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La esquela virginal abre sus brazos de luna. La invaden mis exploraciones. Búsqueda frágil de algún soplo.
Cavernícola necesidad de comunicación. La nada baila con sones de tamboriles. Es el gran poder de la palabra el que desciende.
Debo ser jardinero con manos atadas. Desierto que repone los rencores. Candilejas de vallenatos trágicos. Aromas de tangos espumeantes de vacío.
Pensamientos que no quieren aflorar. Restricciones de tiempo y la esquela sigue. Sin destinataria. Sin un beso. Sin los preámbulos que canalizan las pasiones. Sin la humedad que se genera en la boca. Sin saciar el desolado dolor de la ausencia.
Desafío inconfesado de retomar la réplica. De sonsacarle esquirlas al sol que amanece. Sin fuerzas para recuperar en una esquela confidencias de senos abiertos.
Musicalidad al soplo de los dedos, escarbando locuras en el monte de Venus, convencido de la perpetuidad del romance.
Amante de la suave organza, comediante de la pluma astral. Tarotista acogedor de tus silencios y quinta columna de tu reprimida sonrisa.
Desafío de contar en una esquela la lejanía de tu estrella y mi red de candilejas tratando de acercarte para el festín de las pasiones adeudadas.
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Poeta
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Con piedras redondas escribí sobre la arcilla tu nombre rimaba mariposas Escudriñé las mansiones de Neptuno siguiendo tu rastro de luciérnaga
Te supe extraviada en las arenas levantando jardines de contramano Cautivaste a los colibríes con tu voz entonada Alfombras de verdor rebelde tendiste en Atacama
Por fin, llegué a tu orilla con las manos sedientas esperando un remedo de amor que sellara mis ojos con un beso
Difusa te encontré hilando el huso de la primavera entre cactus agradecidos que cercaban tu aura, protegiéndote
He recuperado la vida en este agitado correr tras de ti atiborrado de frutas y vinos para seducirte una vez más como a una crédula doncella de los atardeceres de Caldera.
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Poeta
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Hice antesala por un siglo…
Traía en mi carpeta concienzuda la piedra filosofal del desatino
Cabían en mi epístola atrevida la paciencia, quince códigos, mi soñar y un compromiso
La institución secaba mis nudillos Sus estampillas me creyeron pergamino
Un burócrata de azul puso diez timbres -de negras manguillas intuí la muerte-
Continué entre espectros sigilosos aspirando a exhibir mi pedimento, pero un morado número en la frente me remitió a la suerte de expediente
Me colgaron en plomo subterráneo, broté en idearios encrespados Maduré doblado y amarillo, mas nadie leyó mis argumentos
Conocí la alacena de las ratas, tirité mordida mi gran carta Me encogí reseco como paja mientras se hacía añicos la esperanza
Hice antesala por un siglo…
La ilusión se llenó de telarañas Cuando quise gritarles mi proyecto la voz tenía clausurada
Hice antesala por un siglo… Equivoqué mis pisadas En vez de sumarme a los miles me trasnoché en burocracias
Y una oficina de partes después de esperar un siglo archivó mi atrevimiento de reclamar suelo patrio.
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Poeta
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Cuando los remos entendieron el frío
se hundió su madera redonda
en los acerados nudillos
de un chilote
Las islas se enlazaron
de botes furtivos
Engalanadas de procesión y chichas
subieron como átomos altivos
al canto inaugural de borracheras
La sidra generosa tupida de sueños
blasfemó la lejanía de los hombres
alargados de pampa y hielo
en la trasquila
Crepitaban las piedras rojas
sus milcaos
Las almejas eran castañuelas errantes
transitando su fuerza pendenciera
Dos acordeones morenos
comenzaron a saltitos
a despertar los raulíes
y cincuenta mujeres solas
aplaudieron el corrido
Para bailarlo y descubrirlo
voló mi poncho hasta las zarzas
Desafiando miradas clericales
abracé la tímida cintura
de mi viuda
hasta encallar mi bote
en su tersura
Luego, por largos años,
ella remó para mí
los crepúsculos
y yo buceé las entrañas
de Calbuco
en un diálogo muy simple
que en diez hijos se plasmó
La silenciosa raíz de los ostrarios
alimentó diez fuertes emigrantes
La música resuena en sus talones
como pálida postal de sus romances
Vuelven siempre en los otoños
en pascua de resurreccón
En corridos y mistelas
a buscar resignación
Noviarán por los inviernos
y de nuevo partirán
A la esquila y a la pampa
Otros hijos dejarán
En alforjas de garúa
llevarán tozos de mar
Con sus botas y sus lanas
otra viuda llorará
Es el ciclo de mis islas
Saturado de llover
Es la historia de mi abuelo
De mi padre y de estos diez
Sin querer que se repita
Pero qué se puede hacer
Chiloé con sus varones
desplazados por Neuquén
Chiloé para los pijes
un rincón sin conocer
Chiloé p’a los chilotes
yerba amarga que sorber.
