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En Paz
Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, Vida, porque nunca me diste ni esperanza fallida, ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;
Porque veo al final de mi rudo camino que yo fui el arquitecto de mi propio destino; que si extraje las mieles o la hiel de las cosas, fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas: cuando planté rosales coseché siempre rosas.
...Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno: ¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!
Hallé sin duda largas las noches de mis penas; mas no me prometiste tan sólo noches buenas; y en cambio tuve algunas santamente serenas...
Amé, fui amado, el sol acarició mi faz. ¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!
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Poeta
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Te odio con el odio de la ilusión marchita: ¡Retírate! He bebido tu cáliz, y por eso mis labios ya no saben dónde poner su beso; mi carne, atormentada de goces, muere ahíta.
Safo, Crisis, Aspasia, Magdalena, Afrodita, cuanto he querido fuiste para mi afán avieso. ¿En dónde hallar espasmos, en dónde hallar exceso que al punto no me brinde tu perversión maldita?
¡Aléjate! Me invaden vergüenzas dolorosas, sonrojos indecibles del mal, rencores francos, al ver temblar la fiebre sobre tus senos rosas.
No quiero más que vibre la lira de tus flancos: déjame solo y triste llorar por mis gloriosas virginidades muertas entre tus muslos blancos.
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Poeta
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¡Ven acércate más! El campo umbrío, el cielo torvo y el ambiente frío, predisponen el alma a la tristeza. Ven, apoya en mi hombro tu cabeza; así, juntos, muy juntos, dueño mío.
Hablemos de tu amor; ¡de aquel soñado amor! Cuando el invierno desolado reina doquier, y pálidas se ahuyentan la ilusión y la fe, ¡cómo calientan los recuerdos benditos del pasado!
Ven, acércate más, mi dulce dueño... y en tanto agita con tenaz empeño la niebla gris su colosal cimera, sobre nosotros vuelque la Quimera el ánfora impalpable del Ensueño.
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Poeta
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(My name is might have been [...] Dante Gabriel Rossetti) La mujer que en mi lozana juventud pudo haber sido -si Dios hubiera querido- mía, en el paisaje interior de un paraíso de amor y poesía; la que prócer o aldeana «mi aldeana» o «mi princesa» se hubiera llamado, esa es, en mi libro, Damiana.
La hija risueña y santa, gemela de serafines, libélula en mis jardines quizás y en mi feudo infanta; la que pudo dar al alma fe, vigor al esfuerzo, tino al obrar, ¡la que no vino por mucho que la llamé! La que aún mi frente besa desde una estrella lejana, esa es en mi libro Damiana.
Y aquella que me miró, no sé en qué patria querida tras mirarme pasó (desto hace más de una vida); y al mirarme parecía que me decía: -«Si pudiera detenerme te amara»... la que esto al verme con los ojos repetía; la que, sentado a la mesa del festín real, con vana inquietud aguardo, esa es en mi libro Damiana;
La que con noble pergeño, suele fluïda vagar como un fantasma lunar por la zona de mi ensueño; la que fulge en los ocasos, que son nobleza del día, la que en la melancolía de mi alcoba finge pasos, la que, puesto a la ventana, con un afán que no cesa aguardo hace un siglo, esa es en mi libro Damiana.
Todo lo noble y hermoso que no fue; todo lo bello y amable que no vino; y lo vago y misterioso que pensé y lo puro y lo inefable y lo divino;
El enigma siempre claro en la mañana y el enigma por las tardes inexpreso; amor, sueños, ideal, esencia arcana, todo eso, todo eso, todo eso, tiene un nombre en estas páginas: ¡Damiana!
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Poeta
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1 Andrógino
Por ti, por ti, clamaba cuando surgiste, infernal arquetipo, del hondo Erebo, con tus neutros encantos, tu faz de efebo, tus senos pectorales, y a mí viniste.
Sombra y luz, yema y polen a un tiempo fuiste, despertando en las almas el crimen nuevo, ya con virilidades de dios mancebo, ya con mustios halagos de mujer triste.
Yo te amé porque, a trueque de ingenuas gracias, tenías las supremas aristocracias: sangre azul, alma huraña, vientre infecundo;
porque sabías mucho y amabas poco, y eras síntesis rara de un siglo loco y floración malsana de un viejo mundo.
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Poeta
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(Laudatu si, mi Signore, per sor acqua... San Francisco de Asís.)
