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A esta hora el sol es una radiografía; el frío, una ola volcada de navajas invisibles. La ciudad encandilada no termina de ordenar sus calles. Árboles y nubes entretejen la profundidad del cielo. El caos de la mañana podría ser ordenado por un viejo ciego con un violín en la mano que no se decide a tocar.
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Poeta
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Camino las calles al lado de mi amigo. En la primera tarde, cuando el sol comienza a alargar las sombras. Caminamos a la vez que nuestra conversación crece. Concentrados en nuestras palabras apenas nos damos cuenta que hay ventanas, que hay puertas, que pronto dejamos atrás. El punto de la plática cae de pronto en la filosofía alemana. Hablamos de su dios y de la voluntad de la vida. Debemos detenernos, sentarnos al umbral de alguna puerta. Esos escalones están bien. La concentración llega a grado tal que no permite un paso más. Pronto me doy cuenta que esto ha sido un monólogo, y que mi paciente amigo ha intercambiado compañía por ideas, con lo que él ha ofrecido la mas sólida de las aportaciones en aquel día.
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Poeta
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¿Cuál es el minuto exacto en que el sol se apodera de su día? Un poco antes son todavía las sombras revueltas con una luminosidad que tampoco se decide. Le llaman penumbra, el temporal reino de la confusión. El espacio es entonces un vapor que etiqueta cada molécula del aire. Aquella sombra no desciende de este árbol, es ella quien crece de la tierra como una llama oscurecida, es un pulpo que sube sus tentáculos danzando hasta aferrarse escondiéndose en los cuerpos. Hay que saber ver y escuchar cuando el segundero del planeta se quiebra. Las sombras verdaderas se repliegan huidizas dejando como estela las otras sombras que permanecen el resto de las horas. El tiempo vulgar deja sus marcas que borran poco a poco el eslabón roto del ya eco matutino.
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Poeta
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Silencio, silencio, la única constante entre tanto ruido es el silencio. Lo sé porque lo veo y sé que es él quien, con sus invisibles redes, relaciona las cosas. ¿Lo describo? Es la cuerda más frágil del aire tendida entre luz y sombra. Es un cable de acero, a la vez, que concretiza el flujo de los sólidos. Lo he visto y sé que existe desde que yo era niño, pero es hoy que acepto verlo a cada instante. Es refulgente en las noches cuando dejo que atrape a mi vista queriendo asirlo. Tiene algo de felino que se repliega; pero, si lo sabes ver, también se deja acariciar y se arquea ante tu mirada. El silencio es mármol líquido que nadamos a diario, pero pocas veces lo convertimos en obra desgajada. Creemos desaparecerlo a cada instante, pero basta callar un poco para que con sus gritos nos haga escuchar el silencio.
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Poeta
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A la memoria de Juan José Arreola, en el décimo aniversario de su muerte.
Brumoso espacio, taxistas inmóviles esperan eternamente. Los árboles rígidos parecen atrapados en un calor gelatinoso. ¿Dónde está el sol? Lo busco inútilmente aunque su calor es suficiente evidencia, el sol existe y miro gracias al él; estoy vivo, lo sé, porque hay en mí una espera. Espero el viento, espero sus ondanadas que harán rotar mi cara buscando su origen, disfrutando sensualmente su llegada. Sé que el origen de todo está en el sol que nos calienta, se hace presente desde lo lejos y no hay quien dude de su existencia. Le agradezco religiosamente por todo lo que desencadena y vive a mi alrededor incluida mi espera.
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Poeta
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Carentes de aventura y corcel los chicos nos reuníamos en pandillas callejeras; la conquista era ahora recorrer las plazas, lanzar piedras al alumbrado público para así ganar la oscuridad y sentirnos imbéciles héroes de tres segundos.
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Poeta
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Luz artificial Luz amarilla que cubre todo con su grueso polvo revelador. La calle recta es una flauta con su largo costillar lleno de agujeros amarillos (resultado de las lámparas que la iluminan). Las recámaras inflaman su segundo espíritu tras encender un foco, como globos dentro de la carpa de un circo. Es este desplazamiento, que como un sacudión da la luz a las ánimas de los objetos, el que nos hace ver como una radiografía sus estructuras atemporales.
Tiempo limitado Para la vida de un hombre es suficiente, la geografía de las montañas que lo circundan permanece inalterable a pesar de las inclemencias. Se antojan divinas, pues, las tijeras que recortaron las siluetas de los volcanes. Y es por esas cambiantes nubes que extienden las figuras por instantes, que otorgamos a los cerros el sinónimo de eternidad, sin que esto sea sólo un calificativo.
La grieta No sé cuál es el atractivo de la grieta, si precisamente cada que vuelvo la encuentro más larga. "La cosa ha cambiado", me digo. Y esa es suficiente evidencia. Sin embargo, vuelvo. ¿Qué es esta sensación de la contradicción entre luz, montaña y tiempo? En el fondo es mi vértigo por las edades, una visioncita de lo que para Dios debe ser tan fijo como una estatua.
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Poeta
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La espera es monótona, el calor, insoportable. Una ruidosa y descolorida televisión se ofrece como alternativa de todos modos ignorada. El lugar más bien luce vacío y un tanto silencioso, es martes y la cantidad de pasajeros se reduce al mínimo. La espera nos obliga a la inactividad, luego al deseo de hacer algo sin movernos de nuestro sitio, contar baldosas, mirar al barrendero, analizar los pocos rostros que nos rodean. De repente dejamos de ver y escuchamos lo extraordinario: cantos entre los cables bajo el techo de la central camionera, pájaros cantando. Una pandilla de cinco petirrojos ha tomado el área superior de las apagadas lámparas. Uno gorjea como notificando un descubrimiento; otro contesta desafiante, pide mesura. De repente todos olvidan la discusión cuando una ráfaga de viento les es propicia para el vuelo.
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Poeta
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invisibles campanas tañen al unísono en los cuatro puntos cardinales los gallos cantan respondiéndose a lo lejos trazando una ruta imaginaria cientos de avecillas cantan telegrafiando mensajes desconocidos esporádicos ladridos ascienden como una fuente de sonido una sola vez el canto de una paloma implota en sí mismo fácil sería encontrarla
la sinfonía total de azares recrea con sus acciones la permitida profundidad del espacio
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Poeta
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A la hora vespertina el sol mueve sus últimos engranajes, abre imperceptiblemente el azul domo del cielo. Cuando el artificio desaparece el espacio se muestra en su totalidad más cierta. Entonces sentimos que nuestra vista es una larga mano con la que tocamos las estrellas. Acariciamos la noche como un arroyo de luz en nuestras manos. La infinitud responde con su gemela y es en el espejo de esta eternidad que nuestro presente diluye los límites que le han impuesto.
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Poeta
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