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Un grillo manso que te quiere, amiga, Y que en quererte vanamente insiste, Cada vez que el silencio rehace Te silabea su reclamo triste.
Abre los ojos. No te duermas. Ponte Bien cerca, amiga, de mi pecho añoso; Y así, callados, escuchemos juntos La campanita del cri-cri amoroso
Entre las gentes del camino, siempre Un hombre humilde me propongo ser, Como el grillito que te quiere tanto Y que te canta sin dejarse ver.
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Poeta
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Al higo de la higuera un picotero le comió el corazón; y ahora, sin querer, el higo negro se parece a una flor.
En la higuera me haré, después de muerto, un higo blanco, amor, y tú serás curruca o benteveo, o calandria o pinzón.
Y ha de llegar el día que en el huerto me verás bajo el sol, y picarás y picarás mi pecho, hasta hacerme una flor.
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Poeta
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1 Llueve, llueve, llueve...¡Qué te hice, lluvia, qué te hice yo! ¡Por qué no sigues camino delante, para que salga el sol; ese de los ojos claros, que es mi amor!
2 Y sin embargo, cuando estamos juntos, juntos en la ventana, bien que te digo: - ¡Bienvenida, lluvia!-; bien que te dice: - ¡Bienvenida, hermana!-.
3 Pienso: la lluvia cae de los cielos; la lluvia es inocente, pura, clara. Obedezcamos a la lluvia, amor: la lluvia nos separa.
4 Jazmín -de- lluvia de llamas al que tiembla en tu parral. Jazmín -de - estrellas, yo digo. Es igual. Llueven flores como estrellas en tu delantal.
5 Las palomas de tu casa se vinieron a la mía el día que a mí viniste, que ya es un lejano día.
Pero todavía hoy, porque eres de lluvia y trigo, adondequiera que vayas las alas se van contigo.
Sabe, así, toda la gente todo lo que a mí me pasa: tú estás conmigo si vuelan palomas sobre mi casa.
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Poeta
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Haz con tus propias manos la cuna de tu hijo. Que tu mujer te vea cortar el paraíso.
Para colgar del techo, como en los tiempos idos que volverán un día. Hazla como te digo.
Trabajarás de noche. Que se oiga tu martillo. "Estás haciendo la cuna" que diga tu vecino.
Alguna vez la sangre te manchará el anillo. Que tu mujer la enjuague. Que manche su vestido.
Las noches serán blancas, de columpiado pino. Harás según el árbol la cuna de tu niño.
Para que tenga el sueño en su oquedad de nido. Para que tenga el ángel en un oculto grillo.
La obra será tuya. Verás que no es lo mismo. Será como tus brazos la cuna de tu hijo.
Se mecerá con aire. Te acordarás del pino. Dirás: "Duerme en mi cuna". Verás que no es lo mismo.
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Poeta
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Esta es nuestra casa. Entremos. Para ti la hice como un libro nuevo, mirando, mirando, como la hace el hornero,
Tuya es esta puerta; tuyo este antepecho, y tuyo este patio con su limonero.
Tuya esta solana donde en el invierno pensará en tus párpados tu adormecimiento.
Tuyo este emparrado que al ligero viento moverá sus sombras sobre tu silencio.
Tuyo este hogar hondo que reclama el leño para alzarte en humo, para amarte en fuego.
Tuya esta escalera por la cual, sin término, subirás mi nombre, bajaré mis versos.
Y tuya esta alcoba de callado techo, donde, siempre novios, nos encontraremos.
Esta es nuestra casa. ¡Hazme el primer fuego!
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Poeta
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Cuando me ves así, con estos ojos que no quieren mirarte, es que al oírte hablar pienso en la lluvia sin dejar de escucharte.
Porque tu voz, amiga, como el agua rumorea el amor, y pensando en la lluvia me parece mejor que te escucho mejor.
Cuando me ves así, con estos ojos que te miran sin verte, es que a través de ti miro a mi sueño, sin dejar de quererte.
Porque en tu suave transparencia tengo un milagroso tul, con el cual, para dicha de mis ojos, todo lo veo azul.
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Poeta
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En fragante mudanza el limonero destaca tu rubor. Tú no sabes, amiga, pero hueles a limonero en flor. En un tronco caído una avecilla le hizo casa al amor. Tú no sabes, amiga, pero anidas lo mismo en mi dolor. Del arroyo una fría pedrezuela me trajo el pescador. Guardé la piedra en mi cerrada mano, y sentí su frescor. La harina del molino me empolva el alma la harina de tu amor. En el monte encontramos uva crespa y una flor y otra flor; Cada flor con tu aroma y cada uva con tu mismo sabor. Con su fresco algodón venda la piedra el musgo trepador. También es como el musgo tu ternura en mi piedra interior. Por el camino baja suavemente un lugareño son. Así también, amiga, tu palabra baja a mi corazón.
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Poeta
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Oh gota musical que se separa de la inmortalidad y oye mi oído caer continuamente en el olvido de mi honda penumbra, oh gota clara!
Una estrofilla de infantil dulzura, sólo en la fuente alguna vez oída, me ejecuta en el alma la caída inmaterial de aquella gota pura.
De un agua fresca como cisterna, mi pozo espiritual colma la gota; y sin querer tengo una voz remota y a todas horas la mirada tierna.
Oh gota de agua dulce que te estancas en mi profundidad, de cuyo hueco interminable sube un eco que es como un vuelo de palabras blancas.
Oh gota musical que me deparas el milagro ideal de tu caída, cáeme siempre, siempre, que mi vida vive en el canto de tus notas claras.
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Poeta
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