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En el mutismo de la noche cómplice rasgue tu aliento el traje del deseo, y surja leve como flor madura la milagrosa felpa de mi cuerpo... Rompa la luz sus desteñidos oros en las ánforas tibias de mis senos, viertan tus ojos su caudal de sombra en el musgo otoñal de mi cabello.
Guarde tu alma en pomo de alabastro la suave languidez de mi silencio, guste tu boca en pliegue de sonrisa la granada entreabierta de mi beso... Sea tu voz el cascabel sonoro que despierte mi espíritu del sueño, sea tu amor el astro misterioso que derrita las nieves de mi cuerpo.
Y en la caricia de la seda cómplice curve mi talle el peso de tus dedos, mientras se hunde como flor de abismo la sombra en la oquedad de los espejos.
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Poeta
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Escucha, tengo miedo... afuera llueve y el caer de las gotas me parece con su rítmico acento, un rosario amarillo que hilvanara telarañas oscuras en mis dedos.
La ventana se entreabre bruscamente al impulso del viento, y una ráfaga fría que huele a tierra húmeda se esconde entre mi lecho, y me arroja los pétalos marchitos, y me besa con rabia los cabellos...
A pesar de tu amor hoy tengo miedo... hace tanto que el frío de tu ausencia me tiene en las penumbras del recuerdo, con las pupilas húmedas de noches y los labios sellados con tus besos.
Y mientras oigo el gotear del agua en las pálidas sábanas me tiendo, como una floración de primavera en las nevadas hojas del invierno.
El frío de las brumas me seduce, y mi alma es un sol en el silencio, y a fuerza de buscar en los ocasos tus misteriosos ojos de bohemio, siento el placer de sepultar en nieve la llama azul que iluminó mi cuerpo.
La lluvia rompe sus cristales finos en la noche de oscuro terciopelo. Mis ojos buscan tus pupilas hondas, mis manos la caricia de tus dedos, y al tenderme en las sábanas heladas y destrenzar cansada mis cabellos, siento el vacío de abrazar las sombras, de perseguir la brillantez de un sueño, y ser tan solo en tu bohemia errante la asordinada música de un verso.
La lluvia cae en menuditas gotas, y aquí en mi alma se retuerce el tedio.
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Poeta
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En el ánfora oscura de las horas, mi cuerpo se hace lámpara, y la sed interior que me devora no sabe si ofrendar la carne en rosas o fatigar la madurez en lágrimas.
Amo tu plenitud. Tu cuerpo tibio como fruta de soles sazonada. Amo tu boca, floración de otoño, que mece en mi jardín de primavera su veleidosa tentación de llama.
Nada importa la estrella de tu sino que en mi abismo se aparta. Quiero tu vida aunque mi vida rompa, quiero tu amor, aun cuando sea el germen que prenda los olvidos del mañana.
No se amarillan con tu claro ocaso mis paisajes de grana; el solo roce de tu ser me enciende y si mi cuerpo se te ofrece en nido, mi móvil corazón se te holocausta.
Cógeme entre tus brazos con locura, o bébeme como agua, no pienses en el lirio de la tarde, prolóngate en mi vida, y que los besos hagan temblar la noche perfumada.
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Poeta
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Acaricia en silencio la angustia de mis manos y vamos al prodigio del crepúsculo... Arde el sol como la espuma de la miel madura, y el río ya no grita, se derrama bebiendo en su avidez hojas marchitas, que brillan como láminas de cobre, sobre la fresca convulsión del agua.
Bésame castamente las pupilas doradas de paisaje... No ves que ahora es más plena la vida, no ves que el cielo tiene amarillez de fruta, y que los pastos henchidos de verdura se coloran de bronce, y sobre el terciopelo de las hojas arden como un incendio las granadas?
Cógeme entre tus brazos, me sofoca este olor excitante de espinos florecidos, me acobarda esta brisa cargada de frescura, que a veces peina mis cabellos claros o juega como un niño entre mi falda. Mira cómo se adormece el paisaje, y en el temblor azul de los espacios languidece la llama. Mientras mis manos buscan tus rodillas, mi espíritu se aparta.
Es la hora del fuego. Olor de plenitudes, fosforecer del agua. Sofocación de alientos ignorados, dedos suaves de brisa, fugaz dulzor de cárdenas granadas.
Mañana no...Aquí bajo el crepúsculo, ebria de plenitudes, fresca como la carne de las frutas, flexible como el vértigo del agua, con los ojos azules de quimeras y los brazos ligeros como alas.
Seré un himno de luz en el paisaje, y en el vaso moreno de tu cuerpo me plegaré con tenuidad de encaje, para quemar con castidad de llama.
