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Verde embeleso de la vida humana, loca esperanza, frenesí dorado, sueño de los despiertos intrincado, como de sueños, de tesoros vana;
alma del mundo, senectud lozana, decrépito verdor imaginado; el hoy de los dichosos esperado, y de los desdichados el mañana:
sigan tu sombra en busca de tu día los que, con verdes vidrios por anteojos, todo lo ven pintado a su deseo;
que yo, más cuerda en la fortuna mía, tengo en entrambas manos ambos ojos y solamente lo que toco veo.
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Poeta
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Descienden taciturnas las tristezas al fondo de mi alma, y entumecidas, haraposas, brujas, con uñas negras mi vida escarban.
De sangre es el color de sus pupilas, de nieve son las lágrimas, hondo pavor me infunden..., yo las amo por ser las solas que me acompañan.
Aguárdolas ansioso, si el trabajo de ellas me separa, y búscolas en medio del bullicio, y son constantes y nunca tardan.
En las fiestas, a ratos se me pierden o se ponen la máscara, pero luego las hallo, y así dicen: -¡Ven con nosotras! Vamos a casa.
Suelen dejarme cuando, sonriendo, mis pobres esperanzas como enfermitas ya convalecientes salen alegres a la ventana.
Corridas huyen, pero vuelven luego y por la puerta falsa entran trayendo como nuevo huésped alguna triste, lívida hermana.
Abrese a recibirlas la infinita tiniebla de mi alma, y van prendiendo en ella mis recuerdos cual tristes cirios de cera pálida.
Entre esas luces, rígido tendido, mi espíritu descansa; y las tristezas, revolando en torno, lentas salmodian, rezan y cantan.
Escudriñando el húmedo aposento rincones y covachas, el escondrijo do guardé cuitado todas mis culpas, todas mis faltas, y hurgando mudas, como hambrientas lobas, las encuentran, las sacan, y volviendo a mi lecho mortuorio me las enseñan y dicen: Habla.
En lo profundo de mi ser bucean, pescadores de lágrimas, y vuelven mudas con las negras conchas en donde brillan gotas heladas.
A veces me revuelvo contro ellas y las muerdo con rabia, como la niña desvalida y mártir muerde a la arpía que la maltrata.
Pero en seguida, viéndose impotente, mi cólera se aplaca. ¿Qué culpa tienen, pobres hijas miías, si yo las hice con sangre y alma?
Venid, tristezas de pupila turbia, venid, mis enlutadas, las que viajáis por la infinita sombra donde está todo lo que se ama.
Vosotras no engañáis; venid, tristezas, oh, mis criaturas blancas abandonadas por la madre impía, tan embustera, por la esperanza!
¡Venid y habladme de las cosas idas, de las tumbas que callan, de muertos buenos y de ingratos vivos... Voy con vosotras, vamos a casa.
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Poeta
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¡Oh, qué dulce canción! Límpida brota Esparciendo sus blandas armonías, Y parece que lleva en cada nota ¡Muchas tristezas y ternuras mías!
¡Así hablara mi alma... si pudiera! Así dentro del seno, Se quejan, nunca oídos, mis dolores! Así, en mis luchas, de congoja lleno, Digo a la vida: -¡Déjame ser bueno! -Así solllozan todos mis amores!
¿De quién es esa voz? Parece alzarse Junto del lago azul, noche quieta, Subir por el espacio, y desgranarse Al tocar el cristal de la ventana Que entreabre la novia del poeta... ¿No la oís como dice: "hasta mañana"?
¡Hasta mañana, amor! El bosque espeso Cruza, cantando, el venturoso amante, Y el eco vago de su voz distante Decir parece: "hasta mañana, beso!"
¿Por qué es preciso que la dicha acabe? ¿Por qué la novia queda en la ventana. Y a la nota que dice: "¡Hasta mañana!" El corazón responde: "¿quién lo sabe?"
¡Cuántos cisnes jugando en la laguna! ¡Qué azules brincan las traviesas olas! En el sereno ambiente ¡cuánta luna! Mas las almas ¡qué tristes y qué solas!
En las ondas de plata De la atmósfera tibia y transparente, Como una Ofelia náufraga y doliente, ¡Va flotando la tierna serenata...!
Hay ternura y dolor en ese canto, Y tiene esa amorosa despedida La transparencia nítida del llanto, ¡Y la inmensa tristeza de la vida!
¿Qué tienen esas notas? ¿Por qué lloran? Parecen ilusiones que se alejan... Sueños amantes que piedad imploran, Y como niños huerfanos, ¡se quejan!
