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Soy una amanecida del amor… Raro que no me sigan centenares de pájaros picoteando canciones sobre mi sombrilla blanca. (Será que van cercando, en vigilia de nubes, la claridad inmensa donde avanza mi alma).
Raro que no me carguen pálidas margaritas por la ruta amorosa que han tomado mis alas. (Será que están llorando a su hermana más triste, que en silencio se ha ido a la hora del alba).
Raro que no me vista de novia la más leve de aquellas brisas suaves que durmieron mi infancia. (Será que entre los árboles va enseñando a mi amado los surcos inocentes por donde anduve, casta…)
Raro que no me tire su emoción el rocío, en gotas donde asome risueña la mañana. (Será que por el surco de angustia del pasado, con agua generosa mis decepciones baña).
Soy una amanecida del amor… En mí cuelgan canciones y racimos de pétalos, y muchos sueños blancos, y emociones aladas. Raro que no me entienda el hombre, conturbado por la mano sencilla que recogió mi alma. (Será que en él la noche se deshoja más lenta, o tal vez no comprenda la emoción depurada…)
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Poeta
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Por tu vida yo soy... en tus ojos yo vivo la armonía de lo eterno. La emoción se me riega, y se ensancha mi sangre por las venas del mundo.
No doy ecos partidos. Lo inmutable me sigue resbalando hasta el fondo de mi propia conciencia.
En ti yo amo las últimas huidas virginales de las manos del alba, y armando lo infinito te quiero entre las puertas humanas que te enlazan.
En ti aquieto las ramas abiertas del espacio, y renuevo en mi arteria tu sangre con mi sangre.
¡Te multiplicas! ¡Creces! ¡Y amenazas quedarte con mi prado salvaje!
Eres loca carrera donde avanzan mis pasos, atentos como albas al sol germinativo que llevas en tu impulso.
Por tu vida yo soy alta mar y gaviota: en ella vibro y crezco...
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Poeta
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En ti me he silenciado... El corazón del mundo está en tus ojos, que se vuelan mirándome.
No quiero levantarme de tu frente fecunda en donde acuesto el sueño de seguirme en tu alma. Casi me siento niña de amor que llega hasta los pájaros. Me voy muriendo en mis años de angustia para quedar en ti como corola recién en brote al sol... No hay una sola brisa que no sepa mi sombra ni camino que no alargue mi canción hasta el cielo. ¡Canción silenciada de plenitud! En ti me he silenciado...
La hora más sencilla para amarte es ésta en que voy por la vida dolida del alba.
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Poeta
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Yo fui estallido fuerte de la selva y el río, y voz entre dos ecos, me levanté en las cuestas. De un lado me estiraban las manos de las aguas, y del otro, prendíanme sus raíces las sierras.
Cuando mi río subía su caricia silvestre en aventuras locas con el rocío y la niebla, con el mismo amor loco que impulsaba mi sueño, lejos de sorprenderlo, me hospedaba en las sierras.
Pero si alguna sombra le bajaba a los ojos, me repetía en sus aguas hasta dar en la arena, y era mi grito nuevo como un tajo en el monte que anegaba las calles y golpeaba las puertas.
A veces la montaña se me vestía de flores e iniciaba en mi talle curvas de primavera.
Quién sabe en qué mañana se apretaron mis años sobre senos y muslos y caderas de piedra!
Se treparon mis ojos al rostro de los árboles y fueron mariposas sus vivas compañeras: así es como en los prados voy buscando las flores, y alas pido en las almas que a mi vida se acercan.
Mis dedos arañaron la fuerza de los riscos, y juraron ser índices de mis futuras vueltas;
por eso entre los cuerpos doblados de los hombres, como puntales puros de orientación se elevan.
Yo fui estallido fuerte de la sierra y el río, y crecí amando el río e imitando la sierra...
Una mañana el aire me sorprendió en el llano: ya mi raíz salvaje se soltaba las riendas! Pálidas ceremonias saludaron mi vida, y una fila de voces reclamaron la prenda...
Mis labios continuaron el rumor de las fuentes donde entrañé mis años y abastecí las venas. De ahí mi voz de ahora, blanca sobre el lenguaje, se tiende por el mundo como la dio la tierra!
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Poeta
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