tienen esas notas? ¿Por qué lloran? Parecen ilusiones que se alejan... Sueños amantes que piedad imploran, Y como niños huerfanos, ¡se quejan!
Bien sabe el trovador cuán inhumana Ara todos los buenos es la suerte... Que la dicha es de ayer... y que "mañana" Es el dolor, la obscuridad, !la muerte!
El alma se compunge y estremece Al oír esas notas sollozadas... ¡Sentimos, recordamos, y parece Que surgen muchas cosas olvidadas!
¡Un peinador muy blanco y un piano! Noche de luna y de silencio agfuera... Un volumen de versos en mi mano, Y en el aire ¡y en todo! ¡primavera!
¡Qué olor de rosas grescas! en la alfombra ¡Qué claridad de luna! ¡qué reflejos! ...¡Cuántos besos dormidos en la sombra, Y la muerte, la pálida, qué lejos!
En torno al velador, niños jugando... La anciana, que en silencio nos veía... Schubert en su piano sollozando, Y en mi libro, Musset con su "Lucía".
¡Cuántos sueños en mi alma y en tu alma! ¡Cuántos hermosos versos! ¡cuántas flores! En tu hogar apacible ¡cuánta calma! Y en mi pecho ¡qué inmensa sed de amores!
¡Y todo ya muy lejos! ¡todo ido! ¿En dónde está la rubia soñadora? ...¡Hay muchas aves muertas en el nido, Y vierte muchas lágrimas la aurora!
...Todo lo vuelvo a ver... ¡pero no existe! Todo ha pasado ahora... !y no lo creo! Todo está silencioso, todo triste... ¡Y todo alegre, como entonces, veo!
...Esta es la casa... ¡su ventana aquélla! Ese, el sillón en que bordar solía... La reja verde... y la apacible estrella Que mis nocturnas pláticas oía!
Bajo el cedro robusto y arrogante, Que allí domina la calleja obscura, Por la primera vez y palpitante Estreché con mis brazos, su cintura!
¡Todo presente en mi memoria queda! La casa blanca, y el follaje espeso... El lago azul... el huerto... la arboleda, Donde nos dimos, sin pensarlo, un beso!
Y te busco, cual antes te buscaba, Y me parece oírte entre las flores, Cuando la arena del jardín rozaba El percal de tus blancos peinadores!
¡Y nada existe ya! Calló el piano... Cerraste, virgencita, la ventana... Y oprimiendo mi mano con tu mano, Me dijiste también: "¡hasta mañana!"
¡Hasta mañana!... Y el amor risueño No pudo en tu camino detenerte!... Y lo que tú pensaste que era el sueño, Fue sueño, ¡pero inmenso! ¡el de la muerte!
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¡Ya nunca volveréis, noches de plata! Ni unirán en mi alma su armonía, Schubert, con su doliente serenata Y el pálido Musset con su "Lucía".
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Poeta
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En la sombra debajo de tierra, donde nunca llegó la mirada, se deslizan en curso infinito silenciosas corrientes de agua. Las primeras, al fin, sorprendidas, por el hierro que rocas taladra, en inmenso penacho de espumas hervorosas y límpidas saltan. Mas las otras, en densa tiniebla, retorciéndose siempre resbalan, sin hallar la salida que buscan, a perpetuo correr condenadas.
A la mar se encaminan los ríos, y en su espejo movible de plata, van copiando los astros del cielo o los pálidos tintes del alba: ellos tienen cendales de flores, en su seno las ninfas se bañan, fecundizan los fértiles valles, y sus ondas son de agua que canta.
En la fuente de mármoles níveos, juguetona y traviesa es el agua, como niña que en regio palacio sus collares de perlas desgrana; ya cual flecha bruñida se eleva, ya en abierto abanico se alza, de diamantes salpica las hojas o se duerme cantando en voz baja.
En el mar soberano las olas los peñascos abruptos asaltan; al moverse, la tierra conmueven y en tumulto los cielos escalan. Allí es vida y es fuerza invencible, allí es reina colérica el agua, como igual con los cielos combate y con dioses y monstruos batalla.
¡Cuán distinta la negra corriente a perpetua prisión condenada, la que vive debajo de tierra do ni yertos cadáveres bajan! ¡La que nunca la luz ha sentido, la que nunca solloza ni canta, esa muda que nadie conoce, esa ciega que tienen esclava!
