Prosas poéticas :  La mirada, que espero el naufragio.
La mirada, que espero el naufragio.
Se descubrió, crecida, convertida en pirata
cuyo barco eran tablas viejas con ganas de vivir
maltratadas por las olas del destino y la bestia de los mares,
en que se convertía, la vida.

Con cada tormenta... el barco se heria
y cuando creía resurgir el susurro del loro,
ni bueno ni malo,
aferrado en sus hombros la preparaba para
volver a perder el aire.

Capitana de un barco cuya ruta iba marcando
en un mapa en blanco no le bastó tripulación,
para sostenerse en pie y guardar la calma
cuando el rey del mar quien hasta entonces la protegía,
decidió hundirla en
lo profundo de las tristezas.

Ya no había loro, ya no había voces de la tripulación;
y aunque sabia que flotaban cerca...
no se podía acercar.
Trato de dar brazadas, de convertirse en las maderas de su barco
que grieta tras grieta trataban de acrisolarse
con los rayos del sol.
Despertó quien sabe, después de tantas noches y días,
en una isla que le dio esperanzas...
Atolón de aguas negras y profundas,
como el vacío que sentía luego del naufragio, en medio.

Rodeada de verdes aguas que se cristalizaban
hacia lo lejos del mar...
con el cambió del clima y el paso de los días las aguas parecían cambiar,
aguas mágicas que brotaban del fondo del alma,
alma de la isla,
que parecía llorar.
Cuando la triste pirata perdía la fe y se dejaba ahogar con la sal del mar
que se había impregnado en el fondo del alma.
Con el tiempo, la suave arena,
de donde nacía el consuelo disfrazado de calor
le devolvió la paz y le permitió ver que aquella isla era una mirada.
Mirada que le dejaba andar a ciegas, que le quitaba el miedo
y las ganas de llorar sin ganas...
sin lagrimas carentes de sentido...de explicaciones.

Obtuvo un nombre,
una razón, obtuvo fuerza...
y ya no marca rutas en un mapa en blanco
por que su objetivo ya no es dibujar trazos que unos pocos entiendan...

Ya no pudo abandonar la isla,
se enamoró de aquella mirada y se enraizó en cada roca,
entre marrón y amarilla, enterradas en las afueras de la isla;
en cada intento por escapar.

Algunas noches, cree ver la isla convertirse en persona,
le llena el alma de sueños,
quitando los restos de sal,
devolviendo los suspiros...
haciendo ver su barco regresando del mar.
Poeta

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