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Yo fui la más callada de todas las que hicieron el viaje hasta tu puerto.
No me anunciaron lúbricas ceremonias sociales, ni las sordas campanas de ancestrales reflejos; mi ruta era la música salvaje de los pájaros que soltaba a los aires mi bondad en revuelo...
No me cargaron buques pesados de opulencia, ni alfombras orientales apoyaron mi cuerpo; encima de los buques mi rostro aparecía silbando en la redonda sencillez de los vientos.
No pesé la armonía de ambiciones triviales que prometía tu mano colmada de destellos: sólo pesé en el suelo de mi espíritu ágil el trágico abandono que ocultaba tu gesto.
Tu dualidad perenne la marcó mi sed ávida. Te parecías al mar, resonante y discreto. Sobre ti fui pasando mis horarios perdidos. Sobre mí te seguiste como el sol en los pétalos.
Y caminé en la brisa de tu dolor caído con la tristeza ingenua de saberme en lo cierto: tu vida era un profundo batir de inquietas fuentes en inmenso río blando corriendo hacia el desierto.
Un día, por las playas amarillas de histeria, muchas caras ocultas de ambición te siguieron; por tu oleaje de lágrimas arrancadas al cosmos se colaron las voces sin cruzar tu misterio...
Yo fui la más callada. La voz casi sin eco. La conciencia tendida en sílaba de angustia, desparramada y tierna, por todos los silencios.
Yo fui la más callada. La que saltó la tierra sin más arma que un verso. ¡Y aquí me veis, estrellas, desparramada y tierna, con su amor en mi pecho!
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Poeta
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Será presente en ti tu manantial. Estarás en las ramas del universo entero. Déjame que te cante como cuando eras mía en la llovizna fresca del primer aguacero.
Tu mano en semi-luna, en semi-sol y en todo se refugiaba núbil, sobre la mano mía. Porque yo te cuidaba, hermanita silvestre y sabes que lloraba en tus claras mejillas.
Será presente en ti tu manantial sin sombras. Estarás en las ramas del universo entero. Pero ¿dónde dejaste tu paz? « En cada herida» me contestan tus ojos anegados por dentro.
Déjame que te cante como cuando eras mía, hermanita silvestre, como cuando trepamos el astro que salía a dormir soledades entre nuestras pupilas destiladas de amor.
Déjame que te cante como cuando eras mía, y era paz el silencio de mi profunda ola, y era paz la distancia de tu nombre y mi nombre y era paz el sollozo de la muerte que espera.
Será presente en ti tu manantial sin sombras... Estarás en las ramas del universo mío y todas las estrellas se bajarán cantando la canción del espacio refugiada en un río.
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Poeta
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Aquí estoy, desenfrenada estrella, desatada, buscando entre los hombres mi víctima de luz.
A ti he llegado. Hay algo de universo en tu mirada, algo de mar sin playa desembocando cauces infinitos, algo de amanecida nostalgia entretenida en imitar palomas...
Mirarte es verme entera de luz rodando en un azul sin barcos y sin puertos.
Es inútil la sombra en tus pupilas... Algún soplo inocente debe haberse dormido en tus entrañas.
Eres, entre las frondas, mi víctima de luz. Eso se llama amor, desde mis labios.
Tienes que olvidar sendas, y disponerte a manejar el viento.
¡A mis brazos, iniciado de luz, víctima mía!
Pareces una espiga debajo de mi alma, y yo, pleamar tendida bajo tu corazón.
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Poeta
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Estoy sencilla como la claridad... Nada me dice tanto como tu nombre repetido de montaña a montaña por un eco sin tiempo que comienza en mi amor y rueda hasta el infinito...
¡Tú...! Casi paloma erguida sobre un mundo de alas que has creado en mi espíritu.
Tú lo dominas todo para mi claridad. Y soy simple destello en albas fijas amándote...
Ningún viento agitado seduce mi reposo de ternuras naciendo y apretándose entre tu mano y mi sollozo.
Una afluencia de ríos por nacer, y golondrinas mudas, se estrecha contra mí allí donde tu alma me dice al corazón la palabra más leve.
Mis pies van despegados de rastros amarillos y escalan techos infatigados de mariposas donde el sol, sin saberlo, se ha visto una mañana, deslumbrante...
Para amarte me he desgarrado el mundo de los hombros, y he quedado desierta en mar y estrella, sencilla como la claridad.
Aquí no hay geografía para manos ni espíritu. Estoy sobre el silencio y en el silencio mismo de una transmutación donde nada es orilla...
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Poeta
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Te seguiré por siempre, callada y fugitiva, por entre oscuras calles molidas de nostalgia, o sobre las estrellas sonreídas de ritmos donde mecen su historia tus más hondas miradas.
Mis pasos desatados de rumbos y fronteras no encuentran las orillas que a tu vida se enlazan. Busca lo ilimitado mi amor, y mis canciones de espalda a los estático, irrumpen en tu alma.