A quien va a leer
Un hilo de agua que cae de una llave imperfecta; un hilo de agua, manso y diáfano, que gorjea toda la noche y todas las noches cerca de mi alcoba; que canta a mi soledad y en ella me acompaña; un hilo de agua: ¡qué cosa tan sencilla! Y, sin embargo, estas gotas incesantes y sonoras me han enseñado más que los libros.
El alma del Agua me ha hablado en la sombra –el alma santa del Agua- y yo la he oído, con recogimiento y con amor. Lo que me ha dicho está escrito en páginas que pueden compendiarse así: ser dócil, ser cristalino; esta es la ley y los profetas; y tales páginas han formado un poema.
Yo sé que quien lo lea sentirá el suave placer que yo he sentido al escucharlo de los labios de Sor Acqua; y este será mi galardón en la prueba, hasta que mis huesos se regocijen en la gracia de Dios.
1. El agua que corre bajo la lluvia
Yo canto al cielo porque mis linfas ignoradas hacen que fructifiquen las savias; las llanadas, los sotos y las lomas por mí tienen frescura. Nadie me mira, nadie; más mi corriente obscura se regocija luego que viene primavera, porque si dentro hay sombras, hay muchos tallos fuera.
Los gérmenes conocen mi beso cuando anidan Bajo la tierra, y luego que son flores me olvidan. Lejos de sus raíces las corolas felices no se acuerdan del agua que regó sus raíces . . .. ¡Qué importa! Yo alabanzas digo a Dios con voz suave. La flor no sabe nada, ¡pero el Señor sí sabe!
Y canto a Dios corriendo por mi ignoto sendero, dichosa de antemano; porqué seré venero ante la vara mágica de Moisés; porque un día vendrán las caravanas hacia la linfa mía; porque mis aguas dulces, mientras que la sed matan, el rostro beatífico del sediento retratan sobre el fondo del cielo que los cristales yerra; porque copiando el cielo lo traslado a la tierra, y así el creyente triste, que el él su dicha fragua, bebe, al beberme, el cielo que palpita en mi agua, y como en ese cielo brillan estrellas bellas, el hombre que me bebe comulga con estrellas.
Yo alabo al Señor bueno porque, con la infinita pedrería que encuentro de fuegos policromos, forjó en las misteriosas grutas la estalactita, pórtico del alcázar de ensueño de los gnomos; porque en oculto seno de la caverna umbría doy de beber al monstruo que tiene miedo al día. ¡Qué importa que mi vida bajo la tierra acabe! Los hombres no lo saben, pero Dios si lo sabe.
Así me dijo el Agua que discurre por los antros, y yo: -¡Agua hermana, bendigamos a Dios!
2. El agua que corre sobre la tierra
Yo alabo al cielo porque me brindó en sus amores, para mi fondo gemas, para mi margen flores; porque cuando la roca me muerde y me maltrata hay en mi sangre (espuma) filigrana de palta; porque cuando al abismo ruedo en un cataclismo, adorno de arco-iris triunfales el abismo, y el rocío que salta de mis espumas blancas riega las florecitas que esmaltan las barrancas; porque a través del cauce llevando mi caudal, soy un camino que anda, como dijo Pascal; porque en mi gran llanura donde la brisa vuela; deslízanse los élitros nevados de la vela; porque en mi azul espalda que la quilla acuchilla mezo, aduermo y soporto la audacia de la quilla, mientras que no conturba mis ondas el Dios fuerte, a fin de que originen catástrofes de muerte, y la onda que arrulla sea la onda que hiere . . . ¡Quién sabe los designios de Dios que así lo quiere!
Yo alabo al cielo porque en mi vida errabunda Soy Niágara que truena, soy Nilo que fecunda, maelstrom de remolino fatal, o golfo amigo; porque, mar di la vida, y, diluvio, el castigo.
Docilidad inmensa tengo para mi dueño: El me dice: “Anda”, y ando; “Despéñate”, y despeño mis aguas en la sima de roca que da espanto; y canto cuando corro, y al despeñarme canto, y cantando, mi linfa tormentas o iris fragua, fiel al Señor... ¡Loemos a Dios, hermana Agua!
