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Vierto en tu primoroso cuello mis soñados besos mi incertidumbre de otro encuentro como éste.
Subo por tu cintura rumbo al fino seno. Lo alcanzo y se me esfuma
Esquivo se levanta Se empieza a hacer de luna
Mi boca se desbanda comprime tus sentidos se vuelve terciopelo y acuna tus excusas
Se tiende como nido y caes como alondra mullida en mis promesas
Te extiendes como lámina dorada a roja forja y alcanzo tu horizonte amante sin aurora.
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Poeta
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Libertino
No trates de ponerme empalizadas. Ya sé que te alergian mis poemas. Te amo, mas no quiero cadenas. Jamás he soportado la rutina.
Me sabes desnudo de escondrijos fanático relator de historias viejas, vicioso de trabajo concienzudo, solitario o noctámbulo en amigos.
Administrador de sueños cotidianos, tolerante pastor de algún prostíbulo, enamorado del sol tras los postigos, entusiasta componedor de este desquicio.
No trates de competir, vente conmigo, planifica conmigo picardías, revolotea en tu beso fantasías.
No intentes ensortijar el alma. No impongas el Big-Ben de la apatía. No quieras ponerme empalizadas, acéptame tal cual: un libertino.
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Poeta
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¡Oh, mis impuntualidades! Las llevo como cencerro, siempre anuncian mi visita. Desde mis idilios me consagré impuntual por doquier. A muchas novias sorprendí recapacitando citas anheladas e increpándome tras sus telarañas.
En mi matrimonio lucí mi impuntualidad más destacada. Mi mujer la colgó en un marco de ira sobre nuestra cabecera y la archivó solemne en su enciclopedia del rencor.
No podía yo ser menos si mi abuelo bucanero perdió su bergantín allá en Papudo, ancló en Salamanca sus amores, sedujo brujas y lució por Aconcagua su impuntual prestancia de corsario galo.
Como él me consagré impuntual por doquier, perdí aviones, en las misas con gran suerte alcancé los ofertorios.
Rechacé con alergia el reloj control. Decidí ser poeta independiente. En el ciclo del aura orbité de contramano.
Mi impuntualidad vistió sus acuarelas. Descifró auroras a mediodía y fue crepuscular rayo de sol en madrugadas.
Mis atrasos me anticiparon a cada minuto, hasta que le hurté al planeta un circuito vital.
Desde entonces me congratularon las gaviotas por mi reencarnación aventurera.
Yo venía del ayer con mis apuros, priorizando lo simple, jerarquizando los besos escondidos. Ellas me pensaron –pobrecitas- portero secular de la mañana.
¡Oh, mis impuntualidades! Tintineantes certificaciones de mi corta burocracia, de mis insensateces blancas, de la cartomancia que distrajo mis deberes.
¿Cómo les explico ahora a los rectores que si llego a tiempo es por traslación de un siglo entero?
¿Cómo convencerlos de mi acierto, si impuntualidad mediante, hoy llegué primero?
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Poeta
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Revienta los escrúpulos, sacude el raciocinio Olvida la majadera presión de calendarios Canta conmigo un susurro rojo Emborráchate en el remolino de un merengue Fúgate conmigo a volar un vallenato Saborea la nocturnidad del sudor Embarazadas de viento, las nubes van pariendo el arco iris Cabalguemos las auroras Sigamos los trinos desordenados de gorriones Nada quiero con la lógica Deja seducir tus muslos en el roce de mis labios Nademos en las espumas de un cometa verde Fluya el magma de la vida a borbotones Déjate llevar por el placer oculto Plasmemos fantasías en el tacto que explora Fusionemos nuestros cuerpos de milongas Libres de prejuicios, las vertientes rompen rocas Desconecta ya tu inteligencia Suficiente lumbre sugiere tu mirada Ascendamos entrelazados a la cima Violines gitanos serán nuestra antesala
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Poeta
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Nunca me gustó
ir a los cementerios
Cuando lo hacía
la vida rebasaba mis ojos
Se prendía a la piel pálida
de las mujeres de negro
en encabritado deseo
que hasta juzgué sacrílego
Me horrorizaba
el campo de lápidas
y la flor agonizando
Siempre quise salir ligero
Prenderme al viento
y soñar frenético
con dos viudas dolidas
Sí,
nunca me gustó ir a los cementerios
Pero eran escala obligada
de las quintas de recreo
Cuando suene la sirena de mi turno
-voy a quejarme por anticipado-
no se les ocurra archivarme
en un frío ambiente de soltero
No me torturen
con el agua mustia
que dejará vuestro olvido
Ahórrense la visita formal
los primeros de noviembre
Déjenme zarpar sereno
hasta el litoral del limbo
Déjenme recalar sin prisa
allí donde me envíe
el gran portero
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Poeta
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¿Por qué me sobreprotegiste, madre? ¿Por qué anudaste mis zapatos y me entraste antes que el sol con tanto abrigo?