Apacible de anhelos, cuando el mundo te lleve, me doblaré el instinto y amaré tus pisadas; y serán hojas simples las que iré deshilando entre quietos recuerdos, con tu forma lejana.
Atenta a lo infinito que en mi vida ya asoma, con la emoción en alto y la ambición sellada, te seguiré por siempre, callada y fugitiva, por entre oscuras calles, o sobre estrellas blancas.
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Poeta
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Te quiero... y me mueves el tiempo de mi vida sin horas.
Te quiero en los arroyos pálidos que viajan en la noche, y no termina nunca de conducir estrellas a la mar.
Te quiero en aquella mañana desprendida del vuelo de los siglos que huyó su nave blanca hasta el agua sin ondas donde nadaban tristes, tu voz y mi canción.
Te quiero en el dolor sin llanto que tanta noche ha recogido el sueño en le cielo invertido en mis pupilas para mirarte cósmica, en la voz socavada de mi ruido de siglos derrumbándose.
Te quiero (grito de noche blanca...) en el insomnio reflexivo de donde ha vuelto en pájaros mi espíritu.
Te quiero... Mi amor se escapa leve de expresiones y rutas, y va rompiendo sombras y alcanzando tu imagen desde el punto inocente donde soy yerba y trino.
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Poeta
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Para ese día de sombra que llegará, amor mío, no risco volcado dentro de un manantial, ese día de espanto y pañuelos al viento catemos desde ahora, que la vida se va.
Cantemos, sí, cantemos, que al cantarle al silencio, a la sorda derrota y a la impar soledad, venceremos la muerte, venceremos la nada, y a la cumbre del tiempo nuestras almas irán.
Cantemos, si, cantemos, que hay un solo minuto uno sólo aguardando nuestro mundo cruzar: ese minuto trágico que hace tiempo nos ronda su oferta de lágrimas y mañanas sin paz.
¡Te llevarán! Los ecos del viento me lo dicen, los labios del mar lloran que sí. ¡Te llevarán! Partirás, y mis ojos que tanto te nutrieron, bajarán quedamente a nutrir a la mar.
Podrás amarme en sueños, pero mi voz, mi risa, ojos con riachuelos, de ti se ocultarán. Puede estrecharte el eco que ha estrechado mi nombre desde mis labios, ¡nunca mis labios besarás!
Y cuando se alce el ruido marino, entre las noches apagadas y crueles de tu pena inmortal, mi fiel camino de olas llevará hasta tu sueño la ternura que mi alma te ha salvado del mar.
Amado, mis verdugos ya me han medido el paso, el color de mis huellas conocen, y mi ajuar: el pudor duerme nupcias eternas con la forma; hacia el alma es muy largo el camino que andar.
¡Te llevarán! Para esa eternidad de llanto cantemos desde ahora que la vida se va. Para ese día de espanto y pañuelos al viento la canción de la muerte nos llegara del mar.
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Poeta
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Tengo el desesperante silencio de la angustia y el trino verde herido... ¿Por qué persiste el aire en no darme el sepulcro? ¿Por qué todas las músicas no se rompen a un tiempo a recibir mi nombre? -¡Ah, sí, mi nombre, que me vistió de niña y que sabe el sollozo que me enamora el alma!
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Poeta
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¡Si fuera todo mar, para nunca salirme de tu senda!
¡Si Dios me hiciera viento, para siempre encontrarme por tus velas!
¡Si el universo acelerara el paso, para romper los ecos de esta ausencia!
Cuando regreses, rodará en mi rostro la enternecida claridad que sueñas. Para mirarte, amado, en mis ojos hay público de estrellas.
Cuando me tomes, trémulo, habrá lirios naciendo por mi tierra, y algún niño dormido de caricia en cada nido azul que te detenga.
Nuestras almas, como ávidas gaviotas, se tenderán al viento de la entrega, y yo, fuente de olas, te haré cósmico... ¡Hay tanto mar nadando en mis estrellas!
Recogeremos albas infinitas, las que duermen al astro en la palmera, las que prenden el trino en las alondras y levantan el sueño de las selvas.
En cada alba desharemos juntos este poema exaltado de la espera, y detendremos de emoción al mundo al regalo nupcial de auroras nuestras.
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Poeta
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Se ha muerto la tiniebla en mis pupilas, desde que hallé tu corazón en la ventana de mi rostro enfermo.
¡Oh pájaro de amor, que trinas hondo, como un clarín total y solitario, en la voz de mi pecho! No hay abandono... ni habrá miedo jamás en mi sonrisa.
¡Oh pájaro de amor, que vas nadando cielo en mi tristeza...! Más allá de tus ojos mis crepúsculos sueñan con bañarse en tus luces...
¿Es azul el misterio?
Asomada en mí misma contemplando mi rescate, que me vuelve a la vida en tu destello..
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Poeta
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