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Yo sería un gran muerto. Mis vicios entonces lucirían como joyas antiguas con esos deliciosos colores del veneno. Habría flores de todos los aromas en mi tumba e imitarían los adolescentes mis gestos de júbilo, mis ocultas palabras de congoja.
Tal vez alguien diría que fui leal y fui bueno. Pero solamente tú recordarías mi manera de mirar a los ojos.
Una de las caras del amor es la muerte, en el humo de esta época eternamente juvenil. ¿Qué me queda ante ti sino la perplejidad de los reyes, los gestos del aprendizaje ante la crecida del río, las huellas de la caída de bruces entre la ceniza? La propia juventud decrece y trota la melancolía como una mula.
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Poeta
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Hay grandes piedras en tu oscuridad tempestuosa grandes piedras con sus fechas lavadas por tu sombra porque hasta el sol de día cómese tu sombra
cruje en el frío despidiéndose del aire que no se atreve a penetrarte.
Oh! mar donde los desesperados pueden dormir arrullados por explosiones impasibles alfabeto del vértigo paisaje diluido que los muros envisten las gaviotas y la espuma de los peces son tu primavera la furia es una pirámide verde una resurrección del fuego más agudo tu clima tu mejor huella sería un caracol caminando con pasos de niño el desierto.
Amé siempre esas poblaciones disímiles al parecer robadas de las manos del mar pequeñas villas junto a la arena puertos escandalosos en la ebriedad del salitre caseríos tiritando entre la niebla llena de corales grandes ciudades titánicas frente a las tempestades humilladas aldeas de pescadores ciegos bajo un faro de aceite factorías acechantes entre los manglares con un largo cuchillo Valparaíso como una gran cascada en suspenso Manta Puná puertos del Ecuador que me negaron las hojas Buenaventura aromática como un gran puerto sucio Panamá con los ojos punzados por la depravación Cartagena siempre aguardando a los piratas hambrienta willemstadt náufraga en los dominios del petróleo Tenerife y su dulce copa de vino Barcelona bostezando entre los bancos y los carabineros Nápoles bellamente tumefacta Génova Leningrado Sochi La Guaira Buenos Aires Montevideo como una margarita Puerto Limón Corinto Acajutla en una lenta playa de mi patria todos mirándose en el espejo grave que surcan los delfines apartando como un sable veloz las infinitas espigas de esmeralda
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Poeta
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País mío no existes sólo eres una mala silueta mía una palabra que le creí al enemigo
antes creía que solamente eras muy chico que no alcanzabas a tener de una vez Norte y Sur pero ahora sé que no existes y que además parece que nadie te necesita no se oye hablar a ninguna madre de tí
Ello me alegra porque prueba que me inventé un país aunque me deba entonces a los manicomios
soy pues un diocesillo a tu costa
(Quiero decir: por expatriado yo tú eres ex patria)
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Poeta
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Amo tu desnudez porque desnuda me bebes con los poros, como hace el agua cuando entre sus paredes me sumerjo.
Tu desnudez derriba con su calor los límites, me abre todas las puertas para que te adivine, me toma de la mano como a un niño perdido que en ti dejara quieta su edad y sus preguntas.
Tu piel dulce y salobre que respiro y que sorbo pasa a ser mi universo, el credo que se nutre; la aromática lámpara que alzo estando ciego cuando junto a la sombras los deseos me ladran.
Cuando te me desnudas con los ojos cerrados cabes en una copa vecina de mi lengua, cabes entre mis manos como el pan necesario, cabes bajo mi cuerpo más cabal que su sombra. El día en que te mueras te enterraré desnuda para que limpio sea tu reparto en la tierra, para poder besarte la piel en los caminos, trenzarte en cada río los cabellos dispersos.
El día en que te mueras te enterraré desnuda, como cuando naciste de nuevo entre mis piernas.
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Poeta
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Yo como tú amo el amor, la vida, el dulce encanto de las cosas el paisaje celeste de los días de enero.
También mi sangre bulle y río por los ojos que han conocido el brote de las lágrimas. Creo que el mundo es bello, que la poesía es como el pan, de todos.
Y que mis venas no terminan en mí, sino en la sangre unánime de los que luchan por la vida, el amor, las cosas, el paisaje y el pan, la poesía de todos.
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Poeta
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Mi poesía es como la siempreviva paga su precio a la existencia en término de asperidad.
Entre las piedras y el fuego, frente a la tempestad o en medio de la sequía, por sobre las banderas del odio necesario y el hermosísimo empuje de la cólera, la flor de mi poesía busca siempre el aire, el humus, la savia, el sol, de la ternura.
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Poeta
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Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre porque se detendrá la muerte y el reposo.
Tu voz, que es la campana de los cinco sentidos, sería el tenue faro buscado por mi niebla.
Cuando sepas que he muerto di sílabas extrañas. Pronuncia flor, abeja, lágrima, pan, tormenta.
No dejes que tus labios hallen mis once letras. Tengo sueño, he amado, he ganado el silencio.
No pronuncies mi nombre cuando sepas que he muerto desde la oscura tierra vendría por tu voz.
No pronuncies mi nombre, no pronuncies mi nombre, Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre.
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Poeta
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