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Hoy, que nos juran falsamente por la madre viva y por la madre muerta y por los hijos y por los que vendrán y la mentira tiene el desparpajo de extrañarse, ofenderse y hasta desagraviarse económicamente si topa de frente con la verdad,
hoy, que bajo influencias económicas la política es más interesada y marioneta cada vez y nuestros presidentes se abrazan en sus "Cumbres" como si los países que representan fuesen edenes de equidad social y no existiese la indigencia que fomentan sus malas artes; por citar unas, las de dejar sin oportunidad laboral por veteranía con cuarenta años o menos (cuestión de imagen empresarial, suelen argumentar) a quienes construyeron el país y hoy, discriminados, deben adaptarse a dormir en umbrales y veredas, o jóvenes obligados a saber inglés para trabajar de repositores de mercadería en algunos negocios “de la noche al día” de dudoso origen y prosperidad 'legalizados' a coima,
hoy, que como el más implacable mafioso el negocio de la medicina extorsiona más que nunca la salud elemental y los asilos tragan viejos y niños y las cárceles delincuentes, cual contenedores de basura que no se sabe ya dónde vaciar y menos reciclar y que no es raro que por obvio desborde aparezcan en nuestro patio, a nuestra puerta como humanos 'desperdicios', mendigando algunos y otros armados,
hoy, que en los crímenes de lesa humanidad la justicia adultera su balanza mientras, inútilmente, los afectados salen cada tanto a protestar con Biblias descreídas de juramentos empuñando por pancartas pálidas manos derechas estigmatizadas con una cruz de ilusa validez; vanas manifestaciones y “escraches” contra el impávido cinismo de la omnipotencia que a su vez, con sádico beneplácito desenguanta sus ambas manos zurdas y hasta les aporta las latas donde las metieron y las cuales vaciaron para que, sumadas, incentiven las víctimas su inútil percusión de cacerolas impotentes,
hoy, que la miseria es orgullo y el vicio se vanagloria mientras trepana cerebros inocentes y la ignorancia escupe la reseca osamenta de la cultura y la cordura es rareza y la nobleza estupidez y nos envilecemos por no desentonar y nos matamos por ser del equipo de “los más vivos”,
hoy, que la desprovista honestidad o la desidia valen un soborno barato y el amor se prostituye sin miedo al desamor y nuestros hijos, por natural adaptación corren el riesgo de no ser ya mejores que nosotros, sino peores,
hoy, si no dejamos de ceder derechos y no nos desparasitamos de corruptos gigantografiados con muecas de sonrisa o con sobriedad y en angelicales tomas para televisión hasta en el cielo, parásitos, redundo, que por cómodos e insensatos (nosotros) fomentamos y elevamos al poder con el simple acto de colocar ciclo tras ciclo su nombre en una urna electoral, para encima, hipócritas y desentendidos, dedicarnos al banquete en honor a su triunfo, que no es más que el triunfo de nuestra auto-ruina social y humana, ('no me hablen de idealismo, justicia ni equidad, háblenme de acomodo')
hoy, no sé cuántos hoy egoístas como éste verán su mañana’, reflexiona sin remedio mi conciencia. ¿Solitaria?...
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Poeta
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Después de nacer, (sin pretenderlo) he pretendido contar con ciertas cosas que según mis mentados derechos humanos parecen corresponderme: Cosas elementales que en principio y siempre se me decomisan y monopolizan para revendérmelas luego como productos de primera (los de segunda son destinados a la total indigencia).
Cosas básicas, redundo, para sustento de mi existencia impuesta sin consulta y que ésta se sienta satisfecha o parecido; no muy retribuida sino un poco más a gusto para no elevar su nivel de aforo.
Pero compruebo que aquí se viene más bien a eludir constantemente el feroz instinto de la raza regente y a festejar tal hecho como golpe de suerte o buen negocio. Instinto de mi raza del que huyen inútilmente las demás razas y cosas. Huye, intoxicada por nosotros, la naturaleza. También huye el amor desbaratado por la mala economía y la promiscuidad. Y si en algún remanso todo lo que huye encuentra sosiego, es transitorio porque aquí la paz es terreno minado.
Me han echado a un mundo bellísimo pero corrompido de mil formas; la del servilismo es la peor de todas. Mundo equilibrado metódicamente con hecatombes propias y provocadas. Se vive contribuyendo al poder de arteros gobiernos y religiones en fusión generadores de guerras y pruebas nucleares, y pruebas morales y carnales inhumanas.
Me mandaron a ver cómo me las arreglo para sobrevivir sufriendo sin represalia tanto ataque, pues, como aquí no se admiten más violencias que la judicial o la divina, defenderme sería delinquir y pecar.
Dije mundo bellísimo y agrego: maravilloso, espléndido, sublime. También dije servilismo y defino: acatamiento, vasallaje, esclavitud. ¡Malditos sean los amos de éste edén singular que gozan a todo poder y más que nadie, a sabiendas que no hay otro mejor!
