Poemas :  Nocturno íntimo
Soy prisionero de la entraña negra
de estos muros sin rostro en donde escucho
los pasos sin sonido de las horas.
Pienso, respiro, palpo. Sueño en sueños
que quisiera soñar. Cierro los ojos
para mirar mejor. Abro la mano
y oprimo mi otra mano. -"No estoy muerto".
Sobre mi piel la soledad resbala
y me dice al oído: -"No estás solo".

Mi lecho es un regazo que atesora
mis friolentos recuerdos que recuerdan
y los cubre con roces tropicales.

Pienso, respiro, palpo. Casi duermo
sin poderme dormir. Me quedo quieto
en mi nido de sábanas y suelto
mi muscular engrane. (Siento alivio
al desatarme de mi propio cuerpo.)

A mi lado soy yo sin ser yo mismo.
Una mortaja de negrura absorbe
mi yacente silueta pensativa
y nos nace un idilio de silencios.

No alcanzo a comprender cómo es posible
que yo sea un extraño que contemple
la muerte en vida que en mi sangre corre.

No hay ley de gravedad en la vigilia.
Mi brazo se levanta sin esfuerzo
y flota sobre el agua de la noche.
Yo no sé si me mueven o me muevo
o si soy un espejo atormentado
que asesinó la imagen de su imagen.

No me quiero dormir. Estoy viviendo
ese desdoblamiento tan preciso
de solidez caída y suave fuga
en que soy lo que escapa y lo que queda.

Los párpados se rinden. Ya no miro.
Soy un pez que en la nada está nadando.
Se derrama la sombra y me comprime.

En mi molde naufrago y me acomodo
como el agua en el vaso. Apenas oigo.
Mi pensamiento dice en pensamiento:
"Muerte mía, despiértame mañana".
Poeta

Poemas :  Nocturno difunto
Desde que despojada de tu cuerpo
te escondiste en el aire,
yo siento mi existencia más honda en el misterio,
como si mis manos, alargadas por las tuyas
inmensas en el cielo,
en levantado avance
ya tocaron la astronomía sin fin...

Estoy como en los ríos
que a pesar de correr sumisos a su cauce,
por su mortal marino abocamiento
también están ligados
a las aguas del mar donde se acendran.

Por la ventana que al morir dejaste
abierta en la penumbra,
he podido mirar
mi aventajada muerte
persiguiendo tus huellas espaciales,
y tengo la certeza de que me estoy rodando
indeteniblemente
en el hambre del vaso universal,
igual que el humo libre que la atmósfera atrae
y no puede, aunque quiera, regresarse a su lumbre.

Estoy seguro de que cada día
mi sangre que te busca, se evapora
ganando altura transformada en nubes,
y parte de mí
ya vuela en el espacio, emparentada.

Desde tu muerte, siento que te guardo
como un lucero íntimo
que medita en la noche de mi entraña,
disuelto como el azúcar en el orbe líquido
y que, muchas veces, te denuncias asomando
tu espiritual dulzor en mi saliva amarga.

Desde que tu voz, por el silencio amortaja,
dejó de hablar para encender palomas
sobre el árbol del viento, en que cantan
con insepultos ecos
la profunda madurez
del idioma flotante de tu ausencia,
yo palpo -al escuchar-
el molde vivo que en el aire horada
tu falta de materia, que es ternura
siempre en acecho que acaricia y roba.

Yo creo que tu cósmico deleite
es atraerme a tu pasión de vuelo,
a tu girar errante,
porque ya tu misión es recoger
esta fracción de ti que aún perdura
en el fluvial ramaje de mis venas.

No puedo definir dónde te encuentras,
pero sí te adivino circundante
en un arribo de alentada fuga,
que exacerba mis ansias en un filial apego
al resplandor sin luz de tus imanes.

