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La luna blanca... y el frío... y el dulce corazón mío tan lejano... tan lejano...
¡tanto distante su mano...!
La luna blanca, y el frío y el dulce corazón mío tan lejano...
Y vagas notas del piano... Del bosque un aroma arcano... Y el remurmurar del río...
Y el dulce corazón mío tan lejano...!
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Poeta
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Esta mujer es una urna llena de místico perfume, como Annabel, como Ulalume...
Esta mujer es una urna.
Y para mi alma taciturna por el dolor que la consume, esta mujer es una urna llena de místico perfume...!
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Poeta
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I Tengo una sed de vinos capitosos -venusino furor, pugnas salaces, ojos enloquecidos por el éxtasis, bocas ebrias, frenéticos enlaces-.
Tú, Dinarzada, tú, fogosa mía, tú, Melusina, vid de mis deseos:
¡dóname tu lagar tibio y recóndito! quiero oprimir tus uvas!
Y tus vinos exprimir! -fulgurante filtro cálido para mi sed de zumos citereos!
II Tengo una sed de búdicos nirvanas -xahareño no oír, callada acidia, ojos enceguecidos por el éxtasis, espiritual ardor, psíquica lidia-.
Tú, viaje azul, deliquio, noche intacta, música..., oh tú, mi inasequible dueño:
¡llévame a tus refugios ataráxicos! quiero tañer tus fibras!
y el prodigio de tu entraña exprimir! -don inefable para mi sed de fugas y de ensueño.
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Poeta
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Riela en mi alma tu recuerdo como la luna sobre el mar...
En el silencio de mis noches oigo tu voz aletear, tu voz que me dice muy paso que no me quieres olvidar...
En el silencio de mis noches, -como la luna sobre el mar- riela en mi alma tu recuerdo...
Veo el undívago vibrar de las estrellas, en tus ojos...
Me embriaga el cálido aromar de tu melena tenebrosa... Tu frente, -un milagro lunar- trasluce los puros anhelos de tu querer, de tu ensoñar.
Se van mis horas solitarias tras tu recuerdo, en un girar de sueño y sueños ilusos... (No los podremos realizar?...)
Melancólico ensueño ilusorio que justifica el vegetar del ánima mía soberbia, de mi espíritu singular... Melancólico ensueño ilusorio... (no lo podremos realizar...?)
Riela en mi alma tu recuerdo... Siento en mi boca palpitar el beso trémulo y perenne con que nos hemos de besar... miro en tus ojos de misterio -como si fueran a llorar...- todo el poema de la vida que no pudimos realizar... En tu nocturna cabellera -nardos y lirios y azahar- aspiro todos los perfumes con que quisiera aletargar mi quimérica pantomima de soñar y soñar y soñar! Está en tu grácil cuerpo fino toda la euritmia del rimar... Son tus manos palidecidad -parece que fuera a nevar...-, tus manos, lánguidas y breves, pareja de lirios sin par! Tus manos, que bendijeron con su perdón, mi divagar por arduos caminos oscuros y muelles sendas del pescar...
Riela en mi alma tu recuerdo como la luna sobre el mar... En el silencio de mis noches oigo tu voz aletear..., tu voz, que me dice muy paso que no me quieren olvidar!
Siento en mi frente ensombrecida tus manos cándidas posar... Siento en mi ardida frente gélida el balsámico palpitar de tus labios, que borran culpas y que me quieren perdonar...
¡Melancólico ensueño ilusorio de mi incoherente divagar! Fantasía disparatada de mi espíritu singular! Delirio ingenuo que se trueca -irónico y duro- en pesar... ¡Melancólico ensueño ilusorio que no podremos realizar...!
Riela en mi alma tu recuerdo como la luna sobre el mar...!
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Poeta
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Tú coronas mis quince lustros con el cíngulo de tus brazos, con el cíngulo de tus muslos, con el perfume de tus labios, con el éxtasis de tu júbilo -cabrilleante por los lagos auriendrinos, hondos carbundos-.
Con la tersura de tus manos, con el ardor de tu combusto tesoro en flor, que orna melado toisón en rizos: el refugio fragante, que al híspido fauno tú le donas, -intercolumnio-: oasis tibio entre alabastros.
Tú coronas mis quince lustros con el hechizo de tus labios; con el cíngulo de tus muslos, con el cíngulo de tus brazos, con tus fulgentes ojos rútilos, con tus besos trémulos, ávidos, -ora lustrales, ora lúbricos...-
Con la tersura de tus manos, con tu voz rauca en el susurro, con tus ímpetus inexhaustos, con tus anhelos sitibundos que el corazón hinchente: heraldos de los mis goces y los tuyos, -nuestra embriaguez y nuestro gaudio-.
Con el cíngulo de tus muslos, con el cíngulo de tus brazos, con el prodigio intercolumnio con el regusto de tus labios... Tú coronas mis quince lustros con el brillo de tus ojazos, -gémulas de móvil mercurio-.
