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La marcha lenta a través, de aquél estrecho camino, recordando. La vista en desinterés, el Crepúsculo ya vino, ya bajando.
Suprime toda materia, sólo el último espirar, va dejando, Y el alma vacía y seria, sin ojos para mirar, meditando.
Claro silencio y el viento, acariciando las flores, crisantemos. Confuso, raro momento, qué sustancia sin dolores, estaremos.
Amplio y exiguo el pasado, efímero y perdurable, observando. Y el espíritu callado, en pena inconmensurable, sollozando.
Sólo ente mudo, intangible, sin prisión mundana al viento, rememora. El exiguo imperceptible, el efímero momento, ya no mora.
Raudamente a sucedido, de ser a sin existencia, separado. Cuanto de valor perdido, valor de sin pertenencia, el prestado.
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Poeta
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Es cuando el espíritu no admite que haya diferencias; en cada una de ellas, existe una esencia que le es propia, donde la vida en cada ser se expresa de distinta manera.
Es la visión egoísta, prejuiciosa la visión limitada, de que la existencia, es sólo en un solo sentido.
Es la intolerancia, la falsa creencia de omnipotencia; la humanidad tiene sus límites, porque en ella existe la libertad.
Son las crueldades y los resentimientos, la incomprensión, de que la naturaleza dotó al hombre, para que la comprenda, y se comprenda a sí mismo, porque él es parte de lo absoluto, pero sólo parte y no todo.
El Sida nos muestra la oportunidad de corregirnos, porque más que la propia enfermedad, es la ocasión, de maravillarnos ante las demás existencias, y ante cada encuentro, en general, sobre todo, con el otro, “ser” humano.
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Poeta
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¿Qué gran divinidad habrá creado pues a la oculta desde sus entrañas? el misterio tejiendo sus marañas, o éste engendrando lo consagrado?
Antes, al primer hombre desdichado, o cosecha de sus agro de cizañas, o egoísmo letal con sus marañas, la Tragedia invisible pero a su lado.
¿Qué atuendos empleas a tu paso? ¿qué hilos se entrelazan en tus ropas? y solo desgracias y el campo raso.
A la suerte servida en varias copas, una copa, un humano en cada caso, vaciadas por la Tragedia y sus tropas.
¿Eres tú o Medusa por tu mirada, vieja Átropos cerrando tu tijera? ¿eres tú, Ares al galope en tu fiera? Cancerbero aquí, ésta no es tu morada.
Alguna Tragedia como fachada, humana la primera que existiera producto de ella, también impusiera la búsqueda de la dicha anhelada.
¿Tragedia y Ventura es la esencia humana? la Tragedia empieza y acaba en locura, ¿locura sabia es deidad creadora?
Mientras tanto en la rueda azul mundana, cada respiro abraza con ternura la vida, y un poco más cerca “La hora”.
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Poeta
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La urbe se viste de abandono, y las moradas de desiertas, y el aire sedentario, al compás de la serena lluvia, chistando sus gotas en los tejados, y en los árboles, melodiosas, en la escena nocturna, más temblorosa que templada.
Un fogonazo inesperado, en el cielo la contienda, estruendos, quebrantos, mil pedazos la guerra feroz, allá arriba se lleva, sangrando, derramando y chapuceando en los charcos, la sangre de la serena lluvia.
Escucho mi respiración, y siento de manera extraña, como experimenta mi piel, los sonidos de la calle mojada, y el latir de mi cerebro, en cada descarga brillante, que ciega y del cielo baja.
La lucha arriba se ha extinguido, y la lluvia ha concluido, y cortado el ambiente, por el inmenso profundo silencio, y deambulando por las calles, ahora La Nada y El Vacío, y rodeado por sus brazos, me rapta hacia lo desconocido.
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Poeta
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Hálito de frescura espira el albor, donde el cielo besa la marea con ternura, y ella da a luz al sol, brote dorado sin par que embelesa.
Excelsas antologías de obras de arte cielo, tierra, aire y mar, marcando sus grafías, en este amanecer, el naciente sol sin parar de amar.
El Edén descendido ha abierto sus alas alrededor, y el espíritu unido con la iluminación, y trascendido por el hacedor.
Invoco una oración, que todo amargor llegue a terminar, prime la compasión, y cada amanecer sea el jardín sacro, ¡El poder de amar!.
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Poeta
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