¡Qué plenitud vacía
te dibuja en el fondo de mis ojos
que no te ven, pero que sí me permiten
que hasta la fuente de mis sueños bajes
y quedes a su impulso vinculado!
¡Cuánto tiempo de estar solo y contigo
habitándome a solas,
como la llama al fósforo en el letargo,
o a la uva, el espíritu del vino!

Yo soy una ambulante sepultura
en que reposa tu fugitiva permanencia
que me va madurando, lentamente,
hasta que mi energía entumecida
se adiestre en vuelo que recobre estrella.

Inmerso en mi conciencia desarrollas
un pensante silencio que se atreve
a conversar sin mí. Yo lo descubro
reviviendo recuerdos en mi oído:
es como el nacimiento de sollozos
que se produce cuando el agua cae
sobre la carne viva de las brasas.

Al derribarse tu estatura en polvo
formaste la marea
del vislumbre mortal que me obsesiona,
y no hay sitio, temor, espera o duda
en donde tú, como trasfondo en alba,
no finques la silueta de tu amparo.

En mi vigilia, a oscuras,
como los ciegos sigo con el tacto
los relieves que escribes en el papel nocturno,
y los capto agitados en asedio amoroso:
amor de un muerto que jamás olvida
la sangre que ha dejado trasvasada.

Yo quisiera que la imagen que de ti conservo
se azogara la espalda,
para mirar, siquiera unos instantes,
cómo el deslinde al incolor procrea
tu claridad auténtica de ángel.
Poeta

Poemas :  Nocturno cuerpo
Cuando de noche, a solas, en tinieblas,
fatigado de no sé qué fatiga
se derrumba mi cuerpo y se acomoda
en la impasible superficie oscura
que le sirve de apoyo y de mortaja,
yo me tiendo también y me limito
al inerme contorno que me entrega,
a la isla de olvido en que se olvida.

Separado de él y en él hundido
recuerdo que lo llevo todo el día
como cárcel de fiebre que me oprime,
como labios que dicen otras frases,
como instinto que burla mis deseos
o acciones desligadas de mi fuerza;
pero al mirarlo así, rendido fardo
indiferente en su actitud de piedra,
tigre de bronce, charco de silencio,
columna de cinismo derribada,
ciega figura en su lección de muerte:
yo lo percibo como carne intrusa
como dolencia de una llaga ajena,
cómplice de un destino que no entiendo,
mudez que no lesiona mi palabra,
verdugo en anestesia secuestrado.

Y por eso al sentirme dividido
y a la vez por su molde aprisionado,
analizo, sospecho, reflexiono
que sus muros endebles que me cercan
son fuego en orfandad, tierra robada,
agua sujeta en venas sumergidas
y aire sin aire arrebatado al aire;
que soy un prisionero de elementos
en honda combustión, que están buscando
fundir los eslabones que los unen
para volver a la pureza intacta
del sitio universal donde eran libres:
la tierra pide su reposo en tierra,
el aire, su acrobacia transparente;
el fuego, la delicia de su llama;
y el agua: la blancura de su hielo,
su cauce, o el prodigio de ser nube.

Al lado de él, alado y enraizado,
lo toco, lo examino desde adentro:
interior de una iglesia ensangrentada,
góticos arcos, junglas musculares,
entretejida pulsación de yedras,
laberinto de lumbre de amapolas
y entraña de una cripta en que se esconde
el numérico albor del esqueleto.

Y yo en medio de juez y de culpable,
de rebelde invasor y de invadido,
de mirar que descubre y se descubre,
de unidad que contempla sus facciones,
de pregunta privada de respuesta,
de espectador que sufre en propia carne
el corporal desgaste de que brotan
sus crecientes acopios de agonía.

Si soy su dueño ¡por qué lo palpo extraño,
despegado de mí -sombra de un árbol-,
corteza sofocante de mi angustia,
vendaje que me oculta, ademe frágil,
imán que me atesora y me difunde,
materia que yo arrastro y que me arrastra?

