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Mudo, tal un peñasco silencioso desprendido del cielo, cae, espeso, el cielo desprendido de su peso, hundiéndose en sí mismo, piedra y pozo.
Arde el anochecer en su destrozo; cruzo entre la ceniza y el bostezo calles en donde lívido, de yeso, late un sordo vivir vertiginoso;
Lepra de livideces en la piedra trémula llaga torna a cada muro; frente a ataúdes donde en rasos medra
la doméstica muerte cotidiana, surgen, petrificadas en lo oscuro, putas: pilares de la noche vana.
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Poeta
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Relumbra el aire, relumbra, el mediodía relumbra, pero no veo al sol.
Y de presencia en presencia todo se me transparenta, pero no veo al sol.
Perdido en las transparencias voy de reflejo a fulgor, pero no veo al sol.
Y él en la luz se desnuda y a cada esplendor pregunta, pero no ve al sol.
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Poeta
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Mis manos abren las cortinas de tu ser te visten con otra desnudez descubren los cuerpos de tu cuerpo Mis manos inventan otro cuerpo a tu cuerpo
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Poeta
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Un quieto resplandor me inunda y ciega, un deslumbrado círculo vacío, porque a la misma luz su luz la niega.
Cierro los ojos y a mi sombra fío esta inasible gloria, este minuto, y a su voraz eternidad me alío.
Dentro de mí palpita, flor y fruto, la aprisionada luz, ruina quemante, vivo carbón, pues lo encendido enluto.
Ya entraña temblorosa su diamante, en mí se funde el día calcinado, brasa interior, coral agonizante.
En mi párpado late, traspasado, el resplandor del mundo y sus espinas me ciegan, paraíso clausurado.
Sombras del mundo, cálidas rüinas, sueñan bajo mi piel y su latido anega, sordo, mis desiertas minas.
Lento y tenaz, el día sumergido es una sombra trémula y caliente, un negro mar que avanza sin sonido,
ojo que gira ciego y que presiente formas que ya no ve y a las que llega por mi tacto, disuelto en mi corriente.
Cuerpo adentro la sangre nos anega y ya no hay cuerpo más, sino un deshielo, una onda, vibración que se disgrega.
Medianoche del cuerpo, toda cielo, bosque de pulsaciones y espesura, nocturno mediodía del subsuelo,
¿este caer en una entraña obscura es de la misma luz del mediodía que erige lo que toca en escultura?
—El cuerpo es infinito y melodía.
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Poeta
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Más acá de la música y la danza, aquí, en la inmovilidad, sitio de la música tensa, bajo el gran árbol de mi sangre, tú reposas. Yo estoy desnudo y en mis venas golpea la fuerza, hija de la inmovilidad.
Éste es el cielo más inmóvil, y ésta la más pura desnudez. Tú, muerta, bajo el gran árbol de mi sangre.
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Poeta
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Por un cabello solo parte sus blancas venas, su dulce pecho bronco, y muestra labios verdes, frenéticos, nupciales, la espuma deslumbrada. Por un cabello solo.
Por esa luz en vuelo que parte en dos al día, el viento suspendido; el mar, dos mares fijos, gemelos enemigos; el universo roto mostrando sus entrañas, las sonámbulas formas que nadan hondas, ciegas, por las espesas olas del agua y de la tierra: las algas submarinas de lentas cabelleras, el pulpo vegetal, raíces, tactos ciegos, carbones inocentes, candores enterrados en la primer ceguera.
Por esa sola hebra, entre mis dedos llama, vibrante, esbelta espada que nace de mis yemas y ya se pierde, sola, relámpago en desvelo, entre la luz y yo.
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Poeta
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Sobre las aguas, sobre el desierto de las horas pobladas sólo por el sol sin nombre y la noche sin rostro, van los maderos tristes, van los hierros, la sal y los carbones, la flor del fuego, los aceites. Con los maderos sollozantes, con los despojos turbios y las verdes espumas, van los hombres.
Los hombres con su tos, sus venenos lentísimos y su sangre en destierro de ese lugar de pinos, agua y rocas desde su nacimiento señalado como sepulcro suyo por la muerte.
Van los hombres partidos por la guerra, empujados de sus tierras a otras, hombres que sólo llevan ya a la muerte su diminuta muerte, vagos semblantes sementeras, deslavadas colinas y descuajados árboles. La guerra los avienta, campesinos de voces de naranja, pechos de piedra, arroyos, torrenteras, viejos hermosos como el silencio de altas torres, torres aún en pie, indefensa ternura hundida en las bodegas.
Al terrón cejijunto lo ablandaron sus manos, sus anchos pies danzantes alzaron los sonidos nupciales del viñedo, la tierra estremecida bajo sus pies cantaba como tambor o vientre delirante, tal la pradera bajo los toros ciegos y violentos, de huracanado luto rodeados.