Bien sabe el trovador cuán inhumana Ara todos los buenos es la suerte... Que la dicha es de ayer... y que "mañana" Es el dolor, la obscuridad, !la muerte!
El alma se compunge y estremece Al oír esas notas sollozadas... ¡Sentimos, recordamos, y parece Que surgen muchas cosas olvidadas!
¡Un peinador muy blanco y un piano! Noche de luna y de silencio agfuera... Un volumen de versos en mi mano, Y en el aire ¡y en todo! ¡primavera!
¡Qué olor de rosas grescas! en la alfombra ¡Qué claridad de luna! ¡qué reflejos! ...¡Cuántos besos dormidos en la sombra, Y la muerte, la pálida, qué lejos!
En torno al velador, niños jugando... La anciana, que en silencio nos veía... Schubert en su piano sollozando, Y en mi libro, Musset con su "Lucía".
¡Cuántos sueños en mi alma y en tu alma! ¡Cuántos hermosos versos! ¡cuántas flores! En tu hogar apacible ¡cuánta calma! Y en mi pecho ¡qué inmensa sed de amores!
¡Y todo ya muy lejos! ¡todo ido! ¿En dónde está la rubia soñadora? ...¡Hay muchas aves muertas en el nido, Y vierte muchas lágrimas la aurora!
...Todo lo vuelvo a ver... ¡pero no existe! Todo ha pasado ahora... !y no lo creo! Todo está silencioso, todo triste... ¡Y todo alegre, como entonces, veo!
...Esta es la casa... ¡su ventana aquélla! Ese, el sillón en que bordar solía... La reja verde... y la apacible estrella Que mis nocturnas pláticas oía!
Bajo el cedro robusto y arrogante, Que allí domina la calleja obscura, Por la primera vez y palpitante Estreché con mis brazos, su cintura!
¡Todo presente en mi memoria queda! La casa blanca, y el follaje espeso... El lago azul... el huerto... la arboleda, Donde nos dimos, sin pensarlo, un beso!
Y te busco, cual antes te buscaba, Y me parece oírte entre las flores, Cuando la arena del jardín rozaba El percal de tus blancos peinadores!
¡Y nada existe ya! Calló el piano... Cerraste, virgencita, la ventana... Y oprimiendo mi mano con tu mano, Me dijiste también: "¡hasta mañana!"
¡Hasta mañana!... Y el amor risueño No pudo en tu camino detenerte!... Y lo que tú pensaste que era el sueño, Fue sueño, ¡pero inmenso! ¡el de la muerte!
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¡Ya nunca volveréis, noches de plata! Ni unirán en mi alma su armonía, Schubert, con su doliente serenata Y el pálido Musset con su "Lucía".
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Poeta
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En la sombra debajo de tierra, donde nunca llegó la mirada, se deslizan en curso infinito silenciosas corrientes de agua. Las primeras, al fin, sorprendidas, por el hierro que rocas taladra, en inmenso penacho de espumas hervorosas y límpidas saltan. Mas las otras, en densa tiniebla, retorciéndose siempre resbalan, sin hallar la salida que buscan, a perpetuo correr condenadas.
A la mar se encaminan los ríos, y en su espejo movible de plata, van copiando los astros del cielo o los pálidos tintes del alba: ellos tienen cendales de flores, en su seno las ninfas se bañan, fecundizan los fértiles valles, y sus ondas son de agua que canta.
En la fuente de mármoles níveos, juguetona y traviesa es el agua, como niña que en regio palacio sus collares de perlas desgrana; ya cual flecha bruñida se eleva, ya en abierto abanico se alza, de diamantes salpica las hojas o se duerme cantando en voz baja.
En el mar soberano las olas los peñascos abruptos asaltan; al moverse, la tierra conmueven y en tumulto los cielos escalan. Allí es vida y es fuerza invencible, allí es reina colérica el agua, como igual con los cielos combate y con dioses y monstruos batalla.
¡Cuán distinta la negra corriente a perpetua prisión condenada, la que vive debajo de tierra do ni yertos cadáveres bajan! ¡La que nunca la luz ha sentido, la que nunca solloza ni canta, esa muda que nadie conoce, esa ciega que tienen esclava!
Como ella, de nadie sabidas, como ella, de sombras cercadas, sois vosotras también, las oscuras silenciosas corrientes de mi alma. ¿Quién jamás conoció vuestro curso? ¡Nadie a veros benévolo baja! ¡Y muy hondo, muy hondo se extienden vuestras olas cautivas que callan!
!Y si paso os abrieran, saldríais, como chorro bullente de agua, que en columna rabiosa de espuma sobre pinos y cedros se alza! Pero nunca jamás, prisioneras, sentiréis de la luz la mirada: ¡seguid siempre rodando en la sombra, silenciosas corrientes del alma!
