Cuentos :  Discromatopsia instintiva
DISCROMATOPSIA INSTINTIVA

No creo que haya sucedido. Sin embargo,
es un cuento que me contó un buzo, y dentro
del cual me cuento a diario como realmente
fue.... Absolutamente los mismo siempre que
lo recuerdo diferente. Muellemente acostado
y corriendo solapado forrando un terraplén
sobre un abismo. Siendo como lucero nocturno.
Por lo que será mejor que volvamos a empezar
por el principio de no contar con un eventual aterrizaje.

¡Mira, me decía!.
Conforme se va alcanzando el fondo el paisaje
cambia de colores. Están prohibidas las palabras
por un rato de largos meses las angustias son el
único derecho a la escamosa serenidad que pesa y
daña con aspereza por el ceremonial de las algas
que nadan por el deseo de posesión perdidas en
pormenores... ¿Diría algo el especialista en espectros?.

Nada los detiene. El insomnio fue a la peluquería. El
efecto sedante puede amenizarse con las tijeras atravesando
la calle sin mirar el semáforo. ¡Piénsalo!... Es inútil cualquier
grito. Escapa de la basura. Una vez amenazó con devorarme.
Sonreía. ¿Sabes?. Por el humo al borde de la ceniza, parada, la solución más apropiada es, fabricar esperanzas astronómicamente.

Porqué cuando le toca el turno a los patos las escopetas corren por
las monedas en manadas gastando la vista descifrando noticias de
tonalidad rosácea. Caperucita come lobos matando las manzanas. con motivo de duraznear las piadosas masacres en el despacho de los gatos al verse perdidos bajo un lustro de tierra, sin haber llegado el cemento, y la cal sin dar señales de vida.
¡Señal de curación total!. ¿Cómo si no?.
La habitación se acostó en mi cama, luego la puerta entró por la ventana del piso, y el techo tomaba unas vacaciones en la luna.

Por eso, a lo mejor, no lo entiende. Aunque el pasillo al correr dice que sí, al patio que se contorsiona lentamente.
Después de todo, es bastante aceptable el frasco que lo contiene.

A la larga no me disgusta. Aunque tu no lo creas, de la misma manera que yo al principio nada sabía... Pues no tiene problemas complicados,
la humedad a montones reposa con sus ladridos y pierde su apetito hablando de alguna manera con el auténtico misterio de la televisión
que le habla por el radio enemistado con el teléfono hecho un chismoso espía de los lentes impostores de las lupas.
¿Es una broma?. En este siglo, pensar libremente es anacrónico, la lógica está en cuarentena, y ha sido desempleada, por un buen precio puede adquirirse una flamante corrupción, por un polvo proporcionan
cualquier eternidad, usada estrictamente hablando de polímeros pero nada de abrazos, nada de cocodrilos en una lágrima y menos de flaquezas
técnicamente obesas.

Lo mismo da que sean las once como las diez de la mañana, al espectroscopio no le importa ser viscoso ni la suave somnolencia en el mantel, sólo a veces
solicita, numerosas innovaciones, puestas de moda en breve tiempo y que nadie entiende y menos usa.

Ya llegado al fondo, el silencio devora, acogedoramente la vida con agrado,
en la prudencia estadísticamente significativa en los panteones más lujosos.
¡No se si sea cierto!. Mors est redemtio. La muerte es redención.

Y en la hora postrimer, en su agonía, implora un año más, siquiera un día.
Ignorando las noches y los días que lanzó al mar de la existencia con su presencia y nada de lo humano puede perturbar.
No embargante.
Este cuento me lo contó un buzo traslúcido que atraviesa las paredes, enmudeciendo entre el daltonismo. Con el velo que cruza la mirada
y la sutil decoración en la punta de un hilo, por las horas sin rumbo abiertas a todos los senderos, en el embeleso más profundo que hace
enrojecer al mismo Caos, en la gran ceguera multicolor en el tropel de su armonía rota.
¡No lo sé!. Tal vez lo crea algún día. Hoy solo se
los cuento, como un cuento menos real que la más verdadera fantasía.


Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
Poeta

Cuentos :  La máquina de sueños
LA MÁQUINA DE SUEÑOS

Bajo la piel es más obscura que la noche sobre
...la cama de piedra con el sabor espinoso grácil.

Ella no dijo nada; El olor aceitoso era agradable
en un ángulo de cada destorcido tornillo, cableado
al estilo barroco del humo, mostrando sus caratulas
sobre la mesa en qué se apoyaba. Un gallo a lo lejos
tal vez tuviera qué ver con el mismo perfume arenoso
del sol en diferente mañana. Ayer dos extremos de
luna habrían querido salírsele del traje plateado a
cierta distancia del pico emplumando su canto con
la cresta al fondo del patio. Por fuera un ciprés azul
somnoliento tendía lentamente sombreada la tarde
navegante gris, con los ojos fijos en un punto dónde
la meditación se hunde, frívola, entre las hojas de
los libros sentados en el sillón impaciente, por el
tumor de la realidad amargamente cierta.

___ ¿Cómo pueden ustedes estar vivos, después de
miles de años?___ Solemnes anhelos congelados,
con las armas del fracaso en la razón despreciada,
y el poder de cambiar hecho un pobre imbécil.

Todo el día estuve tratando de repararla, durante
su recorrido por las ebrias almohadas con los ojitos
brillantes queriendo anticipar el momento dulce en
que lo lograría. De pronto empezó a llorar.
¡Sí!. Empezó a llorar el plástico, cibernéticamente
asombrado por los deberes que cierran el camino
a la voz llena de gente que carga los recuerdos al tocar
la piel del aire que ofrece sus manos temblorosas en
la esquina de cualquier tumba.
El silencio podía escucharse por la distancia acumulada
que estaba fantaseando en la penumbra cansada de
improviso en las habitaciones vecinas dónde trabajaba.

Esta máquina es el gran historiador qué ha perdido
la memoria sumergido en un periódico camino libremente
pegajoso entre las ruinas despiertas con la boca triangular
cuadriculada en lo último explicado frente a las lápidas de
testigos levantando los brazos entre vetustos documentos...
El vigor de su joven cuerpo, metálico, vibrante, ondulaba y
se agotaba inútilmente, esperando en vano el menor instante,
el más mínimo momento para utilizar su energía constructiva,
alentadora, rápidamente, sólo vestida de pena por la abundante
y desmedida codicia de los mandriles del sillón en sus rodillas
puntiagudas, por el infinito consuelo de la combustión espontánea.
Nada me importan tus plásticos metales humillados, sentía
pensarlo en un acrisolado simbolismo, y ahí dónde las aves
encuentran las puertas de la huerta cerradas. Pero sobre ello,
eres hermosa, buena y complaciente, fresca, mirada pulsátil,
en la espesura dónde la esperanza late y vuela ígnea luz....

Máquina, me digo, en la tentación de vivir, con la carne del tiempo
en el polvo momentáneo,... Máquina, lejos de tí la noche espantosa
nos mira con el rústico instrumento de la esperanza fósil...
Ahí dónde el mundo nos hace gastar más en menos, en cosas
que complacen los bolsillos ajenos a la miseria que mantiene
los ojos abiertos todo el tiempo que debería estar durmiendo,
tranquila, reluciente, flotando sin lamentos, sin la costumbre de
estar sorprendiéndose por su impotencia.

Nadie sabía la razón, pero nuevos productos hacían fila
desde los espacios infinitos en envases desechables a traves
de la transparente secuencia de pobres incautos que llegaban,
puntuales, en el mostrador que perseguía la cima dónde había
escogido quedarse la rutina inofensiva del vacío simulando la
inquietud del mar en sus espaldas punzantes... El caos quería
impedir mis trabajos en ello, tenía los puños alzados y en los ojos
el olor del tomillo... Por fin me ví encorvado encima de ella, brillaba,
en sus rostros de nácar y carmines, con el idilio de los últimos años
entre circuitos bulliciosos de gracia y sonrisa metafórica de dulces
ecos del desdén profundo mal recibido... ¡Y todo cuán metálica era!

Se encendió solamente para saber que yo era una obra suya...
Y de lo qué pasó después... Ya nadie se acuerda.


Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
Poeta