3.La nieve
Yo soy la movediza perenne; nunca dura en mi una forma; pronto mi ser se transfigura, y ya entre guijas de ónix cantando peregrino, ya en témpanos helados detengo mi camino, ya vuelo por los aires trocándome en vapores, ya soy iris en polvo de todos los colores, o rocío que asciende, o aguacero que llueve . . . Mas Dios también me ha dado la albura de la nieve, la albura de la nieve enigmática y fría que cae de los cielos como una eucaristía, que por los puntiagudos techos resbala leda y que cuando la pisan cruje como la seda.
Cayendo silenciosa, de blanco al mundo arropo. Subí, vapor, a lo alto, desciendo al suelo, copo; subí gris de los lagos que la quietud estanca, y bajo blanca al mundo . . . ¡Oh qué bello es ser blanca!
¿Por qué soy blanca? En premio al sacrificio mío, porque tirito para que nadie tenga frío, porque mi lino todos los fríos almacena ¡y dios me torna blanca por haber sido buena! ¿Verdad que es llevadera la palma del martirio así? Yo caigo como los pétalos de un lirio de lo alto, y no pudiendo cantar mi canción pura con murmurios de linfa, la canto con blancura.
La blancura es el himno más hermoso y más santo; ser blanca es orar; siendo yo, pues, blanca, oro y canto. Ser luminosa es otro de los cantos mejores: ¿No ves que las estrellas salmodian con fulgores? Por eso el rey poeta dijo en himno de amor: “El firmamento narra la gloria del Señor”.
Se tú como la Nieve que inmaculada llueve
Y yo clamé: -¡Alabemos a Dios, hermana Nieve!
4. El hielo
Para cubrir los peces del fondo, que agonizan de frío, mis piadosas ondas se cristalizan, y yo, la inquietuela, cuyo perenne móvil es variar, enmudezco, me aduermo, quedo inmóvil. ¡Ah! Tú no sabes como padezco nostalgia de sol bajo esa sábana siempre fría. Tú no sabes la angustia de la ola que inmola Sus ritmos ondulantes de mujer –su sonrisa- al frío, y que se vuelve –mujer de Loth- banquisa: ser banquisa es ser como la estatua de la ola.
Tú ignoras esa angustia: mas yo no me rebelo, y ansiosa de que todo en mi Dios sea loado, desprendo radiaciones al bloque de mi hielo, y en vez de azul oleaje soy témpano azulado.
Mis crestas en la noche del polo con fanales, reflejo el rosa de las auroras boreales, la luz convaleciente del sol, y con deleites de Seraphita, yergo mi cristalina roca por donde trepan lentas las morsas y la foca, seguidas de lapones hambrientos de su aceite . . .
¿Ya ves como se acata la voluntad del cielo? Y yo recé: -¡Loemos a Dios, hermano hielo!
5. El granizo
¡Tin, tin, tin, tin! Yo caigo del cielo, en insensato redoble, al campo y todos los céspedes maltrato. ¡Tin, tin! ¡Muy buenas tardes, mi hermana la pradera! Poeta, buenas tardes, ¡ábreme tu vidriera! Soy diáfano y geométrico, tengo esmalte y blancura tan finos y suaves como una dentadura, y en un derroche de ópalos blancos me multiplico. ¡La linfa canta, el copo cruje, yo . . . yo repico! Tin, tin, tin, tin, mi torre es la nube ideal: ¡oye mis campanitas de límpido cristal! La nieve es triste, el agua turbulenta; yo sin Ventura, soy un loco de atar, ¡tin, tin, tin, tin! ...¿Cenduras? No por cierto, no merezco censuras; las tardes calurosas por mí tienen frescuras, yo lucho con el hálito del verano yo soy bello... - ¡Loemos a Dios, Granizo hermano!
6. El vapor
El vapor es el alma del agua, hermano mío, así como sonrisa del agua es el rocío, y el lago sus miradas y su pensar la fuente; sus lágrimas la lluvia; su impaciencia el torrente, y los ríos sus brazos; su cuerpo, la llanada sin coto de los mares, y las olas, sus senos; su frente, las neveras de los montes serenos, y sus cabellos de oro líquido, la cascada.
Yo soy alma del agua, y el agua siempre sube: las transfiguraciones de esa alma son la nube, su Tabor es la tarde real que la empurpura: como el agua fue buena, su Dios la transfigura . . . Y ya es el albo copo que el azul riela, ya la zona de fuego, que parece una estela, ya el divino castillo de nácar, ya el plumaje de un pavo hecho de piedras preciosas, ya el encaje de un abanico inmenso, ya el cráter que fulgura . . . Como el agua fue buena, su Dios la transfigura . . .
