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El tiempo que la barba me platea cavó mis ojos y agrandó mi frente, va siendo en mí recuerdo transparente, y mientras más el fondo, más clarea.
Miedo infantil, amor adolescente, ¡cuánto esta luz de otoño os hermosea!, ¡agrios caminos de la vida fea, que también os doráis al sol poniente!
¡Cómo en la fuente donde el agua mora resalta en piedra una leyenda escrita: el ábaco del tiempo falta una hora!
¡Y cómo aquella ausencia en una cita, bajo las olmas que noviembre dora, del fondo de mi historia resucita!
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Poeta
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Nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar, que es el morir. ¡Gran cantar!
Entre los poetas míos tiene Manrique un altar.
Dulce goce de vivir: mala ciencia del pasar, ciego huir a la mar.
Tras el pavor de morir está el placer de llegar.
¡Gran placer! Mas ¿y el horror de volver? ¡Gran pesar!
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Poeta
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Eran ayer mis dolores como gusanos de seda que iban labrando capullos; hoy son mariposas negras.
¡De cuántas flores amargas he sacado blanca cera! ¡Oh, tiempo en que mis pesares trabajaba como abeja!
Hoy son como avenas locas, o cizaña en sementera, como tizón en espiga, como carcoma en madera.
¡Oh, tiempo en que mis dolores tenía lágrimas buenas, y eran como agua de noria que va regando una huerta! Hoy son agua de torrente que arranca el limo a la tierra.
Dolores que ayer hicieron de mi corazón colmena, hoy tratan mi corazón como a una muralla vieja: quieren derribarlo, y pronto, al golpe de la piqueta.
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Poeta
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En estos campos de la tierra mía y extranjero en los campos de mi tierra -yo tuve patria donde corre el Duero por entre grises peñas, y fantasmas de viejos encinares, allá en Castilla, mística y guerrera, Castilla la gentil, humilde y brava, Castilla del desdén y de la fuerza-, en estos campos de mi Andalucía, ¡oh tierra en que nací! , cantar quisiera. Tengo recuerdos de mi infancia, tengo imágenes de luz y de palmeras, y en una gloria de oro, de lueñes campanarios con cigüeñas, de ciudades con calles sin mujeres bajo un cielo de añil, plazas desiertas donde crecen naranjos encendidos con sus frutas redondas y bermejas; y en un huerto sombrío, el limonero de ramas polvorientas y pálidos limones amarillos, que el agua clara de la fuente espeja, un aroma de nardos y claveles y un fuerte olor de albahaca y hierbabuena; imágenes de grises olivares bajo un tórrido sol que aturde y ciega, y azules y dispersas serranías con arreboles de una tarde inmensa; mas falta el hilo que el recuerdo anuda al corazón, el ancla en su ribera, o estas memorias no son alma. Tienen en sus abigarradas vestimentas señal de ser despojos del recuerdo, la carga ,bruta que el recuerdo lleva. Un día tornarán, con luz d-el fondo ungidos, los cuerpos virginales a la orilla vieja.
(Lora del Río, 4 de abril de 1913.)
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Poeta
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¿Empeñé tu memoria? ¡Cuántas veces! La vida baja como un ancho río, y cuando lleva al mar alto navío va con cieno verdoso y turbias heces.
Y más si hubo tormenta en sus orillas, y él arrastra el botín de la tormenta, si en su cielo la nube cenicienta se incendió de centellas amarillas.
Pero aunque fluya hacia la mar ignota, es la vida también agua de fuente que de claro venero, gota a gota,
o ruidoso penacho de torrente, bajo el azul, sobre la piedra brota. y allí suena tu nombre ¡eternamente!
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Poeta
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Recuerdo que una tarde de soledad y hastío, ¡oh tarde como tantas! , el alma mía era, bajo el azul monótono, un ancho y terso río que ni tenía un pobre juncal en su ribera.
¡Oh mundo sin encanto, sentimental inopia que borra el misterioso azogue del cristal! ¡Oh el alma sin amores que el Universo copia con un irremediable bostezo universal!
Quiso el poeta recordar a solas las ondas bien amadas, la luz de los cabellos que él llamaba en sus rimas rubias olas. Leyó... La letra mata: no se acordaba de ellos...
Y un día -como tantos-, al aspirar un día aromas de una rosa que en el rosal se abría, brotó como una llama la luz de los cabellos que él en sus madrigales llamaba rubias olas; brotó, porque una aroma igual tuvieron ellos... Y se alejó en silencio para llorar a solas.
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Poeta
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Palpita un mar de acero de olas grises dentro los toscos murallones roídos del puerto viejo. Sopla el viento norte y riza el mar. El triste mar arrulla una ilusión amarga con sus olas grises. El viento norte riza el mar, y el mar azota el murallón del puerto. Cierra la tarde el horizonte anubarrado. Sobre el mar de acero hay un cielo de plomo. El rojo bergantín es un fantasma sangriento, sobre el mar, que el mar sacude... Lúgubre zumba el viento norte y silba triste en la agria lira de las jarcias recias. El rojo bergantín es un fantasma que el viento agita y mece el mar rizado, el tosco mar rizado de olas grises.
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Poeta
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Cabalgaba por agria serranía, una tarde, entre roca cenicienta. El plomizo balón de la tormenta de monte en monte rebotar se oía.
Súbito, al vivo resplandor del rayo, se encabritó, bajo de un alto pino, al borde de la peña, su caballo. A dura rienda le tornó al camino.
Y hubo visto la nube desgarrada, y, dentro, la afilada crestería de otra sierra más tenue y levantada
-relámpago de piedra parecía-. ¿Y vio el rostro de Dios? Vio el de su amada. Gritó: ¡Morir en esta sierra fría!
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Poeta
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1. Perdón, Madona del Pilar, si llego al par que nuestro amado florentino, con una mata de serrano espliego, con una rosa de silvestre espino.
¿Qué otra flor para ti de tu poeta si no es la flor de la melancolía? Aquí, sobre los huesos del planeta pule el sol, hiela el viento, diosa mía,
¡con qué divino acento me llega a mi rincón de sombra y frío tu nombre, al acercarme el tibio aliento
de otoño el hondo resonar del río! Adiós: cerrada mi ventana, siento junto a mi un corazón... ¿Oyes el mío?
2. De mar a mar entre los dos la guerra, más honda que la mar. En mi parterre, miro a la mar que el horizonte cierra. Tú, asomada, Guiomar, a un finisterre,
miras hacia otro mar, la mar de España que Camoens cantara, tenebrosa. Acaso a ti mi ausencia te acompaña. A mí me duele tu recuerdo, diosa.
La guerra dio al amor el tajo fuerte. y es la total angustia de la muerte, con la sombra iracunda de tu llama
y la soñada miel de amor tardío, y la flor imposible de la rama que ha sentido del hacha el corte frío.
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Poeta
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Desgarrada la nube ; el arco iris brillando ya en el cielo, y en un fanal de lluvia y sol el campo envuelto.
Desperté. ¿ Quién enturbia los mágicos cristales de mi sueño? Mi corazón latía atónito y disperso. ...¡El limonar florido, el cipresal del huerto, el prado verde, el sol, el agua, el iris..., ¡el agua en tus cabellos!...
Y todo en la memoria se perdía como una pompa de jabón al viento.
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Poeta
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