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Poeta
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Quiero morir cuando decline el día, en alta mar y con la cara al cielo, donde parezca sueño la agonía y el alma un ave que remonta el vuelo.
No escuchar en los últimos instantes, ya con el cielo y con el mar a solas, más voces ni plegarias sollozantes que el majestuoso tumbo de las olas.
Morir cuando la luz retira sus áureas redes de la onda verde, y ser como ese sol que lento expira; algo muy luminoso que se pierde.
Morir, y joven; antes que destruya el tiempo aleve la gentil corona, cuando la vida dice aún: “Soy tuya”, aunque sepamos bien que nos traiciona.
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Poeta
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PALIDEZ y OLVIDO
AUTOR: Juan Ignacio Email: [email protected]
Mi cuerpo tiembla con suspiros Estremecida está mi alma Y congelada mis palabras Entre mis labios padece inerte Aquel respiro sin latidos.
No puedo moverme como antes Paralizado está mi cuerpo Como si estuviera ausente O tal vez presente en el silencio, De esta tenebrosa noche Del vacío.
Palidez de tus manos, Cual cadáver mundano Que yace en el sepulcro, Aquel sepulcro inhóspito, De caricias ausentes.
Nadie llora, todos murmuran Que poco valió su vida, Que poco amor sembró el pasado, No hay palabras, ni rostros tristes, Solo el silencio, el silencio eterno Con luces tenues, Pintan pálidamente el ambiente En tu último adiós, De tu último lecho, Donde dormirás el sueño eterno. Alguien, ¿se acordará de ti algún día? Tal vez, el hada, el suspiro, El amor no amado, quien escribe Estas líneas, con acento de desgano Y recuerdo de palidez. Tal vez, se acordará de ti.
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Poeta
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NACER DE MADRUGADA
Autor: Juan Ignacio Macoño Alba Correo: [email protected]. Facebook: Juan Moreno Rodriguez
Herizada está mi piel de tus latidos con el mantra, fungitivo de placer, lívido que estremece hasta mi alma.
El suspiro de mi infancia prisionera, renace en el recuerdo de la noche por la suave hermosura de tus labios; es nacer de madrugada….
Empuño entre mis dedos de corsel puñal cual guerrero está en batalla deshecho de ternura y compasión asesino ante tus ojos mi mirada, y vuelvo a nacer de madrugada…
Prisionera en tu castillo de suspiros abatida y compungida está mi alma me atormentan, me facinan ¡Son tu manos…! Que acaricián mi piel: Al nacer de Madrugada…
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Poeta
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¡Busco alojamiento!
¡Busco alojamiento! para un pobre y misero hombre, que por frío no piensa, que por hambre no siente.
¡Busco Alojamiento!. para una solitaria alma, que de amor enferma, deambula a tientas.
¡Busco alojamiento!. para un decadente corazón, que solo un nombre late.
Busco Alojamiento. Para calmar mi frío, mi hambre y tu nombre.
Nilo
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Poeta
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Al espíritu de mi Musa
¡No!, quiero tu cuerpo, tus besos o tu piel. Quiero tu lánguida mirada, para perderme en rayo de su luz, para olvidar el día, para soñar.
¡Quiero tu sonrisa! para perderme en el viento de tu aliento, para viajar por el universo
¡Quiero, tu pensamiento! como se ama el aire que se respira, el alimento que se come.
¡Quiero tu alma! para expresar lo que siento.
Nilo
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Poeta
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*El sol de noche*
En el alma la muerte lleva el sol De noche En la piel unos caballos apagados Cien pañuelos En aquél ciruelo tigres blancos Nocturnos entran En columnas gladiolas elefantes Al salir En los astros imposibles de simientes.
Al llegar Al Llegar... En el sol.
En el sol la muerte lleva el alma Seda sombra... Seda sombra.
Pero muchas otras veces Voces brillan Dónde inmóviles los días anudan ¡Lluvias! Y la raíz ignora la luz de negros peces... Dónde las campanas sueñan con espejos. Y la llama trina mantos y tijeras Pero Pocos Entierran Sus... Alientos rojos.
Muy allá los viejos ecos Cultivan campanas y abanicos En el corazón de tres naranjas ¡Con guitarras uvas aves! En el tazón de turbia parra ¡Más acá de los metales yertos!.
En el alma------Del polvo Sonámbula muerte----Anida Viva luz existe---Y brilla siempre, siempre, siempre.
El Sol De Noche a noche. El sol de noche, noche a noche.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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