|
Como en el fondo de la vieja gruta, perdida en el riñón de la montaña, desde hace siglos, silenciosamente, cae una gota de agua, aquí, en mi corazón oscuro y solo, en lo más escondido de la entraña, oigo caer, desde hace mucho tiempo, lentamente, una lágrima. ¿Por qué resquicio oculto se me filtra? ¿De cuáles fuentes misteriosas mana? ¿De qué raudal fecundo se desprende? ¿Qué remoto venero me la manda? ¡Quién sabe... ! Cuando niño, fue mi lloro rocío celestial de la mañana; cuando joven, fue nube de tormenta, tempestad de pasión, lluvia de ansias. Más tarde, en un anochecer de invierno, mi llanto fue nevasca... Hoy no lloro... Ya está seca mi vida y serena mi alma. Sin embargo... ¿Por qué siento que cae así, lágrima a lágrima, tal fuente inagotable de ternura, tal vena de dolor que no se acaba? ¡Quién sabe...! Yo no soy yo: son los que fueron; mis genitores tristes; es mi raza; los espíritus apesadumbrados, las carnes flageladas; milenarios anhelos imposibles, místicas esperanzas, melancolías bruscas y salvajes, cóleras impotentes y selváticas. Al engendrarme el sufrimiento humano, en mí dejó sus marcas, sus desesperaciones, sus angustias, sus gritos, sus blasfemias, sus plegarias.
Es mi herencia, mi herencia la que llora en el fondo del ánima; mi corazón recoge, como un cáliz, el dolor ancestral, lágrima a lágrima. Así lo entregaré, cuando en su día, del seno pudoroso de la amada, corporizados besos, otros seres, transformaciones de mi vida, salgan.
* * *
Estoy frente a mi mesa de trabajo. La tarde es linda. Alumbra el sol mi estancia. Afuera, en el jardín, oigo las voces de los niños que ríen y que cantan. y pienso: acaso, ¡pobres criaturas!, sin daros cuenta, en medio a la algazara, ya en vuestro corazón se filtra, silenciosa y tenaz, la vieja lágrima...
|
Poeta
|
|
Más, apóyate más, que sienta el peso de tu brazo en el mío; estás cansada, y se durmió en tu boca el postrer beso y en tus pupilas la última mirada.
¡Qué fatiga tan dulce, la fatiga que precede a los éxtasis; pereza del cuerpo y del espíritu, que obliga a mezclar el amor con la tristeza!
Se ve la luz. Y la Naturaleza parece que nos dice: Soy amiga de todos los que se aman; soy amparo. Ya os di alcobas de flores, ya os di asilos misteriosos, descansad tranquilos en la estrellada sombra que os preparo.
¡Oh, buena amiga! --el alma de las cosas sigue de nuestro espíritu las huellas--: primero para amar nos diste rosas; después, para soñar, nos das estrellas.
La luz se duerme en el zafir, lo mismo que en los profundos ojos de mi amada; pero queda un fulgor en el abismo y un toque de pasión en la mirada. ¡Sutil y misterioso panteísmo! ...Más, apóyate más; vienes cansada...
|
Poeta
|
|
Topacios y amatistas, zafiros y esmeraldas, se funden en la hoguera de un ocaso imperial; y, en negro, se dibuja, sobre las vivas gualdas, al filo de las cumbres, una palma real.
Al lado opuesto sube, del monte a las espaldas -semiborrada esfera de mármol sideral-, la luna. Y de los cerros las caprichosas faldas extienden su lujosa verdura tropical.
Rico tisú bordado de perlas y diamantes, el mar copia del cielo los lívidos cambiantes y entrega al viento libre su manto de turquí.
Y arriba, en las profundas soledades de arriba, la estrella de la tarde, doliente y pensativa, se clava en un ardiente celaje de rubí.
|
Poeta
|
|
Beso tus ojos tristes como suele sus reliquias besar, en tanto reza, una anciana piadosa. Y tu cabeza que a perfumadas liviandades huele,
beso, porque mi beso te consuele, mi beso que es unción y que es tristeza, mi beso que está limpio de impureza, mi beso que no mancha y que no duele.
Yo bien sé que es romántica locura besarte así, con beso que no alcanza a encender la pasión sensual e impura;
mas gusto de juntar, en suave alianza, mi aspiración de amor y de ternura a tu ideal de ensueño y esperanza.
|
Poeta
|
|
Te quiero porque en tu alma vive el germen de ternura infinita, como diáfana gota de rocío sobre una flor marchita.
