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No te escuche partir, no quiero mover nada, no quiero cambiar la realidad, no quiero perderte.
No puedo dormir, no puedo escribir, no puedo pensar, cuando no estas aqui conmigo.
Te escuche reir, una vez mas, antes de marcharte, antes de decir adios, estabas conmigo.
Un ultimo beso, un ultimo deseo antes de decrinos adios, para seguir con nuestros destinos, seguir con nuestros lazos en la vida misma.
Erick. R. R. Torres (Angel Negro)
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Poeta
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Me besaba mucho, como si temiera irse muy temprano... Su cariño era inquieto, nervioso. Yo no comprendía tan febril premura. Mi intención grosera nunca vio muy lejos ¡Ella presentía! Ella presentía que era corto el plazo, que la vela herida por el latigazo del viento, aguardaba ya..., y en su ansiedad quería dejarme su alma en cada abrazo, poner en sus besos una eternidad.
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Poeta
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Se me va de los dedos la caricia sin causa, se me va de los dedos... En el viento, al pasar, la caricia que vaga sin destino ni objeto, la caricia perdida ¿quién la recogerá?
Pude amar esta noche con piedad infinita, pude amar al primero que acertara a llegar. Nadie llega. Están solos los floridos senderos. La caricia perdida, rodará... rodará...
Si en los ojos te besan esta noche, viajero, si estremece las ramas un dulce suspirar, si te oprime los dedos una mano pequeña que te toma y te deja, que te logra y se va.
Si no ves esa mano, ni esa boca que besa, si es el aire quien teje la ilusión de besar, oh, viajero, que tienes como el cielo los ojos, en el viento fundida, ¿me reconocerás?
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Poeta
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Porque eres buena, inocente como un sueño de doncella, porque eres cándida y bella como un nectario naciente.
Porque en tus ojos asoma con un dulcísimo encanto, todo lo hermoso y lo santo del alma de una paloma.
Porque eres toda una esencia de castidad y consuelo, porque tu alma es todo un cielo de ternura y de inocencia.
Porque al sol de tus virtudes se mira en ti realizado el ideal vago y soñado de todas las juventudes;
por eso, niña hechicera, te adoro en mi loco exceso; por eso te amo, y por eso te he dado mi vida entera.
Por eso a tu luz se inspira la fe de mi amor sublime; ¡por eso solloza y gime como un corazón mi lira!
Por eso cuando te evoca mi afán en tus embelesos, siento que un mundo de besos palpita sobre mi boca.
Y por eso entre la calma de mi existencia sombría, mi amor no anhela más día que el que una mi alma con tu alma.
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Poeta
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I
Mañana que ya no puedan encontrarse nuestros ojos, y que vivamos ausentes, muy lejos uno del otro, que te hable de mí este libro como de ti me habla todo.
II
Cada hoja es un recuerdo tan triste como tierno de que hubo sobre ese árbol un cielo y un amor; reunidas forman todas el canto del invierno, la estrofa de las nieves y el himno del dolor.
III
Mañana a la misma hora en que el sol te besó por vez primera, sobre tu frente pura y hechicera caerá otra vez el beso de la aurora; pero ese beso que en aquel oriente cayó sobre tu frente solo y frío, mañana bajará dulce y ardiente, porque el beso del sol sobre tu frente bajará acompañado con el mío.
IV
En Dios le exiges a mi fe que crea, y que le alce un altar dentro de mí. ¡Ah! ¡ Si basta no más con que te vea para que yo ame a Dios, creyendo en ti!
V
Si hay algún césped blando cubierto de rocío en donde siempre se alce dormida alguna flor, y en donde siempre puedas hallar, dulce bien mío, violetas y jazmines muriéndose de amor;
yo quiero ser el césped florido y matizado donde se asienten, niña, las huellas de tus pies; yo quiero ser la brisa tranquila de ese prado para besar tus labios y agonizar después.
Si hay algún pecho amante que de ternura lleno se agite y se estremezca no más para el amor, yo quiero ser, mi vida, yo quiero ser el seno donde tu frente inclines para dormir mejor.
Yo quiero oír latiendo tu pecho junto al mío, yo quiero oír qué dicen los dos en su latir, y luego darte un beso de ardiente desvarío, y luego. . . arrodillarme mirándote dormir.
