Poemas :  LAS VÍCTIMAS VIVAS DE LA GUERRA
El poeta y su perrita
Sant Cugat del Vallés
Barcelona ::: España
04/02/2024
LAS VICTIMAS VIVAS DE LA GUERRA
Era una mañana cualquiera de un mes de mayo, los niños jugaban alegremente, las madres vigilantes, los padres en la faena, bajo un campo cubierto de flores, cuando de pronto se vieron unos aviones volando muy alto. Un niño dijo, mira mamá que bonito. De repente se oyeron las primeras explosiones, los aviones lanzaban su carga de muerte, La primera bomba cayó sobre un grupo de niños que estaban jugando, miembros destrozados, las madres gritando. Mi hijo, mi hijo. La guerra había empezado, una guerra cruel y terrible de un enemigo poderoso contra un país desamparado, casi sin armas, la ambición como siempre, el petróleo, la riqueza, el deseo de venganza hacia un país indefenso . Aquel campo antes cubierto de flores ahora se llenaba de gritos, de desolación, de muerte. Las campanas de las iglesias tocaban a rebato, soltando alaridos fúnebres, alaridos de muerte, las madres lloraban por sus hijos perdidos, otras temiendo por el marido que inmerso en su faena tal vez no regresara jamás. Días de pánico, una madre con su hijo en brazos mirando al cielo preguntaba. Señor porqué a nosotros. La gente corría desperdigada intentando escapar de aquel horror. Golpes de pala se clavan arrastrando el barro, pero no hay espacio para tantas tumbas, el bombardeo ha terminado, un niño llora, su madre, su padre, muertos por la mano despiadada del hombre, como tantos otros, huérfano cuando lo tenía todo. Una felicidad robada, otra víctima de la guerra.
El sol se retuerce entre el espanto
arrancando sin piedad el leve aliento
la muerte coronada si esfuerzo
el día interminable que no acaba.
Se llama a los combatientes a defender su tierra, pero que pueden unos pocos fusiles contra el poder del más grande, avanzan arrasan, matan, destrozan. Donde está la piedad del hombre. Una segunda oleada de aviones lanzando más bombas a diestro y siniestro, las pocas casas que quedan caen por el peso de las bombas, los ejércitos avanzan incontenibles ambicionando lo que los otros tienen. La gente huye aterrorizada, abandonan sus casas, columnas de refugiados en busca de la esperanza. Ancianos, niños pequeños, todos en busca de una salvación. Un niño pequeño de muy pocos años está llorando, sus padres ya no existen, una buena mujer lo acoge entre sus brazos y prosigue el camino, pero que camino, el mundo se ha olvidado de ellos. Llegan a fronteras de otros países cerradas a cal y canto. Soldados patrullando para impedirles el paso, suplican, empujan, son rechazados. Las Naciones Unidas clamando por ellos con una voz muy chiquita, al final consiguen, algunos, muy pocos avances. El cielo en silencio observa el horror esperando el momento supremo, cuando tengan que rendir cuantas ante la justicia divina.
Ya han sido sentenciados por los miles de niños muertos, el infierno será su destino, pero aquellos países que amparados en su fuerza protegen al despiadado, que no les importa la muerte de niños inocentes, que hablan mucho pero dicen en voz chiquita, sigue, sigue, seguirán el mismo camino, el cielo espera y calla.
Son confinados en guetos como si fueran animales, esclavos, enemigos, la suciedad abunda, el alimento más bien lo suficiente para subsistir, el agua escasea.
Ciegos, sin voz, con la noche cosida
Caminan los niños, sin padre ni madre
Sobre el horror de la prisión oscura
Mientras a su puerta llama la muerte
Sentada ante una tumba de piedra una niña está llorando, un niñito se le acerca, dime niña porque lloras. Lloro por mi padre muerto que esta tarde se me ha ido, por la injusticia del mundo. El niño le coge la mano para consolar su pena, la niña se abraza a su cuerpo llorando desconsoladamente. Ya nunca estará sola aquella niña, son dos los que caminan juntos, sin padre, sin madre, que la guerra cruel se los ha arrebatado. Se reúnen las Naciones tratando sobre qué hacer con tantos refugiados pidiendo asilo, se discute y se discute pero nunca llegan a nada, unos dicen que hay terroristas entre ellos, otros no los quieren recibir, todos se lavan las manos olvidando que son los culpables de tanta muerte y destrucción. Igual que aquel Poncio Pilatos cuando mandó crucificar a Jesús, ellos van crucificando a los niños, a los ancianos, a tantos seres humanos huidos de su tierra por el poder de las bombas, en un mundo cruel donde la conciencia no existe que se les puede pedir, guetos, barricadas, hambre y olvido
Es triste la guerra que a tantos mata, pero más triste aún es la crueldad del hombre.
Poeta

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