Y estoy en él, presente, inevitable,
unido en el monólogo y la espera,
crecido en su reverso, y denunciado
por sus manos, sus ojos, sus pasiones,
la quemante ansiedad de sus delirios,
las brumas de sus tiempos de zozobra
y los relámpagos de su alegría.

De dentro a afuera, de raíz a ramas,
presiono, me sublevo, abro mis fuerzas
para cavar, para acabar los muros
que viven de tenerme prisionero;
pero un amor me nace y me detiene,
un fanatismo de vital amparo,
el apego del ánima y las células,
la intimidad de forma y contenido
acoplando sus ciegas superficies;
y me quedo conforme, sosegado
a la ajustada cárcel que me cubre
para seguir formando el mundo en fiebre
por el que siento que en verdad existo.

Agua, tierra, fuego y aire, en continua
aspersión de sus químicos halagos,
inmersos en la furia de sus hambres,
en escondida trabazón de empujes,
mandando y succionado sus mareas,
haciendo y deshaciendo lo que se inician,
comiéndose a sí mismos, recreando
el desnudo valor de su estructura
en pugnas, atracciones y repechos,
porque quieren, anhelan, buscan, labran
la persistente acción que les devuelva
el vuelo original que poseían.

Esta unión de elementos, este nido
de físicas batallas, de incesantes
reacciones, es mi solo respaldo,
el trágico venero de la fuerza
que me sostiene aún hablando a solas.
Poeta

Poemas :  Nocturno amor
Naciste en mí, a sangre vinculado,
en creciente raíz, cósmico nudo;
de mi selva interior el potro rudo
que anhela libertad enamorado.

Soy mortaja y estoy, amor, tajado
por tu evasión continua que no eludo,
sino que vuelo en ti y en mí me escudo,
para que al volver seas amparado.

Venero de tus ímpetus, me ligo
a tu fuga celeste, a tu caída,
a la expansión total de tu secreto;

pero de noche, cuando estoy contigo,
recobro con tu fuerza sumergida
la sola soledad de estar completo.
Poeta

Poemas :  Nocturno alquimia de mis sueños
Cuanto más y más alabes al ser que amas:
más y más lo alejas de tus manos.

Yo te amo como se ama a una estrella:
puedo atreverme a contemplar tu albor,
a sentir tu pureza luminosa,
a escalar con mis ansias
la altura en que te asomas;
pero nunca a tocarte
ni a sembrar mis caricias
en la fulgente piel de tu misterio.

Yo sé dónde apareces diariamente,
conozco el sitio exacto
y la hora precisa
en que tu rostro enciende su hermosura.
Aprendí de memoria
tu órbita celeste,
el instante glorioso
en que brillas más cerca de mis ojos
y también el momento
en que huyendo me robas tu semblante.

Yo sé que soy tu dueño en la distancia
que al descubrirte me gané el derecho
de salir cada noche
a mirar tu expresiva luz errante,
tu joven brillantez inmaculada,
sin tener ni la mínima esperanza
de estrechar tu verdad entre mis brazos.

Te inventé con la alquimia de mis sueños
te vestí de imposible,
en tus pupilas inicié un poema
y en lo más alto entronicé tu imagen.

Con barro de mi angustia te di forma
igual a la de un ángel que no existe.

Cuando llega la noche
y te encuentro rielando en el espacio:
yo te aspiro y te gozo,
platico desde lejos con tu nimbo
sin pronunciar tu nombre.
Sin esperar tampoco que desciendas
ni que el roce de mi tacto te defina:
porque anhelo que ignoren mis sentidos
que eres de carne y hueso,
que tu cuerpo es mortal,
y que hasta el nítido esplendor que irradias,
carece de luz propia.