VI
Las doce. . . ¡adiós. . .! Es fuerza que me vaya y que te diga adiós. . . Tu lámpara está ya por extinguirse, y es necesario. -Aún no.- Las sombras son traidoras, y no quiero que al asomar el sol, se detengan sus rayos a la entrada de nuestro corazón. . . -Y, ¿qué importan las sombras cuando entre ellas queda velando Dios? -¿Dios? ¿Y qué puede Dios entre las sombras al lado del amor? -¿Cuando te duermas ¿me enviarás un beso? -¡Y mi alma! -¡Adiós. . . ! -¡Adiós. . . !
VII
Lo que siente el árbol seco por el pájaro que cruza cuando plegando las alas baja hasta sus ramas mustias, y con sus cantos alegra las horas de su amargura; lo que siente pro el día la desolación nocturna que en medio de sus angustias, ve asomar con la mañana de sus esperanzas una; lo que sienten los sepulcros por la mano buena y pura que solamente obligada por la piedad que la impulsa, riega de flores y de hojas la blanca lapida muda, eso es al amarte mi alma lo que siente por la tuya, que has bajado hasta mi invierno, que has surgido entre mi angustia y que has regado de flores la soledad de mi tumba.
Mi hojarasca son mis creencias, mis tinieblas son la duda, mi esperanza es el cadáver, y el mundo mi sepultura. . . Y como de entre esas hojas jamás retoña ninguna; como la duda es el cielo de una noche siempre oscura, y como la fe es un muerto que no resucita nunca, yo no puedo darte un nido donde recojas tus plumas, ni puedo darte un espacio donde enciendas tu luz pura, ni hacer que mi alma de muerto palpite unida a la tuya; pero si gozar contigo no ha de ser posible nunca, cuando estés triste, y en el alma sientas alguna amargura, yo te ayudaré a que llores, yo te ayudaré a que sufras, y te prestaré mis lágrimas cuando se acaben las tuyas.
VIII
1
Aún más que con los labios hablamos con los ojos; con los labios hablamos de la tierra, con los ojos del cielo y de nosotros.
2
Cuando volví a mi casa de tanta dicha loco, fue cuando comprendí muy lejos de ella que no hay cosa más triste que estar solo.
3
Radiante de ventura, frenético de gozo, cogí una pluma, le escribí a mi madre, y al escribirle se lo dije todo.
4
Después, a la fatiga cediendo poco a poco, me dormí y al dormirme sentí en sueños que ella me daba un beso y mi madre otro.
5
¡Oh sueño, el de mi vida más santo y más hermoso! ¡Qué dulce has de haber sido cuando aun muerto gozo con tu recuerdo de este modo!
IX
Cuando yo comprendí que te quería con toda la lealtad de mi corazón, fue aquella noche en que al abrirme tu alma miré hasta su interior. Rotas estaban tus virgíneas alas que ocultaba en sus pliegues un crespón y un ángel enlutado cerca de ellas lloraba como yo. Otro tal vez, te hubiera aborrecido delante de aquel cuadro aterrador; pero yo no miré en aquel instante más que mi corazón; y te quise tal vez por tus tinieblas, y te adoré, tal vez, por tu dolor, ¡qué es muy bello poder decir que el alma ha servido de sol. . .!
X
Las lágrimas del niño la madre enjuga, las lágrimas del hombre las seca la mujer. . . ¡Qué tristes las que brotan y bajan por la arruga, del hombre que está solo, del hijo que está ausente, del ser abandonado que llora y que no siente ni el beso de la cuna, ni el beso del placer!
XI
¡Cómo quieres que tan pronto olvide el mal que me has hecho, si cuando me toco el pecho la herida me duele más! Entre el perdón y el olvido hay una distancia inmensa; yo perdonaré la ofensa; pero olvidarla. . . . ¡jamás!
XII
¡Ah, gloria! ¡De qué me sirve tu laurel mágico y santo, cuando ella no enjuga el llanto que estoy vertiendo sobre él! ¡De que me sirve el reflejo de tu soñada corona, ¡cuando ella no me perdona ni en nombre de ese laurel!
La que a la luz de sus ojos despertó mi pensamiento, la que al amor de su acento encendió en mi la pasión; muerta para el mundo entero y aun para ella misma muerta, solamente está despierta dentro de mi corazón.
XIV
El cielo muy negro, y como un velo lo envuelve en su crespón la oscuridad; con un sombra más sobre ese cielo el rayo puede desatar su vuelo y la nube cambiarse en tempestad.
