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Yo te siento en la rosa. Tanto más grande siento yo mi alma, cuanto son más pequeñas las cosas que la mueven.
¡Ay esas almas lentas como animales hartos, que van a Ti pisando mansamente sobre el fango sonoro y necesitan para reconocerte la voz de la tormenta o la engolada frase inmensa y solemne!
Señor: Yo te siento en la rosa y en la nieve y en la rama sin flores y en el plátano verde que sombras, en el centro de la plaza, la fuente.
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Poeta
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Soledad sabe una copla que tiene su mismo nombre: Soledad.
Tres renglones nada más: tres arroyos de agua amarga, que van, cantando, a la mar.
Copla tronchada, tu verso primero, ¿dónde estará?
¿Qué jardinero loco, con sus tijeras de plata le cortó al ciprés la punta, Soledad?
¿Qué ventolera de polvo se te llevó la veleta, Soledad?
¿O es que, por llegar más pronto te viniste sin sombrero, Soledad?
Y total: ¿qué mas da? Tres versos: ¿para qué más?
Si con tres sílabas basta para decir el vacío del alma que está sin alma: ¡Soledad!
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Poeta
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El gozo del mundo se entra dentro de mi corazón. ¡Estrecho gozo el que cabe en tan estrecha mansión!.
El gozo que entra en nosotros: gozo es de mal gozador.
Quiero un gozo que me envuelva porque él me sea mayor.
¿Qué gozo será el que traiga tanta anchura y tanto sol?.
Dios le dijo al siervo fiel: "Entra en el gozo de Dios"...
¡No gozos que entren en mí: quiero un gozo en que entre yo!
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Poeta
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Tarde abajo, el mayoral de los siete toros negros va sorbiéndose en un triste rojo crepúsculo lento.
Zahones de hipocresía lleva, y por pica el deseo: con azahar de inocencia tienen los estribos hechos.
Los toros con siete lunas van corneando los vientos: jazmines de barba espesa tirando van contra el cielo.
«¿A dónde vas mayoral?» «A tu corazón los llevo».
Prepara tu mariposa de seda y luz para el juego, sácale filo a tu espada con pedernales de miedo ¡Fina viene de pitones la luna de un mal deseo!
¡Brava corrida, la tarde aquella de mi tormento! y seda morada, en medio. Yo con la espada y la duda Contra mí, siete deseos.
Me rozaron en la carne las siete liras de huesos. Geranios de sangre fresca mis alamares prendieron. Me salpicaron de espuma. No me llegaron al cuerpo.
Cuando la tarde sorbía, rojo, el crepúsculo lento, por los prados, ya sin toros luz de aurora en el sombrero sin espuela y sin estribos llegaba el Mayoral Bueno. Vendas de seda traía y aceite de olivos nuevos; arena fresca en las manos para enarenar el ruedo.
«¿A dónde vas, mayoral?» «A tu corazón los llevo».
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Poeta
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¡Cómo volaba el pensamiento mío!... Fue un dulce anochecer. Se adivinaba por su rumor, bajo la peña, el río, y la mano del viento preludiaba un aria triste en el pinar sombrío. Como una bruma de melancolía, no sé qué dulce calma bienhechora pasó rozando con el alma mía... Tú que en mí estás, mujer, a toda hora, ¡nunca has estado en mí como aquel día!...
Quise gritar mi pena. y ante la soledad de los caminos alfombrados de luna y la serena quietud de muerte de la noche, llena de olor de flores y rumor de pinos, «¡La quiero!...», dije con fervor sincero. «¡La quiero!...», repetí, y el aire blando, con un rodar de voces fue gritando desde la sierra hasta el pinar: «¡La quiero!
Callé y calló la noche. El alma mía volvió a encerrarse en la melancolía de este secreto amor hondo y austero, que nadie sabe y del que nada espero... ¡Sólo lo supo el agua que corría y una flor desvelada, que tenía una cita de amor con un lucero...!
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Poeta
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Por eso, Dios y Señor, porque por amor me hieres, porque con inmenso amor pruebas con mayor dolor a las almas que más quieres.
Porque sufrir es curar las llagas del corazón; porque sé que me has de dar consuelo y resignación a medida del pesar;
por tu bondad y tu amor, porque lo mandas y quieres, porque es tuyo mi dolor..., ¡bendita sea, Señor, la mano con que me hieres!
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Poeta
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Señor: yo sé que en la mañana pura de este mundo, tu diestra generosa hizo la luz antes que toda cosa porque todo tuviera su figura.
Yo sé que se refleja la segura línea inmortal del lirio y de la rosa mejor que la embriagada y temerosa música de los vientos en la altura.
Por eso yo celebro en el frío pensar exacto a la verdad sujeto y en la ribera sin temblor del río;
por eso yo te adoro, mudo y quieto: y por eso, Señor, el dolor mío por llegar hasta Ti se hizo soneto.
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Poeta
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Yo sé que estás conmigo, porque todas las cosas se me han vuelto claridad: porque tengo la sed y el agua juntas en el jardín de mi sereno afán.
Yo sé que estás conmigo, porque he visto En las cosas tu sombra, que es la paz; Y se me han aclarado las razones de los hechos humildes, y el andar por el camino blanco, se me ha hecho un ejercicio de felicidad.
No he sido arrebatado sobre nubes ni he sentido tu voz, ni me he salido del prado verde donde suelo andar... ¡otra vez, como ayer, te he conocido por la manera de partir el pan.
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Poeta
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La navidad sin ti, pero contigo. Como el volver a ser cuando empieza a nacer verde de vida y de memoria, el trigo.
Porque tú no estás lejos. No sé si es que te veo o que te escucho. Me iluminan, me templan tus reflejos. Voy hacia ti... No puedo tardar mucho.
Pagando estrellas por salario te escondes en la barbas torrenciales de Dios. Recuerdo el ritmo lento de tu horario. Humilde en la infinita paciencia del rosario: y en la fe penetrante de tu voz.
Y el belén de su Amor, como tú lo ponías. Tú, la niña mayor, la flor más pura de las flores mías,.
Como es la luz del río y el canto es de la fuente: este cariño ardiente es todo tuyo, a fuerza de tan mío.
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Poeta
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¡Entre los geranios rosas, una mariposa blanca!
Así me gritó la niña, la de las trenzas doradas: -corre a verla, corre a verla, que se te escapa.
Por los caminos regados del oro nuevo del alba, corrí a los geranios rosas, ¡y ya no estaba!
Volví entonces a la niña, la de las trenzas doradas. «No estaba ya», iba a decirle. pero ella tampoco estaba. A lo lejos, ya muy lejos, se oían sus carcajadas.
Ni ella ni la mariposa; todo fue una linda trama.
El jardín se quedó triste en la alegría del alba, y yo solo por la sola, calle de acacias.
Y esto fue mi vida toda: una voz que engañó el alma, un correr inútilmente, una inútil esperanza...
¡Entre los geranios rosas, una mariposa blanca!
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Poeta
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