-¡Dios! Dios siempre en tus labios está como en un templo. Dios, siempre Dios . . . ¡en cambio, yo nunca le contemplo! ¿Por qué si dios existe no deja ver sus huellas por qué taimadamente se esconde a nuestro anhelo, por qué no se halla escrito su nombre con estrellas en medio del esmalte magnífico del cielo?
-Poeta, es que lo buscas con la ensoberbecida ciencia, que exige pruebas y cifras al Abismo . . . Asómate a las fuentes oscuras de tu vida, y allí verás su rostro: tu dios está en ti mismo. Busca el silencio y ora: tu Dios execra el grito; busca la sombra y oye: tu Dios habla en lo arcano; depón tu gran penacho de orgullo y de delito . . . -Ya está -¿Qué ves ahora? -La faz del infinito. -¿Y eres feliz? -¡Loemos a Dios, Vapor hermano!
7. La bruma
La bruma es el ensueño del agua, que se esfuma en leve gris. ¡Tú ignoras la esencia de la Bruma! La Bruma es el ensueño del agua, y en su empeño De inmaterializarse lo vuelve todo ensueño. A través de su velo mirífico, parece como que la materia brutal se desvanece: la torre es un fantasma de vaguedad que pasma, todo, en su blonda envuelto, se convierte en fantasma, y el mismo hombre que cruza por su zona quieta se convierte en fantasma, es decir, en silueta. La Bruma es el ensueño del agua, que se esfuma en leve gris. ¡Tú ignoras la esencia de la Bruma, de la Bruma que sueña con la aurora lejana! Y yo dije: -¡Ensalcemos a Dios, oh Bruma hermana!
8. Las voces del agua
-Mi gota busca entrañas de roca y las perfora. -En mi flota el aceite que en los santuarios vela. -Por mi raya el milagro de la locomotora la pauta de los rieles. –Yo pinto la acuarela. -Mi bruma y tus recuerdos son por extraño modo gemelos; ¿no ves como lo divinizan todo? -Yo presto vibraciones de flautas prodigiosas al cristal de los vasos. –Soy triaca y enfermera en las modernas clínicas. –Y yo, sobre las rosas turiferario santo del alba en primavera. -Soy pródiga de fuerza motriz en mi caída. -Yo escarcho los ramajes. –Yo en tiempos muy remotos dí un canto a las sirenas. –Yo, cuando estoy dormida, sueño sueños azules, y esos sueños son lotos. -Poeta, que por gracia del cielo nos conoces, ¿no cantas con nosotras? -¡Sí canto, hermanas voces!
9. El agua multiforme
“El agua toma siempre la forma de los vasos que la contienen”, dicen las ciencias que mis pasos atisban y pretenden analizarme en vano; yo soy la resignada por excelencia, hermano. ¿No ves que a cada instante mi forma se aniquila? Hoy soy torrente inquieto y ayer fui agua tranquila; hoy soy, en vaso esférico, redonda; ayer, apenas, me mostraba cilíndrica en las ánforas plenas, y así pitagorizo mi ser, hora tras hora; hielo, corriente, niebla, vapor que el día dora, todo lo soy, y a todo me pliego en cuanto cabe. ¡Los hombres no lo saben, pero Dios si lo sabe!
¿Por qué tú te rebelas? ¿Por qué tú ánimo agitas? ¡Tonto! ¡Si comprendieras las dichas infinitas de plegarse a los fines del Señor que nos rige! ¿Qué quieres? ¿Por qué sufres? ¿Qué sueñas? ¿Qué te aflige? ¡Imaginaciones que se extinguen en cuanto aparecen . . .! ¡En cambio, yo canto, canto, canto! Canto, mientras tu penas, la voluntad ignota; canto cuando soy chorro, canto cuando soy gota, y al ir, Proteo extraño, de mi destino en pos, murmuro: -¡Que se cumpla la santa ley de Dios!
¿Por qué tantos anhelos sin rumbo tu alma fragua? ¿Pretendes ser dichoso? Pues bien: sé como el agua; sé como el agua, llena de oblación y heroísmo, sangre en el cáliz, gracia de Dios en el bautismo; sé como el agua, dócil a la ley infinita, que reza en las iglesias en donde está bendita, y en el estanque arrulla meciendo la piragua. ¿Pretendes ser dichoso? Pues bien: sé como el agua; lleva cantando el traje de que el Señor te viste, y no estés triste nunca, que es pecado estar triste. Deja que en ti se cumplan los fines de la vida: sé declive, no roca; transfórmate y anida donde al Señor le plazca, y al ir del fin en pos, murmura: ¡Que se cumpla la santa ley de Dios!
