Cuentos :  A tres metros del tiempo
A tres metros del tiempo.

Aún en la persecución enervante del reloj, ese día estuvo en la luz lunar fabricando rostros, si bien nada sabía de ondas ni corpúsculos, ni nada.
Ahora, no hay salida, la brecha de tiempo se dobla, al limpiarse la frente con la mano, ahí en la transparencia brillante del asiento, pensaba en el tiempo y la distancia.
Jamás había visto algo semejante, ni adecuado para acabar a sus pies en esos aceitosos momentos. El manual nada decía, y el vaso de aquél líquido con la frase de "concentrado de experiencias de aprendizaje", le causaba un poco de ardor, y dejaba un dulce sabor, qué transformaban los sentimientos en pensamientos extraños.

¡Nada me resuelven!, el reloj sonríe, el tiempo de larga falda se detenía volcánico, con la nieve como un alambique de bronce... ¡Bonita forma de vida seleccioné del tablero!, pensaba en la luz ultravioleta al brotarle de las pupilas, a veces era una agradable diversión, pero, ahora... ¿Qué haría con ese pedazo de tiempo, la máquina dejó de funcionar, justamente hacía tres metros?.

Y la superficie de cualquier ciudad era sólo una superficie, como forastero imposible en el valle de preguntas qué latía bajo la metálica piel qué ahora le cubría, bien sé su importancia, el trabajo es reconstruir el pasado, tejer y bordar el tiempo, hacer de partículas bellas ondas, crear espacio, rodear galaxias, antes de qué mueran los recuerdos entre telescopios y microscopios.

Creía sentir.. Con nostalgia en las pestañas, los días lejanos.
Pero ahora, a tres metros, y la máquina sin funcionar, el parecía más plasma, con el piloto automático sin rumbo, y consideraba la opción de un decímetro, poco a poco, en sus cabellos, sin duda cables entrenados para sentirse humano, y escuchar como latían los segundos, péndulos, la música esférica al fin.
Dijo en voz baja, no hay oportunidad de pecar, y luego, justo en éste Agujero Negro, como haré para inventar algo y poder pedir perdón, el tiempo se agotaba, y le faltaban sólo dos volúmenes de la enciclopedia qué había bebido del vaso.
El amanecer en esa situación le inquietaba, pensaba, será qué de máquina en realidad me han hecho humano, sin ser previamente humanoide, la voz suave parecía decírselo desde la pantalla alojada en los pulpejos de metálica dureza, y del codo a la rodilla.

¡Bueno!_ Mejor muero una vez más, dejo el programa establecido, y el nitrógeno líquido en los bolsillos, así a mi clon no le causará problemas.
Y por un centímetro no se equivocaba, aunque las medidas a nivel subatómico y hablando así, eran más bien astronómicas, pero él ahora giraba en una pequeña partícula inestable, a veces fotón a veces un gluón, en fin, ya nada importaba, la máquina del tiempo dejó de funcionar, justo hacía tres metros...

Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
Poeta

Poemas :  La morada del eclipse
LA MORADA DEL ECLIPSE

No antes del éter indecible.
Uno en épocas ejercitaba máquinas.
No torciendo los cirios cordiales.
Por el homenaje del palacio sílabas.
Uno filtrando las espaldas apacible.

I___¡Habitación del carmín azuloso!___I

Uno pala y rastrillo musculoso.
Por estar prometiendo al candil flancos.
No al vaivén implacable de designios.
Uno entre fieles litorales y asombros.
No del mártir pulido y metálico.

II___¡Zumo del sol rojinegro!___II

Por el cobarde sufrido del tormento.
Uno del denso fondo vibrante.
No bailarín del trampear arde.
Uno del estanque del mimbre.
No propalando al solemne hechizo.

III___¡De la mora viendo al cielo!___III

Uno entre los techos, sembradío de muletas.
Por toda la atmósfera del gas mórbido.
Uno mansión frugal del alto abrojo.
No sólo ramillete del mal absorto.
No deberían estar agonizantes hospitales.

IV___¡Eclisa, encarnado, asteroideo!___IV

Uno de la vítrea cárcel ingrata.
Por ser indolente y abrumada.
Uno de la subterránea consumida.
Por ser pubertad y resina.
Uno de la leña desdeñosa.

V___¡Ecmnesia, del, obscurantismo!___V

No son los émulos viandantes.
Por las rúbricas de harapos.
Por estar impregnados vástagos.
Uno será de los mordiscos.
Uno siendo de los asteriscos.

Del
Eclipse
La
Morada
Infinitas existencias.


Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
Poeta

Poemas de introspectíon :  He dejado de serme
HE DEJADO DE SERME

He
Dejado.

En depósitos llenos de viejas pieles, la carne,
y el agua están calladas,
y en sudorosas tuberías, vacía gime la nieve. ¡Por serme!.

He dejado
De
Serme recordado
De
Serme visto
De
Serme reflejo sin espejo, excepto un minúsculo excesivo.

Las palabras ya no son tintas, y nada absorben,
ni siquiera sangre fresca, sudor añejo,
y lágrimas infinitas.

Son solo letras arrojadas a la basura. Por unos minutos de humos electrónicos, de arañas,
en los vidrios y el plasma . Palabras de usar,
y tirar, de masticar como una máquina,
y vender al ingenuo,
como pañuelos y pañales, de papeles preocupados. Como son los nuevombres de usar y tirar, innumerables, decorados ningunos,
en ésta eternidad nitrogenada.

De
Serme
He dejado
Por donde...

Las palabras exponían su desnudez, estando vacías, ahogadas entre letras, pretendiendo ser estrictas,
y severas, del gandul zángano,
como la zambullida divisoria,
de las durazneadas enmanzanadas.

Desesperación malversada, y esperanza del tornillo, irresistible alegría, y optimismo inagotable, tristeza, nudo de la tranquilidad y cajones, sosegados en la furia piadosa del retrete.

He
Dejado
De
Serme reloj que duerme velas,
en el valle vagón del nido.
He
Dejado al nacer latente, un pálido revuelo,
de colibrí.
Al
Serme
Un sabor en la pradera, sideral huracán, algodonoso.

Vivo en la más completa muerte,
muerto en la vida más eterna.
Con
La
esperanza de los demás, brizna barata,
como un guijarro inaudito.

Por las calles sin cabeza.
Por las casas sin piso.
Por los latidos de los corazones muertos.
Rayo de luz miserable sórdido,
ego engolosinado,
del sí mismo,
ahora,
nada. ¡Dónde alguna vez me viste!. Dices.

Por lo no destinado,
a iluminarse.
Como
¡Bañando al inédito, recóndito y ausente!.
He
Dejado
De
Serme. Tiempo arisco, monitor embudo, años enterrados.

Solo
He
Dejado
Lo qué...

Fue solo mi sombra, y es como tu apariencia, como cualquier imagen, que en el cuerpo escondo,
con una desventurada figura, entre el embalsamado vidente sollozante, y su visión del éter inmóvil, con los bolsillos rotos, de noches ingratas, solo una sombra de temporada.

¡Qué de serme he dejado!.


Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
Poeta