Cuentos :  Encharcamiento cierto
ENCHARCAMIENTO CIERTO

Cuando estuvimos muy cerca, agitados los pájaros
marcaban una tibia humedad en el lago con su
vuelo inexpresivo en la transparencia de las medusas.
Se puede hallar la palabra fervorosa y pura al desbordar
el polvo abatido en la funesta tiranía del tiempo, de tal
forma que al mismo pensamiento espanta, entre la
quietud y la soledad, al cerrar los ojos deslumbrantes.

Pero el tiempo pasa tan de prisa, tan radiante, tan consolador... Como el pasado en el futuro tropezando.
Cierto, cierto a veces como una jícara sepia de albear, casi farruco del jironado,
por la vida con cañadas y...
Desazón por la estrictez de desfiladeros.
En este momento no se ve, porque ya obscurece más
temprano. En el gran sol es casi de noche.

Créeme.
Para subir y luego ocultarse ha perdido la gracia.
A todos nos llegará. No debemos, no debemos de ninguna
forma impedir las cosas, ésas que al cabo de veinte años
no tienen un minuto de sosiego. Como el charco que calumnia
del ridículo al engaño, y las naves de quimeras por el viento,
marchan los designios fatales del destino donde reposa la
brisa entre cumbres lejanas. ¡Sí, cierto!. A veces es como
dices que digo, con el pecho que al sueño alcanza, lo que a la
sombra imanta en la convalecencia de jazmines entre consciencia
y clemencia, un tanto próvido y otro tanto rumbático. Tú lo sabes,
así soy, dices, en lo mismo que recíproco expreso, de la mariposa
que volar anhela más allá del óbice al obcecarse con mesura anodina.
¿Encharcamiento?.
¡Claro!... Como la restitución vierte el despiste animalado, y una vez
más, como un milagro, se repite día con día. Y ante la imposibilidad
siempre pide consejo. Tiene la vaga sospecha, de los pies a la cabeza
en los plegables suspiros, en la claridad prestada y quieta, lleno de
hosquedad el paisaje con su fosfóreo resplandor, redondo verde, largo
azul en un instante sólo, dónde la afinidad es posible, como así fue
aquella tarde pragmática de flauta y tamboril al acercarse a la laguna.

Bien lo sabes, como dices que digo. A pesar de todo pasan los años,
hablando de lo mismo con su microscópica mayoría en la desnudez
poco más o menos ridícula, en el ultraje y el exabrupto. Pues bien,
como esa vez fue, el raudal espumoso se derrumbó como la encina ruda,
y el nido al colocar su tumba, lentamente, en el sonoro ímpetu que estuvo
en la trinchera clavando sus pupilas redondas no lejos del fuego.

Aunque sin hacer publicidad, los gusanos han empezado a volar, según
ellos sumidos profundamente en las nubes más lejanas del mínimo
margen evidente. Así que, como hemos visto, la luz hace correr la pesada
cadena, invisible, a dónde la mirada no consigue llegar.
¡Sí, nuevamente lo digo!. Estuvo tan cerca de la máxima prudencia que se
puso a toda prisa la inteligencia inconfundible del nadie ve nada, del es.
muy fácil, del al cabo a quién le importa, y si acaso sea el infolio inmemorial,
qué pena yo no pude hacer nada. Es el desastre perfecto. Y te doy la razón.
¡Si, te doy la razón!. Disimulando quizá la carencia de ella.
Tan cierto como en ese charco es, lo que en el mismo lago lejano agitando,
huesos y pellejos están, las medusas a diario.


Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
Poeta