Poemas de reflexíon :  NO ES CIEGO EL QUE NO VE
Sentada en un banco del parque,
meditando en mis problemas,
sumida en mis tristes pensamientos.

Se me acercó una niña,
con sus brazos extendidos,
y llegando a mí preguntó.

Dígame usted, por favor
¿de qué color es el cielo, las flores y el arco iris?
A mí ¡me gustaría tanto verlos!

Sentí un nudo en la garganta,
un escalofrío me recorrió todo el cuerpo.
Acariciando su pelo, le fui explicando
todo lo que yo veía.

Y al terminar, con voz dulce ella me dijo

¿Sabe una cosa señora?
Yo lo veo, más bonito en mis sueños.
¿Será porque usted lo ve con los ojos tristes,
y yo lo veo con mis sentimientos?

Y se alejó la pequeña.
Dejándome con los ojos
llenos de lágrimas,
diciéndome para mí adentro:

no es ciego el que no ve,
sino el que no quiere ver,
el que no aprecia, ¡todo lo que le rodea!
El que no llena su vida, de las cosas… más pequeñas.

-
Poeta

Poemas :  Mi Mar Querido
Gaviota Romero

El mar que de niña mojaba mis pies me estremecía,
me hacía feliz;
chapoteando en él me metía.

En el retorno a casa me sentía, cual si perdiera a mi mejor amigo,
y al volver mi rostro hacía la orilla, mis labios con sabor a sal decía:
- Volveré mañana mar querido, ¡Por favor, no faltes a la cita!
Siempre fue fiel mi mar.

Pero, fui yo, que al marchar lejos un día,

a una tierra donde el sol no brilla,
traicioné la amistad que nos unía;
en su lugar hay lagos donde mis pies se hunden en la orilla,
con una sensación desagradable,
sus aguas son negras y profundas.

Respiro el aire, deseando encontrar su olor perdido.
Mi alma se estremece al recordarte, pero…
¡Fui yo, quien faltó a la cita!,
quisiera ser como mi nombre indica,
y verme reflejada en tus aguas mi mar querido.
Poeta

Crónicas :  Dedicado a nuestra querida gente mayor
Dedicado a nuestra querida gente mayor
[img width=300]
Gaviota Romero Blandino


Hoy día, en un mundo carente de amor y de respeto al prójimo.
Se ven a las personas ancianas como un estorbo, una carga difícil de llevar.

A estos ancianos los abandonan en gasolinera, cuando llega el tiempo de las vacaciones u hospitales, alegando enfermedades que en la mayoría de las veces sólo es consecuencia de la propia vejez y carencia de amor.
En lo mejor de los casos los dejan en residencia para la tercera edad; suena mucho mejor para algunas conciencias.
Todos debemos pensar, que si no morimos de joven, tarde o temprano nos hacemos viejos.
Mi madre me contó cuando niña un relato, que me hizo impacto en aquel momento, y siempre sigue emocionándome cuando se lo cuento a mis hijos.
Andaban por el camino polvoriento, padre e hijo, hacia un calor sofocante.
El padre arrastraba los pies, le costaba trabajo andar.
De vez en cuando miraba a su hijo con ojos tristes pero, el joven no se percataba de la tristeza que embargaba a su padre.
El anciano miraba sus manos ya no eran fuertes y firmes ahora estaban deformadas, y apenas tenía fuerzas en ellas.
¡Cuántas veces había levantado del suelo a su hijo! Cortando durante semanas los troncos que los calentarían en el largo y frío invierno.
Todas las mañanas madrugaba, para llevar las hortalizas al mercado del pueblo; sus manos entonces fuertes guiaban diestramente las riendas de los caballos.
Respirando profundamente, dijo con voz queda, ¿cómo podía una persona cambiar tanto con el paso de los años? Nunca obtuvo respuesta a su pregunta.
Sentía sus piernas pesadas pero no obstante, siguió caminando hasta que sus piernas empezaron a temblarles.
Le pide a su hijo que por favor hagan un alto en el camino, pues se siente agotado, así que se sienta en una piedra, que hay en un lado del camino; saca un pañuelo, se limpia el sudor que baña su arrugada frente, y mirando al suelo comienza a llorar amargamente.
Su hijo, sorprendido le pregunta: -¿padre por qué lloras?
El padre con la voz entrecortada por los sollozos, responde.
-Hijo mío, hace muchos años atrás mi padre se sentó en esta misma piedra, cuando yo lo llevaba al asilo donde tú, hoy me llevas.
Él hijo con la voz temblorosa le dice abrazándolo... - ¡vamos padre, levántese! Regresemos a casa. El padre sorprendido pregunta, -¿no vamos al... asilo?
No padre, no quiero que el día de mañana mi hijo, llegara hacerme algo tan terrible, como yo pensaba hacer.


Cuando te haces viejo.
El tiempo, como el agua, que río abajo va
¡Nunca volverá a su origen materno!
El ayer recuerdo, siempre joven y bello.
¿Por qué no duró?
¡Sólo fue un momento!
¿Por qué nos parece el pasado mejor,
el presente aburrido, y futuro tan incierto?
Todo quedó atrás, se lo llevó el viento.
¿Qué pasa en mi piel?
¿Qué siente mis huesos?
¡Qué largo es el tiempo,
cuando te haces viejo!
Poeta