Te quiero porque he visto doblegarse tu espléndida cabeza; porque sé bien que en medio de la orgía te invade la tristeza;
porque has pasado por la senda estrecha en los grandes zarzales de la vida, sin desgarrar tus blancas vestiduras, sin hacerte una herida;
porque has ido pidiendo por el mundo, con el candor de un niño, a cada corazón a que has tocado, un poco de cariño;
porque indica profundo sufrimiento tu pálida mejilla; porque en tus ojos que placer irradian también el llanto brilla.
Te quiero. Nada importa que cansado tu espíritu se aduerma; yo lo habré de animar, yo daré aliento a tu esperanza enferma.
¡Mariposa que fuiste entre las flores dejando tus bellezas y tus galas, yo volveré a poner el polvo de oro sobre tus leves alas.
|
Poeta
|
|
Y fueron de la tarde las claras agonías: el sol, un gran escudo de bronce repujado, hundiéndose en los frisos del colosal nublado, dio formas y relieves a raras fantasías.
Mas de improviso, el orto lanzó de sus umbrías fuertes y cenicientas masas, un haz dorado; y el cielo, en un instante vivo y diafanizado, se abrió en un prodigioso florón de pedrerías.
Los lilas del Ocaso se tornan oro mate; pero aún conserva el agua su policroma veste: -sutiles gasas cremas en brocatel granate-.
Hay una gran ternura recóndita y agreste; y el lago, estremecido como una entraña, late bajo la azul caricia del esplendor celeste.
|
Poeta
|
|
Yo tenía una sola ilusión: era un manso pensamiento: el del río que ve próximo el mar y quisiera un instante convertirse en remanso y dormir a la sombra de algún viejo palmar.
Y decía mi alma: turbia voy y me canso de correr las llanuras y los diques saltar; ya pasó la tormenta; necesito descanso, ser azul como antes y, en voz baja, cantar.
Y tenía una sola ilusión, tan serena, que curaba mis males y alegraba mi pena con el claro reflejo de una lumbre de hogar.
Y la vida me dijo: ¡Alma, ve turbia y sola, sin un lirio en la margen ni una estrella en la ola, a correr las llanuras ya perderte en el mar.
|
Poeta
|
|
Yo estaba entre tus brazos. y repentinamente, no sé cómo, en un ángulo de la alcoba sombría, el aire se hizo cuerpo, tomó forma doliente, y era como un callado fantasma que veía.
Veía, entre el desorden del lecho, la blancura de tu busto marmóreo, descubierto a pedazos; y tus ojos febriles, y tu fuerte y obscura cabellera... y veía que yo estaba en tus brazos.
En el fondo del muro, la humeante bujía, trazando los perfiles de una estampa dantesca, nimbaba por instantes con su azul agonía un viejo reloj, como una ancha faz grotesca.
Con un miedo de niño me incorporé. Ninguna vez, sentí más silencio que en esa noche ingrata. El balcón era un marco de reflejos de luna que prendía en la sombra sus visiones de plata.
Temblé de ansia, de angustia, de sobrecogimiento; y el pavor me hizo al punto comprender que salía y se corporizaba mi propio pensamiento... y era como un callado fantasma que veía.
Los ojos de mi alma se abrieron de repente hacia el pasado, lleno de fútiles historias; y entonces supe cómo tomó forma doliente la más inmensamente triste de mis memorias.
¿Qué tienes? -me dijiste mirándome lasciva. -¿Yo? Nada... y nos besamos. Y así, en la noche incierta, lloré, sobre la carne caliente de la viva, con la obsesión helada del cuerpo de la muerta.
|
Poeta
|
|
Palpitan, como alas de pájaros en fuga, las velas que sacude la brisa matinal, y el aire, a flor de onda, menudamente arruga la seda azul, tramada de estambres de cristal.
De la dorada costa la placidez subyuga, y tiene el viento puro delicadeza tal, que al refrescarme el rostro, parece que me enjuga las lágrimas pueriles, el beso maternal.
Una bandada de aves por los espacios sube; decora la brillante blancura de la nube y mancha el inviolado zafir de la extensión .
Y en la solemne calma de estas horas divinas, esparcen a lo lejos, dos voces femeninas, quién sabe qué ternura que moja el corazón...
|
Poeta
|
|
Déjame amar tus claros ojos. Tienen lejanías sin fin, de mar y cielo, y sus fulgores apacibles vienen hasta mi corazón como un consuelo.
Deja que con tus ojos, se iluminen mis viejas sombras y se vuelvan flores; deja que con tus ojos se fascinen, como aves de leyenda, mis dolores.
Que vea en ellos astros errabundos, que en ellos sueñe inexplorados mundos que en ellos bañe mi melancolía... Son tristes, luminosos y profundos, como puestas de sol, amada mía.....
|
Poeta
|
|