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Poeta
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Fue tan tibia la felpa de las sombras, que sin querer callamos, y nos bebimos como vino añejo la frase que tembló sobre los labios. A pesar de no amarnos, en silencio se troncharon las manos, sin saber si acunábamos un sueño o era el sopor de algún amor lejano. Y también, sin saber por qué misterio, nuestras bocas ajenas se juntaron, y en las pupilas húmedas de ausencia la tarde lila se quedó temblando.
Después, en la maraña del reproche, nos perdimos hablando, y en la roca del alma se hizo sangre la fruta mentirosa de los labios...
Tal vez el viento de otras soledades nos sorprenda llorando, y entonces nacerá como eco roto la frase que callamos...
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Poeta
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Envuélveme.....No temas. Ante tu fuego vivo mi carne se deslumbra, y surge castamente entre el temblor rosado de mi liviano traje para poder ser tuya.
¿No aspiras en el aire una fragancia débil que enerva y que conturba? ¿No sientes que tu aliento se prende como un velo de sombra en mi cintura?... Ya ves que hasta mis ojos en esta noche tienen fulguración oscura, y en tus rodillas firmes mis manos se desgranan como rosas maduras. Y al enredar tus dedos en mis cabellos claros siento extraña frescura, mientras caen tus besos en mi boca sedienta con la humedad fragante que se raja una fruta. Aspírame despacio.... Iniciaré mi entrega sobre tu carne oscura, y me alzaré del fuego santificada y bella como se alza del mármol una estatua desnuda.
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Poeta
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Ven, acércate más, bebe en mi boca esto que llamas nieve; verás que con tu aliento se desata, verás que entre tus labios se enrojecen los pétalos del ámbar....
Ven, acércate más. Muerde mi carne con tus manos morenas; verás qué dulcemente se desmaya el cactus de mi cuerpo, y surge tenue de la nieve dura la misteriosa suavidad del nácar.
No sentirás mi carne llamearse con tersas rosas cárdenas, pero sabrás que es tibia como un nido de plumas sonrosadas...
Ven, acércate más, bebe el aliento que se aleja de mí como una ráfaga; en vez de fuego sentirás el fresco despliegue de mis alas....
Deja que entre tu pelo se deshojen mis manos delicadas; sabré quererte con quietud de arrullo, sabré dormirte con calor de lágrimas.
Nadie en la vida te dará más seda que la que yo destrenzaré en tu almohada; tendrá el olor del musgo humedecido y una sutil irradiación castaña.
Ven, acércate más. Para tu cuerpo seré una azul ondulación de llama, y si tu ardor entre mi nieve prende, y si mi nieve entre tu fuego cuaja, verás mi cuerpo convertirse en cuna para que el hijo de tus sueños nazca.
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Poeta
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Cállate, nada digas. No quiero que disipes este blando misterio... Deja que en el hondor de los minutos, se asfixien las palabras y arda sólo el deseo.
Bésame así, despacio. Qué profundos tus ojos, dos silencios tocados con un velo de caricia tiñendo la blancura de mi carne con el oro rosado del incendio. ¡Qué flexible tu boca! Tiene a veces palpitación de ruego, o es tan cálida y suave, como una fruta bajo el sol madura o como el pálido rubor de un seno.
Bésame así.....despacio. Que tu lengua como una llama viva alimente mis sueños, y después en mi lánguido abandono, sea una brisa limpia brillando en los jazmines de mi lecho.
¿Y dices que es un tósigo en mis noches de soledad ansiosa tu recuerdo? Pero no, que el veneno me lo diste entre los opios tibios de tu aliento.
Así...despacio. Que mi cuerpo todo para tus labios sea tibio estremecimiento, y que tu vida baje hasta mi vida bajo la muda encarnación de un beso.
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Poeta
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Yo misma no lo sé, pero vencida, rendí a su orgullo mi virtud pagana, y fui por un momento cortesana, en el sarcasmo de mi propia vida.
Con beso ausente refresqué su herida, absorta en él me le fingí lejana, su voluntad despedacé liviana y su pasión hallome arrepentida.
Fue un instante no más. Placer no hubo. Pero su boca entre mi boca tuvo amor y angustia, languidez y olvido.
Sobre el cansancio me tendí cobarde y fui para su anhelo aquella tarde tan grande y cruel como jamás lo he sido.
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Poeta
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Sobre la tibia arena de la playa tu amante cita con placer espero; el sol retuesta mis desnudos hombros y entre mi falda juguetea el viento.
Ya con salobres aguas cristalinas el mar de añil acarició mi cuerpo; llevo en los labios un coral partido y una concha prendida en los cabellos.
Las esmeraldas de mis ojos tristes aguardan tus pupilas de bohemio, y mis manos germinan las caricias que brotan al contacto de tus dedos.
Ven, ya se abren cual rojos amarantos los capullos en flor de mis deseos, y entre mis labios trémulos se enciende la loca llamarada de mis besos.
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Poeta
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