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Tus ojos son la patria del relámpago y de la lágrima, silencio que habla, tempestades sin viento, mar sin olas, pájaros presos, doradas fieras adormecidas, topacios impíos como la verdad, o toño en un claro del bosque en donde la luz canta en el hombro de un árbol y son pájaros todas las hojas, playa que la mañana encuentra constelada de ojos, cesta de frutos de fuego, mentira que alimenta, espejos de este mundo, puertas del más allá, pulsación tranquila del mar a mediodía, absoluto que parpadea, páramo.
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Poeta
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Torre de muros de ámbar, solitario laurel en una plaza de piedra, golfo imprevisto, sonrisa en un oscuro pasillo, andar de río que fluye entre palacios, dulce cometa que me ciega y se aleja...
Puente bajo cuyos arcos corre siempre la vida.
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Poeta
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Relámpagos o peces en la noche del mar y pájaros, relámpagos en la noche del bosque.
Los huesos son relámpagos en la noche del cuerpo. Oh mundo, todo es noche y la vida es relámpago.
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Poeta
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Tendida, piedra hecha de mediodía, ojos entrecerrados donde el blanco azulea, entornada sonrisa. Te incorporas a medias y sacudes tu melena de león. Luego te tiendes, delgada estría de lava en la roca, rayo dormido. Mientras duermes te acaricio y te pulo, hacha esbelta, flecha con que incendio la noche.
El mar combate allá lejos con espadas y plumas.
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Poeta
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¿Qué la sostiene, entreabierta claridad anochecida luz por los jardines suelta?
Todas las ramas, vencidas por un agobio de pájaros hacia lo obscuro se inclinan.
Sobre las bardas –intactos: todavía resplandores- instantes ensimismados.
Para recibir la noche se cambian las arboledas en callados surtidores.
Cae un pájaro, la yerba ensombrece, los confines se borran, la cal es negra, el mundo es menos creíble.
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Poeta
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Prófugo de mi ser, que me despuebla la antigua certidumbre de mí mismo, busco mi sal, mi nombre, mi bautismo, las aguas que lavaron mi tiniebla.
Me dejan tacto y ojos sólo niebla, niebla de mí, mentira y espejismo: ¿qué soy, sino la sima en que me abismo, y qué, si no el no ser, lo que me puebla?
El espejo que soy me deshabita: un caer en mí mismo inacabable al horror del no ser me precipita.
Y nada queda sino el goce impío de la razón cayendo en la inefable y helada intimidad de su vacío.
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Poeta
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Sombra, trémula sombra de las voces. Arrastra el río negro mármoles ahogados. ¿Cómo decir del aire asesinado, de los vocablos huérfanos, cómo decir del sueño?
Sombra, trémula sombra de las voces. Negra escala de lirios llameantes. ¿Cómo decir los nombres, las estrellas, los albos pájaros de los pianos nocturnos y el obelisco del silencio?
Sombra, trémula sombra de las voces. Estatuas derribadas en la luna. ¿Cómo decir, camelia, la menos flor entre las flores, cómo decir tus blancas geometrías?
¿Cómo decir, oh Sueño, tu silencio en voces?
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Poeta
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No hay vida o muerte, tan sólo tu presencia, inundando los tiempos, destruyendo mi ser y su memoria.
En el amor no hay formas sino tu inmóvil nombre, como estrella. En sus orillas cantan el espanto y la sed de lo invisible.
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Poeta
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Nombras el árbol, niña. Y el árbol crece, lento, alto deslumbramiento, hasta volvernos verde la mirada.
Nombras el cielo, niña. Y la nubes pelean con el viento y el espacio se vuelve un transparente campo de batalla.
Nombras el agua, niña. Y el agua brota, no sé dónde, brilla en las hojas, habla entre las piedras y en húmedos vapores nos convierte.
No dices nada, niña. Y la ola amarilla; la marea del sol, en su cresta nos alza, en los cuatro horizontes nos dispersa y nos devuelve, intactos, en el centro del día, a ser nosotros.
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Poeta
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Nace de mí, de mi sombra, amanece por mi piel, alba de luz somnolienta.
Paloma brava tu nombre, tímida sobre mi hombro.
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Poeta
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