XV
Oye, ven a ver las naves, están vestidas de luto, y en vez de las golondrinas están graznando los búhos. . . El órgano está callado, el templo solo y oscuro, sobre el altar. . . ¿y la virgen por qué tiene el rostro oculto? ¿Ves?. . . en aquellas paredes están cavando un sepulcro, y parece como que alguien solloza allí, junto al muro. ¿Por qué me miras y tiemblas? ¿Por qué tienes tanto susto? ¿Tú sabes quién es el muerto? ¿Tú sabes quién fue el verdugo?
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Poeta
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Esta hoja arrebatada a una corona que la fortuna colocó en mi frente entre el aplauso fácil e indulgente con que el primer ensayo se perdona.
Esta hoja de un laurel que aún me emociona como en aquella noche, dulcemente, por más que mi razón comprende y siente que es un laurel que el mérito no abona.
Tú la viste nacer, y dulce y buena te estremeciste como yo al encanto que produjo al rodar sobre la escena;
Guárdala y de la ausencia en el quebranto, que te recuerde de mis besos, llena, al buen amigo que te quiere tanto.
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Poeta
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Madre, madre, cansado y soñoliento quiero pronto volver a tu regazo; besar tu seno, respirar tu aliento y sentir la indolencia de tu abrazo.
Tú no cambias, ni mudas, ni envejeces; en ti se encuentra la virtud perdida, y tentadora y joven apareces en las grandes tristezas de la vida.
Con ansia inmensa que mi ser consume quiero apoyar las sienes en tu pecho, tal como el niño que la nieve entume busca el calor de su mullido lecho.
!Aire! ¡más luz, una planicie verde y un horizonte azul que la limite, sombra para llorar cuando recuerde, cielo para creer cuando medite!
Abre, por fin, hospedadora muda, tus vastas y tranquilas soledades, y deja que mi espíritu sacuda el tedio abrumador de las ciudades.
No más continuo batallar: ya brota sangre humeante de mi abierta herida, y quedo inerme, con la espada rota, en la terrible lucha por la vida.
¡Acude madre, y antes que perezca y bajo el peso, del dolor sucumba; o abre tus senos, y que el musgo crezca sobre la humilde tierra de mi tumba! ¿Sabes lo que es un suspiro? ¡Un beso que no se dio ¡Con cadena y cerrojos los aprisionan severos, y apenas los prisioneros se me asoman a los ojos!
¡Pronto rompen la cadena de tan injusta prisión, y no mueren más de pena que ya está de besos llena la tumba del corazón!
¿Qué son las bocas? Son nidos. ¿Y los besos? ¡Aves locas! Por eso, apenas nacidos, de sus nidos aburridos salen buscando otras bocas.
¿Por qué en cárcel sepulcral se trueca el nido del ave? ¿Por qué los tratas tan mal, si tus labios de coral son los que tienen la llave?
-Besos que, apenas despiertos, volar del nido queréis a sus labios entreabiertos en vuestra tumba, mis muertos, dice: ¡Resucitaréis!
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Poeta
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Los pájaros que en sus nidos mueren, ¿a dónde van? ¿Y en que lugar escondidos están, muertos o dormidos, los besos que no se dan?
Nacen, y al punto traviesos hallar la salida quieren; ¡pero como nacen presos, se enferman pronto mis besos y, apenas naces, se mueren!
En vano con raudo giro éste a mis labios llegó. Si lejos los tuyos miro . . . ¿sabes lo que es un suspiro? ¡Un beso que no se dio!
¡Que labios tan carceleros! ¡Con cadenas y cerrojos los aprisionan severos, y apenas los prisioneros se me asoman a los ojos!
¡Pronto rompe la cadena de tan injusta prisión, y no mueran más de pena, que ya está de besos llena la tumba de mi corazón!
¿Qué son las bocas? Son nidos. ¿Y los besos? ¡Aves locas! Por eso, apenas nacidos, de sus nidos aburridos salen buscando otras bocas.
¿Por qué en cárcel sepulcral se trueca el nido del ave? ¿Por qué los tratas tan mal, si tus labios de coral son los que tienen la llave?
-Besos que apenas despiertos, volar del nido queréis a sus labios entreabiertos, en vuestra tumba, mis muertos, dice: ¡Resucitaréis!
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Poeta
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¡Oh, qué dulce canción! Límpida brota Esparciendo sus blandas armonías, Y parece que lleva en cada nota ¡Muchas tristezas y ternuras mías!
¡Así hablara mi alma... si pudiera! Así dentro del seno, Se quejan, nunca oídos, mis dolores! Así, en mis luchas, de congoja lleno, Digo a la vida: -¡Déjame ser bueno! -Así solllozan todos mis amores!
