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¿Tiene paisajes lo invisible? Comencemos por no verlo. Cierro los ojos. Hay una radiografía velada, rayones blancos delimitan esta foto de la nada. Tal vez un tinte rojizo o amarillo otorgan fluidez a esta huidiza imagen. Flashazos que implotan se burlan de mi atención cuando creo tenerlos atrapados. ¿Es llanura esta planicie o la toma aérea de unas montañas confundidas con sus propios barrancos? No puedo determinar direccionalidad y estos fotones comienzan a confundirse con mi cerebro. Ya no sé lo que estoy viendo tras mis párpados. Ya no sé si esta placa proviene de mis ojos o son mis anhelos borboteando en búsqueda de una figura propia. Asustado prefiero huir y buscar la seguridad en lo que no soy: el reino de la luz que se despliega afuera.
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Poeta
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A la hora vespertina el sol mueve sus últimos engranajes, abre imperceptiblemente el azul domo del cielo. Cuando el artificio desaparece el espacio se muestra en su totalidad más cierta. Entonces sentimos que nuestra vista es una larga mano con la que tocamos las estrellas. Acariciamos la noche como un arroyo de luz en nuestras manos. La infinitud responde con su gemela y es en el espejo de esta eternidad que nuestro presente diluye los límites que le han impuesto.
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Poeta
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Calle de tierra El sol del otro lado Como horizonte, Como destino anhelado En mis ojos.
Calle de tierra Pasan estaciones Una tras otra, por delante En mis ojos.
Colectivos, subtes Como estaciones Bólidos, Colas de luces Personas difusas En mis ojos.
Velocidad de vivir Tu muñeca, quebrada Y entre tus dedos, un cigarro.
De tu boca humo, de la mía un castigo Espera y silencio.
Tú casa impoluta, Tus versos mis versos.
La quinta pared ya fue construida Ahora soy vos, Ahora soy esto.
A trasluz tu cuerpo se levanta, Desnudo Sumisión instantánea, Desborde de color. Un manantial se desata en mi pecho para terminar en tus manos mojadas de amor…
Amor, cliché, palabra.
Nadie es digno, Nadie es digno de nada.
Si tu risa tapara mi cáncer, ¿Sería todo perfecto? Si en tu pecho anidan esperanzas, Allí hare un refugio perpetuo.
Entre tus brazos me esconderé tímido, Cuando el mañana venga a pedirme el alma, Cuando el pasado venga a cobrar cuentas no saldadas... Tendré tu bandera como defensa, cómo estandarte.
En techos, los más altos de la ciudad En ciudades, las más sucias de verdad.
Y en tu boca el mundo acabara Y comenzara Nuevamente.
Nadie lo sabe Ni nadie lo sabrá... Encontré el reino de los cielos en la tierra Y ya nada me detendrá.
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Poeta
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Aun cuando el tiempo todo lo deshaga, aun cuando el silencio se quede con mis palabras… siempre habrá mañanas de sol.
Cuando mis manos solo sostengan restos y en mis ojos no haya mas que lagrimas secas Siempre habrá mañanas de sol despertando sobre las casas de los otros, sobre las casas de aquellos que supieron como ser feliz.
Aun cuando la suerte se empeñe en no estar a mi favor, aun cuando mi destino lo escriban mis enemigos y mi futuro sea un pasado en constante repetición Siempre habrá mañanas de sol, siempre habrá un nuevo día esperando por nacer.
Aun cuando tus caricias se conviertan en puños y la soledad, fiel compañera, en mi nuevo artilugio.
Aun cuando la nada rodee mi todo y me hunda cada vez mas Siempre habrá una mañana de sol, a la vuelta de la esquina, esperando renacer como ayer y hoy…
Aunque hoy… Hoy solo es papeles en blanco desparramados, tazas de café frio y fotografías de algo que no volverá…
Y en mi corazón anidadas, miles de anotaciones Y en mi pecho, angustiadas, miles de frustraciones.
Siempre habrá mañanas de sol.
Aunque mi voz enmudezca y ya no pueda cantar Aunque mi cuerpo desaparezca en la inmensidad de este mar.
Aunque mis sueños se queden en el camino y el cielo no se quiera abrir... para mi.
Cuando Dios me de la espalda y la belleza de una mujer este prohibida en mi cama.
Cuando sea un extraño en mi propia casa Y ajeno en mi existir.
Cuando el espejo no devuelva mi reflejo Y los escombros no me dejen ver.
Cuando tan solo sea un recuerdo en tu cabeza… Y mi ausencia llene todo el lugar…
Siempre habrá una mañana de sol... aunque ya no la pueda ver.
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Poeta
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[img width=300]http://2.bp.blogspot.com/_lhNXJZiOrds/TQayXQCwVnI/AAAAAAAAAY4/9YPbGMcNxWA/s1600/santa%2Bchimenea.jpg[/img]
Del meridiano hacia abajo era asarse como pollo embutido en una olla a presión, a mil grados celcios. O esa era la sensación térmica, al menos. Le empezaba a picar todo, especialmente los rincones más oscuros del cuerpo. El traje se estrechaba más en cada parada, y su panza se inflaba monstruosamente. Y no es que no estuviera bastante inflada desde siempre, pero con el calor empeoraba la hinchazón. Además, ni siquiera había chimeneas por las que bajar. Eso no facilitaba el trabajo para nada. Las casas eran pequeñas, estrechas, algunas casi se caían a pedazos y muchos de los techos estaban llenos de baches y cuarteaduras. El más leve toque del trineo las haría derrumbarse y jojojo, feliz y última navidad. Ni hablar de los polvos mágicos; siempre funcionaban mejor en un ambiente adecuado, o sea frío, nevado y blanco. Pero en esos parajes no había una pluma de nieve o brisa fresca, no a esa altura del año, y los polvos solían humedecerse hasta el punto que tendían a fallar en los momentos más inadecuados. Ni siquiera en las grandes casonas con chimeneas perfectas y aireadas estaba seguro en esas latitudes: una noche se había quedado atascado en una por casi dos horas. No sabía en qué momento se le había ocurrido extender su perímetro al resto del globo ni ese ritual de entrar por el techo y las chimeneas. Tenía que haber estado o muy entusiasmado o muy aburrido.
Por eso evitaba quedarse mucho tiempo en lugares como esos. Estacionaba el trineo en una ladera o una loma cercana y bajaba hasta las casas más aceptables para su peso y anchura, dejaba uno o dos regalos y partía un poco más abajo, muy rápido, más rápido cada vez a medida que el calor se hacía insoportable dentro del traje. Antes de que terminara la noche apuraba el paso para volver al norte y refrescarse con una buena bocanada de aire frío y una bebida en las rocas. Ah. Mejor. Y se dormía, agradecido de las grandes tiendas, el afán de consumo y la falta de fe, que harían menos notoria su discriminatoria negligencia.
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Poeta
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