A la borda acodados, por los pasillos, la cubierta, sacos de huesos o racimos negros. No dicen nada, callan, oyen a sus mujeres (brujas de afiladas miradas alfileres, llenas de secretos ya secos como añosos armarios, historias que se sacan del pecho entre suspiros) contar con voz rugosa las minucias terribles de la guerra.
Los hombres son la espuma de la tierra, la flor del llanto, el fruto de la sangre; hijos de la ternura son de llanto, son de piedra y estrella, son de sol, son planetas que cantan mientras viven. ¿No hay agua, llanto, oh ramo de soles apagados?
Los hombres son la espuma de la tierra. Hijos de la ternura son de llanto y renacen del llanto, diluviales, y se esparcen por siglos como campos.
Bebe del agua de la muerte, bebe del agua sin memoria, deja tu nombre, olvídate de ti, bebe del agua, el agua de los muertos ya sin nombre, el agua de los pobres. En esas aguas sin facciones también está tu rostro. Allí te reconoces y recobras, allí pierdes tu nombre, allí ganas tu nombre y el poder de nombrarlos con su nombre más cierto.
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Poeta
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Los sucesivos soles del verano, la sucesión del sol y sus veranos, todos los soles, el solo, el sol de soles, hechos ya hueso terco y leonado, cerrazón de materia enfriada.
Puño de piedra, piña de lava, osario, no tierra, isla tampoco, peña despeñada, duro durazno, gota de sol petrificada.
Por las noches se oye el respirar de las cisternas, el jadeo del agua dulce turbada por el mar. La hora es alta y rayada de verde. El cuerpo obscuro del vino en las jarras dormido es un sol más negro y fresco.
Aquí la rosa de las profundidades es un candelabro de venas rosadas encendido en el fondo del mar. En tierra, el sol lo apaga, pálido encaje calcáreo como el deseo labrado por la muerte.
Rocas color de azufre, altas piedras adustas. Tú estás a mi costado. Tus pensamientos son negros y dorados Si alargase la mano cortaría un racimo de verdades intactas. Abajo, entre peñas centelleantes, va y viene el mar lleno de brazos. Vértigos. La luz se precipita. Yo te miré a la cara, yo me asomé al abismo: mortalidad es transparencia.
Osario, paraíso: nuestras raíces anudadas en el sexo, en la boca deshecha de la Madre enterrada. Jardín de árboles incestuosos sobre la tierra de los muertos.
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Poeta
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Oye la palpitación del espacio son los pasos de la estación en celo sobre las brasas del año
Rumor de alas y de crótalos tambores lejanos del chubasco crepitación y jadeo de la tierra bajo su vestidura de insectos y raíces
La sed despierta y construye sus grandes jaulas de vidrio donde tu desnudez es agua encadenada agua que canta y se desencadena
Armada con las armas del verano entras en mi cuarto entras en mi frente y desatas el río del lenguaje mírate en esas rápidas palabras
El día se quema poco a poco sobre el paisaje abolido tu sombra es un país de pájaros que el sol disipa con un gesto
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Poeta
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1
Ojos médulas sombras blanco día ansias afán lisonjas horas cuerpos memoria todo Dios ardieron todos polvo de los sentidos sin sentido ceniza lo sentido y el sentido
Este cuarto, esta cama, el sol del broche, su caída de fruto, los dos ojos, la llamada al vacío, la fijeza, los dos ojos feroces, los dos ojos atónitos, los dos ojos vacíos, la no vista presencia presentida, la visión sin visiones entrevista, los dos ojos cubriéndose de hormigas, ¿pasan aquí, suceden hoy? Son hoy, pasan allá, su aquí es allá, sin fecha.
Itálica famosa madriguera de ratas y lugares comunes, muladar de motores víboras en Uxmal anacoretas, emporio de centollas o imperio de los pólipos sobre los lomos del acorazado, dédalos, catedrales, bicicletas, dioses descalabrados, invenciones de ayer o del decrépito mañana, basureros: no tiene edad la vida, volvió a ser árbol la columna Dafne.
2
Entre la vida inmortal de la vida y la muerte inmortal de la historia hoy es cualquier día en un cuarto cualquiera Festín de dos cuerpos a solas fiesta de ignorancia saber de presencia Hoy (conjunción señalada y abrazo precario) esculpimos un Dios instantáneo tallamos el vértigo
Fuera de mi cuerpo en tu cuerpo fuera de tu cuerpo en otro cuerpo cuerpo a cuerpo creado por tu cuerpo y mi cuerpo Nos buscamos perdidos dentro de ese cuerpo instantáneo nos perdemos buscando todo un Dios todo cuerpo y sentido Otro cuerpo perdido
Olfato gusto vista oído tacto el sentido anegado en lo sentido los cuerpos abolidos en el cuerpo memorias desmemorias de haber sido antes después ahora nunca siempre
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Poeta
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