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Poeta
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Ese caudal de sangre floreciente, inmenso, rumoroso, que se derrama siempre trazando valiosos ríos que inescrupulosos guías mal orientan hasta formar con ellos, mares de consumo para el poder, salido de cauce éste, y letal por defecto a su propia naturaleza.
Ese caudal de sangre indiferente, ingenuo, bondadoso, que se confía siempre, y sin noción de su autoridad, es contenido para usura con un dique de artero propósito; como inocente majada por malicioso pastor o como fuerza natural por pérfido sabio.
Ese caudal de sangre impotente, sufrido, quejumbroso, que se coagula inerte, víctima de guerras de ambición y plagas comunes y experimentales, de una ciencia con venia para matar ‘en bien de la salud’, en insensible y lucrativa faena onerosa.
Ese caudal de sangre intransigente, sentimental, conquistable, que se auto hiere, y culpable de su propia pena, testarudo, preso en el mismo régimen, discurre egoísta. Río que se hunde a sí mismo sin darse cuenta. Que no encauzará feliz, si no venera su fuente.
Ese caudal de sangre inteligente, sensitivo, generoso, que se falla inútilmente; es río que debe confiar en sí y en sus iguales, y ahogando sanguijuelas y facultando peces, libre de egoísmos, aun gateando rebalsado, debe aprender a transitar y gobernarse solo.
Ese caudal de sangre negligente, incrédulo, que no acredita ‘utopías’ como ésta ni congéneres, debe reparar en los genocidios que sufre: los de tiempo y oportunidad vitales a su ÚNICA E IRREPETIBLE EXISTENCIA; la cual, redundo, les es malograda con política argucia.
Ese caudal de sangre independiente y dueño propio, ya es tiempo que amartille su ola.
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Poeta
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Equivocado como la paloma de Alberti, un hombre desprevenido sobre viles propósitos humanos, ya está mostrando canutos y pellejo de su buena fe:
Creyó que el lucro era amor, que el negocio caridad, que el embuste simpatía, que la injusticia equidad, y, como la cuenta es cuenta que da lo mismo al revés; pues hay amor lucrativo, caridad que es vil negocio, simpatía que es puro embuste e injusticia equitativa, sórdidamente trampeado y atemperado por artimañas preestablecidas, el hombre se equivocaba.
Pero así, tozudo y grave, sin ver cada vez más alta, la “cúspide (fraterna) de la rama” humana, además, se le ha dado en confundir desazón con esperanza (es que sin altruismo, enfermaría de realidad súbita). Y para colmo, el vicario, siempre lucrando con Dios, ya casi lo ha convencido que muerte es eternidad.
Éste hombre-paloma mío, que equivocaba el amor, la caridad, la simpatía y la equidad universal, es, sin duda, uno de los desplumados nuncios del bien que mueren dos por tres a la sombra de nuestra indiferencia. Total, la mayoría de nosotros, somos más astutos y transamos con la realidad; o sea, con la corruptela existencial.
Y morimos lo mismo y más; pero sin temor a equivocarnos, porque ya prostituimos nuestra realidad y la vendimos, ¿verdad? Mas si te sientes tocado y eres íntegro, puro, una paloma blanca, recalco que dije: la mayoría; no generalizo.
Pero por tu bien, revísate, a ver si te encuentras algo que no te excluya o erradique de nuestra sociedad de gavilanes, y así, por 'desubicado', no te mueras de miseria antes de tiempo, o en la cruz impuesta a las palomas 'equivocadas'.
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Poeta
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Ante el arribo infalible de la noche, frente al ojo solar en declinada, guerrero en defensa de mi ánimo, el entejado de mi alero grana, serrucha vanamente ensangrentado la pertinaz musculación serrana.
Intenta ilusamente, como yo, procurarme una fuga a nueva alba. Evitarme por noctívaga amargura, tu odiada lobreguez, igual amada. Mas el ojo candente ya se obtura y mi pena ya despliega negra ala.
¡Inútil todo ha sido!, pues, artero, con instinto soez de quien profana, arrancando telarañas cual suspiros a mis últimos vigores de oda arcana, enfatizado tu nombre, por martirio, ¡ominoso!, tu recuerdo se rearma.
Y carente de piedades y consuelos; mohosa, contra él: esgrimo mi alma.
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Poeta
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Nueve pisos a lo alto del ocaso y un ascensor que enjaula y eleva conmigo la carga emocional de tanta calle.
Regresado, mi espíritu evalúa aquí lo necesario, lo poco todo que guarda mi cuarto. Cosas despreciadas de tan mías (como el amor de esa alguien que desespera en un retrato y un día decidirá faltarme).
Pero esta influencia sonora, ciudadana, jamás abandonará mi cuarto: Más tarde, inspirados como yo por mi musa, despertarán con ametralladora sinfonía los sones de mi teclado; esa piel de sapo verrugosa y seca que acoso y hago croar noche a noche hasta la madrugada en este mi cubículo sombrío en medio del jardín fluorescente del florecido Buenos Aires.