Lograrás, si lo hicieres así, magno tesoro de bienes: si eres bruma, serás bruma de oro; si eres nube, la tarde te dará su arrebol; si eres fuente, en tu seno verás temblando al sol; tendrán filetes de ámbar tus ondas, si laguna eres, y si océano, te plateará la luna. Si eres torrente, espuma tendrás tornasolada, y una crencha de arco-iris en flor, si eres cascada.
Así me dijo el Agua con místico reproche, Y yo, rendido al santo consejo de la Maga, Sabiendo que es el Padre quien habla entre la noche, Clamé con el Apóstol: -Señor, ¿qué quieres que haga?
(1901)
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Poeta
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Ha mucho tiempo que te soñaba así, vestida de blanco tul, y al alma mía que te buscaba, Ana, ¿qué miras? le preguntaba como en el cuento de Barba azul.
Ha mucho tiempo que presentía tus ojos negros como los ví, y que, en mis horas de nostalgia, la hermana Ana me respondía: "Hay una virgen que viene a ti".
Y al vislumbrarte, febril, despierto, tras de la ojiva del torreón, después de haberse movido incierto, como campana que toca a "muerto", tocaba a "gloria" mi corazón.
Por fin, distinta me apareciste; vibraron dianas en rededor, huyó callada la Musa triste y tú llegaste, viste y venciste como el magnífico Emperador.
Hoy, mi esperanza que hacia ti corre, que mira el cielo donde tú estés, porque la gloria se le descorre, ya no pregunta desde la torre: Hermana Ana, ¿dime qué ves?
Hoy en mi noche tu luz impera, veo tu rostro resplandecer, y en mis ensueños sólo quisiera enarbolarte como bandera ¡y a ti abrazado por ti vencer!
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Poeta
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Con mis amargos pensares y con mis desdichas todas, haré tu ramo de bodas, que no será de azahares.
Mis ojos, que las angustias y el continuado velar encienden, serán dos mustias antorchas para tu altar.
El llanto que de mi cuita sin tregua brotando está, tu frente pura ungirá como con agua bendita...
-Señor, no penes, tu ceño me duele como un reproche; -¡Que pálida estás, mi dueño! -Es que pasé mala noche, el amor me quita el sueño...
-¡Y te vas!... -Me voy, es tarde, me aguardan; ¡el templo arde como un sol! Tu mal mitiga, Señor, ¡y Dios te bendiga! -Damiana, que Dios te guarde...
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Poeta
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(Para Jesús E. Valenzuela)
Bardos de frente sombría y de perfil desprendido de alguna vieja medalla;
los de la gran señoría, los de mirar distraído, los de la voz que avasalla.
Teólogos graves e intensos, vasos de amor desprovistos, vasos henchidos de penas;
los de los ojos inmensos, los de las caras de cristos, los de las grandes melenas:
mi musa, la virgen fría que vuela en pos del olvido, tan sólo embelesos halla
en vuestra gran señoría, vuestro mirar distraído y vuestra voz que avasalla.
Mi alma que os busca entrevistos tras de los leves inciensos, bajo las naves serenas,
ama esas caras de cristos, ama esos ojos inmensos ama esas grandes melenas.
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Poeta
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A veces, en sueños, mi espíritu finge escenas de vidas lejanas: yo fui un sátrapa egipcio de rostro de esfinge, de mitra dorada, y en Menfis viví.
Ya muerto, mi alma siguió el vuelo errático, ciñendo en Solima, y a Osiris infiel, la mitra bicorne y el éfod hierático del gran sacerdote del Dios de Israel.
Después, mis plegarias alcé con el druida y en bosque sagrado Velleda me amó. Fui rey merovingio de barba florida; corona de hierro mi sien rodeó.
Más tarde, trovero de nobles feudales. canté sus hazañas, sus lances de honor, yanté a la su mesa, y en mil bacanales sentime beodo de vino y de amor. Y ayer, prior esquivo y austero los labios
al Dios eucarístico, temblando acerqué: por eso conservo piadosos resabios, y busco el retiro siguiendo a los sabios y sufro nostalgias inmensas de fe.
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Poeta
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