Con tu voz grave, con tu osado corazón fiero, con tu iluso férvido ensueño, con tu claro zahareño espíritu agudo. Con el oreo de tu cálido sexual exhálito y efluvio, y prístino efluvio y exhálito.
con tu severo rictus duro, con tu sonrisa en sobresalto, con tu silencio o tu murmurio, -tu pasional mezzo-soprano que se asordina en el connubio...- Con el cíngulo de tus brazos, con el cíngulo de tus muslos...
con la caricia de tus manos, con el éxtasis de tu júbilo, con el éxtasis de mi gaudio, con nuestros éxtasis en uno, con el embrujo de tus labios, coronaste mis quince lustros y continúas coronándolos...
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Poeta
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Quise una vez y para siempre -yo la quería desde antaño- a ésa mujer, en cuyos ojos bebí mi júbilo y mi daño...
Quise una vez -nunca así quise ni así querré, como así quiero- a ésa mujer, en cuyo espíritu fundí mi espíritu altanero.
Quise una vez y desde nunca -ya la querré y hasta que muera- a ésa mujer, en cuya boca gusté -otoñal- la Primavera.
Quise una vez -nadie así quiso ni así querrá, que es arduo empeño- a ésa mujer, en cuyo cálido regazo en flor ancló mi ensueño.
Quise una vez -jamás la olvide vivo ni muerto- a ésa mujer, en cuyo ser de maravilla remorí para renacer...
Y ésa mujer se llama... Nadie, nadie lo sepa -Ella sí y yo-. Cuando yo muera, digas -sólo- quién amará como él amó?
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Poeta
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Mañana sí veré con ojos jubilosos la luz, la luz del día;
en pleno día miraré la noche fúlgida, en pleno día oiré sus cánticos, absorto, los cantos de la noche única! en pleno día respiraré el aroma de la noche estremecida!
Yo besaré los labios de la noche: y mis manos febriles pondrán presas sus manos tibias y oprimirán los flancos de la noche y los muslos -vía láctea-, los muslos siderales de la noche; y mis manos febriles retozarán en cálidos oteros y odorantes colinas y jardines ocultos de la noche...
Yo escrutaré los ojos de la noche: me beberé el fulgor de sus pupilas por saber si es amor ese fulgor...: -por saber si es amor el hondo efluvio, el tormentoso exálito que efunde la melena de la noche, me embriagaré en su bruna cabellera...: por saber si es amor todo el perfume que envuelve el cuerpo en ascuas de la noche, yo estrecharé en mis brazos el cuerpo de la noche...
Mañana sí veré con ojos jubilosos la luz, la luz del día:
en pleno día miraré la noche fúlgida, en pleno día oiré sus cánticos, absorto, los cantos de la noche única! en pleno día aspiraré el aroma de la noche estremecida!
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Poeta
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En tu pelo está el perfume de la noche y en tus ojos su tormentosa luz. El sabor de la noche vibra en tu boca palpitante. Mi corazón, clavado sobre la noche de avenuz.
La noche está en tu frente morena, erguida y frágil y en tus brazos que un vello sutil aterciopela. La noche está en recónditos parajes de tu cuerpo: -la noche perfumada de nardo y de vainilla y de canela...
La noche está en tus ojos brunos, iridiscente: constelaciones bullen en su vivaz burbuja. La noche está en tus ojos brunos, cuando los cierras: noche definitiva, noche agorera, noche bruja.
En tus oídos, toda la música de la noche se refugia, y te arrulla con su vago susurro. En tus oídos, toda la música de la noche, y en tu voz, y en tu risa, y en tu tácito llanto...
En tu frente, su angustia latente insomne yerra, y en tu pecho amoroso su tormentosa luz. En la noche sortílega, sortílego discurro... El sabor de la noche vibra en tu boca palpitante. Tus manos son dos pálidas lunas sobre mi frente.
Clavos en ti me clavan , oh Noche deleitosa! noche...! tibio madero de mi cruz!
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Poeta
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Me quedas tú, y me donas tu alegría con el dolor, y tu miel deleitable con el acerbo aloe. Me quedas tú, y la luz que tu alma cría dentro la tenebrura inenarrable de mi yo solitario:
Siempre loe tu don ilusionario.
Me quedas tú, y el claro sortilegio de tus ojos rïentes: con su hechizo mi soledad se puebla.
Me quedas tú, y tu risa, cuyo arpegio me embriaga, y tu tesoro de oro cobrizo solaz del alma sola:
La gris niebla tu regalo aureola.
Me quedas tú, y el filtro que tu ardida boca frutal, sombreada, en mis febriles resecos labios vierte.
Me quedas tú, la ingenua enardecida, me quedas tú, la experta, de sutiles tácticas retrecheras:
Vida. Muerte. Lo que quieras.
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Poeta
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Tú fuiste mía, ardiente Dinarzada: todo tu ser se le entregó a mi ruego! todo tu ser se le rindió a mi Nada! todo tu fuego se fundió en mi fuego!
Tú fuiste mía, ardiente Dinarzada!
Ya qué me importa el torvo rumbo ciego! Es lumbre para mí la desolada llanura yerma! Alígero navego bajo la tempestad desmelenada!
Todo tu fuego se fundió en mi fuego!
Tu grande corazón, tu alma extasiada, tu espíritu finísimo, a mi ruego se rindieron: donáronse a mi Nada! Noche: en tus brazos únicos me entrego, Dinarzada sutil, noche soñada...
Tú fuiste mía, ardiente Dinarzada! Todo tu fuego se fundió en mi fuego!
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Poeta
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