Como ella, de nadie sabidas, como ella, de sombras cercadas, sois vosotras también, las oscuras silenciosas corrientes de mi alma. ¿Quién jamás conoció vuestro curso? ¡Nadie a veros benévolo baja! ¡Y muy hondo, muy hondo se extienden vuestras olas cautivas que callan!
!Y si paso os abrieran, saldríais, como chorro bullente de agua, que en columna rabiosa de espuma sobre pinos y cedros se alza! Pero nunca jamás, prisioneras, sentiréis de la luz la mirada: ¡seguid siempre rodando en la sombra, silenciosas corrientes del alma!
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Poeta
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¡No moriré del todo, amiga mía! De mi ondulante espíritu disperso, algo en la urna diáfana del verso, piadosa guardará la poesía.
¡No moriré del todo! Cuando herido caiga a los golpes del dolor humano, ligera tú, del campo entenebrido levantarás al moribundo hermano.
Tal vez entonces por la boca inerme que muda aspira la infinita calma, oigas la voz de todo lo que duerme con los ojos abiertos de mi alma!
Hondos recuerdos de fugaces días, ternezas tristes que suspiran solas; pálidas, enfermizas alegrías sollozando al compás de las violas...
Todo lo que medroso oculta el hombre se escapará, vibrante, del poeta, en áureo ritmo de oración secreta que invoque en cada cláusula tu nombre.
Y acaso adviertas que de modo extraño suenan mis versos en tu oído atento, y en el cristal, que con mi soplo empaño, mires aparecer mi pensamiento.
Al ver entonces lo que yo soñaba, dirás de mi errabunda poesía: era triste, vulgar lo que cantaba... mas, ¡qué canción tan bella la que oía!
Y porque alzo en tu recuerdo notas del coro universal, vívido y almo; y porque brillan lágrimas ignotas en el amargo cáliz de mi salmo;
porque existe la Santa Poesía y en ella irradias tú, mientras disperso átomo de mi ser esconda el verso, ¡no moriré del todo, amada mía!
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Poeta
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Quiero morir cuando decline el día, en alta mar y con la cara al cielo, donde parezca sueño la agonía y el alma un ave que remonta el vuelo.
No escuchar en los últimos instantes, ya con el cielo y con el mar a solas, más voces ni plegarias sollozantes que el majestuoso tumbo de las olas.
Morir cuando la luz retira sus áureas redes de la onda verde, y ser como ese sol que lento expira; algo muy luminoso que se pierde.
Morir, y joven; antes que destruya el tiempo aleve la gentil corona, cuando la vida dice aún: “Soy tuya”, aunque sepamos bien que nos traiciona.
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Poeta
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SOMBRA FELIZ ¡Quedé cuando partí!. Partiendo el olvido. En la esquina de los fuegos.
Pasión, fe, vida, amor y muerte. En un acto, sin argumento.
Y en el jamás. Existí. Silencio amado. ¡Amado por la madre tierra!.
¡Qué engendró a mis padres!. Mis hijos, alegrías y dolor.
Feliz voló mi sombra libre, libre de la cadena que habité.
Y en el interior del fondo, la luz brotó en tu faz.
Paz y esencia, montaña y respuesta. La flor que por perfume hace mujeres.
Y la divina belleza engendra. Latido y laberinto. El hombre vive.
Vive, siente, y piensa su polvo. Su polvo mortal en el cielo.
El cielo que calla, y solo está. En el corazón. Asombrado. Asombrado.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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EN EL MAR TEMPORAL
Está la nave en la dorada cumbre. Despierta. La esquiva y exenta. Ventana. En cada ola entre las nubes. La nave de fresca brisa. Escalera entre los íntimos peldaños. Escuchando. Habitaciones, en el sagrado y oculto sarcófago.
Mientras. Mientras. Tanto... Tan.
A lo lejos. En la vela, en la flama. Como un ave. ¡Vuela, la esperanza!. ¡Qué supo retirarse a tiempo!. En el rostro presuroso. De la tarde. Cuando los vestidos calzan. Ya los hilos largos de la vida. Cuando canas nacen generosas. Las horas como las olas. En las espumosas arenas. Y el mal pide consuelo al techo. Por. La tiranía, la maldad, del oro. Y El cantar ardiente jinete. En lo que de admitido. Lleva de lastimoso.