Y así, hasta la madrugada me arrullará el rugido pausado y violento de las ráfagas de marcha, frenada y marcha de huracanados colectivos y otros vientos: ¡Un grito! ¡Un suspiro! Una rabiosa sirena policial tras cruel suceso, y otra de ambulancia tras la vida. Descarga de casilleros con queja de vidrios. ¡Carcajada! Comunión de amigos borrachos, tiempo… Todo sonido y consecuencia treparán con escalera propia a vibrar en mi ventana para entrar, para estrujar y dispersar mis versos sobre mi lecho, diciéndome entre bostezos y ebriedad: ‘¡No sirven para nada!’
Un día me iré quién sabe a qué sitio perdido, arcano, indescriptible, inubicable, pero definitivamente de esta ciudad. ¡Ya verán!
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Poeta
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Estoy tendido de espaldas en la nada. Hay un camión azul de mi infancia entre las piedras. En su caja amarilla, retira las piedras que cubren mi corazón. Las piedras del derrumbe de mi fe. Mi corazón sepulto no se queja; si por él fuera seguiría enterrado de por vida. Pero el camión azul trabaja con ahínco: ¡patina, lucha! Para impulsarse, afirma su culata en mi mentón, y sus rueditas traseras arañan suavemente mi garganta, recordándome las cosquillas que de niño, me hacía mi madre.
Cargado de piedras hasta el tope, arranca pecho abajo. Me deja su olor a plástico en las narices, mixturado con el de ciertas cosas que yo, cuando la fantasía me hacía su invicto conductor, le cargaba a él: tierrita suelta, piñas de pino de la playa, botones de semilla de eucalipto, gramilla fresca... Pero por sobre todo, le cargaba ilusiones. ¡Ah, el aroma de la ilusión!
A pesar que ya no le doy voz con mi boca a su silente motor, nunca a contra mano, el camión azul toma por mi pierna derecha, sube y baja cuidadosamente mi rodilla, se descuelga a un lado del obstáculo que le significa el empeine de mi pie, y se aleja a volcar su carga quién sabe dónde. Ya volverá a mi pecho, sobre mi corazón. Es que él aún confía en mí; cree firmemente que algún día, aunque más no sea a mis setenta o cien años, yo tendré un camión azul de verdad; es decir, un buen proyecto cumplido. En fin, habrá que hacer algo al respecto entonces; pues, por más desengaño que conlleve el mucho existir, jamás debe uno defraudar el cándido propósito de un juguete.
Ahí viene otra vez...
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Poeta
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Cuando te vas busco tu lado de la cama, allí todo es más dulce, más suave, más seguro. Si acaso me atormentan presente o porvenir, me abrazo mansamente al aroma de tu piel y le doy a tu almohada el beso que me salva.
Tu lado de la cama me dota de certezas, sé que allí dejas mucho de lo que das y no y yo, sin ofender lo 'todo' que sabes sobre mí, recuesto allí el instinto que ni siquiera intuyes y que hasta mi conciencia rehúsa develar.
Tu lado de la cama, sumiso, me consiente, libero fantasías que vienen inconclusas desde que tuve uso de mi razón sensual; pasiones que no muestro contigo por pudor o porque tengo miedo de vértelas cumplir.
Tu lado de la cama promete tu retorno. Tu férrea compañía de bellos predominios, se abraza a mis prejuicios jurando devoción, así, como tú dices, para “envejecer juntos”. Y yo lo creo, vida... más allá de dudar.
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Poeta
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Está bien que te vayas. Vuela, mejor, si puedes. ¿Qué nos quedaba ya? ¿Un macetón raído con dos pasiones secas?
Corre con tu ansiedad tras lo mejor que anheles. No importa si tu logro resulta otro fracaso; al menos será nuevo.
Corre con tu creencia de “haber perdido sueños encadenada a mí”. ¡Corre, debes correr! No pierdas más fortuna ni el amor de tu albur ni tu tren de las seis.
Ni me pierdo el capítulo donde mi ocaso y noche, mis grillos y mi luna, dan entierro a tu nombre bajo la Cruz del Sur.
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Poeta
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-Qué alegre debe ser, ser horizonte…
Ser horizonte debe ser, me lo imagino, partir el sentimiento en despedida, confiado uno que en un futuro habrá, tiempo y lugar de rehacerlo.
-No, ser horizonte es: pecado sentimental de despedida y autoengaño de que en un futuro habrá, tiempo y lugar a redención.
-Ser horizonte debe ser, entonces, sabia nostalgia de quien queda en bien de la ventura de quien parte regocijado por quimeras de su albur.
-No, ser horizonte es: Fina nostalgia de algún día, triste noción del alma derrochada, chasco, de olla vacía del íntimo arco iris.
-Ser horizonte debe ser, seguro, severo apremio de la esperanza que sortea la modestia del terruño justificando el porqué del horizonte.
-Sí, ser horizonte es: el ‘puede ser’ de la esperanza y el “nada como el terruño” del fracaso de quien se hizo horizonte sin querer…
Pues, triste me es, ser horizonte.
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Poeta
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