¿Acaso me temiste encandilado por las flores de organza? ¿Por las trenzas azabaches? ¿O me creíste bendito?
¿Acaso me temiste callejero, enredado en las pandillas, o pelotero? ¿Por eso me impediste gozar la trifulca genial de las pichangas?
¡De cuántas acequias me privaste! ¡De qué magulladuras de luna y río libraste mis rodillas escarchadas!
Absurdo, pues, madre, si me enviaste como un jilguero a la campiña para entender a diario, en mis costillas, que la vida es calle del medio, simulada.
Quisiste resguardarme de los Zurita, el cité, su bullicio y sus bravatas. soñaste para mí ser clase media, conviviente carnal de las corbatas.
Quisiste protegerme de esas sueltas que enseñaban la piel y que tuteaban. No entendiste que mis desvelos niños intuían sus pechos inflamados. No supiste que andaba atormentado intentando imaginar ninfa completa y que al medio siempre algo me faltaba.
Afortunadamente, madre, te confieso, mientras casto y ordenado me guardabas, el Kama Sutra, flameante de enseñanza, empañaba mis ojos demudados.
Compartiendo tan sabia geografía con primas y vecinas voluntarias, tras los sombreados aromos de la quinta, desentrañé mis dudas escoláticas.
El sortilegio libró mis ataduras. Kamasutré cama adentro, querubín desorientado. descubrí el anatema de la suave lujuria y tuve por harem, vecinas respingadas.
Así, practiqué mis artilugios con excusas de estudios esforzados y la única aritmética comprensible que los muslos de seda me inspiraron.
Y con tan mortal pecado a cuestas, me persigné con temor, con insistencia. Negocié con oraciones muy contritas un ingreso al Edén, con indulgencias. En las Novenas exploré junto a Patricia, Rosa, Carmen, Margarita, la alegría de vivir desorbitado.
Como ves, madre, no sirvieron tus recaudos, tus temores ni tus celos, Nada se saca con cerrar cada postigo, si la vida brinca igual como un tiovivo.
Y, tal vez, jamás sea caballero que procura aprobación contemporánea. Persistiendo, río arriba, torpemente, he ensayado ser persona relajada.
Eroscidio, amática contra el Desamor, 1988
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Mi adicción es al cepaje agridulce de tus besos que saben a licor de selva y burundanga.
Toda mi voluntad se desvanece en la liturgia del embrujo, desnuda te me vienes al pecho y te recibo con mis manos como timbales, recorriéndote, apretando tus hombros, tu espalda y tus misterios.
En tu ombligo, el centro de la galaxia, me detengo, soplo tu piel y siento la proyección de mis caminos madrugados, crezco hasta la gloria, ciego, me revuelco en ti con embeleso.
Las mareas de tu cuerpo desafían mi impronta de corsario, llevo el ritmo cadencioso, me cuelgo a las garcias de tu pelo, respiro profundo las fantasías de tu boca, increpo tu pasado, ardientemente peco.
El éxtasis de tus muslos golpea mis orejas, sucumbo en tus volcanes, mi represa se rompe en tus gemidos, como un monstruo prehistórico, fluyo.
El sudor nos empapa y en el agua nos desvanecemos para salir juntos en un sueño a revolotear el no tiempo, en el relajo profundo, de placer satisfechos.
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Caligrafías de amor, 02 Marzo 2011.
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