¡Sigue alumbrando allá! ¡Brilla unos días!
Pronto la muerte bajará mis párpados
y tú, al instante, quedarás a oscuras.
Poeta

Poemas :  Nocturno a tientas
A oscuras, yacentes
en el mismo lecho,
somos brasas despiertas
que vigilan
el pulso de sus lumbres.
Me animo y aventuro
mi mano por su cuerpo:
voy encontrando
laderas y llanuras,
asomo de pezones
y un par de lomas redondas
que en un precipicio
aparta,
haciendo entre las dos
una cañada.
A tientas
en su fondo palpo
un inasible vello
casi sueño...
Parece que ando cerca
de las puertas del cielo.
El merodeo prosigue
y después
de subidas y bajadas,
bajadas y subidas,
doy con algo
inédito y matrero.
- ¡Hallazgo afortunado
que al fin me queda
como anillo al dedo!-
Poeta

Poemas :  Nocturno a la luna
La luna, que brincó por la ventana,
en el piso del cuarto se restira
rebotando en el muro que la mira
y del rebote, la penumbra emana.

Su luz, entre las sombras deshilvana
un metálico brillo que delira,
y el espejo sediento le suspira
desde el rincón, como presencia humana.

Perforada la sombra, se estremece,
y el rayo de la luna me parece
escalera pendiente de los cielos.

Y asido a la visión que me rodea,
el afán de mi alma se recrea
al subir por el rayo sus anhelos.
Poeta

Poemas :  Nocturno
Cada mañana, al despertar, resucitamos;
porque al dormir morimos unas horas
en que, libres del cuerpo, recobramos
la vida espiritual que antes tuvimos
cuando aún no habitábamos la carne
que ahora nos define y nos limita,
y éramos, sin ser, misterio puro
en el ritmo total del Universo.

Porque al dormir morimos sin saberlo;
nos vamos al espacio en ágil vuelo
sin perder la unidad que nos integra,
y somos como somos: idénticos, sin cambio,
extensos y desnudos
como el azul en el temblor del aire.
No extrañamos el cuerpo; no sufrimos
la ausencia de la piel que nos cobija;
somos como antes de nacer: etéreos,
vivos en plenitud de firmamento
y penetrantes como luz en sombras.

Y nadie, cuando duerme, acaso piense
que yace en los dominios de la muerte:
porque el cansancio, apenas agonía,
nos borra la razón,
desciende con ternura nuestros párpados,
apaga nuestros ojos,
anestesia la carne y nos separa de ella
para dejarnos vivos en el sueño.

Y esta costumbre de morir a diario,
sin dolor, sin sorpresa,
natural como el agua
que se deja atraer por el declive,
no nos deja pensar que es una muerte
cada vez que dormimos,
y que, de cada muerte transitoria,
aprende nuestro ser
la verdad de morir su muerte eterna.
Poeta

Poemas :  Nocturna suma
Deletreo el espacio y no comprendo
esas gotas de luz en plena noche
que tiemblan, que se ensanchan, que se encogen,
y expresan desde el cielo
las frases de su pulso luminoso.

Yo no sé si es altura o es abismo
el sitio en donde asoman,
o si son o no son; pero las miro
como enjambre de islas en incendio
y sufro su atracción, su intenso brillo,
su tímido mirar...

Las cuento, muchas veces, muchas veces...
Me olvido de la cuenta y me detengo
para empezar la cuenta nuevamente,
y la vuelvo a perder, cayendo siempre
en la fuga de un número disperso.

Las cuento, muchas veces, muchas veces...
Y si gozo al contar, es porque siento
que capto más y más, al Creador,
cuando sumo y me sumo en sus estrellas.
Poeta

Poemas :  Mi primer amor...
El azul es el verde que se aleja
-verde color que mi trigal tenía-;
azul...de un verde, preso en lejanía,
del que apenas su huella se despeja.

Celeste inmensidad, donde mi queja
tiende su mudo velo noche y día,
para buscar el verde que tenía,
verde en azul...allá donde se aleja...

Mi angustia, en horizonte liberada,
entreabre la infinita transparencia
para traer mi verde a la mirada.

Y en el azul que esconde la evidencia:
yo descubro tu faz inolvidada
y sufro la presencia de tu ausencia.
Poeta