Prosas poéticas :  El desvalijador
El desvalijador
En la opulencia el engreído reía
se gozaba todo cuanto poseía.
¡Disfrutaba tanto de los resultados!
Nadie jamás hubiera imaginado
que dentro de esa amplia sonrisa
se ocultaba una perversidad indivisa
que nunca el rostro mostraba,
pero un día cuando se miraba
frente a un espejo con forma de prisma
se le reflejó la conciencia misma
diciéndole- Todo esto logrado,
de otra gente lo has copiado;
y desapareció de inmediato
cuando apenas él, se quitaba los zapatos.
Y se asomó una luz… Y todo su esplendor
empezaba hacerse poco a poco menor,
dejando una sombra sobre su cuello
tan densa, que se posesionó de su cabello.

Pero él haciendo caso omiso
puso oídos sordos en aquel aviso,
y continuó gastando sin control la demasía
pensando que la necesidad nunca le abarcaría.
Y tocó fondo tan profundo,
que en la miseria se sintió moribundo.
¡Al fin la abundancia había terminado!
Con aquel tesoro acabado
se golpeaba bien duro con la realidad.
Y fueron aquellos, los que una vez ni quería mirad,
quienes le extendieron las manos
-los necesitados-,
le ayudaban de lo poco que él les había dejado.

Otro día saco de su pantalón un cigarrillo
y lo compartió con todos en el pasillo,
desde entonces, aprendió a sudar cada centavo,
entendió que trabajar no es cosa de ser esclavo.
Y se curó de la implacable arrogancia
por la cual muchos le mantenían distancia.

El que fue martillo allá arriba,
en donde a todos de nada se priva;
ahora és el clavo acá abajo,
lo que se gana le cuesta trabajo.
Nunca más volvió abordar la guagua engreída
que de los pobres se olvida.

Juntando la experiencia de abajo
y mezclándola con la sabiduría de arriba,
habrás logrado la perspectiva
para superarte en tu trabajo.

Ser martillo o ser clavo
es la variante de la vida,
se goza en lo alto enseguida,
y se aprende estando debajo.

Julio Medina
16 de septiembre del 2016
Poeta

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