Poemas surrealistas :  Noctóleos
Noctóleos

Una noche pidió sombra a la nieve lejana
¡Oleos de la noche transitoria cumbre!
entre las plumas de arista cercana
la esquina de la tarde qué no canta
ni cristales ni alfileres noctámbulos.


¡Óleos, óleos!
Por el desnudo hueco sin gente
la ceniza fresca devora
la sed sin sufrimiento
el rincón de los cangrejos
el ratón de los canguros


¡Noctóleos, piensa, sí, en esos noctóleos!.
Porqué en la sed inútil de la vieja nube viaja,
la cuchara del harapo, sin rodillas riendo,
al hambre de la cerca, y el ganado fuera,
perdida voz de cisne, derretido el plomo,
en el ruido enredado, que se esconde ya,
cambiando al huevo de rituales maduros,
al trote de los gases, y los cactus ya,
en el mundo de los cascos, y las larvas,
hilos tibios, al extraño gemido de la lana,
en la tropa de los lagos sin el nido.

¡Sí, sí, en esos óleos de la noche dura!

Una noche incansable cera caliente,
que nada sabe del engaño del piloto,
en la flama de nobles nubes,
en la rama de robles rudos,
nocturnísticamente empoenado.

Por el desnudo sueño de las piedras,
que la mañana rala dibuja,
en el agujero de las aguas,
en el sumidero de los ecos,
oleaginoso doliente.


¡En la noche oleosa pesadilla!.

Del algodón que vigila, el arco silencio,
en la calle insatisfecha, del fantasma,
con la escarcha, de veinte años,
en el rostro sin cansancio,
con la espuma hundida del zapato,
en el vidrio enflaquecido, del oleaje,
del níquel nervioso, hasta el cuello,
que busca la llave del llanto,
por la llama obligatoria, de las verduras,
del llano que muerde sueños a la luna.

¡Noctóleos, noctóleos otra vez!.


Por ese canto rojo, del perfume frío soñar,
de las caderas en los pétalos de tigres,
alimentando al mismo vidrio sereno roto,
de la blanca tierra, sudorosa la madera,
recuerda al muñeco desnudar, del gran camello,
alegre del frotar invernaderos, al calor doblando,
huellas ámbar de ratones, y latones, oleaginosos,
brillantes torrentes, al abanico tendidos en la voz,
violeta de la mirada, imantada donde la fidelidad,
desespera, entre la felicidad despistada, haciendo,
cielos del destino, en las estampas estepas,
de los resortes del océano, del umbral erguido,
en la noche de aceite en aceite. ¡Otra vez!.


Porqué
Al
Final
Una noche dejó al desnudo sol, entre muchos.
Cielos exhalando golondrinas, sin azúcar,
por los enjambres despoblados,
por los alambres aceitados.
¡La última noche en el fondo de la luna!.


Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
Poeta

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