¿De quién es esa voz? Parece alzarse Junto del lago azul, noche quieta, Subir por el espacio, y desgranarse Al tocar el cristal de la ventana Que entreabre la novia del poeta... ¿No la oís como dice: "hasta mañana"?
¡Hasta mañana, amor! El bosque espeso Cruza, cantando, el venturoso amante, Y el eco vago de su voz distante Decir parece: "hasta mañana, beso!"
¿Por qué es preciso que la dicha acabe? ¿Por qué la novia queda en la ventana. Y a la nota que dice: "¡Hasta mañana!" El corazón responde: "¿quién lo sabe?"
¡Cuántos cisnes jugando en la laguna! ¡Qué azules brincan las traviesas olas! En el sereno ambiente ¡cuánta luna! Mas las almas ¡qué tristes y qué solas!
En las ondas de plata De la atmósfera tibia y transparente, Como una Ofelia náufraga y doliente, ¡Va flotando la tierna serenata...!
Hay ternura y dolor en ese canto, Y tiene esa amorosa despedida La transparencia nítida del llanto, ¡Y la inmensa tristeza de la vida!
¿Qué tienen esas notas? ¿Por qué lloran? Parecen ilusiones que se alejan... Sueños amantes que piedad imploran, Y como niños huerfanos, ¡se quejan!
Bien sabe el trovador cuán inhumana Ara todos los buenos es la suerte... Que la dicha es de ayer... y que "mañana" Es el dolor, la obscuridad, !la muerte!
El alma se compunge y estremece Al oír esas notas sollozadas... ¡Sentimos, recordamos, y parece Que surgen muchas cosas olvidadas!
¡Un peinador muy blanco y un piano! Noche de luna y de silencio agfuera... Un volumen de versos en mi mano, Y en el aire ¡y en todo! ¡primavera!
¡Qué olor de rosas grescas! en la alfombra ¡Qué claridad de luna! ¡qué reflejos! ...¡Cuántos besos dormidos en la sombra, Y la muerte, la pálida, qué lejos!
En torno al velador, niños jugando... La anciana, que en silencio nos veía... Schubert en su piano sollozando, Y en mi libro, Musset con su "Lucía".
¡Cuántos sueños en mi alma y en tu alma! ¡Cuántos hermosos versos! ¡cuántas flores! En tu hogar apacible ¡cuánta calma! Y en mi pecho ¡qué inmensa sed de amores!
¡Y todo ya muy lejos! ¡todo ido! ¿En dónde está la rubia soñadora? ...¡Hay muchas aves muertas en el nido, Y vierte muchas lágrimas la aurora!
...Todo lo vuelvo a ver... ¡pero no existe! Todo ha pasado ahora... !y no lo creo! Todo está silencioso, todo triste... ¡Y todo alegre, como entonces, veo!
...Esta es la casa... ¡su ventana aquélla! Ese, el sillón en que bordar solía... La reja verde... y la apacible estrella Que mis nocturnas pláticas oía!
Bajo el cedro robusto y arrogante, Que allí domina la calleja obscura, Por la primera vez y palpitante Estreché con mis brazos, su cintura!
¡Todo presente en mi memoria queda! La casa blanca, y el follaje espeso... El lago azul... el huerto... la arboleda, Donde nos dimos, sin pensarlo, un beso!
Y te busco, cual antes te buscaba, Y me parece oírte entre las flores, Cuando la arena del jardín rozaba El percal de tus blancos peinadores!
¡Y nada existe ya! Calló el piano... Cerraste, virgencita, la ventana... Y oprimiendo mi mano con tu mano, Me dijiste también: "¡hasta mañana!"
¡Hasta mañana!... Y el amor risueño No pudo en tu camino detenerte!... Y lo que tú pensaste que era el sueño, Fue sueño, ¡pero inmenso! ¡el de la muerte!
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¡Ya nunca volveréis, noches de plata! Ni unirán en mi alma su armonía, Schubert, con su doliente serenata Y el pálido Musset con su "Lucía".
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Poeta
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Tuerce tus palabras una vez más, dame los silencios necesarios para enamorarme socava al mundo que todo lo rodea acorrálame eternamente con besos y momifícame con caricias frutales dame todas tus lágrimas las beberé, a partir de hoy no te harán falta a ti me entrego, exprimido de amor, delirante, atrevido. Bajo la sombra de una gaviota desnudaré tu manso aroma y con hebras de un suspiro escribiré: te necesito amor
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Poeta
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