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(Para el poeta Carlos Montemayor)
Cuento las horas: fuga indetenible, vendado navegar en mar sin agua: incesante caer de vida inerte en el hambre insaciable del vacío,
Cuento las horas: gotas agotadas, creciente angustia en resignado avance que rueda en la cascada del olvido; rostros que emigran y no vuelven nunca.
Ya se acerca el final. ¡Playa a la vista! La orden de bajar vibra en el aire. Debo llegar... Pero llegar ¿a dónde? y si llego sin mí... ¿para qué llego?
Crece mi duda ante el dilema trágico en que debo sufrir el desenlace: de abandonar mi cuerpo a la deriva, o morirme con él, eternamente.
Sin mi cuerpo no hubiera yo tenido el infierno carnal que me dio temple, por eso en él me quedo, hasta que juntos, al mismo tiempo nos volvamos tierra.
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Poeta
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¡Qué puñalada le ha propinado el viento a la granada!
1928
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Poeta
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Amorosamente mi soledad desnuda me cubre como sábana de tierna sombra tibia. Confundidos somos el orbe donde la palabra impronunciada construye el diálogo que el pensamiento escucha. Su compañía es el regazo de un amor a oscuras que, sobre mi piel esperanzada, inventa la resurrección de los recuerdos. Junto a sus ojos abro mi conciencia y leemos los biográficos pasos que caminan hacia atrás de nuestra historia: fuegos fatuos, diseños, rostros, ecos, en inquemante desfile momentáneo que brota de los olvidos insepultos.
Estoy solo, con mi soledad a solas, amoldado a ella como el vino a los muros de la copa, y viviendo la íntima galaxia parpadeante, de una conversación en las tinieblas.
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Poeta
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(Al poeta José Emilio Pacheco)
Después de lo gozado y lo sufrido, después de lo ganado y lo perdido, siento que existo aún porque ya, casi a la orilla de mi vida, puedo recordar y gozar enloquecido: en lo que he sido, en lo que es ido...
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Poeta
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I Antes de haber nacido, cuando apenas en las galaxias era calofrío, o sed en rotación por el vacío, o sangre sin la cárcel de las venas; antes de ser en túnica de arenas un angustiado palpitar sombrío, antes, mucho antes que este cuerpo mío supiera de esperanzas y de penas: ya buscaba tu nombre, tu semblante, el disperso latir de tu vivencia, tu mirada en las nubes esparcida; porque, desde el asomo delirante de mis instintos ciegos, tu existencia era ya por mis ansias presentida.
II ¿Cuántas transmutaciones has pasado? ¿cuántos siglos de luz, cuántos colores, nebulosas, crepúsculos y flores para llegar a ser, has transitado? ¿En qué constelaciones has brillado? ¿Después de cuántas muertes y dolores, de huracanes, relámpagos y albores la forma corporal has conquistado? No puedo concebir mi pensamiento esa edad atmosférica que hicimos en giratoria espera; mas yo siento que milenios de lumbres anduvimos esperanzados en el firmamento, hasta unir este amor con que existimos.
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Poeta
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No sé cómo viniste hasta mis manos a llenar las tinieblas de mi lecho, y a juntar tus encantos con mi pecho realizando las horas que gozamos. Aventura perfecta que libamos en un secreto, bajo el mismo techo, hasta llegar al goce satisfecho y sin saber porqué nos encontramos. ¡Vibración de contacto sin historia; un recuerdo grabado en la memoria ignorando con quién fue compartido; porque llegaste al beso de la noche calmaste mi pasión con tu derroche y te fuiste dejándome dormido.
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Poeta
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Vivir la tempestad de los silencios de tu ausencia inmortal, palpar tu imagen cóncava, sitiando mi enardecida espera con el temblor constante de no ser y de ser al mismo tiempo.
Delgada sepultura de zozobra que se ajusta a mi cuerpo como traje de pulso, piel a piel confundida; que camina conmigo a todas partes sin estorbar mis pasos, y forma con su tacto de vacío el idioma del roce que con mi muda soledad conversa.
Transparencia desnuda de tu semblante en viento derramado, que con muros de aroma encarcela mi cuerpo y me obliga a vivir, hombro con hombro, del molde palpitante de tu ternura muerta, que de cerca me mira con sus ojos de helada lejanía...
Latidos invisibles de tu fuga acosando mi angustia que, desolada, aspira el zumo virgen de un llegar a solas que toma forma, se define en brisa, me toca, me conmueve, me abandona, y no deja de estar, huyendo siempre, pero abrazado de mi pensamiento.
En el vaso febril de mi delirio la vida exacta de tu ausencia cae como gota de luz que no se agota y, de tanto caer, forma una línea que hiere mi tiniebla y enciende la obsesión de sentir que respiro tu presencia.
El aire te pronuncia con sílabas de asedio, y estoy seguro que a mi lado vive, incorpórea y precisa, la huella misteriosa de tu forma alumbrando la noche del profundo universo de mi sangre.
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Poeta
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Amo y al amar yo siento que existo, que tengo vida y soy mi fuga encendida en constante nacimiento.
Amo y en cada momento amar, es mi muerte urgida, por un amor sin medida en incesante ardimiento.
Mas cuando amar ya no intente porque mi cuerpo apagado vuelva a la tierra absorbente:
todo será devorado, pero no el amor ardiente de mi polvo enamorado.
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Poeta
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