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Remanso Eres la única solución
para mis ansiedades
manantial que intuyo
entre espejismos
Eres la vid que dora el sol
el vértigo de aromas
que cura mis heridas
Eres el calor que me conforta
la seguridad que me cobija
el espigón azul
en que mis palabras
enmudecen de gozo
Siento que sin ti
me desvanezco
y me pierdo en subterráneos
me sofocan los negros oleajes
me dispersan las sirenas
de los emporios
me llevan a un leprosario gris
los argumentos racionales
de la locura
Solamente contigo
salgo del abismo
y me sujeto a tus besos
me aferro a tu piel
en madreselvas
y me convierto en apenas
soplo
en apenas cuerpo
en susurro de alma
que se acurruca a tu vera
para intentar eternidades
inalcanzables
apenas de la mano,
apenas uno solo,
apenas.
Caligrafías de amor, 27.08.2011
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Poeta
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Quisiera embaucar al tiempo Desorientar sus lianas Envolver sus herbarios Destornillar sus letreros de destino Congelar los celofanes de beso
Hilar una red de vuelos libres y, en mariposas reconquistadas, destilar mi cansancio reduciéndolo a grumos
Inventar de nuevo el trompo en banderas azules, en el pestañear rizado de los vinos
Insistente en mi pausa de cariño quisiera embaucar al tiempo
Canjearle un decenio por tres lirios Uno de trabajo para alumbrar la lápida del que murió cesante; otro de luz filial para la oscura mesa de la ausencia, y el último, perenne y solitario, como sólido bastión del canto libre
Quisiera embaucar al tiempo Hurtarle su rastrillo de otoños cimbrarme en el columpio de los nardos Trepar la costanera en temporales Quemar cual sábana amarilla el lastre rutinario del decenio
Que entre en nuestros huesos el sur bravío Que despierte el suburbio su hidalguía Que languidezca el acróstico del miedo
No quiero ser más un monosílabo Quisiera embaucar al tiempo rescatar de sus alforjas grises la impaciencia adolescente, la lección rocosa en las rodillas, la claridad del grito solidario, la esperanza de joven sin candados
Quisiera embaucar al tiempo, pero dicen que sabe más por diablo que por viejo…
Del libro Miedo al Miedo, 1987
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Poeta
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Acércame tus labios
para volver a creer en ellos.
Déjame en un beso desabotonar tu blusa
y recuperarte cual cereza de fuego
en la plenitud de tus escalofríos.
Déjate explorar por mis dedos temblorosos
que juguetean nerviosos con los broches
de tu brasier, en esa torpeza adolescente
que se quedó conmigo para siempre.
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Poeta
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Nuevamente...
En minúsculos recuadros te dejo mi sombra de árbol viejo,
sin las ilusiones de entonces,
sin la fuerza para alzarte cual bandera,
pero añoso y sabio para desear de ti esa suave calma de vida plena.
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Poeta
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En probetas de greda incaica he indagado por tu génesis, Atacama. Rasmillones en la roca me confidenciaron de tus ilusiones galácticas. Empinado en el espiral del fuego superé las eras del hielo, pero se secó la sal y quedó el perfil del desierto embalsamado como una gran interrogante.
¿Qué familia de colosos bebió la energía en el Salar de Plato de Sopa? ¿Quién domesticó las Lagunas Bravas? ¿Qué gigante niño jugó con las rocas partidas, amontonadas frente a la playa Conchillas? ¿Qué artesano esculpió mastodontes y mamuts en la franja costera de Rodillo? ¿Cuántos fantasmas acumulados a la vera del camino se han quedado clavados a los crepúsculos de Caldera?
Sigo mi camino, deambulando sin un norte, atrapado a una nostalgia difusa, que viene del traslape de confusas dimensiones y se pega a la piel como camanchaca salobre de la fría madrugada. Así, fui recorriendo los arrecifes y urgué las arenas buscando el alimento del mar para sobrevivir a mis fantasmas.
Estoy deslumbrado, forastero perenne, inventando vertientes en las rocas eternas, cavando por vellocinos de oro, por pactos endiablados que retumban en los encierros magnéticos de los socavones.
Veo almas en pena deambular por ellos, buscando la veta de la juventud eterna. Y transpiran mis manos en el frenesí del espejismo dorado y claudico, como tantos, al embrujo del brillo.
Sin embargo, a poco andar, hinco la rodilla en tierra y escapo luego de las garras del oro, resguardado en la lisonja de mi abuela, que ha venido con su haz de luz a proteger mis pasos.
En la alquimia secreta del desierto, establezco mi oasis y quedo convertido en un cometa que se escapa y vuela libre por las fronteras de los acantilados, besando el mar, recuperando el candor de las auroras, libre amante persistente de los amaneceres de Atacama.
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Poeta
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Me queda media hora
para sumergirme en la laguna de tus ojos
media hora escasa
paupérrima
violenta
terminante
para musitar tras tu lágrima
que me alejo
Déjame un puñado de silencio
un abrazo anclado
al alma encarcelada
que te grabará
en secreto
Media hora apenas
para alzar mis huesos
de tu lecho
apartar mis raigambres
de tu cuerpo
y despertar del sueño
con el agua fría
con la camisa blanca
la corbata de seda
los zapatos lustrados
mis documentos
Media hora
que se escapa en el silencio
ni un te amo
ni un reproche
Parto inexorable
sin despedirme
Me queda media hora
Alcanza para un café
o un té con canela
Cuídate mucho
me conceden tus labios
la media hora se agota
raudo alcanzo mi valija
y sin poder mirarte
frunzo el ceño
beso tu mejilla
y un hasta pronto
mentiroso
rasga el aire
Una paloma
ensucia la vereda
y el golpe de la puerta
a mis espaldas
cancela el último minuto
El amor se esfuma
y un avión me espera.
