Textos :  Reflexiones sobre el tema de la muerte
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“Sin importar la belleza de eones acumulada en la noche constelada, o el esplendor titilante de la gota de rocío sobre el verdor de la hoja, si no existiese una consciencia inteligente que pudiera contemplarla y admirarla, la creación toda, sería un acto fútil”.

Luis E. Rivera Abadía


Reflexiones sobre la muerte

La realidad de los seres humanos habitando en este plano de fisicalidad es la eternidad; siempre hemos sido, siempre hemos estado y siempre seremos. La muerte tal y como es explicada por la ciencia, la sociedad y las religiones no existe. La “muerte” es una de las muchas mentiras, verdades a medias, sistemas de control y parcelas de poder que permite que una élite sacerdotal promueva el miedo, el terror sicológico y mental, para también de paso obtener enormes ganancias en base a ese terror explicado e inculcado por virtud de algunos “libros sagrados”.

Toda nuestra cotidianidad ha sido organizada y esquematizada en torno a una “partida, al día que me toque marchar”. Por esa razón, las cartas testamentarias, los calendarios divididos en años, meses, días, semanas; cronómetros subdivididos en horas, segundos, minutos, nos recuerdan la ilusa maldición de la temporalidad que camina abrazada al tiempo lineal.

Los seres humanos no “poseemos un alma, o espíritu”. Los seres humanos somos El Alma, conciencias inteligentes viviendo experiencias en lo físico; una matriz de puntos luminosos entrelazada al ADN del cuerpo físico, astral y mental, fractales de la Divinidad. Nuestra verdadera realidad álmica vive olvidada y encerrada entre decenas de candados subliminales en el subconsciente y sepultada dentro de un ego anclado a lo material.

Se nos alecciona para que pensemos que es todo lo contrario; que desde nuestra penosa humanidad alcanzaremos lo eterno por medio de un intricado sistema de ritos, mandatos y ordenamientos, rindiendo nuestras energías, libertades y lealtades a deidades extra corpóreas enmarcadas en un azul cielo victoriano .

Toda nuestra existencia terrenal está organizada en torno a ese miedo visceral hacia la muerte. De ahí la urgencia por adquirir los seguros, los panteones pre pagados, los Parques de la Luz, la obsesión con dejar huellas físicas en este plano, nuestro apego a bienes materiales, el querer vivir todo de una vez y muy rápidamente.

Hemos confundido la experiencia con nuestra verdadera realidad, que está supeditada a la dimensión de lo sempiterno; una cosa es el carruaje y otra el conductor del mismo, una cosa es la computadora y otra el sistema operativo que permite que la información fluya.

Creemos que nada merecemos, que necesitamos que otros nos salven y así mitigar el temor de no continuar existiendo. Con todo esto, negamos el verdadero amor, aquel que reside en las dimensiones sutiles del alma (que nada tiene que ver con la química de las feromonas) y que nos insta a entender quién en realidad somos y de alguna manera disipar los temores provocados por la aparente fugacidad de nuestra existencia. Es esa energía la que da cohesión y estructura geométrica a nuestra existencia eternal y nos liberará de nuestra pavorosa percepción de la mortalidad. El amor trasciende los umbrales de la muerte física pues es la fuerza vital de nuestra realidad espiritual y la que sostiene el andamiaje del multiverso.

Conciencias Inteligentes que crean el fino, rico y vibrante tejido de la eternidad es lo que siempre hemos sido… y seguiremos siendo. La muerte es sólo uno de los extremos de un luminoso lazo para que del amor incondicional y sempiterno podamos asirnos.
Poeta

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