Vivió en la nieve, coronados labios. Su tiempo solo. Verano, que no existe ya, como aquélla incomparable hermandad, un otoño, en los eclipses.
Invierno, infierno, inmerso. Viaje en la desventura fiera. ¡Sin algodonales en las agujas!. ¡Propósitos raquíticos!.
Muy En El Rojo Velo... ¡Qué al cielo afea!. ¡Pronto!. El afán del ocio como un sepulcro. ¡Viaje unánime de péndulo!. Terminó.
En el césped ajeno al amarillo. Y los collares perdidos en la selva. Con el sudor arrogante del desprecio. Donde ni enmielada es abeja, ni en sal es mar, puerto, o cualquier otra cosa. Porque... ¡Presto el vidrio alguna vez!. Ha de romperse. Y En las cobres platas ramas. Ha de nacer... Alguna vez. Tal vez. ¡Otra vez!.
Pensaba. Sintiendo. Su... Propia. Muerte. En el lecho. El tiempo rueda. ¡Almohada__Ladrona de los sueños!.
Y la muerte... ¡Soberana respondía!. ¿¿Qué le importa a un grano ...de arena cualquier playa ...y a ésta, los soles ...sin los océanos??.
¡Ah!____ Por tú saberlo, en ellos, ....otras, ....veces, hay mil sombras.
¡Oh!_____ Por muchos ignorarlo, casi, ......... todos, ......... más diminuta parece la luz.
Y en ésta. Nave despierta. La ventana en la escalera. Escuchando celestes habitaciones. De La Vida Vestidos Sueños. De la vida. ¡Vestidos!. Doradas Olas.
Doradas olas entre las nubes. Olas. Entre las nubes. ¡Cuando, el tiempo, ya, se haya acabado!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Përez
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Poeta
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¡Y bien! aqui estás ya... sobre la plancha donde el gran horizonte de la ciencia la extensión de sus límites ensancha.
Aqui donde la rígida experiencia viene a dictar las leyes superiores a que está sometida la existencia.
Aquí donde derrama sus fulgores ese astro a cuya luz desaparece la distinción de esclavos y señores.
Aquí donde la fábula enmudece y la voz de los hechos se levanta y la superstición se desvanece.
Aquí donde la ciencia se adelanta a leer la solución de ese problema cuyo sólo enunciado nos espanta.
Ella que tiene la razón por lema y que en tus labios escuchar ansía la augusta voz de la verdad suprema.
Aquí está ya... tras de la lucha impía en que romper al cabo conseguiste la cárcel que al dolor te retenía.
La luz de tus pupilas ya no existe, tu máquina vital descansa inerte y a cumplir con su objeto se resiste.
¡Miseria y nada mas! dirán al verte los que creen que el imperio de la vida acaba donde empieza el de la muerte.
Y suponiendo tu misión cumplida se acercarán a ti, y en su mirada te mandarán la eterna despedida.
Pero, ¡no!... tu misión no está acabada, que ni es la nada el punto en que nacemos ni el punto en que morimos es la nada.
Círculo es la existencia, y mal hacemos cuando al querer medirla le asignamos la cuna y el sepulcro por extremos.
La madre es sólo el molde en que tomamos nuestra forma, la forma pasajera con que la ingrata vida atravesamos.
Pero ni es esa forma la primera que nuestro ser reviste, ni tampoco será su última forma cuando muera.
Tú sin aliento ya, dentro de poco volverás a la tierra y a su seno que es de la vida universal el foco.
Y allí, a la vida en apariencia ajeno, el poder de la lluvia y del verano fecundará de gérmenes tu cieno.
Y al ascender de la raíz al grano, irás del vergel a ser testigo en el laboratorio soberano;
Tal vez, para volver cambiado en trigo al triste hogar donde la triste esposa sin encontrar un pan sueña contigo.
En tanto que las grietas de tu fosa verán alzarse de su fondo abierto la larva convertida en mariposa;
Que en los ensayos de su vuelo incierto irá al lecho infeliz de tus amores a llevarle tus ósculos de muerto.