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Poeta
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Los hombres no lloran. Muérdete. Coquetear es un arte. Sonrójate.
No juegues a las muñecas. Lucha. Si te hablan de sexo, horrorízate.
Alardea el hombre: Impónte. Sé doncella de blanco: cuídate. Tus fiascos y tus tientos, cállalos. No te toques, no palpes. confiésate. Falo en ristre, sedúcelas. Exceptuando tu virginidad, explora.
A las desvirgadas, lapídalas. En el momento justo, arrepiéntete.
A la que elegiste, fecúndala. Disimula tu gozo: llora.
A tus amantes, fináncialas. Si provee todo al hogar, resígnate.
Las oportunidades, aprovéchalas. El sexo como el pan, restríngelo.
En tu anecdotario, enuméralas. A tus hijas, censúralas.
A buey viejo pasto tierno. Auscúltate. Con el marido de la prójima, desquítate Agua que no has de beber: mójate las manos…
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Poeta
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La esquela virginal abre sus brazos de luna. La invaden mis exploraciones. Búsqueda frágil de algún soplo.
Cavernícola necesidad de comunicación. La nada baila con sones de tamboriles. Es el gran poder de la palabra el que desciende.
Debo ser jardinero con manos atadas. Desierto que repone los rencores. Candilejas de vallenatos trágicos. Aromas de tangos espumeantes de vacío.
Pensamientos que no quieren aflorar. Restricciones de tiempo y la esquela sigue. Sin destinataria. Sin un beso. Sin los preámbulos que canalizan las pasiones.
Sin la humedad que se genera en la boca. Sin saciar el desolado dolor de la ausencia.
Desafío inconfesado de retomar la réplica. De sonsacarle esquirlas al sol que amanece. Sin fuerzas para recuperar en una esquela confidencias de senos abiertos.
Musicalidad al soplo de los dedos, escarbando locuras en el monte de Venus, convencido de la perpetuidad del romance.
Amante de la suave organza, comediante de la pluma astral. Tarotista acogedor de tus silencios y quinta columna de tu reprimida sonrisa.
Desafío de contar en una esquela la lejanía de tu estrella y mi red de candilejas tratando de acercarte para el festín de las pasiones adeudadas.
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Poeta
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Fue el pecado original que fracturó el alma de la tierra. Arrastra grilletes y harapos. Escapó del infierno y se enquistó entre los hombres para dividirlos Los ha repartido por difusas soledades que se fagocitan, trastorna las almas en locura de egoísmo. Es la codicia.
Miente, miente que algo queda. Arrastra alforjas de oro, financia guerras, captura territorios, masacra y gira de cuentas cifradas. Expropia a los comuneros, quema el bosque nativo, se inventa subsidios, extiende plantaciones de ácidos pinos que asesinan coleópteros obreros. Compra trenes de segunda mano. Engaña. Desmaleza asfaltos. Escritura mentiras, come en la mano de los poderosos, traiciona proyectos, atesora sin pausa, corrompe, escala hacia el poder, lo maneja, es la codicia.
Hipócrita ayuda, expropiatoria garra, entrenadas vocerías, flautistas y sirenas. Fumarolas en la tierra, napas milenarias violentadas, tentáculos de cianuro genocida, el oro justifica romper los equilibrios. Sicarios custodios, tinterillos finos de la bestia, demuele templos. Es invasiva. El odio fructifica. Reditúa el egoísmo genocida. En la city porteña es princesa la codicia.
Debilita los nobles hierros. Usa corbatas de seda, zapatos relajados. Roba cemento de las obras públicas. Sus fuerzas mercenarias invaden, crean muros y ghettos. Los sicarios que impone venden la vista al mar, expropian los bordes costeros. Confabula, realiza negociaciones incompatibles, trafica influencias. Es la codicia.
Se inclina pragmática ante el poder, se prostituye sonriente, luce mentiras de diamantes, engoladas mentiras, puentes colapsados, tierras usurpadas. Con blanco guante escribe sus propios decretos. Malsana criatura, es la codicia.
Gárgolas de falsía, coimas del rastrero, Impúdico servilismo, conventos convertidos en expendio de comidas, es la codicia.
Es tiempo de frenarla. Que espíritus fraternos procuren reconquistas. Blindaje de oraciones desmonte sus mentiras Sembrar con sacrificio un campo necesario. Vayamos con el viento hermanando un compromiso. Un nuevo fundamento que rompa la avaricia.
05 de noviembre de 2007
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Poeta
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Tronaron los pilares
de nuestro nido
Los dolores se sumergieron lacerantes
acumulados en tus silencios
Orbitaron cual lágrima aterida
hasta rebasar los cristales
y magullar tu savia
Con torpes actitudes
quise blindar nuestras fronteras
para resguardarte
Pero recibiste el embate
de vientos tempestuosos
de cuchillas invisibles
de penas inconclusas
de duelos jamás expresados
Aprecié mi debilidad
Insomne deambulé por la pena
Apacenté fuerza para acompañarte
Tiritando ante la probabilidad
Intentando estrujar la fe
para reencontrarme con Dios
Rogando por ti
Rogando por mi
Suplicando
poder amarte
eternamente.
9 Diciembre 2004
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Poeta
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