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Anoche la noche quería vestirse de día Cruzaba las calles aprisa, se le caían las estrellas de los bolsillos y vacías, apagadas, ya no lucían. En ese momento en el que la noche se viste de día, en el que los rayos de sol embisten con furia la oscuridad, miraba, triste como todo acababa, y siento decirte que la noche se fue con el rabo entre las patas.
Parece ser que soy el único que le preocupa la lucha constante que se traen la luna y ese astro dominante. Parece ser que soy el único bobo, el ultimo en enterarse, el último mono. Y mientras lloro agarrado a mi almohada, los rayos allá arriba se pelean pa' ver quien manda. Sol, que destronas y eres destronado por tu reflejo, más te valía quedarte escondido en otro cielo. Que mi cuarta parte de vampiro, te aborrece, que te quede bien clarito, no puedo ni verte.
Y que las noches sin ver la luna, son aussi amargas -lo siento por los que de francés no saben ni papa- Que un día de estos, el día que me duerma ya para siempre, el día que cuando cierre los ojos ya no despierte. Ese día, sabes, no quiero tener miedo, quiero mirar la muerte a los ojos, eso quiero.
Que si mi noche eterna es con luna, escribiendo la espero.
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Poeta
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Esta noche un grillo en mi habitación se ha colado. Y como ya no soy un niño, a patadas lo he echado.
Si cinco años hubiera tenido, lo habría metido en un frasco, y le habría gritado:¡Grillo, te he dicho que cantes algo!
Hubiera golpeado con mis deditos el cristal sucio del tarro y al poco, hubiera dicho: ¡Pues vaya grillo más malo!
Pero ya no soy un niño ya no soy libre, voy atado. Ahora soy como un grillo, dentro de un frasco encerrado.
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Poeta
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Mire a través de mi ventana y entonces comprendí lo solo que estaba.
Me dio la impresión de que caía por una espiral de miedo, lágrimas que por mis mejillas corrían.
La lluvia no emborronaba la verdad. Yo la sabía: a mi lado no había nada.
Y al ver la inmensidad del mundo y al ver la inmensidad de gente, que estuviera solo era algo absurdo.
Y entonces reí porque me apetecía, y de repente ya no estaba tan solo. Alguien se había unido a mi risa.
Y, como suele pasar en estos casos, me emocioné y apresurado, me giré para contemplar algo falso.
Y la vida siguió, a pesar de mi trauma. Parece ser que no soy suficientemente importante para llegar a pararla.
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Poeta
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Que la guerra de mi vida siempre se ha luchado en dos frentes. Por un lado, el corazón, sin medida, loco, atrevido, inconsciente. Y en la otra parte, más escondida lucha la razón, la mente, la que antes de cruzar, mira, y cuenta hasta diez, paciente.
Y que diga sí el corazón y contradiga la mente -¡que no!-. Y si la una quiera fugarse pues la otra quiere quedarse. Y la lucha de siempre, la lucha en la que las dos sobreviven si vive una. Y es la pelea de costumbre, un perfecto equilibrio caótico entre besos y miedo.
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Poeta
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Caben en tu mirada mis miedos, y tus palabras. Tardes enteras de fuego, miradas como dedos, entrecruzadas. Cruzaremos tantas puertas, por mucho que estén cerradas... Y el rocío nos mojará las pestañas, envidioso de compartir el alba pero no poder tocarte, con su frío miedo, el alma. Llegaremos tarde a todo, porque nos perderán las sábanas. Se nos atragantan las horas separados, las palabras que vienen de lejos son muy débiles, son más vanas. Pero si estoy a diez centímetros de tu cara, y se me escapa "vida", "amor", si se me escapa decirte que te quiero cuando no nos separa nada, entonces puedes caer muerta, porque callada no soportarás el peso de mis palabras aladas. Tu perfume de locura, de frenesí, de hada se me ha pegado al pelo y no se marcha.
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Poeta
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La tela de mis vaqueros ardía. Me arrastré por el cielo, pegándole, sin querer, fuego. Y la noche se convirtió en día.
Lloré por no arrancarte una sonrisa, se reflejó en mi mirada la cola de nubes blancas, y el día se empapó, como mi risa.
Obviaste mis desvelos por tus ojos, grité toda la noche, destrozándolo todo, destellaban mis ojos de furia, me volví loco. Y así el día mojado, se torno tormentoso.
Pero antes de marcharte, te giraste y la última sonrisa de piedad me regalaste. Se calmó todo por un instante y un arco multicolor atravesó el aire.
Te fuiste de todas formas, y tras mil años, se aplacó mi furia, mi sed de venganza, volví a sonreír, tranquilo, templado, y así, tras la tormenta, vino la calma.
Yo no soy ningún dios, no controlo este mundo pero tras todo este tiempo he aprendido a crear uno.
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Poeta
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