Y en medio de esos cambios interiores tu cráneo lleno de una nueva vida, en vez de pensamientos dará flores,
en cuyo cáliz brillará escondida la lágrima tal vez con que tu amada acompañó el adiós de tu partida.
La tumba es el final de la jornada, porque en la tumba es donde queda muerta la llama en nuestro espíritu encerrada.
Pero en esa mansión a cuya puerta se extingue nuestro aliento, hay otro aliento que de nuevo a la vida nos despierta.
Allí acaban la fuerza y el talento, allí acaban los goces y los males allí acaban la fe y el sentimiento.
Allí acaban los lazos terrenales, y mezclados el sabio y el idiota se hunden en la región de los iguales.
Pero allí donde el ánimo se agota y perece la máquina, alli mismo el ser que muere es otro ser que brota.
El poderoso y fecundante abismo del antiguo organismo se apodera y forma y hace de él otro organismo.
Abandona a la historia justiciera un nombre sin cuidarse, indiferente, de que ese nombre se eternice o muera.
El recoge la masa únicamente, y cambiando las formas y el objeto se encarga de que viva eternamente;
La tumba sólo guarda un esqueleto mas la vida en su bóveda mortuoria prosigue alimentándose en secreto.
Que al fin de esta existencia transitoria a la que tanto nuestro afán se adhiere, la materia, inmortal como la gloria, cambia de formas; pero nunca muere.
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Poeta
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EN UN PEDAZO DE PAPEL
En un pedazo de papel se abarata la vida. Cerezo el pecho mil ventanas quiebra. Enterrando el hambre de otro consuelo. Miel inviernos terrazas e infiernos. Con cada noche que teme su carrera. Recién nacidos paisajes, alfileres vendiendo. Años de suelo, llorando vulgares ensueños. ¡Tarántulas jinetes de cobres cabras!. ¡Ocurra lo que ocurra!. ¡Ocurra lo que ocurra, en un pedazo de papel!.
Lugares vacíos, sin brillo la mirada. Tiemblan espejos a lo lejos, pardos. Odios hipnóticos, bestias sin mezcla. Tocando apagados faroles. ¡Comedidos!. Sorprendidos. Entre diestros. Siniestros. Entre cortinas. Sombras. Entre cristales.
Diques intactos del eco, queja sin ayuda. Blancas estremecidas, las faldas, volcánicas. Un regalo de frente arrugada. Entierran de plata cada polvo. En el gozo de lo terrible, quitando la vida. Verde campana, roja cien veces. En el altar quedaron los sueños enredados. Azul eco, de tonos erizados peces. ¡Mudos desvelos con ojos ansiosos!. ¡Donde relucientes muerden sus colas!.
En un pedazo de papel, en un pedazo de papel. ¡Donde panderos fruncen la gaita!. Negros destinos, canción del olvido. ¡Qué larga fatiga, susurran las paredes!. Nidos de breves instantes. Palabras de puerta en puerta. ¡Del uno tras otro, cara a cara!. Horizonte sin vida, rígida espera. ¡Donde pasan las horas punzantes!. Y los jardines doblan las sombras.
En un pedazo de papel se abarata la vida. En el nuevo mundo del miedo, de túnica blanca. Y ufano degüella palomas, claros lirios. ¡Sobre holocausto que se repite!. Pétalos de acacia. Un adiós para siempre.. ¡Ave del gran osario!. En un pedazo que al ser abrasa. En la madrugada de labios rojos. En el hambre, lacerada fértil. ¡Alimento de estúpidas cifras!. En un pedazo de papel se abarata la vida.
Óleos. Jardines encarnados. Terciopelos. ¡Deslumbran sin piedad!. Vespertinos. ¡Al inerme plasma!. Infames. Crepúsculos cactus. Virus. ¡Descarnadas agonías!.
Se abarata la vida. Se enriquece la muerte. En un pedazo de papel. Al arbusto labial, de todos los murmullos. ¡Más allá de monosílabos, brillan los insectos!. Amorosa conciliación de vegetales alambres. ¡Aglutinantes, erosiones, algebraicas!. ¡Perceptible conmoción apenas!. En un pedazo de papel. ¡Se abarata la vida, se enriquece la muerte!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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