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Poeta
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Aprendí el lenguaje del helecho,
tartamudo verde de palabras largas,
con su penumbra tibia,
acogedor portero de mi casa
Se arrimaba al sol sin prepotencias
Me saludaba a diario, confidente,
comprendía mis treguas simplemente
Aprendí el lenguaje del helecho,
disfruté su tersura de serrucho,
en sus raíces compactas
descubrí su corazón frutoso
Aprendí el lenguaje del helecho
y sé que él supo del mío,
de mis desorientadas mañanas,
de los cobradores y sus palabras raras
Por eso lloré cuando el actuario
desparramó su cuna colgante
en el lote humillante del embargo
Lo ví aletear en treinta y cinco espacios
Lo ví despedirse del portal, sin acusarme,
comprendiendo mi desnudez escriturada
Helecho marginado del sol hasta el remate,
llegando triste, amarillo y amputado,
para que alguien, por dos centavos,
procediera a borrarlo de inventarios
Nunca más he podido
conversar con los helechos
Desde que falleció mi amigo,
por solemne hipoteca ejecutado.
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Poeta
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Cuánto caminar, mi Dios, para mantener, como neutro status, ser decente.
Para amamantar mi insomnio de talveces, para seguir como renegado gorrión hurtando migajas.
Para…, no sé, para algo… Para frenar, tal vez… Para el ojalá callado… Seguramente.
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Poeta
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DEUDA
¡Nos quedamos debiendo tanto amor! ¡Qué necio fue creer parar el tiempo! Gastar como ebrios los momentos. Posponer como ciegos el amor.
El acero enraizado que bullía. Fortalecido en distancia. Que brillaba en tus ojos. Que vagaba en los míos.
¡Nos quedamos debiendo tanto amor! De la mesa cotidiana, hoy me duelen los silencios. Y es ahora, mi viejito, en tu ausencia de martillos, o en tu patio enmudecido, que te gritan mis cimientos, se lastima el corazón.
Por pantanos rutinarios extravié mi red filial, Nos amábamos silenciosamente Fuimos rieles bifurcados. ¡Ay, qué deuda más absurda! Con racimos en los brazos, demorando en abrazarnos…
¿Habrá, Dios, aún espacio que nos colme de consuelo? ¿Qué compense esta torpeza que hoy sacude mi canción?
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Poeta
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Se abre esta noche,
en impaciencia,
la ruta del hastío
Tu lúgubre cantinela
diluye mi alegría, lapida mi risa, sin clemencia
Cálmate, mujer,
deja ya de presionar con tus quejumbres
Déjame respirar, no me sofoques
Cual blanca avalancha tus celos
inundan nuestro lecho
Estás rebasando mi frontera
pronto te descubrirás hablando sola
Los labios son piezas del amor,
no los maltrates ni malgastes
mordiéndolos con rabias y rencores
No creo en tus sollozos,
manipulas con tus llantos,
Solitario subo a mis roqueríos,
escapo de ti, doliente.
Me encierro en la escasa libertad
que rescato en la noche
Y me escondo en mis libros gastados
para mantener el silencio cual burbuja,
hastiado de tu ira
de tus majaderas historias truculentas
del frío que nos invade como un hongo negro
Atenta, mujer, que un precipicio
circunda nuestro amor de fuego
Porque demueles el amor que te profeso,
Porque destruyes las ocasiones de beso
Sepultas mi deseo entre jaquecas.
Y yo anuncio un próximo escape,
quizás definitivo.
Historias de desamor, Comarca de los Poetas, 9 de mayo de 2011.
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Poeta
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HIPOCONDRÍACO
A veces intuyes un final muy próximo y comienzas, con el dolor al pecho, a preguntarte qué se han hecho los amigos de antes y los buscas en obituarios de pasquines, aunque sabes que andan todavía, repartidos, por diversas estaciones y ramales, destilando, los menos, saludos invernales.
Y al dolerte el pecho te creas taquicardias, tiritando el albur de un último instante sorpresivo. Entonces, empiezas a fornicar en pensamiento o subes al vino espirituoso arrepentido. Con el dolor al sacro, luego, temes no poder amar a más mujeres y te entumeces en el crujido del menopáusico macho, que abriga sus pies por el resfrío o ungüenta sus dedos amarillos.
Los espacios de sol te ofrecen escenarios celestiales, que rehuyes, inmerso en tus achaques, temeroso de las corrientes de aire.
Lo que justifica en conciencia, plenamente, tu furtivo ingreso a las casas de masajes.
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Poeta
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!Cuántas fantasías evolucioné, sudoroso, luchando con las rodillas apretadas de Edelmira¡
Hasta alcanzar, locuaz, grotesco o cibernético, su casto jeroglífico.
Hasta ascender, ilusionado, el penúltimo camino, esgrimiendo los besos más furtivos.
Hasta quedar, pétreo y mordido, suplicando conclusión del compromiso.
Porque ella, mi Edelmira enamorada, prisionera de atavismos ancestrales, en algún estoico aliento victoriano, censuró mis embestidas alocadas…
!Virginalísima Edelmira apasionada¡ con la organiza crepitante en clarines constreñidos, esquivó mis estocadas bizantinas, alejándose tras hosca despedida.
Y fue así, con Edelmira acalorada, que aprendí, vía orgullo macerado, y en escandaloso latín languidecido, el punzante significado del: “coitum interruptus”.
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Poeta
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