|
Cuando se daba entera a mi albedrío, muchas veces salí de entre sus brazos con mi pobre ilusión hecha pedazos y con el corazón turbio de estío.
Y hoy que, por propio o por fatal desvío, de otro amor se adormece en los regazos, como quisiera renovar los lazos de aquel amor que me atedió por mío.
Oh dualidad entre infernal y loca: padecí taciturno desaliento siempre que un beso desfloré en su boca.
Y cuando ajena a mi ansiedad la siento, dar la vida y el alma me provoca por besarla otra vez sólo un momento.
|
Poeta
|
|
En un ejemplar de Para leer en la tarde
Gasté la ilusa juventud primera esperando un amor que nunca vino, y a la sombra de un árbol del camino, me senté a ver morir la primavera.
¡Qué triste ocaso el que a mi vida espera! pensaba ante el avance vespertino; mas repentinamente hubo un divino florecimiento en mi ánima: Ella era...
Eras tú que venías. Y este libro, en el que a todos los anhelos vibro, es mi ayer; es un parque abandonado
donde duermen en paz viejos amores. ¡Pasa cantando y deshojando flores sobre las hojas secas del pasado!
|
Poeta
|
|
Noche invernal. En torno de la mesa transcurre humildemente la velada; ella calla y me mira; en su mirada tiembla su corazón hecho promesa.
Callo también y sueño. Me embelesa la quietud de este cuarto de barriada en que vivo una hora, sazonada con mieles de pecado y de sorpresa.
Un abandono lánguido me embarga, pues en la noche embrujadora olvido del diario afán la pequeñez amarga,
y porque en el silencio y a su lado, gozo un minuto libre, en el florido regazo del azar y del pecado.
|
Poeta
|
|
Así dijo en la noche, desolado, el viajero: vengo de las diversas comarcas del amor; crucé por muchas almas y en todas fui extranjero; de todas salí siempre con fatiga y dolor.
Vi en los ojos más claros un mirar traicionero, y en las bocas más frescas hallé el mismo sabor; no hubo brazos capaces de hacerme prisionero, ni carnes que temblaran con un nuevo temblor.
De una mujer en otra fui pasando y en cada una dejé una parte de mi vida inmolada... Ya no tengo que darles ni espero que me den.
Sólo con los amores que he soñado me quedo, y con el tuyo ¡oh muerte! aunque me causa miedo que tus labios destilen sólo tedio también.
|
Poeta
|
|
Onda del mar, padezco tu inquietud: a tu modo vibro, sollozo, canto, me agito sin cesar; como tú no hallo nunca concreción ni acomodo, como tú sufro el signo turbulento del mar.
Caprichosos, volubles, inconformes con todo, cambiamos, sin que cambie nuestra vida al cambiar; ¿dóndé estará la playa, dónde estará el recodo traaquilo en que podamos sin morir reposar?
La lumbre te embellece con un prisma risueño, cual sonrosan mi alma la ilusión y el ensueño, mas tu prisma y mi sueño son mentira no más.
¿Quién sospecha tus rumbos? ¿Quién mis dudas resuelve? Tú eres lo que en la orilla dice adiós y no vuelve... Yo lo que al despedirse no ha de volver jamás.
|
Poeta
|
|