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A menudo sueño despertar vuelto un petirrojo; escurrime de mis sábanas de tristeza dando un pequeño vuelo hasta el marco de la ventana Y después volar... lejos para siempre de mi ajustada vida. Volar... apurando la extensión aérea hasta el horizonte. Cuando el sol comisario disuelve la distancia azulina retumbando en la lejanía
Flores de mandolina y bayas de neón
Regresar a la tarde cuando el crepúsculo baña las fachadas del malecón a refugiarme en la copa de un pino.
Pero estoy abajo, y mis ojos piedras arden al sol del veranillo
Sé que llegará el tiempo en que al abrir mis ojos encuentre los tuyos por sol sobre mi ramada.
Ultimamente tuve malas cartas, es todo. (Y de quien es la suerte sino del que la reclama) puse en jaque a la providencia.
Pero llegará un tiempo de dos orillas para ese verbo famélico Y tú estarás hecha de cada sueño exhalado contra los muros.
yo te mostraré hogar el universo
No llores mi cielo, es el tiempo que nos indispone ante Dios
Piénsame piensa en nuestro amor venidero.
Y si tienes una certeza mía viendo una cafetera, una calle vacía o un niño triste, por favor sueña que aún queda alguien en quien puedes confiar.
Alguien que corresponde tus pensamientos, tus libros, tus paseos por la playa. Alguien aprendiendo a caminar todavía, un poco triturado por los nudillos del tiempo pero sonriente.
¿Recuerdas, de niña, tus primeros contactos con el mundo?
Las iglesias enfloradas de sacramento, la garúa limeña de toda la vida o el existecialismo popular acompañando las historias que vociferaban las amigas de tu madre desde la sala.
El regreso de la escuela escuchando la actividad de los hombres y el olor del almuerzo listo manado desde las cocinas a los talleres.
Los amigos que se fueron, los pequeños amores y el sueño de esa persona ideal, que no debería estar en la antípoda, para quien guardas muchas cosas que contar y dar: canciones, poemas, momentos.
Ese lugar preciado que solamente puede ocuparlo un hombre, adonde yo llegaré mañana.
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Poeta
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Algo hirviente como el cielo apachurrado, la vida de la araña gigante, el monte escalonado bajando, violeta, el anaranjado cielo, una cáscara incuestionable, la cabeza espiralizada donde se abre el espejo débil, atravezable del vientre vertical y las redecillas orquilladas, Frases cautivan las cenizas hembras, las cucharas solemnes en tibio derrame sensorial, casas en las yemas de cerreñas nubes, una plomiza desviación en el eje, las latas llenas y empaquetadas, muchas y compulsivas ideas las llenan, su lugar en la luna podría asemejarse al paréntesis discontinuo en el espacio tiempo, sostenimiento impactado que jadea, poco, oscuro, desanimoso, conectivo. Estómago del dado sorpresivo, sus eclosiuones reveladoras de fantasía iridiscente elevan su hueso de luz decisivo. El suave y desbaratado líquido anímico, la boca desconocida aulla, sus destancias tocan un semi contacto, sus planicies giratorias, el extremo seco donde hubo entregádose el naufragio, psicobiótica sinergia, la gimnasia polarizada. Tantas alejamientos dejan intentos afuera de su respiro seco y tembloroso. Luminiscencia acuática y voladora, la reja con olor a desuso, sus patas alargadas y casi esculpidas en sal y orina reciclada, su miramientos conocidos por la erupción bermellona del sol de la amapola, suben sus excepciones vitales, a la piel interior poseída por los caballos de helio. Boca a boca el corazón y la espora la hélice solar hacen trébol. Y llora el trecho luminoso, el fugaz y elástico partir deslumbrado. Ahora desnivelada lengua la pista extensa y curvada, los prometidos códigos alfabéticos para saber el empezar humano. Una peluca roja en las urgencias tan jalonadas en el retiemblo, fiebre branquial en el labio.
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Poeta
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Batallones de gotitas y gototas caen de las nubes una a una y a su pequenio peso se precipitan recorriendo el cielo libre hasta estrellarse en la superficie, caen y recaen juntitas en la frente castania de muchachas, caen en la hojarasca rumorosa, sobre las tejas, susurran su alegría trabajando un puntillismo agil sobre el suelo, empanian los cristales por donde asoman los abuelos, riegan los campo de secano. Cuando hallamos muerto, el agua de nuestros cuerpos ascendera por labor del estio y entre nuestros huesos quedaran apenas flores, pues el agua de tu sangre y mis ojos habrá de ser una misma nube en el cielo, alegre cirro respirando el eter añil y, llovediza, ha de volver a la tierra con ternura mientras se derraman las naranjas y suspiran las margaritas, como ahora : democratica cancion que los angeles interpretan arriba vestidos con tunicas color lavanda y rasgando sus fantasticas liras. Nunca entendi a la gente que usa paraguas, acaso prescinden de la melodia de la lluvia y el misterio aleatorio de su culminación, yo quiero una lluvia larga, que lave las verdosas charcas donde se desintegran las hojas de la higuera pensativas, arrastre la tristeza y el desencanto que se extiende por nuestras calles y lave el acre polvo que humilla a los pequenios ficus junto a la carretera; y el contraluz de cada gota de madera sea como un semitono que desate la risa de quienes se entregan a su antojo, hasta que la risa sea lluvia y por su parte la lluvia sea risa, tal como la piedra es aire, la existencia sera agua el momento suficiente para que todos puedan nacer por vez definitiva; sean lavadas las minas antipersonal, los ofensivos tanques, toda la historia belicosa, arrastrados hacia un vortice fortuito que culmine al mismo tiempo en que la lluvia se extinga. Rigor transversal, recibir la lluvia sobre los parpados, lluvia que invento para besar tu piel con mayor sutileza de la que disponen mis labios, si, asi somos los poetas, la lluvia nos enseña a besar y el viento nos enseña a acariciar, el viento que dice “siente”; es profundo y a veces largo, sus recalmones sirven para suspirar y aunque sea impetuoso no sirve para herir. Los poetas amamos a la lluvia, tiene un valor especial, pues nos contacta con el cielo como solamente puede hacerlo nuestro sentido más largo pero con un asimiento fragmentario.
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Poeta
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